La Simbología es una de las ciencias más antiguas de la Humanidad, desde que el hombre comprendió que el lenguaje hablado era un instrumento insuficiente para transmitir sus vivencias internas y las realidades que captaba...
del mundo exterior.Descubrió que a su alrededor existían imágenes y formas que podían transmitir, de una manera casi intuitiva, lo que él sentía en su interior, y que, con la interpretación correcta de la imagen, se había captado en un instante lo que con palabras hubiera sido difícil de explicar.
¿Cómo se puede explicar con palabras el sentimiento interno de estar en una noche de otoño o de invierno al lado del fuego de una chimenea, contemplando el espectáculo más viejo del mundo?
De este modo, el símbolo cumplió una doble función: por un lado agilizar la abstracción de conceptos, y por otro lado proteger estos conceptos de su degeneración debida a la ignorancia.
Para la correcta interpretación de los símbolos teológicos y metafísicos nació la Ciencia de la Simbología y fue estudiada dentro de las Escuelas de Misterios y en los Colegios Iniciáticos a fin de trasmitir a la Humanidad un conocimiento interno que no degenerase con el paso de los siglos.
Los símbolos se grabaron en las piedras, en los papiros y en todas las obras que legaron a sus descendientes.
Si hoy visitamos las pirámides, las viejas ruinas de las culturas americanas, los templos griegos, etc., descubriremos que en ellos están todavía estos viejos símbolos, fruto del conocimiento de los antiguos sabios y maestros.
La palabra símbolo deriva del latín "symbolum" e indica la acción de portar o llevar.
El símbolo sería, por lo tanto, el que porta o lleva una realidad interior de la que el símbolo constituye su manifestación externa, y que es captada por nuestra mente.
Las viejas enseñanzas nos dicen que los símbolos tenían siete claves de interpretación; desgraciadamente los estudiosos actuales del simbolismo y las religiones (salvo excepciones) sólo perciben las claves inferiores y, para ellos, los símbolos y los dioses son siempre manifestaciones de tipo sexual y agrario.
Símbolos primordiales
Vamos a denominar símbolos primordiales a aquellos que subyacen en el fondo de la Historia y que son comunes a religiones y pueblos.
Estos símbolos son generalmente figuras geométricas simples y objetos o manifestaciones de la Naturaleza.
Un ejemplo de estos símbolos primordiales son el círculo, el árbol, el rayo, el fuego, etc.
Todos ellos representan conceptos relacionados con el substrato de las religiones y de la filosofía (entendida como amor al conocimiento, e incluyendo dentro de ella a todas las manifestaciones del saber).
Por eso se pueden estudiar de dos maneras diferentes: como símbolos en sí y como símbolos englobados en el contexto de una religión o de una ciencia.
Un ejemplo de esto lo tenemos en el fuego: puede estudiarse como un valor aislado, asociado a dioses de diferentes religiones, o como símbolo de uno de los elementos alquímicos.
No quiere decir que su significado sea diametralmente distinto de una interpretación a otra, sino que, aplicando las diferentes claves de un mismo símbolo, se extraen diferentes conceptos e interpretaciones.
Símbolos particulares o aplicados
Como mencionamos antes, estos símbolos son la aplicación de los primordiales en una rama determinada del conocimiento: Astrología, Alquimia, etc.
De esta particularización (que repetimos es ficticia pero útil a efectos didácticos) surge uno de los aspectos más interesantes de la Simbología: la correspondencia.
La correspondencia entre los distintos símbolos no es más que un reflejo de la interacción de todo el Cosmos entre sí, expresada por Hermes Trismegisto en el Kibalión:
"Así es arriba como es abajo, así es abajo como es arriba".
Esta correspondencia simbólica hace que se puedan relacionar símbolos y elementos simbólicos entre sí: colores, planetas, piedras preciosas, elementos alquímicos, etc., lo cual tiene una gran utilidad práctica para fines mágicos y ceremoniales.
Como ejemplo ilustrativo podemos citar correspondencias del estilo de la siguiente:
Al signo astrológico de Sagitario le corresponde el elemento fuego, las cualidades de cálido y seco, el planeta Júpiter, etc.
Otro aspecto importante de la correspondencia, es el que permite, a nivel teológico, comparando los símbolos de las diferentes religiones, asociarlas para ver si son tan diferentes en esencia, tanto los símbolos como las religiones.
