El sufismo, tal como lo conocemos, se desarrolló dentro de la matriz cultural del islam.

La revelación islámica se presentó a sí misma como la última expresión del mensaje esencial traído a la Humanidad por los profetas de todas las épocas.

Si es que el sufismo tiene un método central, este es el del desarrollo de la presencia y del amor.

Solo la presencia puede despertarnos de nuestra esclavitud respecto del mundo y de nuestros propios procesos psicológicos, y solo el amor puede abarcar lo divino.

El amor es la más alta activación de la inteligencia, pues sin él nada grande se lograría, ya sea espiritual, artística, socialo científicamente.

Renunciamiento
Al llegar a una edad avanzada, y tras una vida hogareña de alegrías y sufrimientos cotidianos, unos esposos decidieron renunciar a la vida mundana y dedicar el resto de sus existencias a la meditación y a peregrinar a los más sacrosantos santuarios.

En una ocasión, de camino a un templo himalayo, el marido vio en el sendero un fabuloso diamante.

Con gran rapidez, colocó uno de sus pies sobre la joya para ocultarla, pensando que, si su mujer la veía, tal vez surgiera en ella un sentimiento de codicia que pudiese contaminar su mente y retrasar su evolución mística, pero la mujer descubrió la estratagema de su marido y, con voz ecuánime y apacible, comentó:

–Querido, me gustaría saber para qué has renunciado al mundo si todavía haces distinción entre el diamante y el polvo.

Maestro
Las lluvias del monzón habían llegado a la India. Era un día oscuro y llovía torrencialmente.

Un discípulo corría para protegerse de la lluvia cuando lo vio su maestro y le increpó:

–Pero ¿cómo te atreves a huir de la generosidad del Divino?, ¿por qué osas refugiarte del líquido celestial?

Eres un aspirante espiritual y, como tal, deberías tener muy en cuenta que la lluvia es un precioso obsequio para toda la Humanidad.

El discípulo no pudo por menos que sentirse profundamente avergonzado.

Comenzó a caminar muy lentamente, calándose hasta los huesos, hasta que al final llegó a su casa.

Por culpa de la lluvia cogió un persistente resfriado.

Transcurrieron los días...

Una mañana estaba el discípulo sentado en el porche de su casa leyendo las Escrituras.

Levantó un momento los ojos y vio a su gurú corriendo tanto como sus piernas se lo permitían, a fin de llegar a algún lugar que lo protegiera de la lluvia.

–Maestro –le dijo–, ¿por qué huyes de las bendiciones divinas?

¿No eres tú ahora el que desprecia el obsequio divino?

¿Acaso no estás huyendo del agua celestial?

Y el gurú repuso:

–¡Oh, ignorante e insensato! ¿No tienes ojos para ver que lo que no quiero es profanarla con los pies?

Cosas del mundo bursátil...
Una vez llegó al pueblo un señor, bien vestido; se instaló en el único hotel que había, y puso un aviso en la única página del periódico local de que estaba dispuesto a comprar cada mono que le llevaran por diez euros.

Los campesinos, que sabían que el bosque estaba lleno de monos, salieron corriendo a cazar monos.

El hombre compró, como se había prometido en el aviso, los cientos de monos que le fueron llevando a diez euros cada uno, y sin chistar.

Pero, como ya quedaban muy pocos monos en el bosque y era difícil cazarlos, los campesinos perdieron interés.

Entonces, el hombre ofreció veinte euros por cada mono, y los campesinos corrieron otra vez al bosque.

Nuevamente, fueron mermando los monos, y el hombre elevó la oferta a veinticinco euros por mono, y los campesinos volvieron al bosque, cazando los pocos monos que quedaban, hasta que ya era casi imposible encontrar un solo mono.

Llegado a este punto, el hombre ofreció cincuenta euros por cada ejemplar, pero, como tenía negocios que atender en la ciudad, dejaba a cargo de su ayudante el negocio de la compra de monos...

Una vez que se fue el hombre a la ciudad, su ayudante se dirigió a los campesinos diciéndoles:

"Fíjense en esta jaula llena de miles de monos que mi jefe compró para su colección.

Yo les ofrezco venderles a ustedes los monos por 35 euros, y cuando mi jefe regrese de la ciudad, ustedes se los venden por 50 euros cada uno".

Los campesinos juntaron todos sus ahorros y, muy complacidos, compraron los miles de monos que había en la gran jaula, y esperaron el regreso del jefe.

Desde ese día, no volvieron a ver ni al ayudante ni al jefe.

Lo único que vieron fue la jaula llena de monos que compraron con sus ahorros de toda la vida...

¡Ahora sí tienen ustedes una noción bien clara de cómo funciona el mercado de valores y la Bolsa!

Un discípulo a su Maestro
–¿Hay algo que yo pueda hacer para llegar a la Iluminación?

–Tan poco como lo que puedes hacer para que amanezca por las mañanas.

Entonces, ¿para que valen los ejercicios espirituales que tú mismo recomiendas?

