El “tsunami asiático” crea nuevos escenarios geográficos y humanos. El año 2.005 ha estrenado nueva Tierra: la geografía del escenario de la catástrofe ha cambiado como consecuencia del terremoto, que tam
La catástrofe no tiene precedentes en la historia reciente del planeta, así como tampoco la dimensión de la solidaridad internacional. Estrenamos nuevo mundo, pero parece que nos adentramos también en un período de inestabilidad telúrica que puede prolongarse hasta el 2.200; las amenazas afectan no sólo al Índico, sino también al Pacífico, al Mediterráneo y al Atlántico.
La Tierra ha cambiado porque el terremoto se cree que modificó ligeramente el eje de la Tierra, acelerando su rotación y acortando la duración del día en tres microsegundos, según el diario italiano “Corriere della Sera”. Nunca en la historia reciente de nuestro planeta un desastre natural había afectado a una zona tan extensa y alcanzado la capacidad de destrucción del tsunami de diciembre 2.004, que deja cinco millones de damnificados. La Tierra ha cambiado porque la solidaridad internacional desatada por la catástrofe no tiene precedentes: el hecho de que 8.000 turistas figuraran entre las víctimas contribuyó a la movilización de los países ricos, al mismo tiempo que ha suscitado una nueva unidad en el sistema internacional de ayuda, tal como ha señalado “The Age”.
Una Sorpresa Anunciada:
Pero para algunos científicos el tsunami índico no fue ninguna sorpresa. La localización del epicentro había sido contemplada en una modelización de posibles terremotos que podrían ocurrir entre 2.000 y 2.010. La previsión fue realizada por el “Center for Computational Science and Engineering” de la Universidad de California a partir de los terremotos ocurridos en el mundo de una intensidad superior a los 5 grados de la escala Richter. El mapa fue presentado el mes pasado en la reunión de la “American Geophysical Union”.
Con los datos históricos acumulados, los investigadores construyeron un mapa que muestra los posibles terremotos que ocurrirían en el mundo durante esta década. Lo sorprendente es que de los 38 temblores que han tenido lugar desde entonces 30 habían sido anticipados por el modelo, incluido el de Indonesia. Para Keilis-Borok, profesor residente del departamento de la Tierra y Ciencias del Espacio del “Institute of Geophysics and Planetary Physics” de la Universidad de California, los grandes terremotos pueden llegar a predecirse con meses de anticipación, si se aplica la metodología específica, señala “Science Daily”. El equipo de Keilis-Borok, que incluye expertos en reconocimiento de patrones, geodinámica, física estadística y salud pública, ha desarrollado algoritmos que detectan con anticipación un terremoto.
Su sistema, que se basa en la observación continuada de los pequeños terremotos que ocurren a diario, ha sido determinante para prevenir los terremotos de 2.003 en California y en Japón, si bien no es plenamente aceptado como válido por la comunidad científica.
Limitaciones Científicas:
A pesar de estas tecnologías, ningún centro científico que vigila el comportamiento del planeta imaginó las dimensiones de lo que iba a ocurrir. Y aunque el “Pacific Tsunami Warning Center” (Hawai), que vigila la aparición de tsunamis en el Pacífico, quiso alertar horas antes a los países asiáticos, sus esfuerzos fueron infructuosos. Para el “National Earthquake Information Center”, (Colorado), que vigila posibles terremotos en Estados Unidos, muchas víctimas podrían haberse salvado si un sistema de vigilancia de tsunamis, similar al existente en el Pacífico, hubiese sido instalado en el Índico.
La realidad es que estas catástrofes son más frecuentes en el Pacífico que en el Índico: desde 1.944, seis olas mortales han devastado Japón y media docena el archipiélago de Hawai, así como una gran ola barrió el golfo del Moro, en Filipinas, en 1.976. En el océano Índico los maremotos han sido menos frecuentes, si bien no son desconocidos: en 1.883, una elevación del nivel del mar derivada de las erupciones del volcán Kratakoa afectó a Sri Lanka. En 1.941, un terremoto desencadenó un tsunami que afectó a las costas de La India y en 1.945 otro temblor de tierra ocurrido al sur de Karachi provocó asimismo olas gigantes.
