"Donde haya hombres habrá moscas, y habrá budas también" (Kobayashi Issa).

El haiku aspira a captar el momento, el aquí y ahora, de una forma tan radical que los límites entre el observador

y lo observado, el sujeto y el objeto se disuelvan, para procurar, en sus mejores manifestaciones, una experiencia mística de no dualidad, de totalidad.

"Haiku es, sencillamente, lo que está sucediendo en este lugar, en este momento".

Orígenes
Cuando la escritura china llegó a Japón, aproximadamente en el siglo VIII de nuestra era, en pleno esplendor de la dinastía Tang, ya tenía más de veinte siglos de historia.

En ese momento, Japón salió de la prehistoria y comenzó la producción de su rica literatura. La poesía china clásica tuvo una gran influencia en la literatura japonesa, y el estilo de los poetas chinos fue muy imitado.

Los orígenes directos del haiku están en el haikai. El haikai es una forma poética marcada, ya que generalmente su contenido se basa en lo cómico y lo divertido.

Al pasar el tiempo, el haikai se asoció a otro estilo de composición poético llamado Renga, formándose así una derivación del Renga, el Haikai-no-Renga.

El Haikai-no-Renga era una sucesión de poemas haikai, manteniendo su estilo.

El primer poema que iniciaba esta sucesión se denominaba Hokku.

Matsuo Bashô, poeta muy afamado en el arte del haikai, separó el primer poema del Haikai-no-Renga (el Hokku) y, por ende, lo independizó del Renga, dándole al Hokku una personalización estética y expresiva.

Pero Bashô también llamaba haiku al Hokku.

Esto hizo que en los inicios, el Hokku fuera lo mismo que el haiku. Pero, con el paso del tiempo, poetas como Masaoka Shiki separaron sustancialmente el haiku del Hokku, conservando este último la vis cómica, mientras el haiku adquiría un carácter espiritual.

El haiku es un poema de origen japonés, singularmente breve (tres versos de 5-7-5 sílabas, por lo general), nacido al cobrar importancia la estrofa introductoria de un poema más largo, la tanka, que se improvisaba entre varios poetas.

Intuición e iluminación
A diferencia de otros géneros o autores, que hacen hincapié en razón o emoción como eje o impulso de sus obras, el haiku hace de la intuición su motor y su aspiración, ya que no solo parte de ella, sino que aspira a recrearla en el acto de la lectura.

Sin embargo, el gran Bashô habla de que hay que seguir "la naturalidad que procede del corazón", lo cual podría identificarse más con un movimiento emocional.

La diferencia estriba en que, si bien el haiku puede partir de una emoción, no se recrea en ella, sale hacia fuera, de modo que esta emoción compartida ya no es simple sentimiento, sino fogonazo de totalidad: entendimiento, compasión, vislumbre que iluminan el universo y se funde en él.

El momento del haiku puede equipararse con un momento de iluminación. Aspira a abarcar la totalidad del momento, con lo cual queda excluido cualquier intento de reflexión, de intelectualismo, de recreación.

No es solo una exigencia a priori al escritor de haiku, sino una necesidad intrínseca a su práctica. Su brevedad es una exigencia de su esencia y viceversa.

A causa de su corta extensión formal, la inspiración coincide con la creación. En el haiku habita una contradicción entre el elemento temporal y su fuga hacia la eternidad.

Paradójicamente, cuando uno se adentra en el momento presente hasta tal punto, el momento se eterniza. La imagen así sentida pasa a ser símbolo universal.

El poeta, en el momento de la creación del haiku, se identifica con la Naturaleza y se sumerge en la sensación captada.

En palabras de Blyth, uno de los mayores estudiosos de haiku:

"La alegría de la obvia re-unión de nosotros mismos con las cosas, con todas las cosas, es así la alegría de ser nosotros mismos".

Haiku, ¿literatura o camino?
Cuando mi vida
atiende al crisantemo,
se tranquiliza
(Shuoshi)

Bashô dijo: "Aprender quiere decir unirse a las cosas y sentir la íntima naturaleza de esas cosas".