Dentro de los símbolos teológicos podemos diferenciar algunos que nos permiten reconocer las distintas divinidades; a estos elementos los denominaremos atributos.
A veces un elemento puede cambia su carácter simbólico; por ejemplo, el águila es un símbolo del elemento fuego, pero frente al león cede a este su carácter de fuego para tomar el del elemento aire.
Ángeles
Mensajeros invisibles, habitantes de los cielos, seres de luz y de ligereza pero también de fuego y poder guerrero, están presentes en el espíritu humano desde siempre y no hay civilización alguna que no haya considerado la existencia de estos espíritus benéficos que colaboran con la Divinidad en muy distintas misiones, según sus diferentes rangos y categorías.
Seres intermedios entre Dios y el mundo, dotados a veces de un cuerpo etéreo, simbolizan las funciones divinas y la relación de Dios con sus criaturas.
Las jerarquías terrenales son reflejo de las celestiales. Son signos advertidores de lo sagrado, que nos acompañan y ayudan cuando los necesitamos.
A través de la tradición judeo-cristiana, conocemos algunos de sus nombres, como por ejemplo los tres arcángeles principales:
Miguel, vencedor de dragones; Gabriel, mensajero e iniciador, o Rafael, protector de médicos y caminantes.
En India, el Universo es concebido como una jerarquía de fuerzas activas, angelicales y demoníacas, divinas y heroicas.
Este universo está compuesto por siete planos (lokas) que van desde el origen invisible hasta la manifestación concreta, y está habitado por miríadas de dioses, ángeles y demonios que, conjuntamente, hacen esfuerzos por servir al "Dharma", la Gran Ley Universal, a través del "Karma", la ley de acción y reacción, tan presentes ambas en la cultura oriental.
En Grecia, el "daimon" es descrito por Platón en boca de Sócrates, afirmando que en cada hombre de bien reside uno de estos "genios tutelares", situado entre lo mortal y lo inmortal, lo humano y lo divino, lo sensible y lo inteligible, que ama la verdad e inclina al hombre hacia el bien, la belleza y la felicidad.
Cada ser humano tiene pues, según todas las tradiciones, un ángel guardián, (o tres si seguimos la doctrina de Cornelio Agrippa, que concede uno a cada plano de la personalidad humana, el plano mental, el emocional y el físico), que vela por él para hacerle progresar en el camino hacia su propia realización espiritual.
Todas las religiones afirman que Dios jamás ha abandonado a los humanos y quiso dotarnos a cada uno de un ángel custodio para que escuchemos su voz, ya sean sus misteriosos susurros o sus órdenes imperiosas y estimulantes para despertar nuestra conciencia.
La leyenda los hace siempre portadores de buenas noticias para los hombres, por su alada rapidez como mensajeros celestes.
Algunos símbolos:
Ankh
Dentro del complejo simbolismo de la cruz con sus infinitas variantes, presente en todas las religiones y culturas como símbolo del Hombre suspendido entre el Cielo y la Tierra, el Ankh es la cruz ansata de los egipcios, la Llave de la Vida y de la Muerte.
Está formada, empezando desde arriba, por un círculo, símbolo de lo que no tiene principio ni fin, y que representa el mundo celeste, el espíritu de Ra, el Sol para los Egipcios...
Este círculo sirve también como el asa de la llave, de donde la llevan cogida los dioses que la portan.
Está apoyado en la Tierra, como el Sol sobre el horizonte, cuando se pone o amanece.
Esta línea horizontal simboliza la materia y no es más que esa línea ilusoria del horizonte creada por la mirada del hombre, cuyo destino como ser humano no puede limitarse a esta tierra:
El egipcio sabía que su estancia en este mundo era algo pasajero, sólo una pequeña parte de su gran cadena evolutiva constituida por millones de eslabones.
Le sigue por último, y completando la encrucijada, un vástago vertical que simboliza, tanto la bajada o caída de nuestro espíritu para encarnar en la materia, como la subida, el camino inverso, a partir del punto más bajo.
Cada vez que renace en una nueva encarnación, ha de seguirlo el hombre para iniciar y continuar su ascenso, despertando su propia conciencia como ser humano, es decir, su discernimiento, con inteligencia y voluntad para seguir caminando, sintiéndose uno con su Ego superior, con lo más espiritual o divino que hay en él.
Esta Llave abre también las puertas del mundo de los muertos y penetra el sentido oculto de la eternidad.