A pesar de esta diferencia de intensidad, está claro que un sistema de alerta habría reducido el impacto del maremoto de diciembre 2.004, pero es evidente también que Indonesia, Sri Lanka y Tailandia no tienen los medios técnicos y económicos de Estados Unidos, Japón o Australia para instalar un dispositivo equivalente al que estos países han desplegado en el Pacífico. Anticipar y Prevenir: De todas formas, los terremotos siguen siendo imprevisibles para la ciencia, ya que una cosa es saber dónde se va a producir un movimiento telúrico y otra muy distinta es preverlo. Las dificultades trascienden las capacidades tecnológicas alcanzadas: las placas tectónicas sobre las que reposan los océanos y los continentes son bien conocidas y sus movimientos están catalogados. Sin embargo, estas placas están situadas sobre el magma, que no es otra cosa que roca derretida que se encuentra a grandes profundidades del manto terrestre.
Los movimientos del magma son totalmente desconocidos para la ciencia en virtud de las fuerzas que determinan su comportamiento, por lo que los geólogos y sismólogos sólo pueden establecer cálculos de probabilidad: un terremoto ocurrirá en esta región en los próximos treinta años. Es lo que han hecho los científicos de la Universidad de California. Los datos históricos contribuyen a elaborar previsiones más exactas. Por ejemplo, en el caso del sudeste asiático, ha podido establecerse que los grandes seísmos ocurren cada 230 años en la región: los años 1.797 y 1.833 han registrado episodios telúricos significativos y se cree que ha habido otros en 1.500 y en 1.300. También se sabe que estos seísmos no vienen solos, sino en oleadas de dos o más, después de los cuales reina tranquilidad durante casi doscientos años. Los episodios más recientes parecen indicar que estamos en un nuevo ciclo de actividad telúrica.
El terremoto de Singapur ocurrido en junio de 2.000 (7 grados) y el de Sumatra en 2.002 (7,4 grados), podrían ser los antecedentes del de diciembre 2004, que alcanzó los 9 grados en la escala Richter. Si esto es así, es posible que ocurra otra catástrofe equivalente en los próximos 25 años y que todo vuelva a la calma en 2.200.
La Sombra Mediterránea y Atlántica:
De todas formas, el Índico y el Pacífico no son las únicas sombras. El Mediterráneo es también un posible escenario: para el director del Observatorio del Instituto Geodinámico de Atenas, Gérassimos Papadopoulos, la isla de Rodas podría ser el Phuket griego, en clara referencia a la isla tailandesa. Además, los científicos también han anticipado la posibilidad de una catástrofe similar a la del sudeste asiático que ocurrirá, ciertamente, pero no se sabe cuándo, en el Océano Atlántico. Un volcán de la isla canaria de La Palma está a punto de hundirse y de provocar un tsunami cuyas olas, según este modelo, alcanzarían un tamaño de alrededor de 50 metros. Golpearían la costa oeste del Atlántico entre 6 y 9 horas después de ocurrir el derrumbamiento del volcán. Horas antes de su llegada a América, las costas de Canarias, del oeste africano y de Europa habrán sido barridas asimismo por olas refractadas desde la isla de La Palma, olas que podrán alcanzar los centenares de metros de altura. Aunque este escenario atlántico ha sido descalificado por vulcanólogos canarios, también respecto a esta eventualidad se han solicitado mayores medios técnicos que, en caso de catástrofe, podrían paliar los daños. Pero las respuestas no han llegado.
Mejorar los Dispositivos de Alerta:
Aunque la vigilancia volcánica en La Palma se ha intensificado en los últimos cinco años, el “Benfield Hazard Research Centre”, que es el que ha alertado de este riesgo, considera que es preciso incrementar los instrumentos de medición para prevenir con mayor rapidez una nueva erupción, por el potencial peligro que entraña de desencadenar una catástrofe natural de dimensiones casi planetarias. El “Benfield Hazard Research Centre” advierte que hay sistemas de detección que podrían anticipar en dos semanas la inminencia de una erupción. Y aunque puede que esa nueva erupción no desencadene la temida catástrofe, el riesgo es tan elevado que la ciencia aconseja medidas preventivas en las que deben colaborar instituciones de ambos lados del Atlántico.
La experiencia del Sudeste Asiático, aconseja no escatimar medios para paliar en lo posible los daños causados por la fuerza incontrolable de la naturaleza, ya sea en el Índico, como en el Mediterráneo, el Pacífico o el Atlántico.
Fuente: http://www.tendencias21.net/
* * * * * “El hombre superior es modesto en el hablar, pero abundante en el obrar”. -Confucio-