Proclama: el Día Mundial de la Filosofía se celebrará cada tercer jueves del mes de noviembre de cada año. Esto se celebra en la UNESCO, todos los años desde 2.002. La conclusión es que la...
celebración de un Día Mundial de la Filosofía merece un gran apoyo, especialmente en el marco de “la promoción de la investigación y el pensamiento filosóficos”. El Día Mundial de la Filosofía podría contribuir a que paulatinamente esta disciplina se introdujera en los planes de estudio, para alentar un ejercicio reflexivo y crítico del pensamiento y la razón. Alentar el análisis, la investigación y los estudios filosóficos sobre los grandes problemas contemporáneos para responder mejor a los desafíos con que se enfrenta hoy en día la humanidad.
Recordando la función esencial de la filosofía para promover la tolerancia y la paz. Subrayando que la ambición de la UNESCO es difundir en la opinión pública nociones morales y filosóficas, que sirvan para fortalecer el respeto por el ser humano, el amor a la paz, la solidaridad y el apego a un ideal de cultura. Recordando que uno de los objetivos de la UNESCO es, en particular, favorecer el progreso de los estudios filosóficos, apoyar las actividades de las asociaciones, universidades y cualquier otra institución con fines similares... es por todo ello que se ha proclamado el Día Mundial de la Filosofía.
MONOGRÁFICO: - ¿Qué es Filosofía? - Principales corrientes filosóficas Sócrates 469-399 a. de C.
1) ¿En qué consiste la filosofía? Cuando tratamos de hallar la característica distintiva de las cuestiones filosóficas nos topamos con el hecho de que la filosofía no tiene un objeto o tema específico en el sentido en que lo tienen, por ejemplo, la astronomía o la botánica. Esto se hace patente tanto en el carácter omnívoro de la filosofía, en el hecho de que cualquier materia lo bastante general tiene una rama de la filosofía que la examina, como en el hecho de que a partir de cualquier cuestión, si la retrotraemos hasta un cierto punto, podemos alcanzar un problema filosófico. A primera vista puede parecer que la transición a las cuestiones filosóficas siempre sigue la dirección de la mayor generalidad, que las cuestiones filosóficas son aquellas que son las más amplias.
Así podría pensarse que el objeto formal de la filosofía estaría constituido por los objetos materiales de las ciencias y de las prácticas humanas cuando los contempla en un contexto más amplio, en una symplokhé de las ideas (La palabra griega Symploké, traducible como "entretejimiento" es utilizada por Platón para especificar los límites del conocimiento en el diálogo El Sofista). Pero hemos de tener en cuenta que hay cuestiones filosóficas sumamente concretas y hay cuestiones de naturaleza máximamente general en la física y en matemáticas. Tampoco resulta distintiva de lo filosófico la generalidad entendida como globalidad. Cierto es que el filósofo propende a una visión sinóptica y totalizadora, pero la filosofía no puede ser una especie de Enciclopedia de las Ciencias y Todo lo Demás.
Parece que, si lo distintivo de los problemas filosóficos no radica ni en su tema ni en su generalidad, debemos buscarlo en el modo en que esos problemas son abordados, en la forma en que los filósofos enfocan sus cuestiones, en el tipo de procedimientos que siguen para proponer sus soluciones. Los filósofos han concordado en que la fuente de la actitud filosófica es una especie de asombro ante la realidad y un cierto rechazo de las apariencias evidentes. Ahora bien, también el científico se asombra. ¿Qué diferencia, por tanto, a la filosofía de la ciencia? El asombro filosófico no va dirigido hacia lo extraordinario, sino hacia las cosas que resultan familiares a todos.
No es el descubrimiento de hechos nuevos y desconocidos, no es la aportación de experiencia o el resultado de la experimentación, lo que disipa el asombro filosófico, sino la visión de lo que ya conocíamos bajo una nueva luz. En esto radica la diferencia con los problemas científicos. Los problemas filosóficos son problemas conceptuales. El filósofo no busca la obtención de nuevos conocimientos, sino la clarificación del pensamiento. La filosofía no es una de las ciencias naturales.
El objeto de la filosofía es la clarificación lógica de los pensamientos (Wittgenstein, L., Tractatus Logico-Philosophicus, 4.111-4.112) La concepción de la filosofía como una actividad elucidatoria puede retrotraerse hasta Kant, quien afirmó que no se enseña filosofía, se enseña a filosofar. Enseñar filosofía comporta, entre otras cosas, ser capaz de transmitir esa capacidad de asombro que el filósofo experimenta. Ahora bien, partiendo de esa capacidad de asombro, podemos encontrar en la historia de la filosofía diferentes concepciones de la misma; veamos algunas de ellas. Fue Pitágoras el creador del término "filo-sofía".
El término fue acuñado por un espíritu religioso, que presuponía que sólo a los dioses les era posible una sofía (una sabiduría), es decir, una posesión cierta y total de la verdad, mientras que consideraba que al hombre sólo le era posible una tendencia a la sofía, una continuada aproximación a la verdad, un amor al saber jamás del todo satisfecho, de donde surge precisamente el nombre de "filo-sofía", "amor a la sabiduría". Desde el momento en que nació, la filosofía asumió, y ha conservado hasta hoy, las tres características siguientes: En lo que concierne al contenido, la filosofía se propone explicar la totalidad de las cosas, es decir, toda la realidad, sin exclusión de partes o de momentos.
La filosofía se propone como objeto la realidad y el ser en su conjunto. En lo que concierne al método, la filosofía aspira a ser una explicación puramente racional de aquella totalidad que se plantea como objeto. A la filosofía no le basta con constatar o comprobar datos de hecho, reunir experiencias: la filosofía debe ir más allá del hecho, más allá de las experiencias, para hallar la causa o las causas, precisamente a través de la razón. La diferencia de la filosofía con respecto a las ciencias reside en que, mientras que las ciencias particulares son investigaciones racionales de realidades particulares o de sectores particulares, la filosofía es investigación racional de toda la realidad (del principio o principios de toda la realidad).
Con esto queda aclarada la diferencia entre filosofía, arte y religión. También el arte y las grandes religiones aspiran a captar el sentido de la totalidad de lo real, pero aquél lo hace mediante el mito y la fantasía, y estas, a través de la creencia y de la fe. En cambio la filosofía busca la explicación de la totalidad precisamente en el logos. El objetivo o finalidad de la filosofía reside en el puro deseo de conocer y de contemplar la verdad. Es evidente, pues, que no buscamos la filosofía por algún provecho que le sea ajeno a esta y más bien es evidente que, al igual que llamamos hombre libre a aquel que es un fin en sí mismo, y que no está sojuzgado por otros, asimismo sólo esta, entre todas las demás ciencias, recibe el nombre de libre: sólo ella es fin en sí misma (Aristóteles).
¿Por qué ha sentido el hombre la necesidad de filosofar? Los antiguos respondían que dicha necesidad pertenece, de manera estructural, a la naturaleza misma del hombre: «Todos los hombres, escribe Aristóteles, por naturaleza aspiran al saber». Más aún: «El ejercitar la sabiduría y el conocer son deseables en sí mismos para los hombres: no es posible vivir como hombres sin tales cosas». Y los hombres tienden al saber porque se sienten llenos de asombro o de admiración, afirman Platón y Aristóteles: Los hombres han comenzado a filosofar, tanto ahora como en los orígenes, debido a la admiración: al principio quedaban admirados ante las dificultades más sencillas, pero después, avanzando poco a poco, llegaron a plantear problemas cada vez mayores, como los problemas referentes al origen de todo el Universo.
La raíz de la filosofía consiste en esta admiración, que surge en el hombre que se enfrenta con el Todo y se pregunta cuál es el origen y el fundamento de este, y qué lugar ocupa él mismo en este Universo. - ¿Por qué existe este todo? - ¿De dónde ha surgido? - ¿Cuál es su razón de ser? - ¿Por qué existe el ser y no la nada? - ¿Por qué existe el hombre? - ¿Por qué existo yo? Son estos problemas que el hombre no puede dejar de plantearse, problemas que, en la medida en que sean rechazados, desacreditan a quien los rechaza. Y son problemas que conservan su propio sentido específico, aún después del triunfo de las ciencias particulares modernas, porque ninguna de estas ha sido creada para resolverlos. Las ciencias sólo responden a preguntas sobre una parte, pero no a preguntas sobre el sentido del todo.
2) Principales corrientes filosóficas.