Y Aroo, poeta moderno de haiku, dice que el haiku no es solamente un arte, sino que expresa la verdad que creamos viviendo con energía, buscando algo.

Algunos críticos han afirmado que el haiku no es un fenómeno literario; quizás sea esto debido a su sencillez y falta de retórica, elementos extraños durante siglos para el canon occidental.

No suele contemplarse en nuestra tradición que la sencillez y la claridad sean una meta, sino un signo de ignorancia o inexperiencia.

En mi opinión, el haiku puede entenderse, leerse, vivirse como arte, pero también es algo más; los planos literario y espiritual, en vez de restarse, se suman; lo que resulta es un arte que es también camino de ascesis, de comunión espiritual, tanto para quien los escribe como para quien los lee.

El hecho de que esté al alcance de cualquiera escribir un buen haiku y de que en la producción de poetas consagrados haya haikus mediocres lleva a algunos críticos a afirmar que el haiku es un arte menor.

Pero es que la poesía en la vida japonesa fue entendida como un deber moral, no como una práctica de unos pocos:

"Cualquiera que sea la injusticia o la desgracia que te turbe, renuncia cuanto antes a tu resentimiento o a tu pena y escribe, como ejercicio moral, algunas líneas de versos sobrias y elegantes".

Este entramado de ética y lírica puede seguir resultándoles extraño a los críticos literarios; incluso, este ocultamiento del poeta detrás de lo que ve, el amor y la compasión que traslucen sus textos, y la humildad que le lleva a ahorrar palabras, en una tensión hacia el silencio (huyendo del despliegue y la vanidad), a jugársela como artista (si es que tal cosa importa) en una o dos frases.

En palabras del teórico y poeta Otsuji:

"Podemos entrar en el mundo de la creación cuando somos completamente sinceros y humildes ante la Naturaleza, aunque libres y sin temor; cuando nunca estamos separados de la Naturaleza; cuando no introducimos perezosa fantasía o nos ponemos a pensar".

Fernando Rodríguez Izquierdo añade:

"En la experiencia del haiku se ve el mundo dotado de la perfección de finalidad".

Usar la palabra para ir más allá de la palabra
Se podría decir que el haiku se viste de palabra para señalar la desnudez del silencio, ya que "tanto sentido estético hay en lo expresado como en lo silenciado".

Tanto en el vacíQUESUHAIIo como en la plenitud.

El haiku es una manifestación de la palabra, aunque esta esté al servicio del conocimiento, de la sugestión, de la sutileza.

El ingenio puede estar ahí, pero nunca sustituyendo o sometiendo a la experiencia.

Las estaciones
Leve es la primavera:
solo un viento que va
de árbol en árbol
(Aró)

Ha sido tradicional mantener una alusión dentro del haiku a alguna de las estaciones del año, ya que, en el transcurso de cualquiera de ellas, la Naturaleza adquiere un carácter especial, distintivo, que hace de nexo entre el instante captado y el flujo natural de la vida cósmica.

Hoy en día ya no se considera necesaria, si bien suele flotar en el haiku gracias a cualquier detalle que a través de él se observe.

En el interior de este requisito contra el que se han revelado algunos escritores de haiku, también habita una paradoja, porque aunque puede ser interpretado como una restricción, mi impresión es que se trata de un ejercicio para estimular el músculo de la percepción, para aguzar la vista y abrirnos a los cambios y signos más imperceptibles que nos rodean.

A su favor está también la concisión. Especialmente en una sociedad como la nuestra, que olvida los hechos más naturales y sencillos, aquellos que la intervención del ser humano no puede alterar, los cambios estacionales nos dan la medida de nuestra soberbia al soñarnos omnipotentes, importantes, imprescindibles.

Lo que la Naturaleza transmite a través de las estaciones es, según Bashô: "la verdad inmutable en forma cambiante".

Haiku y belleza
Blanco rocío.
Cada púa en la zarza
tiene una gota
(Buson)

Al escritor de haiku no le importa la belleza, al menos como es concebida en Occidente, de forma restrictiva y selectiva. El poeta abre los ojos y cuenta lo que ve, sin excluir nada.

