"La Herramienta más poderosa": Cuenta una leyenda que en una ocasión el diablo quiso vender sus herramientas al mejor postor, pues decía que pensaba retirarse. Estaban allí el odio, la incomprensión, la envidia,...

...los celos, el engaño, la agresividad y tantas otras, que resultaba difícil enumerarlas a todas. Había también, una herramienta pequeña con forma de cuña, que no estaba a la venta. A alguien se le ocurrió preguntarle al diablo: -"¿Cómo se llama esa herramienta?" Y él le respondió: -"Esa que parece tan inofensiva es el DESALIENTO.

Nadie sabe que es mía, y sin embargo, es la más valiosa. ¡Es la madre de todas las herramientas! Es la única irremplazable, ya que puede volver a generar dentro de las personas todos los sentimientos destructivos. Gracias a esta herramienta, las otras me son innecesarias, y es por eso que las puedo vender sin peligro de perder mi poder".

* * * * * -La Prueba final- John se levantó del banco, arreglando su uniforme, y estudió la multitud de gente que se abría paso hacia la Gran Estación Central. Busco la chica cuyo corazón él conocía pero cuya cara nunca había visto, la chica de la rosa. Su interés en ella, había comenzado 13 meses antes en una biblioteca de Florida. Tomando un libro del estante, se encontró intrigado, no por las palabras del libro sino por las notas escritas en la margen. La escritura suave reflejaba un alma pensativa y una mente brillante. En la parte delantera del libro descubrió el nombre de la dueña anterior, la señorita Hollys Maynell. Con tiempo y esfuerzo localizó su dirección. Ella vivía en Nueva York. Él le escribió una carta para presentarse y para invitarla a corresponderle. Al día siguiente, John fue enviado por barco para servir en la Segunda Guerra Mundial. Durante un año y un mes, los dos se conocieron a través del correo, y un romance fue creciendo. John le pidió una fotografía, pero ella se negó. Ella sentía que si a él de verdad le importaba, no le afectaría cómo fuera ella.

Cuando por fin llegó el día en que él regresó de Europa, ellos arreglaron su primer encuentro: a las 7:00 p.m. en la Gran Estación Central de Nueva York. "Tú me reconocerás" dijo ella, "por la rosa roja que llevaré en la solapa". Así, a las 7 h. John estaba en la estación buscándola. Pero dejaré que el mismo John les cuente lo que sucedió. - Una joven mujer vino hacia mí. Su figura: alta y esbelta. Su cabello rubio y rizado se encontraba detrás de sus delicadas orejas. Sus ojos eran azules como flores. Sus labios y su mentón tenían una gentil firmeza, y su traje verde pálido era como la primavera. Yo comencé a caminar hacia ella, sin darme cuenta que no llevaba la rosa.

Mientras me movía, una pequeña y provocativa sonrisa curvó sus labios: -"¿Vas por mi vía, marinero?", murmuró ella. Casi incontrolablemente di un paso hacia ella, y entonces... ... vi a Hollys Maynell. Estaba parada casi directamente detrás de la chica. Una mujer, ya pasada de sus 40 años, con cabello grisáceo bajo un sombrero gastado. Era más que regordeta, sus pies con gruesos tobillos descansaban en unos zapatos de suela baja. La chica del traje verde se iba rápidamente... Sentí como si me partiera en dos: mi deseo tan agudo de seguirla, y a la vez, mi anhelo tan profundo por la mujer cuyo espíritu me había acompañado y apoyado… Y ahí estaba ella. Su pálida y rojiza cara era gentil y sensible, sus ojos grises tenían un brillo cálido y amigable. ¡No vacilé! Mis dedos apretaron la pequeña y usada copia de cuero del libro que me iba a ayudar a identificarme. Esto no sería amor, pero sería algo parecido; algo quizás, mejor que el amor. Una amistad por la que había y debería estar siempre agradecido. Cuadré mis hombros, saludé y le ofrecí el libro a la mujer; aunque mientras hablaba, me sentí un poco ahogado por la amargura de mi decepción.

- Soy John, y usted debe ser la Srta. Maynell. Estoy muy contento de que nos podamos conocer; ¿la puedo invitar a cenar? - La cara de la mujer se ensanchó en una sonrisa tolerante. "No sé de que se trata esto", respondió ella, "pero la señorita del traje verde que se acaba de ir, me rogó que usara esta rosa en mi abrigo. Y me dijo que si usted me invitaba a cenar, yo le contestará que ella lo está esperando en el restaurante de enfrente. Me expresó que era una clase de prueba…".

