El 2 de julio se cumple la efemérides del aniversario de la muerte de Leonor o Elionor Manuel de Villena, que pasó a la historia como Sor Isabel de Villena; protagonista del Siglo de Oro valenciano. En su obra cumbre “Vida de Jesuc

también hace una gran defensa de las mujeres frente a la misoginia de “El Espejo”, de Jaume Roig, autor al que conoció. La imagen de la portada corresponde a su obra 'Speculum Animae'. Edición facsímil del manuscrito Esp. 544, catalogado como anónimo valenciano, del siglo XV en la Bibliothèque Nationale de París. Libro de meditación cristiana directamente relacionado con el 'Camino de la Salvación Humana' ('Speculum Humanae Salvationis'), que escribió y, probablemente, también ilustró -profusamente- Sor Isabel de Villena, abadesa mitrada del convento de la Trinidad de Valencia; el manuscrito desapareció en el siglo XVIII)".

ISABEL DE VILLENA: Sor Isabel de Villena, célebre escritora ascética y Abadesa del Monasterio de la Trinidad en Valencia.

-Su Vida y Orígenes: Nació en la ciudad de Valencia en 1430. Fue hija natural del famoso Marqués de Villena, D. Enrique de Villena y Vega, -nieto del rey Enrique II de Castilla, escritor y descendiente de Jaume II, y nieto del primer Duque real de Gandia, D. Alonso de Aragón-, y nieta de Juana, hija natural de Enrique II de Castilla. Emparentada con la casa de Cardona, con los duques de Medinaceli y Segorbe y el marqués de Guadalete.

La nobleza de la sangre le venía a Leonor-Manuel de Villena, por dos ramas, tanto por la de Castilla como por la de Aragón. Sor Isabel aparece como prima de María de Castilla así como de su marido Alfonso V. No se sabe nada sobre la madre de Sor Isabel, aunque la mayoría de autores dice que fue valenciana. Lo cierto es que Leonor Manuel, nacida en 1.430, huérfana, aparece a los cuatro añitos de edad en el palacio real de Valencia junto a su prima la reina Dª. María de Castilla, hija del rey Enrique III y de Catalina de Lancaster, hermana del rey Juan II y tía carnal de Isabel la Católica, donde fue educada como una princesa. María contrajo matrimonio en Valencia, el año 1.415, con su primo Alfonso, llamado ‘El Magnánimo’, hijo de Fernando de Antequera.

Fue una gran reina, muy querida por los valencianos tanto por sus virtudes, como por su manera de gobernar en los repetidos y prolongados períodos en que su esposo andaba por tierras de Italia. La vida ejemplar de Dña. María, y sin duda, sus consejos fueron dibujando en el alma de aquella privilegiada criatura la vocación religiosa. Apenas fundado el Real Monasterio de la Trinidad, contando con quince años de edad, fue Leonor la primera que entró en el mismo como novicia; vistió el hábito de Santa Clara el 28 de febrero de 1.446, tomando entonces el nombre de Sor Isabel de Villena.

SOR ISABEL, ABADESA: La primera comunidad la formaron diecisiete monjas clarisas, incluida la abadesa, procedentes del monasterio de Gandía, a las que pronto se unieron nuevas vocaciones de jóvenes valencianas, siendo la primera Sor Isabel de Villena. La primera abadesa del monasterio de la Trinidad, nombrada por la reina, fue Sor Violante del Poyo, que ya lo era en el convento de Gandía, y que murió en 1.461; le sucedió Sor Isabel de Solsona, profesa en Gandía y vicaria en Valencia, que duró poco en el cargo porque falleció el 25 de marzo de 1.462.

A esta la sustituyó nuestra Sor Isabel, como abadesa perpetua, que gobernó el monasterio hasta su muerte. Durante todo el tiempo que ejerció como abadesa, se dedicó a la oración, a la enseñanza, al misticismo, a las letras y a los buenos consejos. Su elección para este cargo nos ha llegado envuelto en leyendas y fenómenos milagrosos que indicaban que ‘era voluntad de Dios que fuera elegida abadesa Sor Isabel’. La verdad es que sus monjas la tuvieron por virtuosísima, pues a todas excedía en virtudes y perfección.

En el claustro pasó sus mejores horas junto a la reina, cuando esta se retiraba allí para vivir como una simple religiosa; aún ahora enseñan las monjas a los visitantes lo que ellas llaman el Tocador de la reina, que es el espacio que esta preparó para sí misma al construir el monasterio, en lugar apartado pero dentro de la clausura. La reina Dña. María murió el 30 de agosto de 1.458, y Sor Isabel completaría en el mismo con su gusto exquisito las obras que había comenzado su prima la reina. El paso de Sor Isabel por el monasterio de la Trinidad fue como una estela de luz, que aún hoy sigue iluminando a las religiosas del monasterio.

