Cuando cerramos los ojos y los apretamos, se ven luces, ¿por qué será?

¿Por qué será que cuando hace frio tiritamos?

¿Por qué el cielo es azul?


Cuando cerramos los ojos y los apretamos, se ven luces, ¿por qué será?

A grandes rasgos, los humanos vemos una imagen porque la luz estimula los fotorreceptores de la retina y transforman esa estímulo en impulsos eléctricos que viajan hasta el cerebro a través de los nervios. Una vez allí el cerebro interpreta las señales como una escena.

Cuando cerramos los ojos y apretamos con fuerza los párpados vemos puntos de luz, colores y destellos. Sucede porque "el aumento de la presión en el globo ocular, activa mecánicamente la retina y genera actividad eléctrica sin sentido", explica a Xurxo Mariño, neuro-fisiólogo del departamento de Medicina de la Universidad de A Coruña.


Coincide con él Juan José García Meilán, del Instituto de Neurociencias de Castilla y León: "Los foto-receptores se activan también por la presión y vemos esos destellos de luz. Por eso, cuando nos dan un puñetazo en el ojo se dice que vemos las estrellas".

Se llaman fosfenos y no son malos para la vista. "Cerrar los ojos con fuerza un momento no es malo, pero ejercer presión sobre el globo ocular durante largo tiempo sí lo es", comenta Mariño.

También los vemos sin apretar los ojos.
También vemos 'estrellitas' cuando permanecemos con los ojos cerrados sin apretar los párpados. Existen algunas hipótesis sobre su origen.
Según explica con sencillez Mariño, cuando tenemos los ojos cerrados el sistema de visión permanece más o menos activo, excepto los foto-receptores de la retina. De esta forma, las neuronas que están en la corteza cerebral encargadas de formar imágenes siguen trabajando y por eso vemos los pequeños fogonazos.

"Esas estrellitas son el equivalente de los pitidos que tenemos a veces en los oídos, y del picor que aparece en cualquier momento en cualquier parte del cuerpo, por ejemplo", apunta el experto.

¿Por qué será que cuando hace frio tiritamos?

Nuestro cuerpo debe 'luchar' contra el frío exterior y mantenerse a una temperatura estable para funcionar correctamente. La temperatura ideal de los órganos internos es de 37 grados centígrados.
Si el interior de nuestro cuerpo alcanza los 32 grados sufrimos amnesia. A los 27 grados perdemos el conocimiento. A los 21 nos morimos. Para conseguir mantener la temperatura óptima, invertimos el 75% de la energía que generamos.
Cuando hace mucho frío nuestro cuerpo necesita todo el calor que genera y debe minimizar las pérdidas. Para ello, limita el calor a la zona interna del cuerpo vaso constriñendo. O sea, cerrando un poco los vasos sanguíneos de las extremidades. Así, la sangre no pierde calor al pasar por zonas muy cercanas a la superficie. Por eso, nuestras manos y pies se ponen tan fríos cuando hace frío. Y por eso lo primero que se congela en una situación de frío extremo son las extremidades.

Si a pesar de ello, el frío se 'cuela' hasta el interior de nuestro cuerpo y la temperatura disminuye un grado o dos, echamos mano de los métodos de emergencia: los temblores. Son movimientos rápidos de los músculos que generan calor. El castañeteo de los dientes es lo mismo, son temblores localizados en los músculos de la cabeza.

¿Por qué el cielo es azul?

El color del cielo se debe a tres factores: a la composición de la luz, a la atmósfera y a nuestra fisiología-
La teoría del color desarrollada por Newton explica que la luz blanca está formada por la suma de todos los colores. Cuando vemos un objeto de un color es porque refleja cierta longitud de onda y absorbe el resto, o lo que es lo mismo, refleja ese color mientas absorbe los demás.

En un extremo del espectro visible se encuentra el rojo, cuya longitud de onda es más larga y, por ello, su frecuencia más baja y en el otro extremo visible s encuentra el violeta, cuya longitud de onda es la más corta y por tanto su frecuencia la más alta.
La luz del sol tiene que atravesar la atmósfera para llegar a nosotros, y aunque el aire puro es incoloro, pues todas las longitudes de onda lo atraviesan, las minúsculas partículas de polvo y de agua en suspensión, más pequeñas que las longitudes de ondas de la luz visible, no tienen tamaño suficiente para repeler la onda y solamente la desvían ligeramente de su camino original. Es lo que se conoce como dispersión.

Ocurre que las longitudes de onda del extremo azul del espectro, al ser más cortas, son dispersadas en mayor medida que las del resto de colores, lo que confiere objetivamente un color azul-violeta a nuestro cielo.
Pero resulta que nuestros ojos captan el color a su manera, o mejor dicho, nuestro cerebro interpreta la frecuencia de las ondas según la información recibida a través de los ojos y de su particular fisiología.
Nuestros ojos poseen unos conos sensibles a tres colores: rojo, verde y azul. El resto de colores excita varios tipos de conos a la vez, o lo que es lo mismo, podemos obtener el resto de los colores a partir de la combinación de esos tres. Y como nuestra vista es más sensible al color azul que al violeta, es éste el color que observamos al contemplar el cielo.

Fuente: www.rtve.es

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