Bashô dice:

"Haiku es, simplemente, lo que está ocurriendo en este sitio, en este momento".

Sin embargo, no es extraño percibir el aliento de lo bello en la lectura del haiku, aunque se trataría de una belleza como la descrita por Huxley:

"La belleza brota cuando las partes de un conjunto se relacionan unas con otras y con la totalidad, de manera tal que las aprehendamos en orden y con sentido" (1).

Por qué el haiku hoy
Hasta una choza
en mundo de mudanzas,
es casa de muñecas
(Bashô)

El haiku es un camino: quien lo siga ha de hacerlo con respeto tanto a los otros caminantes como a sí mismo; un camino puede ofrecer diferentes estadios, moradas, paradas y descansos.

Siempre habrá quien busque atajos, distracciones, pero eso no ha de importar a los que se ocupen honradamente de su propio viaje y sepan que el haiku aguza la mirada, abre los brazos, enseña a recibir lo inesperado, acepta la divergencia.

No todos los grandes poetas de haiku han tenido los mismos intereses. Para Bashô fue la compañía perfecta para su vida de monje zen.

Issa puso su sello de rebeldía, amargura y melancolía.

Buson y Shiki tendieron hacia un arte más estético e impresionista; en cada uno de ellos ha predominado una de las múltiples facetas del haiku.

En este siglo, se han escrito haikus de un verso y también de cuatro, con un número de sílabas variable.

En la pauta silábica clásica están de algún modo en síntesis el ritmo y el acento del haiku. La experiencia de leer haikus adaptados a esa pauta crea un ritmo interno, una especie de ritmo de caminante.

Es justo que en el siglo XX se hayan incorporado temas y alterado formas; pero volviendo a los antiguos poemas de los maestros, uno se da cuenta de que lo que era digno de apreciarse entonces sigue siéndolo ahora.

Y esa no deja de ser una buena enseñanza.

Otras literaturas
Yo que me voy,
y tú que te quedas,
son dos otoños
(Shiki)

Como corresponde a una literatura que es algo más, el haiku tiene también relación con filosofías orientales como el zen, el confucionismo o el Tao (cuyos principales libros, el Tao-Te-Ching o el Chuang-Tsé, describen el estado espiritual del haiku bajo otras formas).

El propio haiku, en sus inicios, había buceado en la poesía china y japonesa, y siempre creció cercano a otras artes como la pintura. Uno de sus estudiosos, Ebara, afirma:

"El espíritu que sustenta la base de todo arte tiene que ser uno".

Y me gustaría terminar con las palabras de María Zambrano, escritora y filósofa tan cercana a los presupuestos y pulsiones que habitan en el haiku:

"La verdad necesita de un gran vacío, de un silencio donde pueda aposentarse, sin que ninguna otra presencia se entremezcle con la suya, desfigurándola.

El que escribe, mientras lo hace, necesita acallar sus pasiones y, sobre todo, su vanidad. La vanidad es una hinchazón de algo que no ha logrado ser y se hincha para recubrir su interior vacío.

El escritor vanidoso dirá todo lo que debe callarse por su falta de entidad, todo lo que por no ser verdaderamente no debe ser puesto de manifiesto, y por decirlo, callará lo que debe ser manifestado, lo callará o desdibujará por su intromisión vanidosa". (2)

Quien haya elegido el haiku como camino aspirará a decir todo lo que, por ser verdaderamente, debe ser puesto de manifiesto.

Playa de la media luna
Hoy se va el viento,
peinando suavemente
los juncos verdes.

Sobre las dunas
la flor de la retama,
atardeciendo.

Espigas de luna
y el ventanal marino,
sobre la almohada.

La bella Lagos
su mar de cristal frío
azul y miel.

Pasa de puntillas
por la ardiente arena:
escarabajo negro.

Cuerpos perdidos,
buscan entre las olas,
mis pies de espuma.