Consciente de su responsabilidad de abadesa, se propuso con mucha seriedad no sólo la culminación de las obras materiales que había comenzado su prima, la reina María, sino sobre todo, la reforma moral y espiritual de las monjas en el siglo XV valenciano, próspera en demografía, industria, comercio, agricultura, artes, letras y ciencias, pero no tan loable en cuanto a espiritualidad y buenas costumbres. Sor Isabel echó mano de sus cualidades innatas, su gran inteligencia, la exquisita educación recibida en la corte real, su tacto delicado y el respeto debido a los demás, para ir modelando las almas de aquellas jóvenes valencianas que llamaban a la puerta del convento: eran numerosas y abundaban las de alta categoría social.

La santidad y la fiel observancia de la Regla de estas religiosas, saltaron los muros de su convento y contribuyeron eficazmente a la reforma de otros como los de Barcelona, Mallorca, Xàtiva, Teruel, y los valencianos de Santa Clara y de Jerusalén. Los hombres cultos de aquel tiempo admiraban y reverenciaban a la abadesa Villena, pero sobre todo hay que destacar la gran confianza y admiración de todo el pueblo valenciano a estas monjas, a las que acudía en los momentos difíciles apelando a su poder de intercesión. Atención particular merecen las relaciones de la abadesa con el rey Fernando el Católico.

Fueron muy cordiales, como lo testifican, por ejemplo, los siguientes hechos. Don Fernando manifestó su gran confianza en la abadesa Sor Isabel, su pariente, al entregarle a su hija natural, María de Aragón, para que la cuidara y educara dentro de la clausura del monasterio. Sor Isabel hace constar que Dª. María de Aragón, hija de D. Fernando, fue llevada al monasterio, por mandato de su padre, el 13 de febrero de 1.484, cuando tenía cinco años y cerca de dos meses, pues nació el día de la Esperanza, que es el 18 de diciembre. Por otra parte, el rey D. Fernando donó en 1.487 al monasterio de la Trinidad, como ampliación del mismo, el convento franciscano de Santo Espíritu del Monte (Gilet), con todos sus derechos y dominios.

Este convento había sido fundado en 1.404 por la reina Dª. María de Luna, esposa de Martín el Humano, cuando tenía ella de consejero espiritual al franciscano Francisco Eximenis. D. Fernando entrega el convento a las clarisas para que lo habiten, dependiendo y en estrecha comunión, con el monasterio de la Trinidad. Al parecer, las monjas no llegaron a establecerse en Santo Espíritu, donde siguen hasta hoy los franciscanos. Además, Fernando el Católico hizo importantes concesiones de carácter económico a Sor Isabel y su monasterio, que facilitaron a la abadesa la continuación de las obras emprendidas por Dª. María de Castilla.

Pero las obras materiales, con ser muchas e importantes, no pueden compararse con el ejemplo y la dedicación con que Sor Isabel se entregó a la formación espiritual de aquellas religiosas que habían abrazado la Regla franciscana, iluminada por una fuerte espiritualidad en el marco de una vida en pobreza y austeridad. No nos es fácil descubrir en qué escuela adquirió Sor Isabel su formación teológica, ni quiénes fueron sus maestros y los libros que utilizó. En la corte de la reina Dª. María, aparecen los nombres de sacerdotes seculares, confesores y consejeros de la reina. No es de extrañar que la reina, tan interesada en los temas religiosos, destinara a alguno de estos grandes maestros a la educación y formación de su prima, a la que consideraba como hija suya, y a la que hizo tratar en palacio como princesa.

En la corte real aparecen maestros muy significados, como el dominico Pedro Queralt, predicador en las exequias de Dña. María, que la había fascinado con su brillante oratoria en las cortes de Villafranca. Sor Isabel de Villena se nos presenta en su “Vita Christi” como una mujer que sabía -cosa rara en su época- mucha teología, y que tuvo el don de revestir con el ropaje de las figuras literarias y de una depurada expresión valenciana la mejor “Vita Christi” de su tiempo. A este respecto escribía Jaime Barrera, que Sor Isabel de Villena iguala en riqueza teológica y en erudición a todos los autores de las Vita Christi, aunque se llamen Ludolfo de Sajonia, e incluso los supera en riqueza literaria, en gracia discretamente retórica y en fantasía.

