Transformación:

La vida tiene en sí, el potencial de cambio y crecimiento constante.

Recuerda, la vida tiene ciclos, como las estaciones, y dentro de cada fracaso está la semilla del éxito, y dentro de cada fin hay un nuevo comienzo, vive tu presente pero aprende de tu pasado para que tu futuro esté lleno de buenas experiencias.

Vanidad
Cierta vez, un sabio sufí requirió a sus discípulos que le comunicasen cuáles eran las vanidades que habían tenido ellos antes de iniciar sus estudios con él.

El primero dijo:
–Yo imaginaba ser el hombre más hermoso del mundo.

EL segundo dijo:
–Yo creí que, en mi condición de religioso, era uno de los elegidos.

El tercero dijo:
–Yo me creí capaz de enseñar.

El cuarto dijo:
–Mi vanidad fue mayor que todas esas, pues creí que podía aprender.

El sabio observó:
–La vanidad del cuarto discípulo sigue siendo la mayor: la vanidad de mostrar que en un tiempo tuvo la máxima vanidad.

El carro del deseo
Existió un viajero que tuvo que hacer una larga travesía, ató su animal a un carro e inició la marcha hacia un largo destino, con un límite fijo de tiempo.

Al animal lo llamo Necesidad, al carro Deseo, a una rueda la llamó Placer y a la otra Sufrimiento.

Así pues el viajero llevaba su carro a derecha e izquierda, pero siempre hacia su destino.

Cuanto más velozmente iba el carro, más rápidamente se movían las ruedas del Placer y el Sufrimiento, conectadas como estaban por el mismo eje y transportando como estaban el carro del Deseo.

Como el viaje era muy largo y nuestro viajero se aburría, decidió entonces decorarlo, ornamentarlo con muchas bellezas.

Pero cuanto más embelleció el carro del Deseo más pesado se hizo para la Necesidad, de tal manera que en las curvas y en las cuestas, el pobre animal desfallecía no pudiendo arrastrar el carro del Deseo.

En los caminos arenosos las ruedas del Placer y el Sufrimiento se incrustaban en el piso.

El viajero desesperado, porque el camino era muy largo y estaba muy lejos su destino, decidió meditar sobre el problema y, al hacerlo, escuchó el relincho de su viejo amigo.

Comprendiendo el mensaje, a la mañana siguiente desbarató los adornos del carro, lo alivió de sus pesos y muy temprano llevó al trote a su animal avanzando hacia su destino.

No obstante, había perdido un tiempo que ya era irrecuperable.

A la noche siguiente volvió a meditar y comprendió, por un nuevo aviso de su amigo, que tenía ahora que acometer una tarea doblemente difícil, porque significaba su desprendimiento.

Muy de madrugada sacrificó el carro del Deseo.
Es cierto que al hacerlo perdió la rueda del Placer, pero con ella perdió también la rueda del Sufrimiento.

Montó al animal de la Necesidad, y sobre sus lomos, galopó por las verdes praderas hasta llegar a su destino.

La casa de huéspedes
El ser humano es similar a una casa de huéspedes.

Cada día llega alguien nuevo a su puerta: una alegría, una decepción, algo difícil o doloroso se presentarán como visitantes inesperados.

Dales la bienvenida y acógelos a todos, incluso si es una muchedumbre de preocupaciones la que vacía tu casa de sus muebles.

Trata a cada huésped honorablemente, ya que podría estar vaciándote para una nueva delicia…

Sencillez
Chinos y griegos disputaron frente al Sultán para ver quienes eran los mejores pintores y, para decidir, el Sultán encargó a cada grupo que le pintara una casa.

Los chinos consiguieron todo tipo de pinturas y colorearon su casa de la forma más elaborada.

Los griegos a su vez, no usaron ningún color sino que se dedicaron solamente a limpiar las paredes de su casa de toda suciedad, puliéndolas hasta que quedaron tan claras y brillantes como el cielo.

Cuando las dos casas fueron ofrecidas para la inspección del Sultán, éste admiró mucho la casa pintada por los chinos, pero la casa de los griegos obtuvo el premio, ya que los colores de la otra casa estaban reflejados en sus paredes con una variedad interminable de sombras y matices.

El Tomador de Luz
Cierto derviche llamado Noorgir -el Tomador de Luz- tenía una vasija de barro que absorbía luz durante el día, incluso la de una vela, y la proyectaba cuando y donde quería.

Un erudito le pregunto:
–Nosotros no negamos las notables características de tu vasija atrapadora pero ponemos en duda tu capacidad de ver en el corazón de los hombres, si es verdad que puedes percibir el carácter de la gente ¿cómo es que alguien te acaba de vender un melón que no tiene sabor?

Noorgir dijo:
–¿Quieres venir conmigo y hacer un experimento?

El erudito rehusó, y esparció el rumor de que Nourgir era un charlatán.

Pero, después de muchos meses de esta difamación, ambos se encontraron en la corte del rey de la época, y el rey mostró interés en la disputa.

