"Tengo una amiga a la que sus padres le pegan por todo. Su madre, primero le chilla, y antes de que le dé tiempo a ponerse las zapatillas o a recoger las ceras, ¡zas! azote. Está muy triste porque nadie juega con ella, sólo

En realidad su amiga es ella misma. Laura, es una pequeña de seis años que como otros miles de niños ha lanzado su particular S.O.S al Teléfono del Menor, con el que la Fundación Anar pretende echar un cable a los pequeños y adolescentes que lo necesitan. "Hay una gran diferencia entre lo que la sociedad entiende como maltrato y lo que conciben los propios niños. Se quejan de que les gritan, les pegan y no les respetan. Los críos creen que no es necesario ese trato para lograr algo de ellos". Paloma Cabello, responsable de Anar, va más allá del hecho físico. El auténtico problema es la falta de comunicación. Aunque a una minoría de padres eso de dialogar les suena a chino. El único idioma que hablan es el del maltrato. El último horror es el destapado por los servicios sociales británicos. Cámaras ocultas en hospitales testifican cómo algunos padres agredían a sus hijos en las mismas habitaciones de los centros. Estos progenitores sufrían graves problemas psíquicos y de relación. Es evidente, que la mayoría de los adultos no se ensaña así con sus vástagos, pero tampoco es oro todo lo que reluce. Resulta paradójica la situación que impera en las actuales relaciones padre-hijo. La permisividad se ha generalizado, pero existe una especie de miedo a dialogar con los niños, y al final la mano suple a las palabras. "Se vive cierta dejadez en el vínculo, en el cariño. Resulta que padres e hijos se ven en el peor momento del día, cuando más cansados están. Falta la relación que de verdad construye la educación", asegura Juan Carlos Torre, psicólogo de la educación. Pero lo que cada vez es más indiscutible es que los azotes no se distinguen por su didactismo. "Ser padre es uno de los trabajos más duros. Requiere inteligencia y destreza para combinar con acierto complejas habilidades cognitivas", sigue Torre. "No hay padres perfectos", como decía el famoso psicoanalista Bruno Bettelheim, aunque se empeñan en dar en la diana. Por eso es indispensable razonar y buscar el equilibrio en medio del océano de informaciones y doctrinas en que los padres bucean a diario. "El sentido común y la naturalidad deben primar en el intercambio paterno-filial. Se podría decir que hay que educar a pesar de los psicólogos", aconseja Javier Martín Holgado, psicólogo evolutivo. Quizás el principal problema es que muchos padres carecen de un proyecto para sus hijos. Un objetivo que no debe centrarse en que el crío sea abogado, se case con una buena chica y tenga tres hijos, por ejemplo. Se trata de que crezcan como personas. De que estén seguros de sí mismos. De que sepan enfrentar las frustraciones. De que sean tolerantes. De que sepan elegir con libertad. Para lograrlo, "flexibilidad sin dejar nunca de orientarles. Hay que persistir en el proyecto. Que se alejen de la pretensión de sus padres no significa un fallo en la educación", dice Juan Carlos Torre. Un hijo comparte genes, pero posee su propia personalidad. Claro que también hay que contar con lo enseñado y aprendido de forma inconsciente. Los niños se identifican con modelos, de su familia, de sus amigos, de los cuentos y de la tele. Si ven y padecen cómo su papá, gracias a la fuerza bruta, obtiene beneficios, almacenan el dato en el subconsciente y lo adoptan. Luego lo usarán para solucionar sus conflictos. La televisión, en ocasiones padre adoptivo con el que los niños pasan entre 1.000 y 1.500 horas al año -según el estudio “El estrés, un problema de hoy en el mundo infantil”, de Concepción Iriarte- es otra vía para descubrir el poder de la agresividad. El informe “Stop al castigo físico”, de la Fundación Cooperación y Educación (Funcoe), señala que "los niños que reciben con frecuencia golpes en casa, atacan a sus compañeros el doble de veces que los niños a los que no les pegan en casa". Algunos expertos afirman que se hace tanto hincapié en parar el castigo físico, porque hay padres a los que se les va la mano y desplazan su agresividad hacia los pequeños. -El azote- El sociólogo Murray Straus de la Universidad de New Hampshire (EEUU) asegura: "Cuando se emplea el castigo corporal para disminuir la conducta antisocial, lo único que se logra a largo plazo es lo contrario". Pero su compatriota Den Trumbell opina: "Un ligero azote es válido cuando los niños tienen entre 18 meses y 6 años, porque aún son incapaces de comprender el alcance de sus actos". El ejemplo de bebé a punto de meter los dedos en un