En las ceremonias fúnebres, cogida por el asa, es la llave de las puertas de la tumba y, situada entre los ojos, es obligación de secreto.
Se puede ver representada también como un lazo mágico que reúne todas las cosas en el nudo del centro y que posibilita que permanezcan unidas.
Es entonces el llamado Nudo de Isis, la noción de religar, como el Yug de los hindúes.
Isis, como segunda persona de la principal trinidad egipcia, formada por Osiris, Isis y Horus, es la mediadora divina, la Diosa del Amor y de la Vida, que reunirá, según nos cuenta el mito, los trozos dispersos de su divino esposo Osiris, símbolo del Misterio.
Igualmente el hombre accede al conocimiento superior desarrollando su voluntad, en un esfuerzo de unión con su ser interior, su verdadero Ser, donde habita la conciencia de su propia inmortalidad.
Antorcha
Su luz y su calor la identifican con el Sol, por lo que constituye el símbolo de la purificación por el fuego que destruye los elementos materiales y negativos.
Su llama asciende siempre vertical hacia el cielo, como queriendo buscar los orígenes divinos del hombre, al que también representa.
Como expresión de la luz, se refiere al conocimiento sagrado y espiritual que ilumina las almas de los hombres sabios.
Es el místico fuego interior al que se referían las más antiguas tradiciones, desde la misteriosa civilización de los mayas hasta la poderosa Roma imperial, transmitido a través de todas las grandes Escuelas de Filosofía.
La llama simboliza la vida superior, la luz de la inteligencia que aclara los enigmas que se le plantean al hombre despierto, que quiere combatir las tinieblas de su ignorancia.
Es por eso matriz de profundidad y de inspiración que da flexibilidad, ritmo y eternidad a todo lo que existe con su grácil movimiento ascendente y perpetuo.
En el mito de Heracles es el arma con la que éste vence a la Hidra de Lerna, el monstruo de cien cabezas al que el héroe ataca desde lejos con flechas encendidas, ya que el hálito que salía de las fauces de esta especie de monstruoso dragón, era mortal para todo el que se acercase.
Para que las cabezas que luego iba cortando con su espada no se reprodujeran más, pide ayuda a su sobrino Yolao, diciéndole que incendie el bosque vecino y, con los troncos ardiendo, cauterice las heridas que así ya no retoñarían nuevas cabezas.
Los incas llamaban a las pepitas de oro "semillas de sol", y los alquimistas medievales atribuían al oro un valor simbólico por ser éste receptáculo del fuego elemental, representado asimismo por el Sol.
Así el oro, como la antorcha, es la quintaesencia del fuego, de ese fuego del conocimiento que se va transmitiendo de unos a otros, "pasándose la antorcha", para perpetuar la tradición de la sabiduría atemporal que late en el fondo de todas las grandes civilizaciones.
Árbol
En el sentido más amplio, el árbol representa la vida del cosmos en perpetua generación y evolución, pero sus significados más comunes son muchos: verticalidad, eje o centro del mundo, cariátide que une el cielo y la tierra, ciclicidad de los periodos estacionales, de la vida, muerte y regeneración.
Está en comunicación con los cuatro elementos: el agua circula por su savia, la tierra se integra en su cuerpo a través de las raíces, el aire nutre sus hojas y el fuego brota de su frotamiento.
Pone en comunicación los tres niveles del cosmos: el subterráneo, donde se desarrollan la semilla y sus raíces; el terrestre donde nace y crece su tronco y sus ramas, y el celeste, donde el aire de las alturas mece sus hojas, elevando al cielo sus ramas y haciendo que sus flores y frutos se abran a la luz del Sol.
A las raíces del árbol corresponden los dragones y serpientes (fuerzas originales, primordiales); al tronco, animales como el león, el unicornio y el ciervo, que expresan la idea de elevación, agresión y penetración, y a la copa corresponden aves y pájaros, que simbolizan los cuerpos celestes.
Las correspondencias alquímicas de color son: raíces-negro, tronco-blanco y copa-rojo.
La serpiente enroscada al árbol simboliza la espiral ascendente, y la copa donde anidan y vuelan las aves, propicia la comunicación entre el mundo ctónico y el uraniano.
Entre los celtas, la encina era el árbol sagrado; entre los escandinavos, el fresno; el tilo en Germania, y la higuera en la India.
