La palabra anécdota viene de (ekdotos = dado a luz), cuento o historia...

La anécdota es un relato breve de un hecho.

Dicha palabra, dicen, entró al castellano a través del francés "anecdote" (siglo XVII), que procedía del adjetivo griego "anekdoto": no publicado, inédito.
Primero se usó en francés como adjetivo antes de ser sustantivo.

"El destino de su carta"
Alfonso Ussía es el nieto de Pedro Muñoz Seca, el escritor español autor de obras tan populares como "La venganza de Don Mendo", y nos cuenta una divertida anécdota, relacionada con su popular abuelo.

ANEC CELPEMUSECA
Muñoz Seca recibió en cierta ocasión una carta remitida por el Ministro de Cultura español, en la que éste le decía:

"Estimado Sr. Muñoz Seca:
[...] Sin duda, usted es un escritor de gran popularidad, por lo que resulta especialmente lamentable que a menudo el lenguaje empleado en sus obras sea tan vulgar y malsonante [...]"

Al poco tiempo, el ministro recibió respuesta de Muñoz Seca:

"Estimado Sr. Ministro:
En este mismo instante, tengo su carta delante; en breves momentos la tendré detrás".
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"Cuestión de tiempo"
Cierto emperador chino deseaba tener a su cargo un médico mejor que el que le venía atendiendo hasta la fecha.

A tal efecto, ordenó que todos los médicos del imperio, bajo juramento, pusieran en sus ventanas tantas velas encendidas como pacientes se les habían muerto aquel año.

ANEC CELEMPERADCHINO
Tras recibir noticia del cumplimiento de la orden, el emperador aprovechó el desfile del día sagrado para acercarse al barrio de los médicos.

Pronto comprobó que miles de velas iluminaban las calles, y en muchas casas estas ardían no sólo en las ventanas, sino incluso en puertas y techos.

Al cabo, vio con alegría que en una casa modesta sólo cuatro velas adornaban una de las ventanas. Hizo salir al médico de la casa, y le habló así:

- Tú has ganado; serás mi médico de cabecera. Pareces ser un buen facultativo, pero dime: ¿cómo has conseguido perder tan pocos pacientes?

El honrado médico, volviéndose a inclinar, murmuró:

- Gran señor... yo empecé a ejercer la profesión esta mañana.
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"Mi árbol genealógico"
El padre del escritor Alejandro Dumas, autor de "Los tres mosqueteros", era mestizo, y con ocasión de una fiesta en uno de los salones literarios de París, a Dumas hijo le fue presentado un hombre tan escaso de entendederas como de educación.

ANEC CELALEJANDUMHIJ
Delante de los presentes, este hombre interrogó a Dumas:

- Tengo cierta curiosidad, señor Dumas... ¿es cierto que es usted cuarterón (hijo de español y mestiza, o española y mestizo)?

- ¡En efecto, lo soy!, contestó Dumas, quien nunca trató de ocultar sus orígenes.

- ¿Y su señor padre?

- Pues, era mulato, respondió el escritor, algo molesto por la impertinencia, pero también bastante divertido por la falta de tacto de su interlocutor.

- ¿Y su abuelo, señor Dumas?

- Era un negro. De eso no cabe la menor duda.

- ¡Ah...! Y, ¿podría saber qué era su bisabuelo?

- ¡Un mono, señor mío, un mono! Porque mi linaje comienza donde termina el de usted.
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"¿En su casa o en la mía?"
Además de ser un gran comediógrafo, temido crítico musical y cáustico escritor, George Bernard Shaw era también un hombre de bastante mal genio y respuestas vivas, a menudo incluso hirientes.

ANEC CELJEORGEBERNARDS
Aborrecía las reuniones sociales y pseudoliterarias a las que era constantemente invitado por las damas ociosas de Londres, e invariablemente las declinaba.

A pesar de los desplantes, muchas damas continuaban invitándole, atraídas por el prestigio de recibir en sus casas al famoso escritor.

