Enigmas que desafían la historia, la arqueología y el tiempo.

*Los esqueletos de Guadalupe.

Estos esqueletos son restos humanos encontrados en una isla de las Antillas, pero con la peculiaridad de que fueron hallados en un estrato con una datación geológica de al menos 28 millones de años, es decir, de la época del Mioceno, mucho antes de que los seres humanos modernos aparecieran en la isla. Para muchos investigadores la datación no es correcta, pero el debate sigue abierto.

 

Una de las muestras extraídas de las costas de Guadalupe, cerca de la aldea de Moule, fue una losa de piedra de unas dos toneladas de peso, que fue enviada al Museo Británico en 1812, donde fue expuesta al público, pero con la llegada de la teoría de Darwin, la losa quedó relegada al sótano. Una de las cosas a favor es que estos restos han sido estudiados de forma científica y pueden seguir observándose hoy en el Museo Británico. El problema es que estos esqueletos no encajan con la teoría de la evolución, pues es imposible encontrar seres humanos modernos hace 28 millones de años. Sólo el estudio geológico o arqueológico podrá demostrar si realmente el estrato donde se encontraron los esqueletos pudiera no ser del Mioceno, cosa que no se ha logrado hasta ahora.

 

*La pila de Bagdad.

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En 1936, durante unas excavaciones en una colina de Kujut Rabua, una aldea al sureste de Bagdad (Iraq), los trabajadores del Departamento Estatal Iraquí del Ferrocarril descubrieron una vieja tumba cubierta con una losa de piedra. Durante dos meses, el Departamento Iraquí de Antigüedades extrajo de allí un total de 613 abalorios, figurillas de arcilla, ladrillos cincelados y otras piezas. Fueron fechados en el período de los partos (casi quinientos años entre 248 a. C. y 226 d. C.). También hallaron unos recipientes muy singulares de arcilla, con forma de jarrón y de color amarillo claro. En su interior había un cilindro de cobre, fijado con asfalto a la embocadura del cuello. Dentro del cilindro había una vara de hierro.

El recipiente medía 13 cm de alto por 4 cm de diámetro, mientras que el cilindro de cobre medía 9 cm de alto por 2,6 cm de diámetro. La vara de hierro sobresalía un centímetro y daba la impresión de haber estado revestida de una fina capa de plomo.

 

*Nanotecnología en los Urales.

 

Entre los años 1991 y 1993, mientras se hacían prospecciones para la búsqueda de oro, en un área al este de los Urales junto a los ríos Narada, Kozhim y Balbanyu, fueron apareciendo uno tras otro pequeños objetos de escasos centímetros (0,003 milímetros los más pequeños), en unos estratos geológicos situados entre los tres y doce metros de profundidad, lo que permitió una datación posterior, en función del nivel en el que fueron encontrados, que oscilaba entre los 20.000 y los 318.000 años.

El análisis efectuado sobre estos objetos por la Academia de Ciencias de Rusia en Syktyvka, capital de la antigua República Soviética de Komí, determinó que la composición de estos objetos era variada. En los objetos más grandes predominaba la presencia de cobre, mientras que en los pequeños se encontró la presencia de tungsteno y molibdeno. El tungsteno tiene un alto peso atómico, al igual que el molibdeno, con un punto de fusión de 3410 grados centígrados para el primero y de 2650 para el segundo.

 

Sorprende enormemente que el tamaño milimétrico de muchos de estos objetos exija una tecnología muy desarrollada para su fabricación, que incluso hoy en día está en pleno proceso de desarrollo de lo que se ha dado en llamar “nanomáquinas”, pequeños robots destinados a actuar allá donde la mano del hombre es inoperante, como sería el caso de la microcirugía a nivel cerebral o arriesgadas operaciones dentro de los vasos sanguíneos que no son posibles de efectuar con las actuales técnicas quirúrgicas.

 

*El stegosaurio de Angkor.