Senda de tablas,
camino de chillidos
hasta la playa.

Con la mar subiendo
hoy descansan las barcas,
en la arena seca.

Los pies descalzos,
atrás revienta el mar,
sobre tus pasos.

La blanca espuma.
Vuelan como en un sueño
algas de viento.

Sembrando mar.
Chillidos de gaviotas,
llega diciembre.

Oculto el sol
lluvias de un marzo frío
puntean la arena.
(Manuel Hontoria)

Haiku y la estética japonesa
Cuando Yasunari Kawabata ganó el Premio Nobel de Literatura, por primera vez en la historia de la literatura japonesa, él habló, en su discurso de la ceremonia, de la estética tradicional de la cultura japonesa, que consistía fundamentalmente en apreciar la belleza de la Naturaleza y del cambio de estaciones, y afirmó que la fuente de inspiración más importante para las creaciones artísticas en la cultura japonesa era el deseo de compartir esta belleza con los vecinos.

Desde la Antigüedad, el pueblo japonés, que tiene cuatro estaciones bien marcadas, nunca ha dejado de apreciar la belleza de la Naturaleza, especialmente la Naturaleza típica de cada estación.

Esto lo verifica el inmenso vocabulario del idioma japonés para expresar la variedad de la Naturaleza; solo para expresar la lluvia podemos enumerar fácilmente más de diez palabras, y cada temporada tiene su forma de la lluvia.

En este aspecto, el idioma japonés tiene una expresividad superior a las lenguas occidentales, incluyendo el español.

Así, la Naturaleza, desde la Antigüedad hasta hoy día, ha sido el tema más importante de la poesía japonesa, especialmente de tanka y haiku.

Ya en el comienzo del siglo X, Kino Tsurayuki, uno de los poetas más importantes de esa época, en el prólogo de "La antología de las poesías antiguas y contemporáneas", que él mismo editó en el 905, dice que los dos temas fundamentales de la poesía son el amor y la Naturaleza.

Mientras que los poetas de tanka se inclinaron bastante hacia el tema del amor, el haiku, que aparece más de ochocientos años después de la tanka, siempre se mantuvo fiel al tema de la Naturaleza.

El tono fundamental de la poesía japonesa es su espontaneidad ante la Naturaleza. En la poesía japonesa no existe la musa.

La gente, culta o inculta, encuentra lo bello de la Naturaleza, e inmediatamente siente el ansia de compartirlo con sus vecinos en forma de poesía.

Este haiku de Onitsura expresa muy bien esta espontaneidad de la poesía japonesa:

¿Quién no / tomará la pluma / ante la luna de hoy?

Frente a la belleza de la Naturaleza, al poeta le sale espontáneamente el ritmo que se forma por la combinación de versos de cinco y siete sílabas.

La combinación de cinco y siete sílabas es el arquetipo del ritmo de la poesía japonesa, arraigada profundamente en el pueblo japonés, y se observa ya desde la primera colección, que se editó en el siglo VIII.

Hasta hoy día, muchas canciones populares utilizan esta forma de versificación. Este ritmo se quedó definitivamente establecido cuando se inventó el abecedario japonés, alrededor del siglo X.

Antes de eso, los japoneses no teníamos nuestra propia escritura, y teníamos que acudir a los caracteres chinos.

El invento del abecedario japonés, en el que una letra corresponde siempre a una sílaba, facilitó mucho la versificación de la poesía, y trajo, como resultado, el florecimiento de la poesía de tanka, en que los versos se ordenan en 31 sílabas, divididas en 5 versos de 5-7-5-7-7 sílabas.

Esta forma de poesía, desde el comienzo, no era una creación individual.

Aparte de que en la mayoría de las veces los poetas se reunían en ciertos lugares para hacer las poesías, existía una curiosa forma de colaboración para hacer una sola poesía de la siguiente manera: la primera persona formula solamente los primeros tres versos de 5-7-5, y se la pasa a otra persona para que la complemente con los últimos dos versos de 7-7.