En la misma línea, D. Ramón Arnau, escribe: “El lector de la ‘Vita Christi’ de Sor Isabel de Villena, a poco avezado que esté en el manejo de los libros homónimos aparecidos entre los siglos XIV y XV, halla en el de la Abadesa de la Trinidad, un algo de peculiar que lo distingue de los restantes. Varias son las notas desde las que pueden establecerse las diferencias entre ellas, aunque en verdad lo que identifica la “Vita Christi” de Sor Isabel no es esta o aquella singularidad, sino la original contextura teológica que la armoniza. La clarisa Sor Isabel era una franciscana de hábito y de corazón, así como de estudio y de formación. Durante su permanencia en el palacio real, la mayor parte de los religiosos que aparecen por allí son franciscanos.

Es cierto que estuvo en contacto con los frailes del Real Convento de San Francisco de Valencia, los cuales sobresalían por su fama de santos y de sabios. Los autores franciscanos, desde el Doctor seráfico San Buenaventura, hasta el Doctor sutil, el Beato Juan Duns Escoto y sus más destacados discípulos, eran leídos y estudiados en Valencia en tiempos de Sor Isabel. La famosa abadesa no se quedaba atrás, dedicando muchas horas de su vida al estudio. Su gran ingenio y su envidiable capacidad de síntesis la hicieron capaz de regalarnos ese cúmulo de citas bíblicas y patrísticas en su obra.

Lo hace notar Jaime Barrera: “Hay que remarcar que Sor Isabel nunca cita el nombre de ninguno de los autores que centenares de veces pone a contribución de su narración, …y así evita el tono doctoral … y el libro de la monja, desovilla con más naturalidad y menos énfasis, el hilo de oro de su prosa mística”. Dice Alberto G. Hauf i Valls en su estudio sobre la “Vita Christi” de Sor Isabel de Villena: “Sor Isabel estaba, al parecer, muy bien relacionada con la flor y nata de la intelligensia valenciana del momento. Y consta que había rogado al obispo Jaume Péreç que preparara para ella comentarios de los salmos, de los himnos feriales y de textos de S. Ambrosio y de S. Agustín, así como una exposición del “Magníficat”, cuyo prólogo, escrito como el resto del libro, en un latín nada despreciable, dice muchísimo de la curiosidad intelectual y de la formación teológica de la monja”.

Alguien ha querido comparar a Sor Isabel de Villena y a Sor María Jesús de Ágreda. La verdad es que son dos mujeres, dos monjas, dos abadesas, dos formas muy diferentes de concebir esa vida y su expresión literaria. No cabe duda de que Sor Isabel fue en su tiempo, un verdadero ejemplo entre las mujeres de la corte y del claustro. Bien se puede afirmar que fue como un símbolo de la mujer intelectual que se eleva, ayer y hoy, como modelo para todas las mujeres, contando con buenos maestros para cultivar su inteligencia privilegiada. Famosa por su vida espiritual, no lo fue menos por su amor a las letras. Debió de reunir en su convento una buena biblioteca.

Sin duda por esto, micer Jaime Exarch, canónigo, pavorde, y vicario general del cardenal Rodrigo de Borja en Valencia, legó su librería a la madre Villena. Bernat Fenollar y Pere Martines le dedicaron “Lo Passi en cobles” (1.493), y Miguel Pérez, la traducción valenciana del “Kempis, Menyspreu del mon” (1.491). El panorama cultural de Valencia en aquellos tiempos aparece particularmente animado y complejo. La introducción de la imprenta (1.473) y las relaciones con Italia, entre otras causas, determinaron el surgimiento del Renacimiento local, que incluye paradigmáticamente las corrientes ideológicas y científicas más representativas de la época.

La abadesa del Monasterio de la Santísima Trinidad, desde su clausura, no estuvo ausente del movimiento literario que hubo en su tiempo. El simple estudio de la “Vita Christi”, aun limitándose a su estructura formal, nos revela un ser superdotado, con un bagaje de conocimientos y una facilidad de pluma nada comunes. Conocedora de nuestra literatura valenciana y de sus hombres más importantes, su dominio del lenguaje queda patente a través de su obra. Es admirable la facilidad que muestra Sor Isabel para traducir y glosar o comentar los textos latinos. Hace una verdadera exégesis o comentario, tal como hacían los Santos Padres y los mejores teólogos. Para entender esto, hay que tener presente que en la Valencia del siglo XIV, según fray Francisco Eximenis, había buenos maestros para enseñar las principales lenguas, entre ellas el latín. Y no cabe duda que Isabel dominaba perfectamente la lengua latina.