Un día, mientras Shaw estaba terminando una nueva obra teatral (cosa que solía ponerle de peor humor aún), recibió una carta de manos del criado de una de estas damas.

Al abrir el sobre, Shaw pudo leer en el papel:

"Lady X (aquí el nombre de una importante señora) comunica al Sr. George Bernard Shaw que permanecerá en su residencia desde las 7 pm. en adelante".

Ni corto ni perezoso, el escritor dio vuelta al papel y garrapateó en el reverso una rápida respuesta, tras lo cual entregó la carta al criado y volvió a encerrarse en su habitación.

Cuando el criado entregó de vuelta el papel a la señora, ésta pudo leer en el reverso lo siguiente:

"George Bernard Shaw comunica a Lady X que hará exactamente lo mismo".
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"¡Dónde vas a comparar!"
¿Quién no ha oído hablar de Emilio Salgari, el escritor que creó personajes tan populares como "Sandokan"?
Con ésta y otras obras como "El corsario negro", "Los piratas de la Malasia" o "El león de Damasco", Salgari contribuyó a despertar en los lectores la imaginación y la curiosidad por parajes y culturas de todo el mundo.

Sus personajes son siempre ejemplos de valentía, fortaleza, justicia y honradez... quizá como compensación por la calidad literaria de sus obras, que en ocasiones decaía debido al apuro con que las escribía para mantenerse a salvo de la miseria.

Uno de sus admiradores, queriendo hacer al autor un elogio, le dijo mientras charlaba con él:

- ¡Señor Salgari, es usted el Julio Verne italiano!
A esto, Salgari respondió, sin ofenderse pero con convicción:

- ¡Oh, no, realmente no! Julio Verne ama a los ingenieros... yo a los héroes.
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"Tan generoso..."

Otra de Alejandro Dumas:
Se cuenta que Dumas era una persona muy generosa, hasta el punto de que su casa siempre estaba abierta a todo aquel que quisiera acercarse.

El almuerzo empezaba a las 11 de la mañana y acababa alrededor de las 4 de la tarde... y casi siempre era un almuerzo muy concurrido.

En cierta ocasión, uno de sus amigos le visitaba durante uno de estos almuerzos "masivos", y se le ocurrió pedirle a Dumas que le presentara a un caballero que estaba comiendo al lado.

Dumas se quedó mirando a dicho caballero, después miró a su amigo y le respondió:

- ¿Cómo voy a presentártelo, si no le conozco?
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"Pillado in fraganti"
Se cuenta que don Francisco de Quevedo, cierta noche, fue llamado desde lo alto de una ventana mientras caminaba por la calle, por una hermosa dama ocultamente acompañada de unos amigos bromistas.

Tan sugestiva se mostró la dama en su llamada, que Quevedo accedió a subirse a un cubo tirado por poleas, que los aparentes "criados" de la señora comenzaron a izar.

Mas al llegar a la mitad de ascenso, le dejaron colgado y empezaron a burlarse de él, y a animar a los atónitos transeúntes a hacer lo mismo.

El alboroto que se organizó acabó por llamar la atención de una ronda nocturna, que tras acercarse y dispersar a los alborotadores, levantó la vista a la fachada y, encarándose con el cubo y su desgraciado ocupante, llamó:

- ¿Quién vive? ¿Quién está ahí?
Y Quevedo, sin perder ni por un momento el sentido del humor, se identificó con fingida tristeza:

- Soy Quevedo, que ni sube, ni baja, ni está quedo.
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"¿Los argumentos más poderosos?"
El filósofo William Leibnitz acudía con frecuencia a la Universidad de Leyden, donde a menudo sostenía apasionados y polémicos debates con estudiantes y profesores, siempre en latín.

ANEC CELEIBNITZDurante algunas de sus últimas comparecencias, Leibnitz observó que un zapatero de su vecindario acudía regularmente a los claustros.