–¡Para estar seguro de que no estás dormido cuando el sol comience a salir!

El buscador
Un buscador errante vio a un derviche en una casa de reposo y le dijo:

–He estado en cientos de ambientes y oído las enseñanzas de multitud de guías.

He aprendido cómo distinguir cuándo un maestro no es un guía espiritual.

No puedo decir cuándo alguien es un guía, ni encontrar a uno, pero completar la mitad del trabajo es mejor que nada.

El derviche rasgó sus vestiduras y dijo:

–¡Desgraciado! Volverse un experto de lo inútil es como ser capaz de detectar las manzanas podridas sin aprender las características de las sanas.

Pero todavía existe una posibilidad peor ante ti.

Presta atención a no llegar a ser como el doctor de esta historia.

"Para probar el conocimiento de un médico, cierto rey envió a varias personas sanas a que fuesen examinadas por aquel.

El doctor le dio una medicina a cada una de ellas. Cuando el rey le amonestó y acusó de fraude el médico, respondió:

–¡Gran rey! Hacía tanto tiempo que no veía a nadie, excepto enfermos, que había llegado a imaginar que todo el mundo estaba enfermo y ¡tomé el brillo de los ojos de la buena salud por un síntoma de fiebre!

Dos esclavos
Una vez el sultán iba cabalgando por las calles de Estambul, rodeado de cortesanos y soldados.
Todos los habitantes de la ciudad habían salido de sus casas para verle.

Al pasar, todo el mundo le hacía una reverencia.

Todos menos un derviche harapiento.

El sultán detuvo la procesión e hizo que trajeran al derviche ante él.

Exigió saber por qué no se había inclinado como los demás.

El derviche contestó:

–Que toda esa gente se incline ante ti significa que todos ellos anhelan lo que tú tienes: dinero, poder, posición social...

Gracias a Dios esas cosas ya no significan nada para mí.

Así pues, ¿por qué habría de inclinarme ante ti, si tengo dos esclavos que son tus señores?

La muchedumbre contuvo la respiración y el sultán se puso blanco de cólera.

–¿Qué quieres decir? –gritó.

–Mis dos esclavos, que son tus maestros, son la ira y la codicia –dijo el derviche tranquilamente.

Dándose cuenta de que lo que había escuchado era cierto, el sultán se inclinó ante el derviche.

El último día
Cierto hombre creía que el último día de la Humanidad caería en una determinada fecha y se debía afrontar de modo adecuado.

Llegado el día, congregó en torno suyo a cuantos estuvieron dispuestos a escucharlo y los condujo a la cima de una montaña.

Tan pronto estuvieron reunidos allí, el peso acumulado hizo que se hundiera la frágil corteza y todos terminaron en las profundidades de un volcán y, en efecto, fue para ellos el último día.

El buscador
Un hombre mundano le preguntó de forma irónica a un buscador sincero:

–Y vosotros, en realidad, ¿qué hacéis?

El buscador le respondió:

–¡Nos caemos y nos levantamos, nos volvemos a caer y nos volvemos a levantar!

El padre
Un padre deseaba para sus dos hijos la mejor formación mística posible.

Por ese motivo, los envió a adiestrarse espiritualmente con un reputado maestro de la filosofía vedanta.

Después de un año, los hijos regresaron al hogar paterno.

El padre preguntó a uno de ellos sobre el Brahmán, y el hijo se extendió sobre la Deidad haciendo todo tipo de ilustradas referencias a las Escrituras, textos filosóficos y enseñanzas metafísicas.

Después, el padre pregunto sobre el Brahmán al otro hijo, y este se limitó a guardar silencio.
Entonces el padre, dirigiéndose a este último, declaró:

–¡Hijo, tú sí que sabes realmente lo que es el Brahmán!

La búsqueda
–Durante seis años busqué la iluminación –dijo el discípulo–.

Siento que estoy cerca y quiero saber cómo he de dar el siguiente paso.

Un hombre que sabe buscar a Dios, sabe también cuidar de sí mismo.

–¿Cómo te mantienes? –preguntó el maestro.

–Ese es un detalle sin importancia.

Mis padres son ricos y me ayudan en mi búsqueda espiritual.

Gracias a ello puedo dedicarme por entero a las cosas sagradas.

–¡Muy bien! –dijo el maestro–, entonces te explicaré el siguiente paso: mira al sol durante medio minuto.

El discípulo obedeció.

A continuación, el maestro le pidió que describiese el paisaje a su alrededor.

–No puedo hacerlo. El brillo del sol me ha deslumbrado.

El maestro dijo entonces:

–Un hombre que mantiene los ojos fijos en el sol, termina ciego.

Un hombre que sólo busca la luz y deja sus responsabilidades en manos de los demás, jamás encontrará lo que busca.

Fuente:
http://nulladiessinnemeditatione.com
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"El pasado, invariable. El futuro, impredecible. El presente, la única realidad".

 

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