Nos creemos que todo aquello que está en movimiento, por lógica va a tener continuidad.

Pero el movimiento que conocemos puede llegar a producir cambios. Si el sujeto que se mueve cambia constantemente entonces pierde su continuidad pues en cada momento es algo diferente.

 

Si esto lo trasladamos a los seres humanos vemos que estamos siempre en pleno cambio. Nuestros estados emocionales nunca son los mismos; como dientes de sierra, podemos pasar de estar inmersos en la más infinita alegría a caer en un momento de absoluta tristeza, pasando por todos los rangos emocionales que hay entre ambos estados.

 

También nuestros niveles de vitalidad varían encontrándonos a veces pletóricos y rebosantes de energía mientras que otros días nos faltan fuerzas para realizar hasta el mínimo gesto.

 

Lo mismo observamos con nuestro cuerpo. Nuestro cuerpo cambia constantemente. Solo hace falta mirarnos al espejo para darnos cuenta. Incluso nuestro cuerpo internamente, a pesar de que está en incesante movimiento - la sangre fluye, el corazón late, los pulmones realizan su función de fuelles - también está en incesante cambio. El ejemplo que más conocemos es el de nuestras células que se reemplazan diariamente.

 

¿Y qué decir de nuestras ideas y pensamientos? Fluyen, van, vienen, hoy creo esto, mañana algo distinto, hoy me convence tal idea, a los dos días la desecho…Cuando intentamos acallar nuestra mente, al hacer meditación por ejemplo, nos asaltan ideas, pensamientos que intentamos rechazar, pero que sin embargo se “cuelan” en nuestra cabeza y notamos que la mente también está en movimiento y lo mucho que nos cuesta aquietarla. Pero lo curioso es que los pensamientos que nos asaltan pueden no estar relacionados unos con otros. Por asociación de ideas, la mente nos lleva de un lado para otro…

 

¿Y dónde está la continuidad?

 

La continuidad necesita de movimiento pero también de constancia, de duración en el tiempo. Pero vivimos en un mundo caduco, que sigue un ciclo de vida y muerte y por tanto, sí existe el movimiento pero no la continuidad real porque nada realmente dura. Todo desaparece o muere con el pasar del tiempo.

 

¿Dónde encontramos continuidad en el movimiento? En aquello perdurable, en aquello que sigue constante a través de los años y de los siglos, en aquello que por su cualidad de trascendental ha sobrevivido a los cambios históricos y de mentalidad que encontramos en este mundo material. En aquello que se nos aparece como siempre nuevo a pesar de que su origen se pierda en la antigüedad.

 

Encontramos que está en movimiento nuestra alma, la esencia de lo que realmente somos y su continuidad se basa en ser siempre la misma, única e inalterable.

 

Encontramos continuidad en los ideales elevados, en los valores humanos, en las virtudes, que también se mueven traspasando las barreras del tiempo pero que aún así siempre son válidos.

 

Encontramos continuidad entonces, mirando hacía arriba, alzando nuestros ojos hacía lo alto dirigiéndola hacía lo más elevado, alejando su mirada del mundo que nos rodea y nos engaña con cambios perpetuos que no nos permiten descubrir lo eterno en nosotros.

 

Porque nosotros también somos eternos, también estamos en movimiento y nuestra continuidad se encuentra en reconocer que somos un Alma, siempre la misma, única e inalterable.