La llegada de la primavera parece activar ciertos resortes, y son muchos los medios de comunicación que dedican espacios al arte poético, en un loable intento de de fomentar una afición por lo demás bastante precaria. 

A juzgar por las encuestas que han hecho públicas algunos medios, la mayoría de los interrogados apenas si eran capaces de citar el nombre de un poeta, lo cual no quiere decir que conocieran su obra.

Bécquer y Antonio Machado eran los únicos que se salvaban de la indiferencia y el olvido, según tales sondeos.

Si ya son pocos los lectores de libros en nuestro país, a pesar de que no lo son los títulos que se editan, mucho más escasos aún son los que incluyen entre sus hábitos culturales la poesía.

Cabe pensar que muchos menos aún cultivan esta expresión literaria de manera práctica, bien porque nunca se les pasó por la cabeza tal posibilidad o porque nunca aprendieron esa forma de lenguaje que pone palabras, con ritmo, con belleza evocadora a los sentimientos, a las vivencias del alma.

No es que se trate de una actividad elitista, es que somos pocos sus practicantes.

Con demasiada frecuencia, tendemos a considerar ciertas actividades creativas como algo ajeno a nosotros y por esta razón perdemos la oportunidad de vivir experiencias muy enriquecedoras y benéficas.

Y sin embargo, sabemos ahora que la experiencia práctica del arte, de cualquiera de las artes, contribuye a incrementar nuestra actividad cerebral y por lo tanto desarrollar nuestras potencialidades latentes.

Practiquemos entonces la poesía, primero descubriendo a los poetas auténticos y conociendo sus obras y luego, por qué no, intentando seguirles por el camino de la creación.

Con toda humildad y sencillez, tratemos de encontrar al poeta que todo ser humano lleva dentro, como intérprete de las cosas divinas, que dirían los clásicos, buscando la belleza en ese lenguaje que busca lo esencial y condensa en breves palabras toda la intensidad de lo sentido y vivido.

Mª Dolores F.-Fígares
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POETAS Y POESÍA
"Un mundo sin poetas es un mundo sin belleza, pues son estos quienes hacen inteligible la hermosura de la Naturaleza".

La poesía, transformadora del mundo. Una afirmación así -la poesía como transformadora del mundo- hará sonreír sin duda a muchos.

No pensaban así los griegos del Siglo de Oro de Pericles, cuando las vidas y los conocimientos estaban conformados siguiendo el ritmo de los versos de "La Ilíada" o de "La Odisea".

Tampoco los guerreros celtas y sus sacerdotes druidas, que confiaban la elaboración de sus cantos mágicos a sus profetisas, mujeres inspiradas en la divinidad.

La vida de su sociedad se hallaba también ritmada por estos cantos, que en la lengua velada expresaban enseñanzas más allá de la razón común.

El mismo Platón afirmaría en boca de Sócrates que el verdadero poeta es portavoz de un dios, y que su alma es un instrumento musical que pulsa el dios cuando quiere dar un mensaje a los hombres.

¡Que no pueden rebatir los sabios el canto de un poeta!, pues se halla más allá de sus conocimientos.

También recuerda Platón que el poeta canta, pero no enseña, y que él mismo no puede explicar el mágico y sublime contenido de sus versos.

Los primeros libros de la Humanidad son libros de poemas: de himnos a los dioses o de cantos de sabiduría.

En la India, el libro religioso revelado a los rishis (sabios poetas, semidioses), los "Vedas", es una colección de himnos a los dioses.

En la primitiva lengua védica (luego en el sánscrito), así como en hebreo, y, nos atrevemos a afirmar, en todas las lenguas de las culturas, sus textos siempre llevan una notación musical, es decir, las sílabas expresan un tono y un ritmo musical.

De tal suerte, no se leen, se cantan. Son majestuosas colecciones de poemas sagrados.

El "Antiguo Testamento" es un libro de poemas, como lo es el "Poema Babilónico de la Creación", o los himnos que constituyen el libro religioso de los escandinavos, el "Kalevala".

Todos los códices aztecas, así como posiblemente los mayas, se "cantaban". Las imágenes servían de recordatorio para larguísimas letanías, poesías que conservaban todo el saber de su cultura.

El Imperio Romano sustentó su conciencia nacional en los versos de "La Eneida", y más que las declaraciones amorosas de infinitos amantes, supuso la dulzura de los cantos de Ovidio o de Catulo.

El ardor guerrero de pueblos como el espartano crecía y encontraba un cauce religioso en sus famosos "peanes", los cantos marciales a Apolo.