Aristóteles: la filosofía como sistema de las ciencias y la filosofía como ciencia primera. Por una parte, según Aristóteles, la filosofía se ha convertido en sistema de las ciencias particulares. Por otra parte, la misma filosofía es una ciencia particular, ciertamente la "reina" de las demás, pero sin absorberlas ni resolverlas en sí misma. Por esto, para Aristóteles, la investigación filosófica se encamina hacia la construcción de una enciclopedia de las ciencias en la cual no se deja de lado ningún aspecto de la realidad.
Por un lado, la filosofía debe constituirse como ciencia en sí, y reivindicar, por tanto, para sí aquella misma autonomía que las demás ciencias reivindican frente a ella. Por otra parte, a diferencia de las demás ciencias, debe dar razón de su común fundamento y justificar su prioridad respecto a ellas. La filosofía, en cuanto es ciencia objetiva, debe constituirse por analogía con las demás. Y como cada ciencia se define y se especifica por su objeto, del mismo modo la filosofía debe tener un objeto propio que la caracterice frente a las demás ciencias y al mismo tiempo le dé, frente a ellas, la superioridad que le corresponde.
En la Metafísica de Aristóteles se entrelazan dos puntos de vista. Según el primero, la filosofía es la ciencia que tiene por objeto el ser inmóvil y trascendente, el motor o los motores de los cielos; y es, por tanto, propiamente hablando, teología. Como tal, esta es la ciencia más alta, porque estudia la realidad más alta. Pero así entendida, falta a la filosofía universalidad, porque se reduce a una ciencia particular con un objeto que, aunque sea más alto y más noble que los de las demás ciencias, no tiene nada que ver con ellos. Una filosofía así entendida no alcanza a constituir el fundamento de la enciclopedia de las ciencias ni a suministrar la justificación de cualquier investigación respecto a cualquier objeto.
Esta exigencia lleva a Aristóteles al segundo punto de vista. Según este segundo punto de vista, la filosofía tiene por objeto, no una realidad particular (aunque sea la más alta de todas), sino el aspecto fundamental y propio de toda realidad. Todo el reino del ser se divide entre las ciencias particulares, cada una de las cuales considera un aspecto particular del ser mismo. Sólo la filosofía considera el ser en cuanto tal; prescindiendo de las determinaciones que constituyen el objeto de las ciencias particulares. Este concepto de filosofía como "ciencia del ser en cuanto ser" es el gran descubrimiento de Aristóteles. No sólo esta ciencia permite justificar la labor de las ciencias particulares, sino que da a la filosofía su plena autonomía y su máxima universalidad.
La filosofía y los demás saberes Filosofía y literatura Ha habido filósofos cuyo método y estilo era cualquier cosa menos literario. Este era el caso de Aristóteles o de Kant. Sin embargo, otros han escrito de forma mucho más literaria, e incluso han sido clásicos en sus respectivas lenguas, como Platón o San Agustín. Ahora bien, que un filósofo escriba en verso o que escriba en diálogos no significa que sus obras sean poéticas o estéticas más bien que filosóficas. Porque la diferencia fundamental entre la filosofía y la literatura se da en cuanto a los objetivos. La filosofía pretende la verdad racial, sea acerca de la totalidad de las cosas, sea acerca de un dominio particular de realidades, mientras que la literatura pretende deleitar, producir placer estético, y acaso también denunciar la realidad social, imbuir determinadas ideas, describir determinados acontecimientos, etc.
Pero la literatura no consiste en la búsqueda de la verdad en ningún sentido normal del término. De este modo, la filosofía tendrá que plantearse determinados problemas y argumentar para resolverlos. Esto es, la filosofía es el reino de la argumentación o la discusión racional. Sin embargo, últimamente, sobre todo en ciertos círculos, la frontera entre filosofía y literatura se ha difuminado. Esto es particularmente cierto en autores como el último Heidegger, Derrida, Lyotard o Vattimo.
A menudo en autores así los argumentos son reemplazados por sugerencia, evocaciones, sugestiones o simplemente afirmaciones, como a menudo ocurre en Nietzsche. Por un lado se transmiten ciertas ideas, concepciones, críticas a filosofías anteriores, etc. Pero ello se hace mediante imágenes poéticas (metáforas, alegorías, etc.), leyendas, evocaciones y demás recursos literarios. ¿Qué forma de hacer filosofía es más adecuada? Si seguimos creyendo en la capacidad de la razón, entonces veremos la filosofía como el reino de la argumentación: de la formulación de hipótesis, de la deducción de consecuencias, de la presentación de contraejemplos, de la reducción al absurdo de las hipótesis, de la elección entre alternativas, etc.
Si, por el contrario, ya no creemos en la razón, todos esos discursos nos parecerán pretenciosos y ociosos, y contemplaremos una aproximación literaria a los problemas como mucho más acorde con la quiebra de la razón. Para quien así piense lo importante de un escrito filosófico es que sea "bonito", sugerente, evocador, impactante, etc. Pero en ningún sentido que sus conclusiones sean plausibles, probables, razonables o, mucho menos, verdaderas. La crítica platónica a la filosofía escrita Aunque todos los grandes filósofos de la historia -a excepción de Sócrates- nos han dejado su obra en forma escrita -de otro modo difícilmente podríamos haber tenido noticia de algunos de ellos- algunos grandes filósofos, como Platón, han mostrado su desprecio por la expresión escrita de su filosofía.
Así, en la Séptima Carta, dice Platón con respecto a este tema: Acerca de las cosas que considero importantes no he escrito nada nunca y nunca escribiré un tratado sistemático. Hacerlo es demostrar no saber que este tipo de tema, al contrario de otros, no puede ser comunicado. Las palabras son demasiado equívocas para comunicar lo que el que habla quiere decir, los ejemplos que pueden ser dados no son nunca ejemplos carentes de ambigüedad sobre aquello que intentan ilustrar. Las definiciones y los ejemplos empíricos pueden traer consigo un poco de comprensión; pero el hombre que busca una auténtica comprensión no la adquiere con su ayuda. De cualquier declaración verbal se pueden siempre entresacar cosas, y ridiculizarla, o en cualquier caso siempre puede ser mirada desde un punto de vista incorrecto. Realmente, para entender algo, se necesita no sólo habilidad mental, sino también tener una cierta afinidad con el tema, y se debe convivir con el tema largo tiempo, entablando una disputa amistosa con él y admitiendo ideas, palabras, definiciones y ejemplos y haciéndolos pulirse entre sí, hasta que al final el tema que están intentando comprender, como una llama que brota del fuego, ilumine súbitamente tu mente, y el resplandor subsistirá a continuación.
Puesto que es así como se llega a entender algo de importancia, es absurdo escribir una importante doctrina sistemáticamente; pues lo que está escrito no puede ser modificado para encontrar lo que cada lector necesita en particular. En otras palabras, en materia filosófica cualquier declaración que se pueda hacer, puede engañarte a menos que excite en tu mente el pensamiento que se representa en la mía; y no puede haber garantía de que ocurra esto, pues no existe garantía de que las palabras sean tomadas en el sentido que yo las he destinado, ni, si yo uso ejemplos, de que se vean tal y como yo los veo. Por lo tanto, la única cosa que el profesor puede hacer es hacer que su alumno vea las cosas tal y como él las ve, lo cual implica un prolongado proceso de discusión, y en particular de prueba y examen sobre la descripción que el alumno, en cualquier fase del proceso, es capaz de dar.
Esto es algo que ninguna declaración escrita puede lograr. En el “Fedro”, dice que una declaración escrita es como una pintura; parece significar algo, pero si le preguntas qué significa no te lo dirá. Una vez publicada no puedes limitar su circulación, y cuando sea leída no estarás allí para respaldarla. Un auténtico escrito se hace en el alma del alumno. Un escrito puede compararse con una manía, como tener plantas en un invernadero; es una diversión que algunos prefieren a la de ir a fiestas. Aparte de este valor como entretenimiento, escribir es útil solamente para ayudar a la memoria.
