Charla Presentación, Viernes 21 de Mayo a las 20:30 Plotino fue poseedor de un alma que jamás se dejó engañar por las apariencias de este mundo plural y cambiante. Él fue, es y será fuente de inspiración.

Plotino fue un alma enamorada de Dios, un alma que no perdió la memoria de su origen espiritual ni de su destino.

Es así, que transitó por esta tierra sin descender realmente, y aún viviendo dentro de un cuerpo, nunca se confundió con él, manteniéndose libre de las inquietudes y pasiones que aquejan a la mayoría de los mortales.

Gracias a Porfirio, uno de sus discípulos más cercanos, contamos con una rica reseña de su vida. Sabemos que Plotino nació en Licópolis, Egipto, en el año 205 d.C., aunque él no quiso nunca hablar de la fecha de su nacimiento, considerándolo un dato sin importancia pues se refería a su envoltura mortal.

Sin embargo, festejaba con entusiasmo los días de aniversario de nacimiento de Platón y Sócrates. Tampoco gustaba que lo retratasen, negándose contínuamente a los requerimientos de sus discípulos.

Decía: “¿No es bastante llevar esta imagen en la cual la naturaleza nos ha encerrado? ¿Es preciso legar también a la posteridad la imagen de esta imagen, como un objeto que vale la pena se mirado?”

Desde joven tuvo vivo interés por la filosofía y luego de intensas búsquedas encontró a quién había de guiarlo: Amonio Saccas. De este último es muy poco lo que sabemos directamente, pues no dejó nada escrito, pero evidentemente fue la inspiración viviente de Plotino, y este se mantuvo a su lado aprendiendo de él, hasta su muerte. Plotino tuvo, a su vez gran cantidad de discípulos, a quienes enseñaba con profunda sabiduría, y con una visión “clarividente” del alma de cada uno de ellos.

Así podía educarlos a la clásica manera socrática, haciendo educir el “bien” que cada uno ya llevaba dentro. Su austeridad de costumbres, su elocuencia, la amabilidad y dulzura en el trato, le valieron el aprecio de sus discípulo y de los romanos que acudían a él, como -director de conciencia-.

Si bien se lo conoce a Plotino como el fundador de la Escuela Neoplatónica, esta denominación no alcanza a reflejar ni el contenido ni la esencia de su filosofía.

Dice Porfirio que en sus pláticas, Plotino condensaba todo el saber de los pitagóricos, de los peripatéticos, de los estoicos, aparte de la enseñanza platónica; y también cuenta que: “fue tan grande su amor por la filosofía, que se propuso estudiar la que se enseñaba entre los persas y la que prevalecía en la India”.

Plotino daba a todo conocimiento la profundidad y elevación de su propia experiencia mística. Para Plotino los antiguos sabios construyeron templos y estatuas, porque sabían que la representación en imágenes de una “cosa”, está dispuesta a recibir la influencia de su modelo.

Él decía: Los grados de perfección de los seres están en razón directa de su unidad y su simplicidad. A mayor unidad, mayor perfección. El divino sueño de Plotino consistía: «en hacer llegar lo que en él había de divino a lo que hay de divino en el universo».

Estas últimas palabras de Plotino, pueden verdaderamente ser el broche más apropiado de la filosofía griega.

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