En tiempo de Sor Isabel, el convento de la Trinidad debía ser un cenáculo literario al que acudían los grandes poetas y escritores valencianos. La alta consideración en que aquellos hombres importantes tenían a la abadesa se hace patente en la cantidad de escritos y obras que le dedicaron. Mujer culta, estuvo relacionada con escritores de la época, entre ellos Jaume Roig, y le fueron dedicadas obras de poetas contemporáneos, tales como Miquel Peres, Jaume Peres, Bernat Fenollar y Pere Martines. Sor Isabel, a su vez, es heredera de un lenguaje ya perfectamente estructurado, hablado en la ciudad y en los pueblos del Reino de Valencia, y escrito por sus hombres de letras. El estilo de Sor Isabel es sencillo y elegante, realista en las descripciones históricas, lleno de emoción y ternura al tratar las escenas de la infancia y de la muerte de Jesús, lírico en lo que se refiere a la mística, y popular en su conjunto, pero teniendo en cuenta lo que diría más tarde fray Luis de León: “Que el bien hablar no es común, sino negocio de particular juicio, así en lo que se dice como en la manera como se dice. Y negocio que de las palabras que todos hablan elige las que convienen, y mira el sonido de ellas, y aun cuenta a veces las letras, y las pesa, y las mide, y las compone, para que no solamente digan con claridad lo que se pretende decir, sino también con armonía y dulzura”.

Digamos por último que las ediciones de la “Vita Christi” de Sor Isabel de Villena, fueron tres: la primera se imprimió en Valencia en 1.497 y es considerada como la edición príncipe; la segunda se imprimió el año 1.513 también en Valencia; la tercera, fue impresa en el año 1.527. Y ya no se volvió a imprimir hasta el siglo XX. Habiendo cumplido los sesenta años, un viernes 2 de julio de 1.490 víctima de la peste dejaba de existir entre los vivos según certificó el médico de las Trinitarias, el maestro Jaume Roig. Pero su obra el “Vita Christi” la hizo inmortal en los anales de la historia de nuestro pueblo; en los anales de las “letras españolas”.

-Obras:

Escribió “Vita Christi” de la Abadessa de la Trinitat (Valencia, Lope de la Roca, 1.497), tal y como constaba al ser publicado en Valencia. Obra escrita en “Lengua vernácula valenciana”, considerada como clásica dentro de su género. Se trata de un relato de la vida de Jesucristo en romance, que tiene la peculiaridad de tratar muchos temas, episodios y hechos no contenidos en los evangelios canónicos. Siguiendo el texto de los Evangelios, amplía ciertos episodios e intercala escenas alegóricas, citas clásicas y patrísticas, y comentarios piadosos.

Se halla lleno de vivas descripciones realistas, dando una visión elegante y fresca de las costumbres de la aristocracia contemporánea. Junto a los personajes evangélicos, sobre todo la Virgen María, a la que dedica una atención especial, Isabel crea una serie de personificaciones femeninas de la Pureza, la Humildad y la Contemplación, que aumentan el carácter humanista del relato. Su prosa es natural y espontánea, trasmitiendo emoción con gran suntuosidad y erudición, demostrando una vasta cultura religiosa, humanística y de la vida, tan humilde como palatina. Escrita en valenciano, con estilo elegante, con cláusulas doctas y con gran expresividad de lenguaje.

Destaca la simpatía con que trata a las mujeres del Evangelio, sobre todo a María Magdalena, y el protagonismo que les concede. Dedicó la obra a la reina Isabel la Católica, que deseaba con interés leerla. Editada por su sucesora Aldonça de Montsoriu, quien la dedicó a Isabel la Católica con estas frases: “Sor Isabel de Villena lo ha hecho, sor Isabel de Villena lo ha compuesto, sor Isabel de Villena con estilo elegante y dulce lo ha ordenado, no solamente para sus devotas hermanas e hijas de obediencia que en la encerrada casa de este monasterio habitan, sino también para todos los que en esta breve, enojosa y transitoria vida viven”.

Otra obra de Sor Isabel de Villena es el “Libro de Exhortaciones”. Se le atribuyen varios tratados y también unos sermones y la obra mística “Speculum animae”, que no han llegado a la actualidad. Agustín Sales todavía vio el “Speculum” en 1.761 en el mismo monasterio. (Bibliografía: A. Sales, “Historia del Real Monasterio de la Stma. Trinidad”, religiosas de Santa Clara, de la Regular Observancia, fuera los muros de Valencia, sacada de los originales de su archivo..., Valencia 1.761).

Fuentes: http://www.llenguavalencianasi.com http://www.franciscanos.org

http://www.gav-valencianistes.com A. Llin, “Modelos de vida cristiana”. Valencia, Edicep, 1.999. “Diccionario de Mujeres Célebres”, Madrid, Ed. Espasa Calpe, 1.998. “Diccionario de Historia Eclesiástica de España”, IV, Madrid 1.975.

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