Finalmente, la curiosidad le pudo y un día se acercó a él, preguntándole si conocía el suficiente latín como para seguir el hilo de aquellas controversias culturales.

- ¡No!, contestó el hombre, de latín no sé nada, ni tengo intención de aprenderlo. Yo sólo vengo a ver cómo discuten ustedes.

- Pero, si no sabe latín, ¿cómo puede saber quién tiene razón en las discusiones?- preguntó el filósofo, cada vez más extrañado.

- ¡Oh, eso! Muy sencillo: cuando oigo que alguien grita mucho, sé con seguridad que no tiene razón.
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"Una misión de importancia"
En la corte francesa de Luis XIV, era conocido un tal Antoine de Maistre por sus desmedidas ambiciones y su oportunismo a la hora de aprovechar posibilidades de ascenso en el poder.

El monarca, harto de él, le hizo comparecer un día ante su presencia. Cuando llegó, le preguntó:

- Monsieur de Maistre, ¿domináis el castellano?
A esto, de Maistre respondió negativamente, y Luis XIV, componiendo un gesto de decepción, comentó casi como para sí mismo:

- ¡Qué lástima! Es una auténtica lástima...

Tras esto, le dio permiso para retirarse.

De Maistre así lo hizo, con los ojos chispeantes de codicia y cálculo, sospechando que el monarca había pensado en él para algún puesto de importancia, como el de embajador español (que en aquellos momentos estaba pendiente de reemplazo).

En las semanas siguientes, de Maistre hizo poco más que aplicarse intensivamente al estudio del idioma.
Cuando se sintió razonablemente fuerte en la nueva lengua, acudió con presteza a palacio y, una vez en presencia del rey, comentó con entusiasmo:

- ¡Majestad, ya domino el español!
A lo que Luis XIV, con idéntico entusiasmo, respondió:

ANEC CELQUIJOTE
- ¡Magnífico en verdad! ¡Ahora ya puedes leer "El Quijote"!
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"Caramba con el caballo..."
Henry Irving, el gran actor inglés (interpretó la primera versión de "Drácula", de Bram Stoker, en el teatro), desempeñó durante parte de su carrera el cargo de director del "Lyceum Theatre".

Para una de las obras que preparaba, se hizo necesario conseguir un caballo, e Irving empleó varios días buscando uno adecuado para sus propósitos.
Finalmente, le trajeron uno, y para asegurarse, el actor preguntó al dueño del animal.

- ¿Es manso este animal?

- Por supuesto, sumamente manso respondió el dueño, y muy adecuado. Hace poco, en el "Majestic Theatre", sirvió al actor Beebohm Tree, cuando este representaba la obra "Ricardo III".

ANEC CELRICARDOIII
En ese momento, el caballo aprovechó para dar un enorme bostezo.

Irving se lo quedó mirando con sorna, y comentó a su dueño:

- Sí, manso es. Pero... no me lo quedo.

¡Me parece que este caballo tiene demasiada tendencia a la crítica teatral!
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"Según a qué audiencia..."
Alrededor de 1920, Jacinto Benavente se encontraba a menudo asediado por damas que trataban de aceptara acudir a dar una conferencia en el Lyceo Club de Madrid.

ANEC CeLJABENAV
El comediógrafo se las veía y se las deseaba para escurrir el bulto con todo tipo de excusas, a cuál más ingeniosa; pero ninguna servía para que las damas se desalentaran.

En una ocasión de éstas, varias damas intentaban convencerle, y una de ellas llegó a decirle:

- Vamos, don Jacinto, ¡pero si usted no necesita prepararse nada especial para nosotras!

Usted llega, nos dice cualquier cosa, ¡y nosotras quedamos encantadas!

Benavente, abrumado, intentó excusarse, rebatiendo semejante sugerencia:

- ¡Pero señoras, yo no puedo ir allí a hablar a tontas y a locas!