enchufe se usa para justificar el suave golpe. Educar es conferir a una persona la capacidad para, en el futuro, educar a otro. Muchos padres titubean a la hora de trazar el camino. Lo cual es positivo. Al menos, se plantean su actuación. "Le pego un cachete y pienso que se va a traumatizar. Eso dicen los expertos. ¿Le encierro en su habitación o le quito su juguete favorito? Me pierdo". Javier Santillana, ingeniero aeronáutico, no sabe cómo lograr que sus dos hijos de 9 y 4 años le obedezcan. Un reciente estudio de Asuntos Sociales revela que el 45% de los padres usa jarabe de palo frente al 55% que lo cree innecesario. Claro que una cosa es lo que los adultos responden y otra lo que hacen. Según el 84% de los entrevistados, sus padres casi nunca o nunca les pegaron. Entonces, ¿ahora se zurra más que antes o no son del todo sinceros? Luis López Yarto, psicólogo social, caso de hijo al que sus padres no pegaron, confiesa: "Cuántas veces habría preferido un cachete a una mala cara". Yo creo que una cosa es un azote y otra el maltrato". Y es que el maltrato psicológico es tan dañino como una somanta de palos. A un crío al que se ignora, con el que no se juega, al que se atiborra de actividades extraescolares para que no moleste en casa, al que no se reconocen sus hazañas, al que se compara con el hermano o con el vecino o que no tiene derecho a opinar, le quedan multitud de cicatrices. ¿Cuánto se puede querer y valorar a sí mismo si sus padres le tasan por su rendimiento académico? En el colegio tampoco pueden tirar la primera piedra. En España está prohibido por ley desahogarse con los alumnos desde 1.985. Algunos maestros han sustituido la vara por el desaliento emocional. A los niños se los cataloga más por su comportamiento en clase que por su potencial creativo e intelectual. Empollón y modosito encaja con el ideal docente. El terapeuta Luis López Yarto asegura que "hay muchos maestros con neurosis, en terapia, por no poder actuar con los niños". El educador juega un papel esencial en el desarrollo del crío, ya que la figura del maestro se convierte en uno de sus modelos principales. Por eso debe centrarse, además de estimular el aprendizaje, en que su alumno se sienta a gusto consigo mismo y en ayudarle a regular sus reacciones emocionales. Tal y como propone el psicólogo Daniel Goleman, los sentimientos deben ocupar un lugar destacado en el currículum de los niños, igual que la Física, las Matemáticas o el Lenguaje. Lo esencial para educarlos con cariño y coherencia. Hay que predicar con el ejemplo, si no se les enseña a actuar al margen de la palabra. -EL CASTIGO EN OCCIDENTE- El civilizado y próspero primer mundo mide con distinto rasero las agresiones. "Mujeres y niños primero", premisa de todo rescate de un naufragio, parece también válida a la hora de condenar por ley el castigo. La Fundación para la Cooperación y la Educación (Funcoe), junto a otras ONG internacionales, ha recogido en un estudio sobre cómo protegen a la infancia las distintas legislaciones, no solamente en caso de maltrato físico grave sino ante los comunes cachetes y azotes que los padres procuran a sus hijos. En España, el Código Civil, el Código Penal y la Constitución condenan cualquier tipo de violencia contra los críos. Sin embargo, si demostrar ante un juez que se ha infligido maltrato ya es difícil, denunciar una zurra es casi imposible. En Italia no hay texto legal que prohíba el castigo físico, pero más crudo lo tienen los niños ingleses e irlandeses. En Gran Bretaña no sólo no hay ley al respecto sino que existe un debate público abierto sobre la conveniencia de volver a pegar en los colegios y la necesidad de que los padres les den alguna que otra galleta a sus rebeldes vástagos. La famosa disciplina inglesa aún pervive en la conciencia colectiva del pueblo anglosajón. En el extremo opuesto, los países nórdicos se erigen como defensores a ultranza de los derechos del niño, en lo que a muchos les parece una exageración. Suecia fue la primera nación en aprobar una ley censurando todo tipo de castigo físico. En Finlandia no sólo se condena el castigo físico sino también otras formas de humillación. Lo mismo sucede en Dinamarca, Noruega y Austria. En el resto de países, Estados Unidos incluido, las leyes específicas contra el castigo corporal infantil brillan por su ausencia. Fuente: http://www.el-mundo.es * * * * * “El niño es como un barro suave donde puedes grabar lo que quieras... pero esas marcas se quedan en la piel... Esas cicatrices se marcan en el corazón... Y no se borran nunca”. -Zenaida Bacardi de Argamasilla-

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