La Cábala se resume en el Árbol Sephirotal y, como Árbol de la Sabiduría o de la Vida, colocado en el centro del Paraíso, provoca tanto la caída del hombre como su redención en los dos maderos de la cruz de Cristo.
Para el budismo, como árbol Bodhi, es iluminación y vida, representación del mismo Buda, y para el brahmanismo, sus raíces son la Tríada compuesta por Brahma, Vishnú y Shiva.
En el vedismo, como también en otras religiones, es muy frecuente la representación del árbol invertido, vida que nace en el cielo y se extiende sobre la tierra, expandiéndose sus ramas por el mundo.
Esta es una idea de la que nos hablan no sólo los Upanishads, sino también Platón, el Zohar y el islamismo.
Columna
La columna es simbólicamente el soporte, el eje de la construcción y de sus diferentes niveles.
Es como la piedra angular, cuyo movimiento puede amenazar todo el edificio, pues constituye el centro sobre el que se apoya y del que depende su estabilidad.
Con la basa y el capitel simboliza el árbol de la vida con sus raíces, tronco y copa.
El árbol sería como el modelo de la Naturaleza, el antecesor natural de la columna como creación humana hecha a "imitatio Dei".
Para los celtas, la columna simbolizaba el eje del mundo, comparable al héroe que sostiene a sus compañeros como pilar del combate.
Tiene también, desde muy antiguo, una connotación fálica como poder generador, erección natural de la piedra, simbolizada en el menhir.
Más tarde, en Grecia y Roma se ofrendaban solemnemente columnas para conmemorar acontecimientos importantes: eran el reconocimiento del hombre hacia la divinidad que los había protegido.
También se hacían para divinizar a emperadores u otros hombres ilustres, asegurando así su inmortalidad con el recuerdo de su poderío en la Tierra.
En los Himnos Homéricos simboliza el poder de Dios, su soporte material.
Es también frontera de protección insuperable, límite superior infranqueable, más allá del cual el hombre no debe aventurarse, como ocurría con las famosas Columnas de Hércules.
En las alegorías y símbolos gráficos, casi nunca aparece una columna sola, sino que son dos.
Cuando están colocadas a los lados de un escudo, equivalen a los tenantes, fuerzas contrarias en equilibrio tensionado, y lo mismo si están sosteniendo un dintel.
Los dos pilares o columnas simbolizan, cósmicamente, la eterna estabilidad, y su hueco la entrada a la eternidad.
Aluden también al Templo de Salomón, imagen de la construcción absoluta esencial.
Las dos columnas son siempre de cualidad diferente, símbolo de la dualidad diferencial.
El uno corresponde al principio masculino, afirmativo y evolutivo, y el dos al femenino, negativo o pasivo e involutivo.
Por eso señala Saunier que las dos columnas que se alzan a la entrada de los templos, expresan particularmente las ideas de evolución e involución, del bien y del mal, como el árbol de la ciencia situado en el Paraíso.
En el Templo de Hércules en Tiro, una de las columnas era de oro y la otra de una piedra semipreciosa.
En la tradición hebrea, las dos columnas del árbol sephirotal se denominan de la Misericordia y del Rigor, lo cual no deja de recordarnos el gancho y el látigo que portaban en sus manos los faraones egipcios con este mismo simbolismo de piedad y de disciplina para gobernar al pueblo.
Volviendo a la columna única, a veces tiene sentido de teofanía: es la revelación de Dios en la obscuridad, la columna de fuego que guía a los israelitas a través del desierto, como una iluminación divina en medio del caos.
También pueden ser las almas que aman a Dios y que dejan filtrar su luz a través de ellas.
Vemos asimismo una correspondencia con nuestra columna vertebral, que se puede asimilar también al eje del mundo, como el cráneo a la imagen del cielo en la relación macrocosmos-microcosmos.
Es, en definitiva, el eje de lo sagrado.
Cisne
En la antigüedad occidental, el cisne era simbólicamente un animal muy importante.
Su cuello flexible y su plumaje de blancura inmaculada, fueron el arquetipo de la pureza y de la nobleza.
Se asociaba, sobre todo, con el dios griego Apolo, dios solar de la armonía creadora.
El cisne, presente en el nacimiento del dios, lo transporta por los aires y puede profetizar gracias a su poder.
El célebre "canto del cisne" se remonta al don de la profecía ya mencionado por Esquilo: el pájaro de Apolo, al aproximarse su muerte, deja oír unos gritos plañideros aunque admirables.