La Filosofía es algo vivo, es algo que consiste en una constante lucha por captar un concepto, concepto que puede tener múltiples ramificaciones y que hay que captar desde múltiples puntos de vista. Quizás por ello Platón escribió toda su filosofía en diálogos, diálogos en los que, a veces, es difícil saber cuál es la opinión del propio Platón, quizás porque son todas, o quizás ninguna, pero que tienen la virtud de enseñarnos que la filosofía es un constante dialogar, bien con nosotros mismos, bien con otro "contrincante" con el objetivo de, para unos, alcanzar la verdad, para otros intentar penetrar un poco más profundamente en el misterio que entraña la realidad. La metafísica entre la ciencia y la poesía Según J. Wahl, la metafísica es «el arte de interrogarnos a nosotros mismos acerca de ciertas ideas que parecen ser muy generales. Y como arte que es y no ciencia, la metafísica actual supone la renuncia a la pretensión de la metafísica clásica de decir la última (y la primera) palabra sobre la realidad. La metafísica está referida a la realidad de manera mediata y elástica, a través de las ciencias y aunque las variaciones de éstas pueden hacer inverosímiles algunos tipos de metafísica, ésta por su generalidad y abstracción puede resistir mucho mejor que las ciencias el choque con la realidad. En la metafísica el carácter creativo de la teoría es fundamental. Debido a la lejanía y abstracción respecto de la realidad, así como a la dificultad que la contrastación empírica tiene en este caso, podemos entender la metafísica como el producto de un libre ensayo que genera un mito, un mito de los orígenes (del mundo, del yo) y un mito de los fines (escatología), lo cual se ve favorecido porque a los ámbitos a los que llega la metafísica nunca podrá llegar la ciencia, y sólo el mito puede acceder. Las últimas preguntas, que son precisamente las metafísicas, no pueden recibir respuesta científica, y por lo tanto son el campo del mito, eso sí, un mito sobrio y controlado.
En este sentido, en "Del sentimiento trágico de la vida" Unamuno defiende un pensamiento metafísico, producto de la fantasía de la que brota la razón, único capaz de llegar a la sabiduría, hija del sentimiento trágico de la vida, más bien que a la ciencia. Heidegger, en sus escritos sobre Hölderlin relaciona el lenguaje de la metafísica con el de la poesía, más allá del puro pensar calculante propio de la ciencia. El pensamiento propio de la superación de la metafísica es el recuerdo, único capaz de remediar el olvido del Ser, y «el recuerdo de lo que ha de pensarse es la fuente primigenia de la poesía. Por esto la poesía es el arroyo que en ocasiones retrocede hacia el manantial, hacia el pensar como recuerdo. El saber racional y el saber mítico Mitos significa etimológicamente "palabra", "narración". No se opone, en principio, a logos, a "saber" cuyo sentido primero es también la "palabra", "discurso", antes de designar a la inteligencia y la razón.
Solamente es en el marco de la exposición filosófica o la investigación histórica que, a partir del siglo V, mitos puesto en oposición a logos, podrá cargarse de un matiz peyorativo y designar una afirmación vana, desprovista de fundamento al no poder apoyarse sobre una demostración rigurosa o un testimonio fiable. Pero incluso en este caso mitos no se aplica a una categoría precisa de narraciones sagradas relativas a los dioses o los héroes, sino que designa realidades muy diversas: teogonías y cosmogonías, ciertamente, pero también todo tipo de fábulas, genealogías, cuentos infantiles, proverbios, moralejas, sentencias tradicionales: en resumen, todos los se-dice que se transmiten espontáneamente de boca en boca. Los mitos eran utilizados por los griegos para narrar el origen del mundo, las genealogías y el número y la jerarquía de los dioses, pero también describían aspectos más cotidianos, relacionados con la vida y la muerte, el bien y el mal, las reglas políticas y sociales, e incluso se detienen en describir el origen y el uso de algunas armas u otros artefactos, para dedicarlos a la guerra o al trabajo.
En el mito, pues, mediante fábulas alegóricas, se recrean hechos primordiales, intentando dar una explicación a las creencias, a las costumbres sociales, etc., a través de la exposición genealógica de estas creencias o costumbres. De este modo, los mitos lo que hacen es reproducir de modo ideológico los cimientos de las culturas o sociedades que los crean. Y a pesar de su enorme variedad, existe una uniformidad, versando sobre todo acerca del origen y sentido de la vida y de la sociedad, del origen del mundo, del significado de la muerte, etc., con lo que tienen un valor ejemplar o modélico, generando determinados valores y normas sociales. Por eso, dan una explicación, un intento de saber de las instituciones sociales y de las diversas normas. De esta forma, también el mito, como la filosofía, es un sistema de interpretación que comprende tanto lo cósmico como lo humano. Enmascarado bajo la forma de alegoría narrativa, el mito pretende ser una explicación del cosmos en su totalidad; en cuanto a su extensión, pues, coincide con la explicación propiamente filosófica, aunque difieren ambas en su método, racional en la filosofía, y alegórico, remitiéndose al tiempo primordial, y frecuentemente "sagrado", en el mito, que frecuentemente se transmite de forma oral y sin espíritu crítico reflejo. La palabra "mito" nos viene de los griegos. Pero no tenía para los que la empleaban en los tiempos arcaicos el sentido que hoy le damos. Cuando surge la filosofía los mitos no desaparecen, sino que durante mucho tiempo coexistieron la explicación mítica y la racional.
El mito se presenta, por consiguiente, en el contexto griego, no como una forma particular de pensamiento, sino como el conjunto que vehicula y difunde los contactos, los encuentros, las conversaciones, ese poder sin rostro, anónimo, que Platón llama pheme, el "rumor". En este sentido se puede definir el mito como la narración o doctrina tradicional que no es justificada racionalmente, siendo transmitido, normalmente, por poetas, sacerdotes, etc. Su doctrina se refiere sobre todo a las cosmogonías, teogonías, teogenia, sobre el origen del hombre y el sentido de la existencia (de los dioses, del hombre y del cosmos). Filosofía, religión y teología Por su etimología, la palabra "teología" remite a un tratar sobre Dios (theós). Al mismo tiempo, el componente "logos" indica un tratar segundo, no inmediato, sino reflexivo y sistemático; consiste, por tanto, en el esfuerzo metódico de los creyentes por comprender, fundamentar y sacar las consecuencias de la propia fe en los diversos niveles de su aplicación. Para los griegos, la teología es la ciencia que estudia lo divino a partir de la fuerza especulativa de la razón humana; es lo que se ha denominado "teología natural"; para el cristianismo, por el contrario, la teología se refiere al conocimiento que racionalmente se tiene de Dios, pero apoyándose en la revelación positiva auxiliada por la fe. En Occidente son los presocráticos quienes inician la teología de un modo sistemático: aplicando el logos al mitos, buscan una comprensión más profunda y coherente de lo divino (con logros como el de Jenófanes, superando todo antropomorfismo y afirmando ya de Dios: "no semejante a los mortales ni en su cuerpo ni en su pensamiento", "sin trabajo, mueve todas las cosas con el solo pensamiento de su mente", "todo él ve, todo él piensa y todo él oye". La palabra "teología" aparece por primera vez en Platón, con la clara intención pedagógica de establecer normas para la adecuada explicación a la juventud de los mitos, leyendas e historias de los dioses.En Aristóteles adquirirá un tinte especulativo, al constituir el culmen de la reflexión acerca del Primer Motor.
Los estoicos introdujeron una triple división: 1) teología mítica (estudio de los mitos). 2) teología física (estudio filosófico de la naturaleza de lo divino). 3) teología política (que atiende a la legislación y al culto público estatal). La relación entre filosofía y teología ha sido pensada según una gama de posibilidades teóricas e históricas distintas; a saber: Teología y filosofía coinciden, porque: a) la teología, presuponiendo que no hay un discurso verdadero sobre el hombre y sobre el mundo fuera de la palabra revelada, resuelve en sí misma a la filosofía, o porque: b) la filosofía, presuponiendo que no hay un discurso verdadero sobre Dios y sobre el mundo fuera del discurso especulativo, engloba en sí misma a la teología. Teología y filosofía son dos actividades estructuralmente disímiles y que se eluden mutuamente, puesto que una procede de la razón crítica y del hombre, y la otra de la fe y de Dios. Teología y filosofía no se identifican completamente ni se excluyen del todo, sino que coinciden, o bien se relacionan entre sí, por lo menos en parte.
Según esta tesis, la teología es filosofía o por lo menos encuentra estructuralmente a la filosofía en aquella específica zona o sección de ella que es la teología "racional" o "fundamental" o "apologética". En cualquier caso, y con independencia de estas tres tesis, sí es cierto que el variar de las filosofías se ha visto acompañado por el variar de las teologías. Por ejemplo, en los siglos en los que dominaba la filosofía platónica, hemos tenido las teologías platónicas de los Padres (Orígenes, Agustín, Gregorio de Nisa, etc.). En los siglos en que dominaba la filosofía aristotélica hemos tenido las teologías aristotélicas de los grandes escolásticos (Tomás, Escoto, etc.). Análogamente, por lo que se refiere a nuestro siglo, durante los años en que triunfaba el existencialismo hemos tenido las teologías existencialistas de un Tillich o de un Bultmann; durante los años en los que eran hegemónicos el pragmatismo y el neopositivismo hemos tenido las teorías de un Cox o de un Van Buren; durante los años en los que el marxismo encontraba eco hemos tenido una proliferación de las teologías políticas y de las teologías de la liberación, y así sucesivamente. Todo esto depende de la naturaleza misma de la teología, que siendo una reflexión racional sobre el problema de Dios y de la fe no puede menos que valerse de categorías lingüísticas y conceptuales extraídas de la cultura y de la propia época y, en particular, de aquella manifestación "pensante" de ella que es la filosofía. Dicho de otro modo, la filosofía es "el aire que el cuerpo de la teología respira. Sin aquélla, ésta muere".