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En el complejo arqueológico de Angkor Wat (capital templo), próximo a la ciudad de Siem Riep, se puede observar sobre uno de los muros la figura labrada de un animal, familiarmente conocida por los aficionados a los dinosaurios, el Stegosaurio. El conjunto de construcciones se inició a principios del siglo XII y no fue hasta bien entrado el siglo XVI cuando Angkor Wat comenzó a caer en el más completo de los olvidos. No se entiende cómo los antiguos pobladores de Angkor plasmaron la imagen de un animal extinguido hace millones de años que solo la ciencia del siglo XX ha logrado recuperar.

 

Los magníficos templos de la selva de Camboya fueron construidos por la civilización Khmer, siglos VIII al XIV de nuestra era. Uno de los más grandes constructores de este imperio fue Jayavarman VII, coronado rey supremo en 1181. Muchas de sus construcciones fueron redescubiertas siglos después y rehabilitadas; otras, en cambio, como en el caso del templo de Ta Prohm, uno de los más pintorescos, se dejó intacto. En una de las esquinas, a la entrada del templo, hay una columna cubierta con círculos decorativos, en los que se puede apreciar la forma del Stegosaurio. Cientos de círculos de piedra decorativa rodean el complejo con animales conocidos, como monos, venados, búfalos de agua, loros. Lo extraño de todo esto es que los talladores de estos relieves del siglo X reprodujeron Stegosaurios extintos hace más de 65 millones de años con la misma precisión que los monos, búfalos, ciervos y otras especies presentes en la época.

 

*Las huellas fósiles de Meister.

William J. Meister estaba de expedición en Antelope Spring en 1968, un sitio ubicado a casi setenta kilómetros de Delta, en el Estado de Utah, Estados Unidos de Norteamérica. Lo acompañaban su esposa y dos hijas. Ya habían encontrado varios fósiles pequeños cuando Meister golpeó con su martillo de geólogo una losa de unos cinco centímetros de espesor, partiéndola de plano en dos, como se abre un libro. Allí estaba la huella. Como suele suceder en todo fósil que ha quedado atrapado en un sedimento, ambos lados del bloque muestran la marca de una sandalia, una en positivo y la otra en negativo, del tamaño normal de un pie humano. Esta pisada es muy particular, porque ha aplastado bajo su suela ni más ni menos que trilobites.

 

El 4 de julio la muestra es enviada al Dr. Clarence Coombs, de la Universidad de Columbia, y al geólogo Maurice Carlisle, de la Universidad de Colorado. Carlisle se trasladó al lugar del descubrimiento y excavó en la zona, y llegó a la conclusión de que la zona de la extracción era adecuada a la muestra, y que, desconcertantemente, se establecía esa capa en el periodo Cámbrico, entre 550 y 590 millones de años.

 

Meister dio a conocer el extraño descubrimiento y todos coincidieron en que no podía ser, que era imposible; algunos dijeron que la huella era un ejemplo claro de extraña erosión, y otros, que era un simple y claro fraude. Continúa sin explicación.

 

*La copa de hierro de Wilburton.

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Esta pieza perfecta de metal fue descubierta en 1912 en una mina de Wilburton, Oklahoma, por Frank J. Kennard, dentro de un bloque de carbón. En una declaración jurada de Kennard el 27 de noviembre de 1948, el trabajador de la Benton Co declaró al respecto: “Mientras estaba trabajando en la planta eléctrica municipal Thomas, Oklahoma, en 1912, salió a la luz un trozo muy grande y furo de carbón que costaba fragmentarse. Al partir el trozo de carbón con mi martillo, de su interior cayó una especie de taza de metal, dejando un molde perfecto en el carbón que lo albergaba”. Jim Stull, empleado de la empresa, estaba presente y corroboró el descubrimiento y la declaración de Kennard. El trozo de carbón provenía de las minas de Wilburton en Oklahoma, las cuales se sabe que tienen una antigüedad estimada de 300 millones de años.

 

Fuente: http://listas.20minutos.es

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