El Tiempo de la Mona Lisa: Una reciente investigación realizada por un estudiante de 19 años de la Universidad de Michigan, ha permitido determinar por qué se sigue deteriorando la Mona Lisa de Leonardo, a pesar del control ambien

La ingeniería y el arte se han dado la mano gracias a Evan Quasney, que el pasado verano realizó una investigación en el Smithsonian Center for Material Research and Education, utilizando modelos por ordenador. El objeto de la misma era establecer mejores directrices para el mantenimiento y restauración de las obras de arte almacenadas en el Smithsonian Institute.

Una de las conclusiones de su trabajo es que dos de las prácticas más extendidas entre los conservadores de arte causan más daños que beneficios. “Aunque pueda sorprender a los restauradores de arte, los números no engañan”, afirma Marion Mecklenburg, investigador asociado al Smithsonian Institute, quien opina también que gracias a ese estudio se cambiará la manera de preservar el arte en la vida del futuro. Gracias a simulaciones por ordenador, Quasney ha desarrollado una teoría que explica que la Mona Lisa se está arqueando, debido a que cuelga de un muro exterior del Museo de Louvre.

Cuando la temperatura exterior desciende, lo hace también la del muro del que cuelga. “La humedad relativa del aire se condensa en la pared y gotea a la parte trasera del panel, e impregna la madera del mismo, que por ello se hincha y se agrieta”, confirma Quasney. El mes de abril pasado, un mes antes de que Quasney iniciara su estudio, saltó a los titulares la noticia de que la pintura se estaba deformando de manera alarmante, a pesar de los controles de temperatura y humedad en la sala.

Entre otras conclusiones, Quasney afirma que la aplicación de listones de madera a la parte trasera de los cuadros –una técnica muy utilizada para evitar la deformación- no hace más que empeorar las cosas. Sería preferible dejar que se curvara naturalmente, ya que de la otra manera aparecen grietas y hendiduras. El balancear el cuadro para mantenerlo plano tampoco es una buena solución.

“Sus hallazgos nos permiten saber realmente cómo estas pinturas responden a la temperatura y humedad relativa; nos permite conocer qué métodos de conservación puedan ser útiles y nos permite establecer las condiciones del ambiente de los museos”, dice Mecklenburg. Curiosamente, el método de Quasney ha reivindicado una tradicional técnica ya usada por pintores hace 500 años. Consiste en aplicar una capa de yeso (mezcla de cola y carbonato cálcico) sobre el reverso del panel de las pinturas, ya que ello reduce la tendencia de deformarse y no llegan a provocarse tensiones significativas que puedan producir grietas.  

Fuente: http://www.umich.edu/news/index.html?Releases

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