Si la teología presupone constitutivamente la filosofía, esta última presenta a su vez verificables vínculos históricos, más o menos estrechos, con la teología. Tanto es así que no se comprendería buena parte de la filosofía medieval, renacentista y moderna sin una llamada explícita al cristianismo y a sus categorías teológicas. Schleiermacher La religión es una relación entre el hombre y la Totalidad. Ahora bien, también la metafísica y la moral se relacionan con la Totalidad y la Plenitud. Según Schleiermacher, esto ha sido una fuente de graves equívocos, que han hecho penetrar en la religión una gran cantidad de ideas filosóficas y morales. La metafísica se refiere al pensamiento que se relaciona con la Totalidad. La ética se refiere al actuar en relación con la Totalidad (se considera que las acciones individuales son deberes que se deducen de la naturaleza del hombre en relación con el universo). La religión, sin embargo, no es pensamiento y tampoco es actividad moral.
¿Qué es, entonces? Es intuición y sentimiento de lo infinito, y como tal posee una fisonomía muy determinada, que se distingue tanto de la metafísica como de la ética. Aspira a intuir el Universo. Quiere contemplarlo piadosamente en sus manifestaciones y en sus acciones originales: quiere dejarse penetrar y llenar por sus influjos inmediatos con una infantil pasividad. Kierkegaard Según Kierkegaard, la fe constituye el dato esencial de la propia existencia. Sin embargo, una vez asumida tal cosa, enseguida se comprueba que la filosofía y el cristianismo nunca pueden conciliarse. Si tengo que defender una de las cosas esenciales del cristianismo -esto es, la redención- ésta debe extenderse por necesidad a todo el hombre. El creyente no puede filosofar como si no hubiese habido revelación. Con Cristo se produjo una irrupción de lo eterno en el tiempo. Para el "conocimiento cristiano" esto es un hecho absoluto, y en cuanto tal no hay que demostrarlo, por la sencilla razón de que los hechos no se demuestran, se aceptan o se rechazan. La verdad cristiana no es una verdad que haya que demostrar; se trata de una verdad que hay que atestiguar. Spencer: la religión y la ciencia son correlativas La realidad última es incognoscible y el universo es un misterio. Tanto la religión como la ciencia lo atestiguan.
Toda teoría religiosa "es una teoría a priori del universo", y todas las religiones, prescindiendo de sus dogmas específicos, reconocen que "el mundo, con todo lo que contiene y todo lo que lo circunda, es un misterio que requiere explicación, y que la potencia de la cual el universo constituye una manifestación es por completo impenetrable". Por otro lado, en la investigación científica por grande que sea el progreso realizado en la conexión de los hechos y la formulación de las generalizaciones cada vez más amplias, la verdad fundamental continúa siendo más inaccesible que nunca. La explicación de lo explicable únicamente muestra con la mayor claridad la inexplicabilidad de lo que permanece. Tanto en el mundo exterior como en el íntimo, el científico se ve rodeado por perpetuos cambios, cuyo fin y cuyo principio resultan imposibles de descubrir [...] Mejor que nadie, el científico sabe con seguridad que nada puede conocerse en su última esencia. Los hechos se explican; y a su vez, se explican las explicaciones; pero siempre habrá una explicación que explicar: por esto, la realidad última es incognoscible y siempre lo continuará siendo. Por lo tanto, las religiones atestiguan "el misterio que siempre exige una interpretación", y las ciencias remiten a un absoluto que nunca aprehenderán, ya que constituyen conocimientos relativos. Sin embargo, existe lo absoluto, o no podríamos hablar de conocimientos relativos, y por otro lado "podemos estar seguros de que las religiones -aunque ninguna sea verdadera- son todas ellas pálidas imágenes de una verdad". Por consiguiente, religión y ciencia son conciliables: ambas reconocen lo absoluto y lo incondicionado.
La tarea de la religión consiste en mantener alerta el sentido del misterio, mientras que la función de la ciencia es extender cada vez más el conocimiento de lo relativo, sin llegar jamás a aprehender lo absoluto. En definitiva, para Spencer religión y ciencia son correlativas. Son "como el polo positivo y el polo negativo del pensamiento: no puede crecer en intensidad uno de ellos, sin que aumente la intensidad del otro". Tillich: Dios como respuesta a las preguntas del hombre Por lo que se refiere a la polaridad razón-revelación, Tillich muestra cómo la razón acaba por quedar atrapada en una serie de conflictos insolubles (entre autonomía y heteronomía, absolutismo y relativismo, formalismo y emotivismo) que la condenan a la impotencia. Además, el examen de la razón coloca en primer lugar un dilema de base, consistente en el hecho de que el conocimiento verificable es cierto, pero incapaz de aferrar al hombre en sus raíces, mientras que la comprensión profunda del hombre no puede ser sometida a una total verificación. De ahí la desesperanza de la verdad o la acogida de la revelación. Sólo el Lógos (divino) es capaz de ofrecernos la clave para resolver los conflictos del Lógos (humano). Esto significa que la Revelación no es lo opuesto de la razón, sino la profundidad misma de la razón, en cuanto aquella se erige como respuesta adecuada a las máximas cuestiones del intelecto: "La razón es el presupuesto de la fe, y la fe es el cumplimiento de la razón.No hay ningún conflicto entre la naturaleza de la fe y la naturaleza de la razón; se compenetran".
-La filosofía analítica- Los miembros del Círculo de Viena decretaron que la religión -y no sólo la metafísica- es una insensatez. En su opinión, el lenguaje religioso carece de valor cognoscitivo. No informa acerca de Dios o del mundo, sino que se trata de un conjunto de "rumores" a través de los cuales expresamos nuestros sentimientos vitales: nuestros temores y esperanzas, nuestras expectativas y nuestras angustias. Sin embargo, en la filosofía analítica más reciente se produce un cambio de la situación. Según A. Flew, el razonamiento religioso está endémicamente afectado de falta de significación, debido a su no falsabilidad. Según el principio de falsabilidad, una afirmación es informativa si nos resulta posible concebir por lo menos un caso que pueda desmentirla observacionalmente. Y puesto que los dogmas de fe -que desde un punto de vista gramatical parecen informativos, porque se presentan mediante el modo indicativo- no son falsables, se trata de deseos que se disfrazan de informaciones.
¿Qué quiere decir que "Dios nos ama como un padre ama a sus hijos?" según Flew, desde un punto de vista semántico, tal información gramatical no es más que un deseo clandestino. Hare afirma que las afirmaciones religiosas no son informativas; sin embargo, desempeñan una función importante. Para Hare la religión no es un conjunto de aserciones referentes al mundo, el destino del hombre o el sentido de la historia, sino una actitud hacia el mundo.
-Las relaciones entre ciencia y filosofía- Muchos filósofos actuales mantienen que la filosofía no sólo tiene un ámbito propio que la diferencia de la ciencia, sino que nos suministra también conocimientos que son, en algún sentido importante, preeminentes con respecto a ella. Se mantiene, en suma, una concepción de la filosofía como prioritaria respecto de la ciencia, en un sentido que no necesariamente implica (pero tampoco necesariamente excluye) ser anterior en el tiempo. Los filósofos, a lo largo de la historia, han tendido mayoritariamente a concebir la filosofía -o, al menos, alguna de sus partes- como una disciplina con estas características, a pesar de las grandes diferencias entre ellos. Cuando Platón habla de la gnosis, el saber que proporciona la dialéctica, está hablando de una disciplina que reúne estas características, como lo está Aristóteles cuando concibe una filosofía primera. Para este, por ejemplo, no es posible una verdadera ciencia sin investigar aquello de lo cual ésta, en último término, trata -la substancia- y los tipos de causas o explicaciones que utiliza.
