Tanto Charles Darwin como Albert Einstein necesitaban papel, pluma y un servicio postal para comunicarse por correo con personas alrededor del mundo. Investigadores actuales han descubierto que los patrones que ambos siguieron...

para enviar sus correos, obedece a la misma ley que, al parecer, rige el envío de e-mails actuales. ¿Se anticiparon a su época, “copiando” usos y formas actuales para enviar correos o mensajes? ¿O hay un patrón común, al que obedece la psicología humana?

Lógicamente, se trata de lo segundo, ya que se ha descubierto una fórmula matemática para describir el comportamiento en el envío y contestación de correo. Según Albert-László Barabási, un físico de la Universidad de Notre Dame, en Indiana (EE.UU.) hay un patrón que refleja algún código biológico básico en ello. Lo curioso es que no sólo se aplicaría a los seres humanos, sino incluso a otras especies, como las aves en su comportamiento al fabricar un nido.

En un trabajo anterior Barabási estudió cuánto tiempo tardaba la gente en contestar a un e-mail, y encontró un patrón de tipo “explosivo”, “a ráfagas”, lo que quiere decir que la mayoría de los e-mails son contestados bastante rápidamente, que algunos, sin embargo, tienen que “esperar” bastante tiempo, y otros, mucho tiempo. Para describir este fenómeno, Barabási desarrolló un modelo matemático para describir el patrón que sigue la gente a la hora de enviar su correo: qué criterio se sigue para dar prioridad a unos correos sobre otros, con cuánta rapidez se contesta, a qué numero de correos se contesta, etc.

Al hacer números, comprobó que su modelo se ajustaba a los resultados observados perfectamente (Nature, vol 435, pag. 207). Esto puede parecer obvio y trivial: que se responde más rápidamente a un correo urgente, sobre todo si proviene de nuestro jefe; y que hay otros correos que permanecen días o incluso semanas en la “bandeja de entrada”. Pero para los que trabajan con grandes y complicadas redes, como Internet, el comprender este tipo de patrones puede suponer la diferencia entre que el sistema se venga abajo o no.

Tras este trabajo, Barabási se preguntó si este patrón era sólo una característica del correo electrónico o también se podía aplicar a la correspondencia humana en general. Junto con el colaborador Joao Gama Oliveira, de la Universidad de Aveiro, en Portugal, analizó los detallados catálogos de cartas de Darwin y Einstein. Estos dos grandes sabios vivieron en una época en que la comunicación científica se efectuaba en su mayor parte por medio de cartas escritas.

Darwin envió al menos 7.591 cartas a lo largo de su vida, y Einstein unas 14.500, lo que supone un promedio de media carta y una carta al día, respectivamente. Pero a pesar de estas diferencias con relación al correo electrónico, se mantiene el mismo cliché, contestando ambos a la mayoría de su correspondencia bastante rápidamente, en el plazo de diez días. Pero algunas de sus cartas tuvieron que esperar meses e incluso años antes de ser enviadas.

“Desde el punto de vista científico es interesante que haya un mismo patrón que describe cómo hacemos las cosas”, afirma Barabási. Los biólogos han notado conductas similares cuando rastrean las acciones que realiza un ave para proveerse de alimento: suelen hacer muchos viajes cortos, pero ocasionalmente recorren trechos largos para el mismo cometido. Barabási sugiere que quizás los animales usen un mecanismo común, para decidir entre tareas distintas.

Fuente: http://www.newscientist.com * * * * *

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