… Y es que hay un poso de aquel pintoresco “modus vivendi” que forma parte irremediablemente de nuestra “substancia cultural”, de nuestras costumbres y usos más arraigados y, cómo no, de esa...
...concepción que nos lleva a admirarlo e imitarlo mientras lo despreciamos íntimamente... “El idioma -el castellano, el español- llega a ser para nosotros como un licor que paladeamos, y del cual no podemos ya prescindir. Prescindir en el ensayo, en la busca de todos sus escondrijos, de todas sus posibilidades, de todas sus puridades. Ya somos, con tanto beber de este licor, beodos del idioma”. -Azorín-
“Desde que las insignias se llaman pins, los de la otra acera gays, las comidas frías lunchs, y los repartos de cine castings, este país no es el mismo: ahora es mucho, muchísimo más moderno. Antaño los niños leían tebeos en vez de comics, los estudiantes pegaban posters creyendo que eran carteles, los empresarios hacían negocios en vez de business, y los obreros, tan ordinarios ellos, sacaban la fiambrera al mediodía en vez del tupper-ware. Yo, en el colegio, hice aeróbic muchas veces, pero, tonta de mí, creía que hacía gimnasia. Nadie es realmente moderno si no dice cada día cien palabras en inglés. Las cosas, en otro idioma, nos suenan mucho mejor.
Evidentemente, no es lo mismo decir bacón que panceta, aunque tengan la misma grasa, ni vestíbulo que hall, ni inconveniente que handicap... Desde ese punto de vista, los españoles somos modernísimos. Ya no decimos bizcocho, sino plum-cake, ni tenemos sentimientos, sino fellings. Sacamos tickets, compramos compacts, comemos sándwiches, vamos al pub, practicamos el rappel y el raffting, en lugar de acampar hacemos camping y, cuando vienen los fríos, nos limpiamos los mocos con kleenex. Hay algunos, tontos de nosotros, que creíamos que los deportistas que juegan al balompié, disputaban la liga de campeones. ¡Ja!, pobres ignorantes… españolitos de a pie, no saber que es la champions league.
Esos cambios de lenguaje han influido en nuestras costumbres y han mejorado mucho nuestro aspecto. Las mujeres no usan medias, sino panties y los hombres no utilizan calzoncillos, sino slips, y después de afeitarse se echan after shave, que deja la cara mucho más fresca que el tónico. Por supuesto, siempre es mucho mejor, si todo esto se realiza en un spa. El español moderno ya no corre, porque correr es de cobardes, pero hace footing; no estudia, pero hace masters y nunca consigue aparcar pero siempre encuentra un parking.
El mercado ahora es el marketing; el autoservicio, el self-service; el escalafón, el ranking y el representante, el manager. Los importantes son vips, los auriculares, walkman, los puestos de venta stands, los ejecutivos yuppies; las niñeras baby-sitters, y hasta nannies, cuando el hablante moderno es, además, un pijo irredento. En la oficina, el jefe esta siempre en meetings o brainstorms, casi siempre con la public-relations, mientras la assistant envía mailings y organiza trainings. Luego se irá al gimnasio a hacer gim-jazz, y se encontrará con todas las de la jet, que vienen de hacerse liftings, y con alguna top-model amante del yogurt light y el body-fitness.
Claro y cómo no mencionar lo inculto que resulta contestar con un leído, en lugar del normal y comprendido por todos a –excepción de algunos pobres ignorantes como yo–, con un read; queda más in. El arcaico aperitivo ha dado paso a los cocktails, donde se jartan a bitter y a roast-beef que, aunque parezca lo mismo, engorda mucho menos que la carne. Ustedes, sin ir más lejos trabajan en un magazine, no en un programa. En la tele, cuando el presentador dice varias veces la palabra O.K., y baila como un trompo por el escenario la cosa se llama show, bien distinto, como saben ustedes, del anticuado espectáculo.
Si el show es heavy es que contiene carnaza y si es reality parece el difunto diario “El Caso”, pero en moderno. Entre medias, por supuesto, ya no ponen anuncios, sino spots que, aparte de ser mejores, te permiten hacer zapping. Estas cosas enriquecen mucho. Para ser ricos del todo, y quitarnos el complejo tercermundista que tuvimos en otros tiempos, sólo nos queda decir con acento americano la única palabra que el español ha exportado al mundo: la palabra ‘SIESTA’. Pero si algo de lo expuesto arriba ha molestado a alguien, se puede dar una vuelta por la ‘AMERICA’S CUP’. Es decir, y traduciendo, ya que esto es así para los que aún tenemos el arcaico honor de disfrutar hablando nuestra propia lengua, la COPA DE AMÉRICA.
Espero que os haya gustado... yo antes de leerlo no sabía si tenía stress o es que estaba hasta los ‘cojones.” ¡Bienvenido, Mr. Marshall! Con la sala abarrotada de un público en su mayoría muy joven, se proyectó en la Filmoteca de la Generalitat Valenciana “¡Bienvenido, Mr. Marshall!” (1.952) de Luis García Berlanga. Fue un buen momento, ahora que se cumplen los cincuenta y cuatro años de su estreno. También, se rindió un homenaje a Francisco Canet, el director artístico y productor que tanto tuvo que ver con la buena factura de la película. Al revisarla de nuevo, no deja de sorprendernos la vigencia de muchos de sus planteamientos y la frescura de la historia, que se percibe ingeniosa, rica en sugerencias y enormemente divertida.
Pese al tiempo transcurrido, los entrañables habitantes del pueblecito imaginario de Villar del Río, siguen pareciéndonos tan cercanos y reales, como lo fueron en décadas pasadas. Y, aunque los cambios habidos en la sociedad española desde entonces son obvios, a través de sus actitudes y sus ilusiones reconocemos de inmediato esa parte de nuestro pasado, que no por distanciarse en más medio siglo del presente, deja de estar latente en nuestro estilo de vida cotidiano. En cualquier caso, resultaría hoy difícil negar la vigencia de la película y su carácter crucial para entender una parte de nuestro pasado y, por lo mismo, de nuestro presente.
Fuente: http://www.encadenados.org * * * * *
“El español es demasiado importante para dejarlo en manos de los españoles”. -Guillermo Cabrera Infante-