Pensadores racionalistas como Descartes, Spinoza y Leibniz sitúan -cada uno a su modo- sus respectivos proyectos metafísicos en la órbita de la concepción de una disciplina prioritaria como la descrita. Por ejemplo, es patente el carácter fundamentador de la metafísica de Descartes, pues éste establece a priori directamente una relación de dependencia entre la verdad de ciertas afirmaciones de la filosofía primera (como la de que existe un Dios inmutable) con los principios de su física (concretamente el principio de la conservación de la cantidad de movimiento). Pero tampoco pensadores empiristas como Locke, quienes se presentan como campeones de la ciencia moderna, están fuera de esta órbita. Ateniéndose a su propia práctica de la filosofía, el filósofo explica -de un modo apriorístico- el significado de las expresiones del lenguaje vinculando estas con ideas. Al mostrar qué tipos de expresiones corresponden con qué tipos de ideas y cómo, en último término, los enunciados se relacionan con ideas extraídas de la experiencia, contribuye a clarificar o hacer explícito el significado de las afirmaciones de la ciencia. De este modo puede orientar la actividad del científico. Incluso puede legitimar o fundamentar las afirmaciones de éste, pues, a la vista de la "traducción" a ideas de experiencia de las afirmaciones científicas, puede mostrar que las propiedades que tales afirmaciones dicen que se dan, efectivamente se dan. La concepción de la filosofía, o, cuando menos, sus partes teóricas, como disciplina prioritaria comienza a entrar en crisis a partir de la eclosión de la ciencia moderna.
Así, aunque respecto a otros rasgos Locke es un representante de la concepción prioritaria de la filosofía, no parece que encontremos ya en él la prioridad lógica de la empresa filosófica sobre la científica. Kant afirmó que la metafísica había sido destronada como reina de las ciencias. El positivismo lógico, por su parte, al distinguir tajantemente entre enunciados analíticos y sintéticos, separa también tajantemente la actividad del científico de la del filósofo, y si bien sería absurdo mantener que los empirista lógicos asignaban a la filosofía una prioridad lógica, los demás rasgos siguen estando presentes en la actividad filosófica tal como ellos la concebían: clarificación de los enunciados científicos. Pusieron, es cierto, un especial empeño en clarificar qué tipo de actividad era ésta y se esforzaron por resolver el problema que tal actividad planteaba a una concepción que precisamente tendía a hacer del conocimiento científico el único tipo de conocimiento posible. Con todo, y aunque con alguna notable excepción, concibieron esa actividad como algo fundamentalmente distinto de la ciencia empírica, con los rasgos de, como mínimo, aprioridad, prioridad epistémica débil e incluso fuerte.
En la tradición analítica al menos, el panorama cambia drásticamente con la puesta en cuestión de la separación tajante de lo analítico y lo sintético, y también de lo a priori y lo a posteriori que suponen los argumentos de Wittgenstein en su segunda etapa y de Quine. A grandes rasgos, la filosofía en el campo analítico gira, como consecuencia, en torno a tres formas principales: la "terapéutica" wittgensteiniana, la "epistemología naturalizada" de Quine y la "descriptivo-sistemática" strawsoniana. Cada una de estas formas supone una concepción diferente de la relación entre filosofía y ciencia. De acuerdo con el Wittgenstein de las "Investigaciones filosóficas", los problemas filosóficos tradicionales no son genuinos problemas que requieran explicaciones, sino embrollos que se originan por no prestar la atención debida al uso común -en el contexto de la actividad en que tal uso tiene lugar- de las expresiones que representan un papel clave en la formulación de aquéllos. De acuerdo con esto, la misión de una filosofía que quiera aclarar tales embrollos es doble. Por un lado, se trata de clarificar los usos comunes, haciéndolo de un modo ceñido a la ocasión del problema de que se trate; de acuerdo con Wittgenstein, esta actividad no puede sino proporcionarnos proposiciones "triviales", es decir, información sobre los usos de expresiones que, en realidad, debería ser patente a todo el mundo. Wittgenstein atribuye a la filosofía genuina una finalidad "terapéutica": la de ayudar a librarnos del embrujo que indebidamente ejercen sobre nosotros tales pseudoproblemas. Además, la filosofía no es una disciplina sistemática, y las únicas explicaciones que puede dar la filosofía son, si acaso, las relativas a cómo se originan tales y cuales problemas filosóficos en tales y cuales desviaciones del uso común de tales y cuales expresiones. En esta concepción de la filosofía, la filosofía (genuina) es algo que, en principio, nada tiene que ver con la ciencia. Sólo puede tener que ver con ella de forma ocasional, cuando los embrollos filosóficos que se hayan originado apelen a conocimientos científicos.
En este sentido, la concepción del último Wittgenstein está en los antípodas de quienes conciben la filosofía como una disciplina prioritaria respecto a la ciencia, que aborda temas que escapan a sus límites. Si acaso supone sólo una advertencia para los científicos "metidos a filósofos". Según la concepción de Quine, la epistemología, en realidad, toda la filosofía teorética, es una actividad continua con la ciencia, integrada plenamente en ella. Esta es la conclusión que extrae Quine del hecho de que los enunciados que hacemos no pueden dividirse en dos dominios disjuntos, el de los enunciados que dicen cómo es el mundo y los enunciados que explican el significado de las expresiones del lenguaje, el de los enunciados sintéticos y los enunciados analíticos. Quine sostiene que, para clarificar lo que es el saber, es legítimo e imprescindible echar mano de consideraciones de la psicología y quizá otras ciencias -como la lingüística o, eventualmente, la neurofisiología- que puedan explicarnos científicamente cómo se adquiere el saber. El tercer gran foco de influencia de una concepción de la filosofía, en el campo analítico, es el que la concibe como descriptiva, o quizá mejor como descriptivo-explicativa, de nuestro esquema conceptual. Esta concepción adopta como hipótesis de trabajo que los conceptos que utilizamos forman de tal modo un sistema que resulta crucial investigar teóricamente las interrelaciones entre los mismos. El filósofo se interesa especialmente por conceptos que, de algún modo, son básicos en nuestra comprensión y nuestro conocimiento, como el mismo concepto de saber, o como los de significado, identidad, existencia, realidad, explicación, causa, espacialidad, temporalidad; conceptos de estados, procesos y operaciones mentales como pensar, creer, recordar, esperar, imaginar.
La analogía con la lingüística sugiere que la filosofía es, en realidad, una actividad teórica asimilable a la ciencia, sólo que su "especialidad", lo específico de su tema, es lo general, o tal vez mejor dicho, "lo básico", nuestros conceptos más fundamentales, sean o no los más generales. Una disciplina concebida de este modo no es prioritaria respecto a la ciencia. No otorga a la filosofía la prioridad lógica respecto a la ciencia (no es imposible hacer auténtica ciencia sin hacer filosofía). En general, no tiene la misión de orientar a la ciencia (aunque no se excluya que pueda hacerlo en ocasiones puntuales). Pero aunque no es prioritaria respecto a la ciencia (las ciencias especiales), no es, en absoluto, una actividad irrelevante. Su importancia deriva precisamente de que es indispensable para una comprensión global. Otras concepciones actuales de la filosofía presuponen que ésta es prioritaria respecto a la ciencia y, por tanto, interpretan su contribución a la "comprensión global" de un modo que supondría limitaciones importantes para la ciencia. El caso más destacado y emblemático es el de Heidegger. Heidegger formula, en La pregunta por la cosa, la siguiente pregunta: ¿Es la ciencia el patrón de medida para el saber, o hay un saber en el cual se determina el fundamento y el límite de la ciencia y con ello su propia eficacia? Según Heidegger, la filosofía estudia el marco o "estructura previa" de la comprensión, y, en especial también, el trasfondo necesario para la comprensión que hace que sea posible la ciencia, suministrando así a ésta el fundamento del que estaría necesitada.
Hay en Heidegger tres grandes motivos para diferenciar filosofía y ciencia, y pensar, además, que la primera es prioritaria sobre las ciencias. En primer lugar, la filosofía puede captar, por así decir, la esencia de la ciencia. Los científicos de una ciencia particular llevan a cabo una serie de actividades que tienen un significado determinado. Las prácticas de los científicos establecen el método y lo que dentro de la actividad científica se considera como significativo y objetivo. Pero cómo tales prácticas establecen eso es algo que las ciencias mismas no estudian. El segundo motivo para la primacía de la filosofía sobre la ciencia, es que necesariamente existe, para cada ciencia, una especie de "contenido que no aparece", algo que no se muestra en ella y que constituye precisamente el ámbito de interés de la ciencia en cuestión. En un sentido amplio, la física, por ejemplo, es, en principio, el estudio de la naturaleza. Pero la física actual estudia la naturaleza dentro del marco conceptual de la matemática y presuponiendo objetos, propiedades, etc. (móviles con ubicación espacial y temporal con ciertas velocidades, campos electromagnéticos, etc.) que de alguna manera se ajustan al tratamiento matemático. Esto es lo que, en expresión de Heidegger, constituye la "objetividad de la naturaleza" (para la ciencia moderna).