El rey dijo:
–Ha llegado a mis oídos que este erudito ha desafiado a este derviche, pero que no permite que el derviche demuestre sus capacidades.

Tal actitud es una amenaza para el buen orden y la tranquilidad general de los hombres.

El erudito será condenado como un chacal, y confirmado esto por mí, a menos que acceda a cesar de hablar de hechos y permita ser expuesto a realidades.

El derviche y el erudito dijeron:
–Escuchamos y obedecemos.

El derviche llevó al erudito a la cima de la montaña y le hizo permanecer con él durante tres días, escuchando enseñanzas derviches.
Luego lo bajó a un desfiladero en las montañas donde una muchedumbre de espectadores, encabezados por el rey, estaba esperando.

Mientras se aproximaban, el derviche dijo:
–Observa, Rey y Sabio. Colocaré mi mano en el hombro de este erudito, prestándole algo de mi percepción.

Cuando cada persona se acerque a esa curva a lo lejos, él se volverá consciente de sus pensamientos internos.

Persona tras persona pasaban por el lugar indicado y el rostro del erudito se volvía cada vez más demacrado mientras exclamaba:

–¡Ese hombre es aborrecible!, ¡aagh!, –¡No hagas lo que intentas hacer, oh hombre, porque conducirá a tu destrucción!

Sus palabras eran tan confusas que la gente pensó que se había vuelto loco.

Su cara se surcó como si tuviese una edad muy avanzada y su barba se volvió blanca, cuando antes había sido negra.

Después de una hora, más o menos, el erudito se liberó de la mano del derviche, y se arrojó a los pies del rey. Dijo:

–Majestad, no puedo soportar este conocimiento un segundo más. He visto a gentes que parecen santos, y he percibido que eran farsantes.

Y peor aún, he visto a gentes que pensaba que eran buenos, y su maldad consistía en pensar que estaban en buen sendero.

He visto y sentido cosas que no se debería esperar que ningún hombre experimentase.

El rey dijo:
–¿Qué sabiduría has ganado de este acontecimiento?

El erudito respondió:
–Ahora comprendo que si alguien permaneciese perceptivo constantemente a la verdadera condición del hombre, se volvería loco.

El derviche le dijo:
–Ahora sabes que la ciencia derviche incluye el conocimiento de cuándo estar despierto y cuándo permanecer dormido.

La razón
Había una vez dos monjes que paseaban por el jardín de un monasterio taoísta.

De pronto uno de los dos vio en el suelo un caracol que se cruzaba en su camino.

Su compañero estaba a punto de aplastarlo sin darse cuenta cuando le contuvo a tiempo.
Agachándose, recogió al animal y dijo:

"Mira, hemos estado a punto de matar este caracol, y este animal representa una vida y, a través de ella, un destino que debe proseguir.

Este caracol debe sobrevivir y continuar sus ciclos de reencarnación".

Y delicadamente volvió a dejar el caracol entre la hierba.

"¡Inconsciente!", exclamó furioso el otro monje.

Salvando a este estúpido caracol pones en peligro todas las lechugas que nuestro jardinero cultiva con tanto cuidado.

Por salvar no sé qué vida destruyes el trabajo de uno de nuestros hermanos.

Los dos discutieron entonces bajo la mirada curiosa de otro monje que por allí pasaba.

Como no llegaban a ponerse de acuerdo, el primer monje propuso: "Vamos a contarle este caso al gran sacerdote, él será lo bastante sabio para decidir quien de nosotros dos tiene la razón".

Se dirigieron entonces al gran sacerdote, seguidos siempre por el tercer monje, a quien había intrigado el caso.

El primer monje contó que había salvado un caracol y por tanto había preservado una vida sagrada, que contenía miles de otras existencias futuras o pasadas.

El gran sacerdote lo escuchó, movió la cabeza, y luego dijo:

"Has hecho lo que convenía hacer. Has hecho bien".

El segundo monje dio un brinco diciendo:
"¿Cómo? ¿Salvar a un caracol devorador de ensaladas y devastador de verduras es bueno?

Al contrario, había que aplastar al caracol y proteger así ese huerto gracias al cual tenemos todos los días buenas cosas para comer".

El gran sacerdote escuchó, movió la cabeza y dijo:

"¡Es verdad! Es lo que convendría haber hecho. Tienes razón".

El tercer monje, que había permanecido en silencio hasta entonces, se adelantó diciendo:

"¡Pero si sus puntos de vista son diametralmente opuestos! ¿Cómo pueden tener razón los dos?".

El gran sacerdote miró largamente al tercer interlocutor. Reflexionó, movió la cabeza y dijo:
"¡Es verdad, también tú tienes razón!".

¿Quién es el loco?
Había una vez un rey sabio y poderoso que gobernaba en la remota ciudad de Wirani.

Y era temido por su poder y amado por su sabiduría.

En el corazón de aquella ciudad había un pozo cuya agua era fresca y cristalina, y de ella bebían todos los habitantes, incluso el rey y sus cortesanos, porque en Wirani no había otro pozo.