En la India, el cisne (o la oca) Hamsa es un pájaro fabuloso, capaz de separar la leche del agua en un brebaje compuesto por los dos elementos, en el que la leche representa al espíritu y el agua a la materia.
Más esotéricamente, se asocia también al nacimiento del mundo: es el gran cisne Hamsa (literalmente "yo soy él") que incuba el huevo cósmico, a partir del cual se manifiesta el mundo desde su aparición en la superficie de las aguas primordiales.
El cisne representa entonces el soplo primordial que insufla la vida en la sustancia material aún en estado germinal.
Corazón
Corresponde de manera general a la noción de centro, de foco de vida y conciencia.
Todas las culturas tradicionales localizan también en él la inteligencia y la intuición.
Para los hindúes es Brahmapura, la morada de Brahma, y Prajapati, Brahma en su función reproductora, origen de los ciclos del tiempo.
Por su doble movimiento es también símbolo de la expansión y reabsorción del Universo.
En China corresponde al elemento tierra, al elemento fuego y al número 5, en el que se encuentra la luz de la revelación.
Los egipcios lo representan por un vaso, "ib", que contiene el elixir de la inmortalidad.
Ptah ha pensado el Universo con su Corazón antes de materializarlo con la fuerza del Verbo.
Es el centro de la vida, voluntad e inteligencia.
El corazón del difunto, única víscera que se deja en la momia, se pone en uno de los platillos de la balanza, por lo que es asimilado a la conciencia y a la eternidad.
Dado que el tiempo es el movimiento externo de la espiral de la manifestación, al estar el corazón en el punto central, está simbolizando al Ego que permanece en el centro de las distintas vidas dentro de la inmensa rueda de reencarnaciones a que se ve forzado por la necesidad de evolución para volver a sus orígenes.
En el esquema vertical del cuerpo humano, tres son los puntos principales: el cerebro, el corazón y el sexo.
De estos, el corazón está justamente en el punto medio, lo que le hace ser el centro, concentrar en cierto modo la idea y la energía de los otros dos.
Según los alquimistas, el corazón es la imagen del Sol en el Hombre, como el oro es la imagen del Sol en la Tierra.
Para la tradición islámica, el corazón está asociado a la mística y a la contemplación.
Es el Trono de Dios, lugar escondido de la conciencia.
Cuando el Corán habla del espíritu divino insuflado a Adán, se refiere a la conciencia, pues representa la presencia del espíritu en su doble aspecto de Conocimiento y Ser.
En los emblemas, el ideograma figurativo del corazón significa el Amor como Centro de Iluminación y Felicidad, por lo que aparece rematado por llamas o por una corona, cruz o flor de lis.
Corona
Comparte los valores de la cabeza y los que la rebasan, el don venido de lo alto.
Su forma circular indica la perfección. Cuando culmina en forma de domo indica una soberanía absoluta.
Expresa elevación, poder e iluminación.
En el simbolismo cabalístico expresa lo Absoluto, el No-Ser; está en el vértice del árbol de los Sefirot.
La iconografía alquímica muestra a los espíritus planetarios recibiendo su luz en forma de corona de manos del rey, el Sol.
En Egipto eran objetos de culto, manejadas sólo por los iniciados.
En el Islam es el punto por donde el alma se escapa para elevarse a los estadios suprahumanos.
Se le atribuye valor profiláctico, por la materia de que está hecha: flores, metal, piedras preciosas, y por su forma circular.
En Grecia y Roma es símbolo de consagración a los dioses; sus estatuas se coronan con las hojas de los árboles y frutos que se les consagran.
Asimilan al que las lleva con la divinidad, porque captan las virtudes del cielo y del dios. Representan la estancia de los bienaventurados o de los muertos, y el estado espiritual de los iniciados.
Símbolo de luz interior, que ilumina el alma de quien ha triunfado en el combate espiritual.
En América central sólo aparece en los dioses agrarios.
La corona de plumas de los indios es la identificación con la divinidad solar.
Para los judíos se asimila con la diadema de oro llevada por los sumos sacerdotes.
Los profetas dicen que Israel es la corona de Dios, signo de su acción todopoderosa entre los hombres.
Cristo aparece como soberano coronado como Dios.
La corona del atleta victorioso se asimila en el cristianismo primitivo a un registro espiritual; Isaías habla de las coronas reservadas en el Séptimo Cielo a los que aman al Amado.