Al respecto afirma: La representación científica nunca puede abarcar la esencia de la naturaleza, dado que la objetividad de la naturaleza no es nada más que un medio en que la naturaleza puede antecedentemente aparecer. Para la ciencia de la física, la naturaleza es aquello que no se puede tratar, aquello a lo que no se tiene acceso. Aquello a lo que no tiene acceso la física es algo que está en la base misma de la comprensión profunda de sus raíces históricas. Lo que Heidegger presupone aquí es que esta comprensión no puede captarla, no ya la física (que realmente no tiene esa misión), sino ninguna otra ciencia o actividad cognoscitiva afín a la ciencia y no prioritaria respecto a ella. El tercer motivo por el que la perspectiva de la ciencia que surge de la revolución científica es limitada lo ve Heidegger en lo que describe como la tendencia de esa perspectiva hacia el "subjetivismo". Así, Heidegger dice que en el marco de la tecnología actual, inseparable de la ciencia moderna, [...] el hombre se ha elevado a la "yo"-idad del ego cogito. En esta posición, todas las entidades devienen objetos. Las entidades, como objetivas, se absorben en la inmanencia de la subjetividad. El horizonte ya no ilumina desde fuera de sí mismo (“Sendas perdidas”, nota 63). Heidegger ve así la ciencia moderna como algo que sólo se hace posible gracias a la conceptualización cartesiana, pues ésta es la fuente de una "objetivización" construida -contrapartida necesaria del aspecto subjetivo al que hemos aludido- que dota a aquélla de sus objetos -es decir, objetos que pueden ocupar posiciones y cambiarlas sin limitaciones-.
Y es también la fuente de la concepción correspondiente -igualmente "construida"- de la espacialidad, reducida al ámbito tridimensional de la física clásica, mero conjunto de las posiciones posibles que tales objetos pueden ocupar, algo que estaría muy alejado de la espacialidad más fundamental del mundo que "nos encontramos", donde los lugares se definen por objetos que tienen inmediatamente significado para nosotros. -Berkeley- Una de las consecuencias de las conquistas científicas del siglo XVII era que había quedado establecido, más allá de toda discusión, que el universo material era esencialmente un sistema de cuerpos que interactuaban mecánicamente en el espacio. Cuerpos "hechos" de materia, y que realmente poseían sólo aquellas cualidades (las llamadas cualidades primarias) que requería el modo mecánico de operar de dichos cuerpos: "solidez, figura, extensión, movimiento o reposo, y número". Los cuerpos así constituidos afectan, entre otras cosas, a los órganos sensoriales de los seres humanos: o bien por contacto real con el "objeto externo", o bien, como en la visión, mediante "partículas insensibles" emitidas o reflejadas por ella.
Esta estimulación mecánica alcanza a su debido tiempo el cerebro, que en ese momento hace que las "ideas" surjan en la mente; y éstos son los elementos de los que el observador es realmente consciente. En algunos respectos estas ideas presentan con fidelidad ante la mente el carácter real del "mundo externo", pero en otro no. Esta pintura del mundo se le presentó a Berkeley como una cosa a la vez absurda, peligrosa repulsiva. Era absurda porque implicaba un fantasioso escepticismo intolerable para el buen sentido común. Pues ¿cómo podría un observador, consciente sólo de sus propias ideas, conocer cosa alguna del "mundo externo"? Un escéptico no tendría más que sugerir que quizás nuestras ideas nos engañasen no sólo en algunos aspectos, sino en todos ellos, y es evidente que quedaríamos desarmados ante tal sugerencia.Pero también es una idea peligrosa, porque aparte de la inclinación al escepticismo, el cientismo parece conducir a un materialismo; y, por medio de un determinismo causal universal, también al ateísmo; y, por tanto, en opinión de Berkeley, a la subversión de toda moralidad.
-Dilthey- Entendió el desarrollo de la ciencia como una circunstancia positiva, de la que la filosofía debería tomar nota para reorganizar su propia posición epistemológica. Se plantea el problema de especificar la naturaleza, el método, el objeto de las nuevas ciencias histórico-sociales y clarificar la posición de la filosofía frente a estas nuevas disciplinas. Las ciencias de la naturaleza gozan de una objetividad superior ya que en éstas el objeto de estudio no posee implicaciones subjetivas, nos viene ofrecido como un dato; en cambio, cuando evaluamos acontecimientos históricos, textos, vivencias y experiencias humanas (las "obras del espíritu"), es "la vida la que interroga a la vida". En Esencia de la filosofía distingue entre "filosofía" y "filosofías" o "visiones del mundo": las "visiones del mundo" son los modos distintos de relacionarse con la realidad que cada época elige, mientras que la filosofía es la crítica, el análisis, la interpretación de esas visiones. La filosofía es "filosofía de las filosofías", y por tanto un saber crítico y reflexivo, una investigación crítica sobre el esfuerzo cognoscitivo que cada época desarrolla. No se trata de una doctrina, sino de un estudio de las doctrinas particulares, no formula soluciones, sino que elabora, confronta, evalúa las soluciones individuales que históricamente han sido presentadas por la humanidad.
Esto significa que la filosofía es una ciencia histórica y como tal comparte la realidad y la precariedad de las ciencias del espíritu: ésta no puede ser concebida según los cánones tradicionales, como un saber total, que investiga "toda la esencia del mundo y de la vida", y universal, válido para todo hombre y cualquier época. La conclusión a la que llega Dilthey es que la filosofía o es historia de las doctrinas filosóficas, y, por tanto, es una de las ciencias del espíritu (pero esto no satisface su exigencia de universalidad) o no puede ser una ciencia, caracterizada a partir del objeto y del método, y debe limitarse a ser una actitud, "disposición interior del hombre frente al ensamblaje de las cosas".
-Husserl- La fenomenología husserliana nace como un intento de reubicar la filosofía respecto a las ciencias positivas: un intento de restituir al trabajo filosófico un territorio autónomo de la psicología empírica, de la lógica formal, de las ciencias de la naturaleza y de la ciencia en general de la manera en la que ha sido concebida en la época moderna a partir de Galileo. En un primer momento, Husserl concibe la filosofía como "crítica del conocimiento". El matemático y el científico son sólo "unos técnicos": "a estos les falta la comprensión última de la esencia como tal". Es por tanto necesaria "junto al trabajo del ingenioso y metódico de las ciencias particulares una continua reflexión crítico-cognoscitiva que corresponde exclusivamente al filósofo".
La filosofía debe ser una disciplina "de enlace" entre los distintos saberes, una reflexión sobre las modalidades de la ciencia, una "doctrina de la ciencia", encaminada a reflejar "lo que hace que las ciencias sean ciencias". Algunos años más tarde Husserl inaugura la crítica del objetivismo científico. En "La filosofía como ciencia rigurosa" critica "la filosofía de las visiones del mundo" de Dilthey, y condena el "historicismo escéptico" afirmando que la filosofía debe y puede constituirse todavía como "ciencia rigurosa", a condición de que se defina a partir de una comprensión más correcta de su propia naturaleza. La "cientificidad" de la filosofía puede ser rigurosa sólo si se distancia de los cánones de la "filosofía naturalista", es decir, de la filosofía que se modela sobre las ciencias naturales. Y las ciencias naturales son "ingenuas", son ciencias de "datos de hecho", que asumen las cosas como obviedades, como cosas que simplemente "existen". Pero nada "existe" que no sea intencionado, constituido por la consciencia: "podemos tener ante los ojos el ser sólo como correlatum de consciencia, como algo conscientemente convenido". El objetivismo de la razón y de la ciencia moderna convierte al hombre en algo similar a Dios, le confiere una especie de omnipotencia y omnisciencia, pero al mismo tiempo lo sume en una incerteza profunda que compromete la propia consistencia de la realidad.
Contra la "ciencia de hechos" que crea "hombres de hechos", Husserl reacciona reafirmando y precisando los principios de la filosofía fenomenológica: ésta "suspende" tanto las certezas científicas como el relativismo escéptico. -El concepto de filosofía en Wittgenstein- Una de las tesis fundamentales de Wittgenstein es que un enunciado puede ser correcto desde el punto de vista gramatical y, sin embargo, carecer de sentido. Es más, en numerosas ocasiones esta corrección gramatical da lugar a que se consideren enunciados auténticas estructuras lingüísticas que en realidad no lo son. Según Wittgenstein, este tipo de malentendidos desempeñan en la filosofía un papel considerable: La mayor parte de las proposiciones y cuestiones que se han escrito sobre materia filosófica no son falsas, sino sin sentido. No podemos, pues, responder a cuestiones de esta clase de ningún modo, sino solamente establecer su sin sentido. Todos estos pseudoenunciados, pseudoargumentos y pseudoproblemas tienen que ser primero descubiertos y después excluidos de toda discusión científica; precisamente en esto radica la tarea de la filosofía: toda filosofía es "crítica del lenguaje". Lo que hace que un enunciado sea un enunciado en sentido estricto es su sentido y no su estructura gramatical. Para constituir un enunciado sólo es esencial el sentido: Wittgenstein no cree que sea posible establecer desde dentro los límites del pensamiento.
