El inicio del encaje en Castilla y León es muy obscuro, debido tal vez a que la palabra encaje sólo está documentada desde el siglo XV. De cualquier modo, sabemos que el entrecruce de hilos procedentes de fibras, se remonta a las.

primeras civilizaciones. En las Edades de los Metales se descubrieron las técnicas de estiramiento de los mismos, inventándose entonces los hilos de cobre y también de oro. “Apuntes históricos sobre los encajes en Castilla y León. Museo del Encaje de Tordesillas. Puños, encajes y ‘puñetas’ para toda la familia”.

Según investigadores competentes en esta materia, el encaje se realizaba ya en tiempos remotos, empleándose mallas para la caza y redes de pesca, pero aquí nos limitaremos exclusivamente a las referencias sobre el encaje castellano que conocemos a través de documentos y estudios acreditados. Para empezar, tenemos muchas alusiones en el “Poema de Mío Cid” que se refieren a labores realizadas con oro: “vistió camisa de rrançal tan blanca como el sol, con oro e con plata todas las presas son, al puño bien están, ca él se lo mandó; sobr' ella un brial primo de çiclatón, obrado es con oro, pareçen por ó son; sobr' esto una piel vermeia, las bandas d'oro son; siempre la viste Mio Çid el Campeador” (1).

En el año 1.252 Alfonso X dictó una pragmática sobre el uso de ciertos adornos. Encontramos en ella palabras que creemos que se refieren a encajes: “(...) las mujeres no trayan orfres nin cintas nin aliofares, nin tocas orelladas con oro nin con argent, nin con otra color nenguna sino blancas” (2). Y hacia los años 1.330 Juan Ruiz, Arcipreste de Hita, nos señala incluso que las mozas serranas usaban adornos en los cuellos.

Uno de los versos del “Libro de Buen Amor” cuenta: “Pues dam una çinta bermeja, bien tinta, e buena camisa fecha a mi guisa con su collarada” (3). En documentos de finales del siglo XV y también en los siglos XVI y XVII, aparecen términos que sin duda se refieren a las labores de encaje: deshilados, cayreles, randas, redecillas y rapacejos labrados. Así aparecen en los inventarios de la recámara de la Reina Católica del año 1.505, que se guardan en el Archivo de Simancas.

“Y mas rreçebieron una mantilla frisada con una faxa de terciopelo negro tasada en dos ducados”. Tras la consulta de la relación de libros que pertenecieron a la Reina Juana I de Castilla, no se ha encontrado ninguno con modelos referentes a estos trabajos, pero en el inventario de los bienes, ropas, alhajas y muebles de los que se hacen cargo sus camareros desde el año 1.509, aparece una colección de dechados.

En España no existían en aquella época libros con patrones e instrucciones para realizar los encajes, pero en su lugar se utilizaban los dechados (muestrarios de labores). En el extranjero sí que los había, y algunos de sus autores confiesan con sinceridad que sus modelos proceden de España, como Dominico de la Sera en “Le livre de Lengerie composée par Maistre Dominique de la Sera” (4). Los dechados aventajaban a los libros al resultar más fácil el copiado de los dibujos, y al mostrar los colores y materiales utilizados. En el mismo inventario hay descritas hasta noventa camisas, una de ellas de esta manera: “Labrado el cabezón o delantera e bocamangas de una labor de puntas con rosicas de blanco, e cada manga tenía tres que descienden del hombro abajo, e del cabezón descienden hasta la cintura unos punticos de negro”.

Abundan las palabras “randas, trenças e franxas e otras cosas”. También figuran dos madexuelas de randas de ylo de plata con su argenteria que pesaron cinco onças e una ochava”. Catalina de Aragón, también hija de los Reyes Católicos, cuando fue a Inglaterra para contraer matrimonio con el príncipe Arturo, llevó gran cantidad de encajes negros “a la manera de España”.

Carmen Baroja de Caro dice: “Cuando esta reina fue recluida en el Castillo de Ampthill por su segundo marido, Enrique VIII, se pasaba los días haciendo encaje, que en parte envió a su madre, encontrándose a la muerte de esta reina en su guardarropa, dieciséis anas de encaje negro de España” (5). En el siglo XVI los encajes más abundantes fueron elaborados a la aguja. En la primera mitad del siglo XVII se trabajaron más los bolillos, teniendo estos últimos usos más generales. De los primeros tuvimos importantes focos en Salamanca y Valladolid.