Los amigos de Benavente tuvieron que explicarle más tarde porqué las mujeres, se marcharon tan indignadas...
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"Lección aprendida"
Muchos soberanos creían estar dotados para las artes -ya fuera música, pintura, poesía, etc.-, y en ocasiones se aprovechaban de su elevada posición para cosechar críticas favorables de sus artistas súbditos.

Tal fue el caso de Dionisio, tirano de Siracusa, impenitente creador de horribles poesías, para tortura del poeta de la corte, Filoxeno.

Se cuenta que hizo comparecer a éste a su presencia, y le entregó la última serie de poemas que había perpetrado, pidiéndole su opinión.

Filoxeno, con bastante más amor al arte que prudencia, respondió sin miramientos:

- Majestad, vuestros versos son nefastos
Dionisio, previsiblemente, se enfadó mucho, e hizo encerrar al poeta una semana en las caballerizas.

Al término de ese tiempo, le hizo llamar para entregarle una nueva serie de versos que había escrito, suponiendo que el encierro ablandaría cualquier futura crítica de Filoxeno.

Este se presentó ante el monarca, cogió los versos en silencio, empezó a leerlos, y en silencio también los devolvió sin acabar de leerlos, dio media vuelta y se dispuso a abandonar la sala.

- ¿A dónde vas?- preguntó Dionisio.

- A las caballerizas- respondió el poeta.
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"¡Adiós, Madrid, que te quedas sin gente!"
Esta frase se atribuye a un zapatero remendón, que abandonó Madrid debido a que su negocio allí no prosperó.

Retuvo la frase cierta popularidad, relacionándose con personas que alardeaban de importancia y se creían que su ausencia era masivamente lamentada.

Una frase similar se le escuchó a un portugués, bravucón y camorrista, que justo cuando regresaba en barco a su Lisboa natal, observó desde la cubierta un ligero terremoto en la costa.

Para diversión de todos los pasajeros, no se le ocurrió sino exclamar, a pleno pulmón y con los brazos abiertos:

- ¡No tiembles, tierra, que no te haré nada!
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"Cómo son los críticos"
José Elbo, un popular pintor de toreros y manolas que vivió desde 1804 hasta 1844, era un hombre que tenía particular manía a los críticos de arte, echando pestes de ellos con frecuencia.

Y estos, a su vez, le devolvían la cortesía a menudo.
Durante una de sus exposiciones, comentó a sus amigos que "son como las moscas: sólo se paran en la basura".

En otra, un amigo suyo que se había acercado a los críticos de Elbo para oírles hablar mal de su amigo, volvió con este y le dijo:

- José, no creerás cómo te están royendo los talones.
Pero Elbo, con una sonrisa, le contestó:

- Desde luego que lo creo, pero no te preocupes Es lo único que me pueden roer, porque es hasta donde me llegan.
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"¡Menos lobos!"
Ramón María del Valle Inclán perdió su brazo izquierdo a causa de un bastonazo que le aplicó el crítico Manuel Bueno en una, sin duda, demasiado acalorada discusión en el Café de la Montaña, en Madrid.

Al principio, del Valle no tuvo motivos sino para lamentar su invalidez; mas poco a poco se fue acostumbrando, e incluso llegó a estar peculiarmente orgulloso de ella.

Popular fue el momento en que, llevado de su fantasía (y, sin duda, algo de soberbia), acabó por establecer, con gesto ufano, un claro paralelismo entre su manquedad y la de Cervantes.

Pero pronto apagó su entusiasmo Jacinto Benavente, presente en la reunión, quien al escuchar el disparate de Inclán, respondió con malicia:

- ¡Vamos, Ramón, que lo tuyo no fue en Lepanto!
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"Seamos sinceros"
El gran Miguel Ángel estaba cierto día dando término a la escultura que un noble le encargó, mientras este permanecía pacientemente en silencio e inmóvil.