Este libro quiere, pues, trazar unos limites al pensamiento, o mejor, no al pensamiento, sino a la expresión de los pensamientos; porque para trazar un límite al pensamiento tendríamos que ser capaces de pensar ambos lados de ese límite, y tendríamos, por consiguiente, que ser capaces de pensar lo que no se puede pensar (Wittgenstein,Tractatus, Prólogo). ¿Cuál es el ámbito desde el que se determinan estos límites? El criterio de demarcación de Wittgenstein, es decir, el concepto de sentido, establece los límites en el ámbito del lenguaje, dentro de los enunciados gramaticalmente correctos: Este límite, por lo tanto, sólo puede ser trazado en el lenguaje y todo cuanto quede al otro lado del límite será simplemente un sinsentido (ibíd). En Wittgenstein el problema de la demarcación aparece como uno de los problemas fundamentales que tiene planteados la filosofía: La filosofía delimita el campo disputables de las ciencias naturales (4.113) Debe delimitar lo pensable y con ello lo impensable. Debe delimitar lo impensable desde dentro de lo pensable (4.114) Delimitar, purificar, clarificar: he ahí la tarea propia de la filosofía que no puede, como lo puede, sin embargo, la ciencia empírica, establecer enunciados verdaderos: La filosofía no es una de las ciencias naturales. (La palabra "filosofía" debe significar algo que esté sobre o bajo, pero no junto a las ciencias naturales)
El objeto de la filosofía es la aclaración lógica del pensamiento. Filosofía no es una teoría, sino una actividad. Una obra filosófica consiste esencialmente en elucidaciones. El resultado de la filosofía no son "proposiciones filosóficas", sino el esclarecerse de las proposiciones. La filosofía debe esclarecer y delimitar con precisión los pensamientos que de otro modo serían, por así decirlo, opacos y confusos (4.112) El método auténtico del filosofar, de esta actividad clarificadora, demarcadora, estriba ante todo en poner al descubierto los pseudo enunciados y pseudo problemas metafísicos. Es una actividad negativa, "estéril", pero es la tarea propia de la filosofía: sólo las aserciones de las ciencias empíricas dicen algo con sentido. Los problemas filosóficos se generan en confusiones del lenguaje y se disuelven con una atención adecuada al uso real cotidiano del lenguaje. Así, la filosofía pierde la categoría intelectual que había adquirido a lo largo de los siglos, para convertirse en algo tan modesto como la descripción de los usos lingüísticos: «Debemos acabar con toda explicación y sólo la descripción debe ocupar su lugar. Y esta descripción recibe su luz, es decir, su propósito, de los problemas filosóficos. Éstos ciertamente no son empíricos, sino que se resuelven observando el funcionamiento de nuestro lenguaje, de tal manera que lo reconozcamos: a pesar de nuestra tendencia a malentenderlo [...] La filosofía es una lucha contra el embrujamiento de nuestra inteligencia por medio de nuestro lenguaje» (Investigaciones filosóficas).
-Filosofía analítica y metafísica- Los filósofos del Círculo de Viena no sólo excluyeron del ámbito de sus intereses teóricos o cognoscitivos al lenguaje ordinario, sino también los razonamientos metafísicos, éticos, estéticos y religiosos. Esto discursos carecen de significado propio porque son inverificables y, por tanto, irreductibles al lenguaje "cosista" de las ciencias físico-naturales. Sin embargo, el principio de verificación tuvo una existencia ajetreada: Los resultados más significativos que obtuvo la filosofía analítica en sus reflexiones acerca de la metafísica fueron: Carece de sentido afirmar que la metafísica carece de sentido. El "calambre mental" en la reflexión acerca de la metafísica se origina cuando pretendemos que la metafísica sea tan informativa como las ciencias empíricas. La metafísica es un new way of seeing, un golpe de vista, un enfoque que nos permite contemplar todo el universo como si este se hallase en su amanecer primero. La metafísica es visión y, por tanto, paradoja. Su verdad reside en su falsedad. Las paradojas, es decir, las aserciones metafísicas, son terremotos dentro de nuestro establishment lingüístico-conceptual. Las metafísicas son una prohibición contraria a la esclerosis del pensamiento.
Las funciones desempeñadas por las metafísicas son tareas morales, políticas, de reforzamiento psicológico, de apoyo a los fines de la religión o de sustitución de estos. Las aserciones metafísicas son mandatos, invitaciones a contemplar el mundo con ojos nuevos. Por eso, resultan herméticas o bien ingenuamente infantiles. Las metafísicas pueden desarrollar la función de generar hipótesis científicas. Se trata de cuestiones científicamente insolubles que, a pesar de ello, plantean problemas que en la mayoría de los casos después hallan una solución. Si la metafísica es una visión del mundo, "un modo de ordenar u organizar el conjunto de las ideas con las cuales leemos el mundo, entonces, si no somos reformadores metafísicos, una tarea útil consistirá en penetrar en aquella gramática más profunda, que refleja los supuestos de todo nuestro pensamiento y nuestra experiencia".
-Adorno y Horkheimer- En la "Dialéctica de la ilustración" Adorno y Horkheimer señalan la autocontradicción que presenta el ideal ilustrado de ciencia como garante de la verdad y de la emancipación: la ciencia ya es sólo ejercicio del dominio del hombre sobre las cosas y sobre el propio hombre; de condición y principio de la libertad, la razón se ha convertido en condición de un mundo achatado, ordenado, en el que la libertad misma, el mismo tiempo libre, es objeto de comercio, cálculo, manipulación. La paradoja de la razón tecnocrática y científica hoy dominante aparece con evidencia si se recuerda que ella misma ya se exhibía, en la culminación de su más "triunfal claridad", en el exterminio de Auschwitz, es decir, en la más desenfrenada e impensable manifestación de irracionalidad. De aquí nace "la típica situación de impasse en la que se debate hoy el pensamiento filosófico": renunciar a la filosofía una vez han quedado claras sus salidas autcontradictorias equivaldría a secundar el proceso de administración irracional de la vida en acto, en el mundo dominado por la ciencia y por la técnica, significaría dar la propia aprobación a una racionalidad científica simplificadora, realización-disolución de la filosofía modelada por la ciencia.
¿Cuál puede ser entonces el papel de la filosofía? Los teóricos frankfurtianos asignan a la filosofía una tarea crítica: se trata de desmentir sistemáticamente las "verdades" que se presentan como tales, mostrando el núcleo de no-verdad, oportunismo, contradictoriedad. Frente a la dialéctica de la razón burguesa-ilustrada, la razón dialéctica actúa de una forma sistemáticamente contradictoria: a las razones pragmáticas y operacionales del mundo de la ciencia y de la técnica se le opone un pensamiento negativo, que no mira el resultado, sino al rechazo de cualquier verdad que se pretenda resolutiva. A la positividad del objetivismo científico se le opone la negatividad de una teoría crítica que utiliza el pensamiento como "negación de aquello que se conforma inmediatamente delante de nosotros".
-Heidegger- En "El final de la filosofía y la tarea del pensar" afirma que la filosofía se encuentra cercana a su fin gracias a un desarrollo derivado de su naturaleza. Entendida como pregunta sobre las distintas regiones del ser ha profundizado y especificado su interrogar hasta desmembrarse en las distintas ciencias que se ocupan de la historia, el derecho, la naturaleza, etc. El diluirse en las ciencias específicas era la íntima vocación de la filosofía incluso desde sus orígenes. Pero ¿por qué la "realización" de la filosofía en las ciencias supone también su fin? Las ciencias específicas, explica Heidegger, se caracterizan por relacionar mecánicamente ciertos "conceptos estructurales", categorías o criterios, con sus objetos específicos. Las categorías en cuestión sirven en su ámbito específico de aplicación, y a este "se le otorga sólo una función cibernética, negándole todo sentido ontológico". Es como decir que la "pregunta sobre el ser" de la que la filosofía y las ciencias específicas han surgido no aparece más: existe sólo una organizada pluralidad de operaciones encuadradas técnicamente y científicamente reguladas.
