El 16 de noviembre se celebra el Día Internacional de la Tolerancia.
"El racismo es la respuesta del hombre ante lo desconocido, lo odiado o lo envidiado".
Los Estados Miembros de la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, congregados en París con motivo de la 28ª reunión de la Conferencia General, del 25 de octubre al 16 de noviembre de 1995, acordaron recoger en un documento la inquietud ante determinados problemas de discriminación.
El documento consta de un preámbulo y seis artículos que tratan los siguientes temas:
Artículo 1. Significado de la tolerancia
Artículo 2. La función del Estado
Artículo 3. Dimensiones sociales
Artículo 4. Educación
Artículo 5. Compromiso para la acción
Artículo 6. Día Internacional
Concretamente el artículo 6º dice:
Día Internacional para la Tolerancia.
A fin de hacer un llamamiento a la opinión pública, poner de relieve los peligros de la intolerancia y reafirmar nuestro apoyo y acción en pro del fomento de la tolerancia y de la educación en favor de ésta, proclamamos solemnemente Día Internacional para la Tolerancia el día 16 de noviembre de cada año.
También es importante la definición que da de tolerancia y que nos ha de servir para reflexionar sobre ella:
"La tolerancia consiste en el respeto, la aceptación y el aprecio de la rica diversidad de las culturas de nuestro mundo, de nuestras formas de expresión y medios de ser humanos".
La bella ilusión de la tolerancia
Sin duda que cuando hablamos de tolerancia entramos en un terreno difícil de precisar.
Por tolerancia entendemos de un modo casi inmediato un valor y una virtud que toda persona que forma parte de este nuevo mundo globalizado ha de desarrollar.
En efecto, se afirma que la tolerancia es un valor esencial para la convivencia entre las personas humanas.
Sin él la convivencia entre unos y otros sería imposible, puesto que en la naturaleza del ser humano reside la individualidad y unicidad constitutivas del ser personal, la cual de por sí acentúa las diferencias entre las personas.
Como todos somos diferentes se parte del supuesto que para poder vivir en comunidad debemos aprender a tolerar a los demás.
Se sostiene que la tolerancia es una virtud encomiable.
Quien es tolerante es una persona digna de respeto y admiración puesto que es capaz de aceptar a los demás y de esta forma se destaca por su capacidad gregaria.
Valoramos a quienes son capaces de salir de sí y de encontrase con otros, aun a pesar de sus diferencias.
Creemos que la tolerancia es un valor que permite la convivencia, en especial en el plano ideológico, puesto que es importante para una sociedad aceptar la diversidad y convivir con todas las manifestaciones de la cultura.
En especial en círculos de corte agnóstico aparece como una necesidad importante valorar el respeto por las ideas ajenas a toda tradición católica o cristiana, puesto que siempre aparece el riesgo inquisidor de las fuerzas ocultas de creyentes que manipulan y dominan el desarrollo de los pueblos para su beneficio personal.
Ante la evidencia de un mundo cada vez más intercomunicado, en el cual podemos interactuar con otras personas de culturas completamente diversas y ajenas a nuestra tradición cristiana occidental, resulta evidentemente necesario resguardar la importancia de un principio como la tolerancia, que efectivamente, permita una convivencia armónica entre las personas.
¿Es realmente un valor o una virtud?
Interesante resulta apreciar la génesis del concepto de tolerancia.
Según Ferrater Mora es un concepto que surge de las guerras de tipo religioso que inundaron Europa, por ello se refiere a la convivencia pacífica que puede existir entre católicos y protestantes.
A raíz de esto se puede considerar en diversos sentidos:
Indulgencia respecto a otras doctrinas
Respeto a enunciados y prácticas políticas siempre que estén enmarcados en lo aceptable por la comunidad.
Comprensión frente a actitudes contrarias que permitan la convivencia entre los que conviven en una sociedad.
Sin embargo, Gianini agrega otras visiones de este concepto que ayudan a clarificarlo.
La tolerancia se asocia a la resistencia que poseen ciertos materiales antes de alcanzar un límite que les destruya.
En este sentido la tolerancia es capacidad de soportar, de aguantar una situación, credo, idea o a una persona distinta a nosotros.
Es en definitiva, en términos de Maturana una negación a largo plazo.
Tal origen hace cuestionar la valía de este principio.
En la tradición aristotélica se entiende por virtud una disposición de la persona que lo haga tender hacia la perfección para la cual ha sido creada.
En tal sentido la virtud se diferencia del vicio en términos que su aspiración constante es hacia la perfección.
Toda virtud tiende a lo mejor. Sin embargo en el caso de la tolerancia esto no ocurre así.
Como expone Gianini este principio insiste en soportar lo negativo del otro, a soportar la carga que significa lo que nos desagrada del otro, tal como se aprecia en el contexto en que nace este concepto:
La tolerancia religiosa consiste en estar con aquel infiel que no profesa la fe verdadera y que en tal sentido es pecaminosa y contaminante para mí.