En el primero se realizaron los Soles salmantinos y en el segundo los Frisados de la Escuela de Valladolid, llamados también “morescas” en el extranjero. Muy abundantes fueron en Castilla y León durante estos siglos los encajes metálicos de oro, plata y sedas polícromas realizados con bolillos. Tenían generalmente dibujos geométricos, utilizando diferentes tipos de hebras en su elaboración. La técnica consistía en introducir entre el tejido, laminillas y torzales metálicos para realzar los relieves y dar mayor impresión de riqueza. También proliferaron los trabajos de macramé, consistentes en nudos, así como muchísimos encajes de bolillos peculiares en la zona de Segovia.

Los puntos de oro y plata encontraban muchas aplicaciones como ornamentos civiles o eclesiásticos. Entre las piezas más antiguas aparece documentado el pendón de la Inquisición de Valladolid, que estaba adornado de un hermoso Punto de España de un geométrico y gótico dibujo (6). En 1.611 Covarrubias incluye la palabra 'Randa' en su Tesoro de la Lengua Castellana, para referirse a los adornos en la ropa hechos con aguja, bolillos o a telar (pasamanos). Aclaramos que los encajes a la aguja están realizados a base de un solo hilo que se trabaja a punto de festón evolucionando sobre sí mismo, y apoyando los puntos en la vuelta precedente y los realizados con bolillos, que sirven de “almacén” para los diferentes hilos que van ejecutando el tejido. De esa época conocemos también un dato por tradición, que nos relata que Santa Teresa de Jesús realizaba encajes.

En el Convento de Carmelitas Descalzas de Toledo se conserva el dibujo de un corporal de Frisado de Valladolid, que realizó la Santa Teresa. En el siglo XVII se abusó del lujo y de los encajes. Felipe II por este motivo dictó una pragmática restringiendo el uso de los encajes. Felipe III continuó con la misma política y en 1.623 ordenó que los hombres utilizaran sencillos alzacuellos y que las damas usaran gorgueras y vueltas de puño sencillo sin adobo. Y a través de Mme d'Aulnoy sabemos que las damas españoles iban todavía en el siglo XVII ataviadas con más de una docena de faldas a cual la mejor, muchas veces cubiertas hasta la cintura con encajes de oro y plata.

A finales del siglo XVII los encajes con características netamente castellanas decayeron, adoptando influencias del exterior; realizándose en los siglos XVIII y XIX encajes impuestos por otros países o regiones. Además de los mencionados encajes eruditos, son dignos de mención los encajes populares que han prevalecido hasta bien entrado el siglo XX, compitiendo de forma muy audaz con los mecánicos. Se trata por lo general de derivados de los geométricos que engloban los géneros torchón y guipur. También se ejecutaron encajes numéricos realizados habitualmente con doce bolillos, más un par que tejía, y un cordoncillo introducido en el centro.El material preferido fue el lino.

(1) Anónimo, “Poema de Mío Cid”, versos 3088-3093, Edic. de Ian Michael, Madrid, 2.001, Ed. Castalia. (2) Sempere y Guarinos, “Historia del luxo y de las leyes suntuarias”, pág. 89, Madrid, 1.788. (3) Arcipreste de Hita, “Libro de Buen Amor”, versos 1.035 a 1.038, edición de G. B. Gybbon-Monypenny, Madrid, 1.988, Ed. Castalia. (4) Publicado en París en 1.584, y conservado en la Bibliothèque de l'Arsenal de París. (5) Baroja de Caro, Carmen, El encaje en España, pág. 41, Barcelona, 1.933, Ed. Labor. (6) Catálogo de la sección de Tejidos, Bordados y Encajes del Ayuntamiento de Barcelona, pág. 294, Barcelona, 1.906. (7) Mme de Alnouy, Relación que hizo de su Viaje por España la señora condesa d'Alnouy en 1.679, Primera versión española. Madrid, 1.892, Madrid, Tipografía Franco-Española.

Fuentes: http://www.museoencaje.com/

* * * * * “A veces es más fácil ser bueno o ser malo, que ser justo. Sin el sentido de la justicia, la verdadera bondad, la justicia espiritual, aquello que le puede dar a cada cual lo que le corresponde, en un sentido de bondad e inegoísmo, es lo más difícil de alcanzar”. -Jorge Ángel Livraga-

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