Heidegger describe el mundo de la ciencia y de la técnica como un mundo dominado por un saber instrumental, operacional, fragmentado. Heidegger, al partir de la visión de la continuidad sustancial entre filosofía y ciencia, entre razón filosófica y razón técnico-estructural, se considera autorizado a contraponer más bien los términos "filosofía" y "pensamiento". Teniendo en cuenta que la "filosofía" -entendida como el modo específico, metafísico y, por tanto, "cientificista" de ejercitar el pensamiento que ha dominado Occidente- ya ha terminado, ¿qué otras posibilidades se mantienen abiertas al "pensamiento"? Heidegger llama "metafísica", y de forma más genérica "filosofía", a la visión del ser como realidad ubicada "frente" a la mirada humana, como conjunto de cosas "presentes", "disponibles" al obrar del hombre. La hipótesis introducida por Heidegger consiste en que debería existir una especie de modo prefilosófico de pensar, al margen del destino de la filosofía y de las ciencias que de esta se derivan.
"¿Existe para el pensamiento, más allá de la última posibilidad de esta manera definida (la resolución de la filosofía en las ciencias tecnificantes), una primera posibilidad, de la que el pensamiento filosófico debería partir pero que, en cuanto filosofía, no se encuentra en grado de experimentar y de emprender?" Y si así fuese, "escondida en toda la historia de la filosofía, desde su inicio hasta su final, debería encontrarse reservada al pensamiento una tarea que no era accesible ni a la filosofía en cuanto metafísica, ni, mucho menos, a las ciencias que de ésta derivan" ("El final de la filosofía y la tarea del pensar"). En Heidegger se reconoce una incompatibilidad entre la lógica de la técnica y la praxis filosófica tradicional: la técnica es, sin duda, el fin de la filosofía. Pero también se reconoce una continuidad entre la una y la otra, una continuidad no sólo justa y consecuencial, sino también "positiva", es decir, a tener en cuenta favorablemente. El mundo de la técnica indica, de hecho, el fin de la filosofía, y al mismo tiempo el (re)nacimiento de un pensamiento pre- y postfilosófico. La conclusión de la filosofía en la ciencia y, por tanto, en la técnica, coincide con el nacimiento de nuevas-antiguas condiciones del pensamiento.
-Popper: la demarcación entre ciencia y filosofía- Una diferencia tradicionalmente considerada entre la filosofía y las ciencias es la pretendida dimensión de totalidad de la filosofía, frente a la parcialidad de cada uno de los saberes científicos. Si esta fuera la única diferencia entre filosofía y ciencia, la filosofía sería equivalente a la suma lógica de las ciencias. La otra diferencia, entre filosofía y ciencia, es que la filosofía pretende obtener respuestas definitivas, absolutas, incondicionadas ante sus interrogantes, mientras que las ciencias, lejos de buscar explicaciones últimas, se conforman con las explicaciones accesibles en cada momento histórico. Esto se corresponde con la idea kantiana de metafísica: la pretensión de saltarse toda la cadena infinita de condiciones hasta lo incondicionado. Pero para Kant tal pretensión es legítima, por eso "no es posible aprender filosofía… sólo puede aprenderse a filosofar".
Esta pretensión de ultimidad hace que a menudo las respuestas filosóficas respondan a cuestiones que van más allá de la experiencia. Y de aquí se deriva lo que se considera rasgo fundamental para diferenciar la filosofía de la ciencia. Que la última tiene conexión con la experiencia, pero no la primera. Popper defendió que lo característico de las hipótesis científicas es que, a diferencia de las filosóficas, son falsables. Esto se debe a la propia lógica de la confirmación. Dado que una hipótesis nunca se puede contrastar experimentalmente como tal, sino que lo que se contrasta son sus consecuencias, entonces sabemos por lógica que de la verdad de las consecuencias no se sigue la verdad de las hipótesis -eso es la falacia de la afirmación del consecuente; mientras que de la falsedad de las consecuencias sí se sigue la falsedad de la hipótesis (modus tollens). Por consiguiente, las hipótesis científicas pueden ser falsadas o refutadas, pero nunca verificadas. Cuanto más se resista una hipótesis a la falsación tras sucesivos intentos, mayor razón tendremos para considerarla corroborada, pero nunca verificada. Popper llegó a admitir que la diferencia entre las hipótesis científicas y las filosóficas puede que sea gradual más bien que tajante.
Así las primeras tendrían un alto grado de falsabilidad, mientras que las segundas tendrían un grado mínimo o nulo. Este resultado se compagina a medias con la concepción de la filosofía en relación con la ciencia que defendía Russell. Para Russell, la filosofía es "aquello que todavía no es ciencia". Él tenía la imagen de la filosofía como la de un queso cuyas porciones van separándose y convirtiéndose en ciencias, hasta que un día no quede nada del original. De este modo, que una teoría sea científica o filosófica sólo dependería del momento en que es formulada. Para Russell el valor de la filosofía está en sugerir teorías originales, imaginativas y arriesgadas que ayuden a impulsar la ciencia. Heidegger parece estar de acuerdo con esta concepción: "El despliegue de la filosofía en ciencias independientes es su legítimo acabamiento. La filosofía finaliza en la época actual, y ha encontrado su lugar en la cientificidad de la humanidad que opera en sociedad" ("El final de la filosofía y la tarea del pensar").
-Quine y la inexistencia de la filosofía primera- El holismo que Quine defiende en "Dos dogmas del empirismo" tiene como una de sus consecuencias el abandono de la distinción analítico/sintético, es decir, la distinción entre las oraciones que son verdad simplemente en función de su significado y aquellas cuya verdad depende, al menos hasta cierto punto, de cómo sea el mundo. No hay oraciones que sean completamente irrevisables. En cierto modo, todas las oraciones han de considerarse sintéticas, aunque algunas sean más sintéticas que otras. Esta versión de holismo nos fuerza a abandonar cualquier esperanza de filosofía primera, un sistema filosófico que se mantenga separado de las afirmaciones de las ciencias especiales como la física, o, la percepción sensible. La filosofía, y en particular la epistemología, forma un continuo con la ciencia natural, o es incluso una parte de ella. No es una investigación peculiar de nuestros conceptos, ni una investigación independiente de los significados de términos cruciales como "saber" o "justificar". Si existiera de hecho una filosofía primera, es posible que fuera éste su objeto específico.
Pero la filosofía sólo se distingue de otras formas de investigación humana por su generalidad, se aferra a cuestiones que son más generales y amplias que las que investigan las ciencias especiales de la física y la psicología. De acuerdo con esta perspectiva, la filosofía es el estudio de la ciencia desde el mismo interior de la ciencia. Al estudiar la ciencia desde el interior de la ciencia, el filósofo no es capaz de cuestionar de un solo golpe la totalidad de la ciencia; ha de asumir, más bien, la validez general de los procedimientos y resultados científicos para poder encontrar razones en el interior de la ciencia que le permitan cuestionar, aceptar, rechazar o reemplazar aspectos particulares. Dado que, en ausencia de la filosofía primera, no nos queda otra alternativa que la de examinar la ciencia desde dentro, no hay ningún peligro de que la filosofía deba adoptar o imponer un criterio desde el exterior. Los criterios a usar son los criterios de la ciencia. ¿En qué se convierte la filosofía, una vez que se concibe como parte de la ciencia, más que como un estudio independiente de ella?
La epistemología tradicional estudiaba la relación entre los datos y las creencias, entre la evidencia y la teoría. Intentaba mostrar cómo nuestras creencias están justificadas por los datos de los que surgen; cómo nuestras teorías científicas están justificadas por la evidencia en que descansan. Este estudio ¿ha de ser abandonado y reemplazado, o puede continuarse en el seno de una nueva perspectiva? Sin embargo, Quine también se muestra dispuesto a aceptar preguntas sobre fundamentos; para él es admisible la cuestión epistemológica general: "Si nuestra ciencia fuera verdadera, ¿cómo lo sabríamos?" Según Quine, no tienen sentido las afirmaciones escépticas que niegan la posibilidad de responder a esta pregunta, y no tienen sentido porque parten del supuesto falso, el supuesto de que hay un objeto, el mundo, separado de nuestra teoría, objeto que proporciona un criterio por el que nuestra teoría puede estar determinada como falsa. Sin embargo, según Quine, el único criterio de realidad es el que nos proporciona la ciencia, la única realidad es la que describe la ciencia. Así que no hay peligro alguno de que nuestro criterio deje de ajustarse al objeto, dado que la ciencia proporciona, a la vez, el criterio y el objeto.
Fuentes: UNESCO, Executive Board, nº 171 http://www.avizora.com/publicaciones/filosofia * * * * *
“La ventaja que sacarás de la filosofía será hacer sin que te manden, lo que otros harán por temor a las leyes”.