Hacia el final, Miguel Ángel se encontró con la típica duda de muchos escultores: encontrar un objeto que poner en manos del modelo y modelar de esta guisa la escultura.

Así se lo planteó al noble, preguntándole si le parecía bien que le trajeran un libro para que lo sostuviera.

Pero el noble, en un gesto de indudable sinceridad, respondió:

- No, un libro no; nadie se lo creería. No sé leer... de modo que mejor me traigan una espada.
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"Avergüéncese quien mal piensa"
Esta es la traducción, más o menos literal, que pronunció Eduardo III de Inglaterra durante un baile.
Sucedió que durante la gala, a la Condesa de Salisbury se le cayó una liga, y el monarca se agachó a recogerla.

ANEC CeLEDUARDOIII
Justo mientras la levantaba, varios cortesanos giraron la vista hacia él, y al ver la cómica escena -el monarca devolviendo la liga a la condesa, y esta completamente ruborizada-, les faltó tiempo para empezar a murmurar maliciosos comentarios y bromas.

Fue entonces cuando Eduardo III pronunció la frase del título, mas como viera que las murmuraciones no cesaban, resolvió defenderse en sentido opuesto, volvió a tomar la liga de manos de la atónita cortesana, y sin más miramientos se la ató a su propia pierna, pasando el resto de la velada con la liga de la cortesana colgando hasta el suelo.

Este cómico gesto, se cree, acabó por dar origen a la famosa y codiciada "Orden de la Jarretera", y a que su frase original, "Honni soit qui mal y pense" quedase como leyenda en el escudo nacional inglés.
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"No me extrañaría nada..."
Juan Emilio Arrieta, autor de varias zarzuelas que vivió entre 1823 y 1894, tenía un sentido del humor a prueba de casi cualquier circunstancia, incluida la cercanía de su propia muerte.

Y precisamente el día anterior a ésta, charlaba alegremente con varios de sus colegas desde el lecho.
Llegó otro de sus amigos en ese momento y, como dicta la cortesía, le preguntó cómo se encontraba.

A lo que Arrieta, divertido, contestó:

- Pues bastante mal, amigo mío. Tan mal me encuentro, que si al amanecer me comunican que he fallecido, no me extrañaría lo más mínimo.
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"Sin falta"
Andrés Bello (1781-1865) fue, entre otras cosas, jurisconsulto, académico, rector universitario, filólogo, gramático y poeta.

Sin duda, un hombre de gran cultura y especial predilección por la excelencia en el idioma; por eso, recibía con especial tristeza las cartas que un amigo suyo le escribía con regularidad, pues estas se hallaban plagadas de escandalosos errores gramaticales y ortográficos.

Un día, recibió la visita de este amigo en su casa, quien acudió, entre otras cosas, a explicarle ciertos motivos por los que no pudo mantener con él correspondencia durante más de un mes.

Al concluir la visita, el amigo de Bello se despidió y volvió a excusarse con pesar por la interrupción de su correspondencia habitual, diciéndole:

- Esta semana le escribiré sin falta-.

A esto respondió rápidamente Bello, conmovido:

- ¡Oh, no se tome esa molestia! Escríbame como siempre.
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"Cada uno con su tema"
El novelista español Pío Baroja se encontraba cierto día desayunando en un café de Madrid, sentado junto a un hombre que leía determinada página del periódico con gran atención.

Finalmente, el desconocido cerró el periódico y, con gran satisfacción, comentó:

- Da gusto ver publicado en los periódicos lo que uno escribe, ¿verdad?

- ¡Ciertamente! ¿Han publicado un artículo suyo?- preguntó Baroja.

- ¡No!, es un anuncio que ofrece en venta media tonelada de castañas.

Fuentes:
http://kossler.tripod.com
http://www.memo.com.co
http://etimologias.dechile.net
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"La ira es un signo, y uno al que vale la pena prestar atención".
-Harriet G. Lerner-

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