Sin embargo, esta postura me hace cuestionar la validez de una actitud así.
¿Desde qué perspectiva se asume que alguna conducta, idea o creencia es negativa?
¿Son mis creencias, mis ideologías, mi manera de ser un referente válido para establecerme como la norma de toda tolerancia?
Aceptación del otro, no tolerancia de sus defectos.
En el fondo el acto de la tolerancia posee todo lo contrario a la posibilidad de convivencia y de aceptación del otro.
En el fondo, tal como lo afirma Maturana hay una negación a largo plazo.
Cuando tolero me convierto en la regla que establece lo correcto de lo inaceptable y al tolerar me convierto en la norma que determina desde mi percepción lo que se espera de mí o no.
El “tolerante” es quien se erige a sí mismo como criterio de verdad, de corrección, de regulación de lo que debe ser aceptado o no.
¿Todo es tolerable?
Hay límites establecidos para asegurar la convivencia entre las personas. Por ello no todo es tolerable.
En el sentido correcto: no todo es aceptable, hay límites establecidos por los valores.
Toda persona es digna de aceptación, sin embargo no todo acto es digno de ser aceptado.
Si construyo mis relaciones con los otros desde la perspectiva de mi igualdad con los otros en términos de dignidad, ello no impide que no acepte acciones que atentan contra la dignidad elemental de toda persona.
Mi propuesta es que los valores determinan y regulan el nivel de tolerancia que se debe poseer y en tal medida lo que efectivamente requerimos no es tolerancia, sino aceptación del otro.
No necesitamos aceptar lo malo del otro, sino aprender a convivir con el otro.
Y para ello debemos bajar del podio que nos hemos erigido como guardianes de lo correcto e incorrecto, para apreciar que el otro se legitima ante nosotros por lo que es y luego por lo que hace.
De sus acciones determinaremos qué conductas son aceptadas o no, pero partiendo de él a base de valores estipulados en el consenso de la convivencia.
La invitación es a reconocer lo que del otro es valioso para nuestra convivencia y en la legitimación de nuestras actitudes sociales construir un espacio de mutua aceptación, que nace de la confianza básica.
De esta forma construiremos una verdadera sociedad y evitaremos una disolución prematura de parte de lo que nos constituye en seres humanos: nuestro ser gregario.
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La Tolerancia (Artículo)
Cada vez que escucho la palabra "tolerancia" siento cierto recelo. No termina de gustarme.
No sé si mi definición es muy académica, pero ser tolerante significa tener algo que tolerar, es decir, algo inferior que nosotros que, en nuestra infinita generosidad y altura, aceptamos a pesar de saber que es imperfecto.
Por eso, si yo digo que "tolero algo" o que "soy tolerante con algo", de alguna manera doy a entender que no lo considero digno de mí y que, aunque lo permito sólo porque soy simpático, podría legítimamente enfadarme.
El respeto, sin embargo, parte de la igualdad profunda entre el observador y lo observado.
Pues resulta que ayer, leyendo un texto de Gandhi, me encontré con la misma idea.
El párrafo habla del respeto, y de cómo la base de éste es considerarse a sí mismo, o la opinión propia, imperfecta.
Si un cristiano cree que el cristianismo es imperfecto, que es sólo un camino, una forma de buscar la verdad espiritual propia, ¿cómo podrá despreciar las otras religiones?
Os lo transcribo, que es mucho mejor leerlo en el original.
Es una idea que debería esculpirse en la puerta de todos los templos del mundo:
"No me gusta la palabra tolerancia pero no puedo pensar en una mejor.
La tolerancia podría implicar la pretensión gratuita de que las otras creencias son inferiores a la propia, al paso que el ahimsa nos enseña a tener por la fe religiosa de los demás el mismo respeto que le acordamos a la nuestra, admitiendo así la imperfección de esta última.
El buscador de la Verdad, que sigue la ley del Amor, admitirá eso prontamente. (...)
La religión que concebimos, al ser imperfecta, estará siempre sujeta a un proceso de evolución y reinterpretación.
El progreso hacia la Verdad, hacia Dios, se hace posible sólo a través de esa evolución.
Y si todas las creencias que los hombres delinean son imperfectas, no cabe el problema de los méritos comparativos.
Todas las creencias constituyen una revelación de la Verdad, pero todas son imperfectas y están sujetas a error.
La reverencia que nos merecen las religiones no debe cegarnos a sus defectos.
Asimismo, debemos ser agudamente sensibles a los errores de nuestra fe, no para dejarlos tal como están sino para tratar de superarlos.
Observando las religiones con ojo imparcial no sólo no debemos vacilar en incorporar a nuestra fe los rasgos aceptables de las otras creencias sino, por el contrario, pensar que ése es nuestro deber".
¡El que tenga oídos que escuche!
Fuentes:
http://www.ricardodiaz.org
http://www.educared.net
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"Ninguna cosa impuesta por la violencia será duradera. La violencia lleva implícita en sí misma la debilidad".
(Paúl Valery)