Este tipo de obra colectiva para hacer una poesía se practicaba mucho en los siglos X y XI, e incluso aparecen varias anécdotas sobre esto, por ejemplo, en "El libro de la almohada" (994), una de las obras clásicas de la literatura japonesa.

Este hecho indica que, desde la Antigüedad, la poesía japonesa no fue la expresión individualista, sino más bien la búsqueda de compartir el sentimiento ante la Naturaleza.

Esta forma de creación se desarrolló, o mejor dicho, se popularizó para dar en el siglo XV otra forma de creación cooperativa que se llama Renga.

Mientras que la tanka era artística y practicada principalmente por la gente noble de la corte, Renga era esencialmente un juego desde el comienzo, y luego, se convirtió en una de las pocas diversiones que tenía la gente popular de esa época, a la que le tocó vivir las sucesivas guerras.

El juego se practica de la siguiente manera: la primera persona inaugura el juego con dos versos de cinco y siete sílabas escogiendo un tema cualquiera; luego, la segunda persona, siguiendo el mismo tema, colabora con otros dos versos de cinco y siete, y así sucesivamente mucha gente entra en el juego, siempre aportando el par de cinco-siete manteniendo el mismo hilo del desarrollo.

Es un juego instantáneo como el jazz, en que todo se desarrolla por la improvisación del participante.

Como era muy sencillo y no requería ninguna erudición, hasta la gente sin ninguna preparación podía participar en el juego y se podía divertir, haciendo bromas, críticas satíricas y blasfemias.

Aunque nunca llegó a ser un arte formal como la tanka, Renga constituía una parte esencial de la cultura popular de la época de las guerras (los siglos XV y XVI).

El haiku se considera como hijo directo del Renga
Después de la formación del gobierno de Edo en 1603, se acabó la época de la guerra, y con el establecimiento de la paz social, volvieron los afanes por las actividades artísticas, especialmente entre la gente de la clase burguesa.

En medio del florecimiento cultural que se dio alrededor del año 1700, conocido como la época de Genroku, el haiku fue ganando el estatus del arte.

El poeta que lo estableció definitivamente como un género de arte literario fue Matsuo Bashô (1644-1694), el fundador del haiku tradicional.

La forma esencial de haiku consiste en el uso de los tres primeros versos de Renga; es decir, es una poesía de solo diecisiete sílabas, repartidas en los tres versos de 5-7-5 sílabas. Hasta ahora se ha dicho que es la forma más corta de la poesía en el mundo.

¿Cómo es posible hacer una poesía con solo diecisiete sílabas?

Lo que hace posible esta forma de creación es la existencia de la sensibilidad común, que se formó durante el largo tiempo del aislamiento cultural de Japón.

Desde el año 894, en que el gobierno dejó de mandar a los estudiantes al QUESUHAIIIgobierno chino, durante más de seiscientos años, Japón no tuvo intercambios culturales importantes con ningún país extranjero, salvo en ocasiones esporádicas.

Por ejemplo, en el siglo XVI, llegaron algunos jesuitas, pero el gobierno de Edo rápidamente prohibió el cristianismo, y en 1639 prácticamente echaron a todos los extranjeros del país, de tal manera que en Japón se formó una sociedad supremamente homogénea, y al mismo tiempo se fue formando una sensibilidad peculiar en el pueblo, que se caracteriza por la ambigüedad.

Los términos japoneses para expresar esta sensibilidad, palabras como aware, okashi, wabi, sabi, son palabras intraducibles, y no somos capaces de explicarlas ni siquiera en japonés.

Son sentimientos que existen en la profundidad de nuestro espíritu y que solo se asoman a la superficie como reacciones a ciertos estímulos.

Como dijo acertadamente Octavio Paz, nuestra cultura tradicional no está fundamentada sobre la razón; más que pensar, lo esencial consiste en sentir ese algo, que no es mera sensación ni meros pensamientos.

En una cultura homogénea como la nuestra, la gente no expresa lo obvio. No hay necesidad, porque sabemos que todos vemos las mismas cosas.