En los ritos medievales de consagración de las vírgenes los símbolos era el velo, el anillo y la corona.
Cuervo
Su color y su grito lúgubre, el que se alimente de carroña, hace para nosotros al cuervo pájaro de mal agüero.
En China también, pero al mismo tiempo es símbolo de amor filial, porque se dice que alimenta a sus padres.
En Japón es símbolo de amor familiar; mensajero divino, anunciador de triunfos; pero es ave solar y se le representa de color rojo.
En India el "Mahabharata" le hace mensajero de la muerte.
En la "Biblia", Génesis, es la perspicacia:
Noé le envía a verificar si la tierra ha comenzado a emerger tras el diluvio.
En Grecia se consagra a Apolo; ellos determinaron el emplazamiento del omphalos de Delfos según Estrabón; fueron las águilas según Píndaro y los cisnes según Plutarco.
Son también atributo de Mithra.
Entre los celtas desempeña un papel profético.
El nombre de Lyon, Lugdunum, se puede interpretar como Colina del Cuervo, no de Lug, según el pseudo Plutarco, porque su vuelo indicó el emplazamiento de la ciudad.
Para los galos era sagrado.
Para los germanos eran compañeros de Wotan; Odín tiene dos sobre su asiento: Hugin, el espíritu, y Munnin, la memoria.
Para los indios norteamericanos es la personificación del trueno y el viento, igual que para los mayas en el "Popol Vuh".
En los sueños es mal agüero; cercano a las tinieblas, sobrevuela los campos de batalla como pájaro fúnebre.
Es también la soledad, el aislamiento voluntario.
Es un simbolismo, el del cuervo, lleno de contradicciones: pájaro solar y tenebroso, anuncia la muerte y la desgracia y a veces protege.
Esta ambivalencia proviene de sus variadas propiedades físicas.
Elefante
En el sentido más amplio y universal, es símbolo de fuerza y de potencia, no sólo física sino también mental y espiritual.
Las tradiciones hindúes lo identifican con Ganesha, dios de la Sabiduría, hijo de Shiva y Parvati.
Su cuerpo de hombre es el microcosmos, la manifestación, y su cabeza de elefante el macrocosmos, la no manifestación; es el comienzo y el fin.
En las procesiones es la montura de los reyes, en primer lugar de Indra, rey del Cielo, simbolizando así la fuerza de la soberanía.
Por su forma redondeada y su color gris blanquecino, los elefantes son en el lejano Oriente símbolo de las nubes.
De ahí la mítica suposición de la existencia de elefantes alados estableciendo la línea nubosa del horizonte.
En Siam, Laos y Camboya, el elefante blanco aporta la lluvia y las buenas cosechas, puesto que Indra, el rey del Cielo que lo cabalga, es también la divinidad de las tormentas.
Desempeña el papel de animal soporte del mundo.
Los elefantes son las cariátides del Universo; poseen en sí la estructura del cosmos, son los cuatro pilares que soportan la esfera celeste, simbolizando la estabilidad y la inmutabilidad.
El yoga lo asimila al chakra Mulhadara, elemento tierra, dominio del centro real sobre las direcciones del espacio terrestre.
En el Árbol de la Vida, que une el Cielo con la Tierra, el elefante está en la copa, de donde viene la luz que ilumina desde la cima hasta el valle.
Sus pies y su trompa, en forma de S, llegan hasta la Tierra y sus dos orejas, en otro plano simbólico, se corresponden con las dos partes del hacha de doble filo que portaban los antiguos cretenses.
En las enseñanzas búdicas, la reina Maya concibe al Buda al ser rozado su cuerpo durante el sueño por la trompa de un elefante joven, instrumento de la acción y bendición del cielo para dar lugar al nacimiento del Avatara.
Su fuerza da a quienes le invocan la consecución de sus deseos.
En su calidad de dios de la sabiduría y de eliminador de obstáculos, se pide auxilio a Ganesha cuando se va a iniciar una empresa de importancia y se le invoca asimismo al principio de los libros.
En el vértice de un pilar el elefante evoca la luz del conocimiento.
Es la montura del Boddhishattva, expresando así el poder de su conocimiento, capaz de despertar al hombre a la conciencia de su destino.
Fuentes:
Revista N.A. Nº 57, enero 1979
http://www.acropolisperu.org
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"La concordia hace crecer las pequeñas cosas, la discordia arruina las grandes".
-Salustio-