Cicerón explica en sus tratados, que cuando el fuego del cielo se apodera del verbo del orador, aparece en su discurso una estructura rítmica y musical; deja de "hablar" para empezar a "cantar".

Y es este encantamiento, el que despierta las pasiones en el auditorio y lo hace vibrar ante sus palabras.

Es natural pensar que en un mundo tan prosaico como el que vivimos se halle desterrada la verdadera poesía, y un mundo sin poetas es un mundo sin belleza, pues son éstos quienes hacen inteligible la hermosura de la Naturaleza.

Confucio, en su esfuerzo por crear una pedagogía integral, aglutina una recopilación de las mejores poesías de la antigüedad clásica china, en el llamado "Libro de los Versos".

Poesías de alto contenido moral, destinadas a despertar en sus discípulos la sensibilidad ante la Naturaleza y el amor a todo lo noble, justo y bueno.

Cuando el hombre siente estallar en su pecho a Dios, no habla, sino que canta. Cuando las emociones son tan intensas como inexpresables, sólo la canción y la poesía (música y palabra) pueden ser fieles a la exaltación.

Son cantos, las enseñanzas del místico tibetano Milarepa, capaces de sobrecoger las montañas siempre nevadas de los Himalayas.

Shakespeare, cuando quiere referirse en sus obras a misterios demasiado profundos, hace que sus personajes canten.

Los ejemplos podrían multiplicarse, pero la tesis es la misma, en todas las culturas, la poesía, el canto (en la antigüedad son prácticamente sinónimos) configura las conciencias y despierta a los hombres a la sabiduría.
Recordemos las bellísimas enseñanzas de Confucio: Despiértate con poesía, edúcate con la música y funda tu carácter en el "Li" (1).

Pero si efectivamente la poesía tiene un inmenso poder educativo, ¿cómo podremos usarlo? Lo primero sin duda, es volver a las fuentes de la poesía.

No por partir arbitrariamente de la prosa encontramos el verso; no por rimar los párrafos damos nacimiento al canto y magia de la estrofa.

Platón explica que los verdaderos poetas, debido a la particular disposición de su alma, entran en resonancia con los Arquetipos de la Naturaleza.

Él los compara a un imán que se impregna de una fuerza especial y la transmite, "imantando" a su vez a todos aquellos que a él se acercan.

El que recita la poesía vuelve a darle vida, pero antes debe participar y sentir dentro de sí esas mágicas ondulaciones que su creador cristalizó en versos.

Por otra parte, las Musas no son una simple "imagen poética", sino mucho más reales de lo que imaginamos. Confieren al poeta un influjo especial que vivifica sus creaciones mentales a través del ritmo.

El ritmo es el alma de la poesía. Los antiguos explicaban que las Musas están íntimamente relacionadas con las distintas órbitas planetarias y con el reflejo de estas en el alma del poeta.

El mago renacentista Cornelio Agripa afirmaría que las Musas son las almas de las esferas celestes, y el primer furor místico es el que proviene de las Musas, despierta y templa al espíritu y lo diviniza.

Son las nueve Cármenas o Cantoras, conducidas por Apolo, el Sol, la Armonía.

Cada poeta sería "hijo" de una Musa.

Cervantes explica en el "Quijote" que la única ciencia que supera a la Poesía es la Caballería Andante, y que la más terrible maldición que puede experimentar un ingenio mezquino es "que las Musas jamás atraviesen los umbrales de su casa".

Nota (1):
Li es la Ley de Armonía que une el Cielo y la Tierra, la Regla de oro de conducta por la que el hombre actúa de acuerdo a la Naturaleza.

José Carlos Fernández.
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DIOS TE LIBRE POETA

"Dios te libre, poeta,
de verter en el cáliz de tu hermano
la más pequeña gota de amargura,
Dios de libre poeta,
de interceptar siquiera con tu mano
la luz que el sol regale a una criatura.

Dios te libre, poeta,
de escribir una estrofa que contriste;
de turbar con tu ceño
y tu lógica triste
la lógica divina de un ensueño:
de obstruir el sendero, la vereda
que recorra la más humilde planta;
de quebrantar la pobre hoja que rueda;
de entorpecer, ni con el más suave
de los pesos, el ímpetu de un ave
o de un bello ideal que se levanta.

Ten, para todo júbilo, la santa
sonrisa acogedora que lo aprueba:
pon una nota nueva
en toda voz que canta;
y resta, por lo menos,
un mínimo aguijón a cada prueba
que torture a los malos y a los buenos".

Amado Nervo

Fuente: http://www.nueva-acropolis.es
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"Azar es una palabra vacía de sentido, nada puede existir sin causa".
-Voltaire-

 

 

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