No hay necesidad de expresarse a sí mismo, porque se entiende sin que se digan muchas palabras.

Más que hacerse entender, la gente busca compartir esos sentimientos profundos con sus vecinos: sentimientos inefables que no se pueden expresar, sino que solo se pueden insinuar mediante el uso especial y supremamente conciso de las palabras.

La poesía japonesa es la forma suprema de este modo de comunicación; insinúa apenas alguna que otra cosa y deja que los otros complementen el resto.

Así, el autor busca confirmar que en lo más profundo del mundo interior tiene en común con los lectores la misma sensibilidad ante la realidad.

Como consecuencia, la literatura japonesa aparece, especialmente a los ojos de los occidentales, demasiado incompleta y fragmentaria; desde "El libro de la almohada", "El libro del ocio", incluso "La historia de Genji", que es una novela extensa, comparable a "En busca del tiempo perdido" de Marcel Proust, la fragmentación es un rasgo particular de la literatura japonesa.

El haiku es la forma más desarrollada de esta fragmentación. A través de unas cuantas palabras intenta dar una vibración a la sensibilidad más profunda de los lectores.

Y a la vez, los lectores, aunque no saben decir exactamente qué es lo que sienten, perciben la resonancia originada por estas pocas palabras, en lo más profundo de su mundo interior.

Muchos críticos occidentales afirman que el haiku es la obra abierta que permite la interpretación libre de los lectores, pero eso es cierto solo parcialmente.

La verdad es que ni el lector ni el autor dan la interpretación en el sentido exacto de la palabra; ninguno sabe lo que se dice; solo lo siente, o más bien, lo presiente.

El autor nunca impone su subjetividad, como en el romanticismo europeo, sino que ofrece lo que siente con modestia para compartirlo con sus compañeros.

De hecho, el haiku, igual que la tanka, casi nunca se hacen individualmente; hasta hoy día, se practica en compañía de muchos compañeros.

Dijimos que el tema fundamental de la literatura japonesa era la Naturaleza. Lo que se comunica en el haiku es la sensibilidad ante la Naturaleza; cómo ver la Naturaleza, cómo sentirla.

En este punto, la cosmovisión budista es esencial en la creación de haikus.

Destaquemos, una vez más, que los primeros poetas de haiku eran todos budistas, empezando por Bashô.

En el mundo budista no existe diferencia entre las plantas, los animales y los seres humanos. A diferencia del mundo católico, todos estamos en el mismo nivel.

De ahí viene la profunda simpatía que tenemos los budistas con la Naturaleza, y el gran anhelo que sentimos por la Naturaleza, especialmente la Naturaleza estacional.

En este aspecto, interviene otro factor importante, que también tiene el origen en el budismo: conciencia de lo efímero de la vida humana.

Este mundo del rocío / es el mundo del rocío / pero aun...

Este poema de Issa, aparentemente incompleto, muestra muy bien el reconocimiento de lo efímero del mundo y, al mismo tiempo, el sentimiento de inconformidad con esta inestabilidad.

Esta conciencia lleva inevitablemente a los poetas a enfrentarse con el ciclo de las estaciones y su correspondiente cambio de la Naturaleza.

No es gratuito que el haiku siempre tenga una palabra que indique una estación específica. Es un canto hacia la Naturaleza estacional.

Mientras que la vida de un individuo es efímera y dura apenas cincuenta o sesenta años, la Naturaleza, aunque desaparezca completamente el ser humano, perdura siempre y las estaciones nunca dejan de volver.

El haiku manifiesta el anhelo de unirse con esta Naturaleza cíclica y apropiarse de una pequeña parte de ella.

Los poetas de haiku se vacían a sí mismos, no en el sentido del nihilismo europeo, sino en el sentido budista del zen, para fundirse en la Naturaleza, y cortar un pequeño pedazo de ella de ese estado espiritual .

Por lo tanto, las poesías de haiku, a primera vista, parecen supremamente objetivas. Pero, a la vez, en la misma selección para hacer el corte se refleja lo más profundo de la sensibilidad, el punto de vista personal del poeta.

