Charla Coloquio, Miércoles 6 de Octubre, a las 20’30 h. En la época en que el usar y tirar es lo que manda, estos dos sabios y pensadores nos enseñan más allá de la distancia que los separa de nosotros, que lo

“Es una grandiosa y bella visión contemplar a un hombre que emerge, de algún modo, de la nada, por su propio esfuerzo; que disipa, por la luz de su razón, las sombras en las que la naturaleza lo ha envuelto; que se levanta sobre sí mismo; que se remonta por medio de su mente a regiones celestiales; que recorre, como el sol, el vasto espacio del universo con pasos de gigante.

Y, lo que es todavía más grandioso y difícil, que retorna hacia sí mismo para estudiar el ser humano, conocer su naturaleza, sus deberes y su destino”. “Discurso de las Ciencias y las Artes” -Jean-Jacques Rousseau- Esta frase puede muy bien aplicarse a estos dos grandes sabios, Rabí Moisés Ben-Maimón, más conocido como Maimónides, e Immanuel Kant. El primero, nacido en Córdoba, en 1.135 (1.138 según otras fuentes) en la época de mayor esplendor, tanto de la cultura judía como musulmana en España, fue además de médico eminente, el mayor filósofo del pensamiento judaico, comentarista y divulgador de la obra de Aristóteles y un precursor de los hombres del Renacimiento: humanista, filósofo, teólogo, astrónomo y médico; su capacidad intelectual abarcaba todas las ramas del saber humano.

Su vida constituye un símbolo de la mejor tradición humanista, en especial por superar la intolerancia, el fanatismo, el odio y la ignorancia. En plena Edad Media propició el cultivo de la razón para llegar, por medio de la filosofía, a la más elevada Sabiduría, intentando armonizar fe y ciencia. En toda su obra rezuma una gran sabiduría, un espíritu ecléctico y un afán de clarificar y orientar a los buscadores del conocimiento.

Se nutrió tanto de la ciencia y cultura del Islam, como de la filosofía grecorromana. Todas las cosas y todos los aspectos de la naturaleza y de la vida, del pensamiento y de la acción, fueron para él parte de ese todo armónico. Como ejemplo citamos un pasaje de sus “Aforismos médicos”: “Si alguien te afirma que tiene prueba de su propia experiencia de algo que necesita para confirmar su teoría, aun cuando sea una persona de gran autoridad, seriedad y moralidad, deberás dudar. No dejes que tu mente sea arrastrada por las novedades que te cuente, sino que examina cuidadosamente sus teorías y sus creencias, así como debes hacer respeto a las cosas que declara haber visto; examina el asunto sin dejarte persuadir fácilmente.

Y esto que te digo es cierto, sea que la persona en cuestión fuera un notable o uno del pueblo. Porque una voluntad fuerte puede llevar a una persona a hablar erróneamente, especialmente durante una discusión..." El segundo, Immanuel Kant (Königsberg, actualmente Kaliningrado, Federación Rusa, 1.724-1.804) es seguramente el filósofo occidental más importante, pudiéndose decir de él -al igual que se dijo de Maimónides- que hay un antes y después de Kant. Además de sus obras capitales, dejó un legado de cursos, cartas, ensayos que influenciaron decisivamente a la posteridad.

A semejanza de Maimónides, dedicó toda su vida a un intenso estudio de todas las facetas del saber humano: desde la Ciencia a la Metafísica, desde la Religión a la Política, pasando por el Derecho, la Educación y la Antropología, todo ello imbuido de un espíritu tolerante, cosmopolita e ilustrado. A pesar de la ingente cantidad de obras publicadas sobre su pensamiento, todavía queda mucho por descubrir, especialmente la difusión y traducción de muchas obras "menores", no menos interesantes que sus obras capitales.

Pese a la imagen excesivamente seria y metódica que se ha divulgado de él, actuales biografías están revisando también su personalidad. Un discípulo suyo dijo de él: “Tuve la suerte de tener como profesor a un gran filósofo, un auténtico maestro de la humanidad. Este hombre poseía la viveza propia de un muchacho que parece no haberle abandonado en su madurez. Las anécdotas, el humor y el ingenio se hallaban constantemente a su servicio, de manera que sus lecciones resultaban tan instructivas como entretenidas.

Ningún hallazgo era menospreciado para mejor explicar el conocimiento de la naturaleza y el valor moral del ser humano. Nada digno de ser conocido le era indiferente. Sus alumnos no recibían otra consigna salvo la de pensar por cuenta propia; nada le fue nunca tan ajeno como el despotismo. (-Johann Gottfried Herder- “Cartas para la exaltación de la Humanidad”). A pesar de lo abstruso de la forma de exponer sus ideas metafísicas, según “Juan de Mairena” de Antonio Machado: “En leer y comprender a Kant se gasta mucho menos fósforo que en descifrar tonterías sutiles, y en desenredar marañas de conceptos ñoños”. Estas mismas palabras se pueden aplicar también perfectamente a Maimónides.

Una última curiosidad histórica: La famosa “Invocación de Maimónides”, recitada por médicos recién graduados a semejanza del Juramento Hipocrático, hay quienes la atribuyen, no a Maimónides sino a Marcus Herz, -médico alemán del gran filántropo inglés Moses Mendelssohn-, y que fue… discípulo de Kant.

* * * * * "En lo ideal, todo depende del impulso; en lo real, de la perseverancia" -Goethe-

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