No es difícil de entender y admirar la sabiduría de la Srta. Maynell. La verdadera naturaleza de un corazón se ve en su respuesta a lo no atractivo. La gente no valora a los demás por lo que realmente son, sólo importa la apariencia; no nos damos cuenta que dentro de todo ser humano hay alguien muy valioso. Sin importar su aspecto, tenemos que aprender a no juzgar sin conocer realmente a los demás por su forma de pensar y sus capacidades. Dentro de todos nosotros hay un gran tesoro para dar a los demás, utilicémoslo... * * * * * -

Lo que damos a los que nos rodean- Su nombre era Fleming y él era un pobre agricultor inglés. Un día, mientras trataba de ganarse la vida para su familia, escuchó a alguien pidiendo ayuda desde un pantano cercano. Inmediatamente soltó sus herramientas y corrió hacia el pantano. Allí, enterrado hasta la cintura en el lodo negro, estaba un niño aterrorizado, gritando y luchando tratando de liberarse del lodo. Fleming, el agricultor, salvó al niño de lo que pudo ser una muerte lenta y terrible.

Pasaron unos días y, un carruaje muy pomposo llegó hasta los predios del agricultor inglés. Un noble inglés, elegantemente vestido, bajó del vehículo y se presentó a sí mismo como el padre del niño, al que Fleming había salvado. "Yo quiero recompensarle", dijo el noble inglés, "usted salvó la vida de mi hijo". "¡No!, yo no puedo aceptar una recompensa por lo que hice", respondió el agricultor, rechazando la oferta. En ese momento, el propio hijo del agricultor salió a la puerta de la casa de la familia. "¿Es ese su hijo?", preguntó el noble inglés. "¡Sí!", respondió el agricultor lleno de orgullo. "Le voy a proponer un trato, déjeme llevarme a su hijo y ofrecerle una buena educación... si él es parecido a su padre, crecerá hasta convertirse en un hombre del cual usted estará muy orgulloso". El agricultor aceptó.

Con el paso del tiempo, el hijo de Fleming el agricultor, se graduó en la Escuela de Medicina de St. Mary's Hospital en Londres, y se convirtió en un personaje conocido a través del mundo: el notorio Sir Alexander Fleming, descubridor de la penicilina. Algunos años después, el hijo del noble inglés, calló enfermo de pulmonía. ¿Qué lo salvó? ¡La penicilina! ¿El nombre del noble inglés? Randolph Churchill. ¿El nombre de su hijo? Sir Winston Churchill. Alguien dijo una vez: "Siempre recibimos a cambio lo mismo que ofrecemos… Trabaja como si no necesitaras el dinero. Ama como si nunca te hubieran herido. Baila como si nadie te estuviera mirando. ¡Lo que damos a los que nos rodean, regresa a nosotros!"

* * * * * -La Paradoja de nuestro Tiempo- La paradoja de nuestro tiempo en la historia es que tenemos edificios cada vez más altos, pero tolerancia cada vez más baja, autopistas más anchas, pero puntos de vista más estrechos. Gastamos más, pero tenemos menos, compramos más pero disfrutamos menos. Tenemos casas más grandes y familias más pequeñas, más comodidades, pero menos tiempo; tenemos más títulos, pero menos sentido; más conocimiento, pero menos juicio, más expertos, pero más problemas, más medicina, pero menos bienestar.

Hemos multiplicado nuestras posesiones, pero reducido nuestros valores. Hablamos demasiado, amamos demasiado poco, y odiamos demasiado a menudo. Hemos aprendido cómo ganarnos la vida, pero no ganar para la vida. Hemos agregado años a la vida, no vida a los años. Hemos ido a la luna y regresado, pero tenemos problemas para cruzar la calle y encontrarnos con nuestro nuevo vecino. Hemos conquistado el espacio exterior, pero no el espacio interior. Hemos limpiado el aire, pero contaminado el alma, hemos desintegrado el átomo, pero no nuestros prejuicios. Tenemos mayores ingresos, pero menos moral; hemos aumentado en cantidad, pero disminuido en calidad. Estos son los tiempos de hombres altos, de carácter corto, de ganancias enormes y vínculos escasos.

Estos son los tiempos de “paz mundial” pero de guerra doméstica; más ocio, pero menos diversión, más clases de comida, pero menos nutrición. Estos son días de dos ingresos, pero de más divorcios, de casas más lujosas pero de hogares más quebrados. Es un tiempo en el que hay mucho en la vidriera y nada en el depósito. Un tiempo en que la tecnología a través de la computadora te puede hacer llegar este mensaje, y un tiempo en que puedes elegir ya sea cambiar o simplemente... apretar la tecla de borrar.

Fuente: http://www.geocities.com * * * * *

“Lo que se nos da barato, no tiene valor; son los precios altos los que dan el valor a todo”. -Thomas Paine-

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