Ser objetivo y subjetivo al mismo tiempo deja de ser contradicción en el haiku.

Aquí se podrá señalar la semejanza que existe entre el haiku y la fotografía. Ambos apuntan a la misma dirección: compartir la sensibilidad ante la Naturaleza y eternizar la escena recortada por la selección del autor.

Pero el haiku, en algunos aspectos, es superior a la fotografía.

Citemos algunos ejemplos de las obras de Bashô:
El silencio / el canto de la cigarra / penetra la roca

Aquí se observa claramente la poética de Bashô.

La siguiente poesía es realmente bella:
Se va la primavera / pájaro llora, los ojos / de pez lagrimean

La nostalgia hacia la primavera que se proyecta en los dos animales.

El siguiente ejemplo es interesante:
Enfermo en el viaje / mi sueño recorre / llanos desnudos

Hasta delirando de la fiebre, Bashô busca la unión con el paisaje del invierno.

Ahora, para terminar, citemos un haiku de Masaoka Shiki, el poeta de la época de Meiji, que resume lo que hasta ahora venimos hablando.

¿Cuántas veces / he preguntado por / la altura de la nevada?

Es un poema realmente bello. Masaoka sufrió mucho tiempo de la tuberculosis, por la que murió finalmente, y en el momento de escribir esta poesía también estaba enfermo en la cama.

Como él mismo no se puede asomar a la ventana, pregunta a sus vecinos cuánto ha nevado afuera.

Ni siquiera en el momento en que estuvo padeciendo de la terrible tos, se le olvida el transcurso del invierno.

Aunque no puede apreciar la Naturaleza por sus ojos, se la imagina e intenta compartir la belleza natural con sus vecinos.

Desde la Restauración de Meiji, que tuvo lugar en 1868, la sociedad japonesa ha cambiado mucho.

Nos hemos asimilado voluntariamente a la cultura occidental para la modernización del país, que siempre equivale a occidentalización, y la sensibilidad de los artistas también ha venido cambiando.

Mientras que los novelistas japoneses de la época moderna, para bien o para mal, se han quedado bastante afectos a la cultura occidental, los poetas de haiku han sido siempre fieles a su tradición.

El haiku, en este sentido, es un género muy conservador, que ha servido para proteger la sensibilidad japonesa de la influencia de la cultura occidental.

Y ahora que estamos perdiendo hasta esta sensibilidad japonesa tradicional, quiero destacar una vez más que es importante saber apreciar su valor.

En el mundo occidental existe una tendencia que se llama ecologismo; en la cultura oriental nunca existió este concepto.

De hecho, en japonés no existe ninguna palabra equivalente. No existe porque es demasiado obvio que nosotros, los seres humanos también formamos parte de la Naturaleza y que vivimos en ella.

La estética de la cultura japonesa, que consiste en ese anhelo de unirse a la Naturaleza y ese deseo de compartir el gozo de la belleza natural con sus vecinos, manifestado magistralmente en las poesías de haiku, puede aportar una clave para abrir un camino hacia el futuro de los seres humanos.
Ryukichi Terao

Nota:
Todas las citas de este artículo han sido extraídas del libro de Fernando Rodríguez-Izquierdo "El haiku japonés", Editorial Hiperión, Madrid, 3.ª edición, 1999, excepto:

(1) Huxley, Aldous. Sobre la divinidad. Editorial Kairós, Barcelona, 2000.

(2) Zambrano, María. Hacia un saber sobre el alma. Alianza Editorial, Madrid, 1987.

Las traducciones de haikus forman parte de la antología "Jaikus inmortales", selección de Antonio Cabezas, Editorial Hiperión, Madrid, 1983.

Fuentes:
http://www.babab.com/no07/haiku.htm
http://haiku.bitacoras.com/archivos
http://www.noticiasliterarias.com/cultura/letras/Cultura_letras%2009.htm
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"Es fácil cambiar el curso de los ríos y las montañas, pero difícil cambiar la naturaleza de un hombre" (Proverbio chino).




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