Una noche, mientras todos dormían, una bruja entro en la ciudad y derramó siete gotas de un extraño líquido en el pozo, y dijo:

–De ahora en adelante, todo el que beba de esta agua se volverá loco.

A la mañana siguiente, salvo el rey y su gran chambelán, todos los habitantes bebieron el agua del pozo v enloquecieron, tal como lo había predicho la bruja.

Y durante aquel día, todas las gentes no hacían sino susurrar el uno al otro en las calles estrechas y en las plazas públicas:

–El rey está loco. Nuestro rey y su gran chambelán han perdido la razón.

¡Naturalmente, no podemos ser gobernados por un rey loco. Es preciso destronarlo!

Aquella noche, el rey ordeno que le llevasen un vaso de oro con agua del pozo.

Y cuando se lo trajeron, bebió copiosamente y dio de beber a su gran chambelán.

Y hubo gran regocijo en aquella remota ciudad de Wirani, porque el rey y su gran chambelán habían recobrado la razón.

El miedo
Según un cuento chino, un rey, famoso por su coraje y ecuanimidad, perdió casi todo su reino y hasta el último de sus soldados, como consecuencia de los violentos ataques y saqueos de las hordas bárbaras.

No le quedaban más que dos servidores y su castillo era el último bastión que impedía a los conquistadores dominar sus territorios y esclavizar las aldeas diezmadas por el continuo acoso.

Y llegó el día en que se supo que los bárbaros avanzaban hacia las puertas de la ciudad con la intención de poner cerco al palacio.

Se cuenta que esa noche, cuando llegaron las noticias del avance enemigo se vio el rostro del monarca marcado por el temor y la responsabilidad, pero en ningún momento abatido por el miedo.

Al amanecer el rey ordenó a sus servidores que abrieran todas las puertas y ventanas, y acto seguido se instaló en una de las almenas a fin de observar la llegada de los invasores.

Inmutable, les vio avanzar hasta la escalinata de palacio.

Pero su serenidad perturbó hondamente a los bárbaros.

Éstos supusieron que les esperaba una trampa en su interior.

En vez de poner cerco a aquel lugar, el jefe reunió a sus hombres y tocó a retirada.

El rey dijo entonces a sus servidores:

–Ved, y no olvidéis nunca que, una misma emoción, el miedo, a ellos les ha impulsado a huir atemorizados y a nosotros nos ha motivado a permanecer en nuestro puesto, encontrando una respuesta creativa a tan atemorizante situación.

¿Aceptar o rechazar?
Podemos tomar o dejar, aceptar o rechazar...

Son opciones que dependen de nosotros y de ellas también depende si nos dañamos o no, si podemos estar bien o mal...

Tomar o dejar... ¿qué quiero decir?

Que podemos darle a cada cosa que nos dan, un lugar dentro de nosotros o cerrarnos ante ellas y cuidar de nuestro interior, si consideramos que lo que sale del otro, lo que entrega no nos beneficia.

Los seres humanos, muchas veces, tenemos la crítica a flor de piel. Y a veces también la burla y la soberbia.

Nos mofamos sin piedad de cosas que no entendemos, y no hacemos el más mínimo esfuerzo por comprenderlas.

Parados en lo más alto de nuestra soberbia y nuestra ignorancia, destruimos a otras personas simplemente porque piensan, actúan, hablan, o se visten diferente de nosotros.

Pero muy pocas veces nos detenemos a conocer la historia, la problemática, de quienes nos rodean; y sospecho que con muy pocos minutos que dediquemos a conocer con más profundidad a los demás, encontraríamos la explicación a muchas cosas.

Deberíamos tener, sin duda una actitud más abierta hacia los demás. Una actitud de respeto y de comprensión.

Y antes de arremeter sin piedad con nuestra crítica, deberíamos ofrecer nuestra mente y nuestro corazón abiertos.

Y exhibir nuestra sensibilidad con la misma facilidad con que exponemos nuestras burlas.

Creo que todos nosotros deberíamos tener en nuestro escritorio, en nuestra agenda, en algún marco en un lugar visible de nuestra casa, esa significativa frase:

"¡Nunca juzgues a la otra persona sin haber caminado un kilómetro con sus zapatos!".

Quizás de tanto verla y meditarla se grabe en nuestro corazón.

Y entonces... entonces, las cosas serán diferentes.

Por eso si en nuestro camino nos encontramos con gente que critica, que está llena de odios y rencores evitemos tomar de ellas todo aquello que sabemos que al tomarlo e ingresarlo en nosotros nos hará daño...

Cerremos nuestro interior para abrirlo sólo ante aquellos regalos que nos da la vida, y que al aceptarlos contribuyen a que seamos mejores personas.

Fuente:FUENTE CUENT Y CUENTI VI


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" No se debe tocar con ligereza lo que es peligroso dejar sin resolver" (Juan Luis Vives).

 

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