Efemérides y aniversarios.

Escritor del Siglo de Oro español.

Nacimiento: el 17 de septiembre de 1580, Madrid.

 

Falleció un 8 de septiembre de 1645, en Villanueva de los Infantes, Ciudad Real, España.

Por Siglo de Oro se entiende la época clásica o de apogeo de la cultura española, esencialmente el Renacimiento del siglo XVI y el Barroco del siglo XVII.

Ciñéndose a fechas concretas de acontecimientos clave, dicho período abarcaría desde la publicación de la Gramática castellana de Antonio de Nebrija (1492) hasta la muerte de Calderón (1681).

El punto más alto de este apogeo se encuentra en la obra de Miguel de Cervantes y Lope de Vega.

La elección de 1492 no es casual: en ese año termina el poder político musulmán en la Península con la conquista del Reino de Granada, aunque una minoría morisca seguirá siendo tolerada en Castilla, Aragón y Andalucía hasta el reinado de Felipe III.

Por otra parte, se expulsa a los judíos que no se cristianizan, y estos fundan colonias hispanas por toda Europa, Asia y norte de África, donde siguen cultivando su lengua y escribiendo literatura en castellano, produciendo figuras notables, como el economista y escritor José Penso de la Vega, Miguel de Barrios o Manuel de Pina.

El afán guerrero fraguado a partir de siglos de Reconquista medieval desborda el cauce peninsular y se proyecta sobre la América recién descubierta y Europa, en lo que el prestigioso historiador francés Pierre Vilar calificaría como "la gesta más extraordinaria de la historia de la Humanidad".

El Siglo de Oro abarca dos periodos estéticos, que corresponden al Renacimiento del siglo XVI (reinados de Fernando el Católico, Carlos I y Felipe II) y al Barroco del siglo XVII (reinados de Felipe III, Felipe IV y Carlos II).

El eje de estas dos épocas o fases puede ponerse en el Concilio de Trento y la reacción contrarreformista.

Francisco Gómez de Quevedo y Santibáñez VillegasFue un noble, político y escritor español del Siglo de Oro, uno de los más destacados de la Historia de España.

Ostentó los títulos de señor de laTorre de Juan Abad y Caballero de la Orden de Santiago.

Vida
El linaje de los Quevedo, familia hidalga y montañesa, descendiente de ricos hombres de Castilla, estaba acreditado en el valle de Toranzo, en las montañas de Burgos, actual Cantabria.

Su casa infanzona y solariega se hallaba cerca de Vejorís de Toranzo, sobre una eminencia llamada barrio de Cerceda.

Nació Quevedo en Madrid y fue bautizado en la parroquia de San Ginés el 26 de septiembre de1580. Su infancia transcurrió en la villa y corte, rodeado de nobles y potentados, ya que sus padres desempeñaban altos cargos en palacio.

El padre, Francisco Gómez de Quevedo, era secretario de la princesa María, esposa de Maximiliano de Alemania, y su madre, María de Santibáñez (madrileña, de madre también montañesa), era camarera de la reina.

El muchacho, superdotado, de pies deformes, cojo de uno, gordo y muy corto de vista, quedó huérfano a los seis años y se refugió en los libros dentro del Colegio Imperial de la Compañía de Jesús en Madrid.

En 1596 marchó a la Universidad de Alcalá de Henares, donde estudió incansablemente hasta 1600.

Por su cuenta, profundizó también en filosofía, lenguas clásicas, árabe, hebreo, francés e italiano.

Se trasladó a Valladolid en 1601, siguiendo la corte que trasladó allí el duque de Lerma, y estudió también teología, para la que hará posteriormente algunas aportaciones, como el tratado contra el ateísmo Providencia de Dios.

Ya por entonces destacó como poeta y figuró en la antología generacional de Pedro Espinosa Flores de poetas ilustres (1605), pero el conjunto de su obra poética fue editado póstumamente y puede clasificarse dentro del Conceptismo barroco.

De su estancia vallisoletana datan asimismo los comienzos de su larga enemistad con Luis de Góngora.

También había cultivado la prosa, escribiendo, como juego cortesano en el que lo más importante era exhibir ingenio, la primera versión manuscrita de una novela picaresca, la "Vida del Buscón", y un cierto número de cortos opúsculos burlescos que le ganaron cierta celebridad entre los estudiantes y de los que habría de renegar en su edad madura como travesuras de juventud.

Igualmente, por esas fechas sostiene un muy erudito intercambio epistolar con el humanista Justo Lipsio, deplorando las guerras que estremecen Europa, según puede verse en el Epistolario reunido por Luis Astrana Marín.

Vuelta la corte a Madrid, arriba a ella Quevedo en 1606 y reside allí hasta 1611 entregado a las letras, ganándose la amistad de Félix Lope de Vega (hay numerosos elogios a Quevedo en los libros de "Rimas del Fénix", y Quevedo aprobó las "Rimas humanas y divinas", de Tomé Burguillos, heterónimo del Fénix) y de Miguel de Cervantes (se le alaba en el "Viaje del Parnaso" del alcalaíno, y Quevedo corresponde en "La Perinola"), con quienes estaba en la Cofradía de Esclavos del Santísimo Sacramento.

Por el contrario, atacó sin piedad a los dramaturgos Juan Ruiz de Alarcón, cuyos defectos físicos le hacían gracia (era pelirrojo y jorobado), siendo él mismo deforme, así como Juan Pérez de Montalbán, hijo de un librero con el que Quevedo tuvo ciertas disputas.

Contra este último escribió "La Perinola", cruel sátira de su libro misceláneo "Para todos".

Sin embargo, el más atacado, sin duda, fue Luis de Góngora, al que dirigió una serie de terribles sátiras acusándole de ser un sacerdote indigno, de homosexual, de escritor sucio y obscuro, entregado a la baraja e indecente.

Quevedo, descaradamente, violentaba la relación metiéndose hasta con su aspecto (como en su sátira "A una nariz", en la que se ensaña con el apéndice nasal de Góngora, pues en la época se creía que el rasgo físico más acusado de los judíos era ser narigudos).

En su descargo, cabe decir que Góngora le correspondió casi con la misma violencia.

Por entonces, estrecha una gran amistad con el grande Pedro Téllez-Girón, el gran duque de Osuna, al que acompañará como secretario a Italia en 1613, desempeñando diversas comisiones para él que le llevaron a Niza, Venecia y, finalmente, a Madrid, donde se integrará en el entorno del duque de Lerma, siempre con el propósito de conseguir a su amigo, el duque de Osuna, el nombramiento de virrey de Nápoles, lo que al fin logrará en 1616.

Vuelto a Italia de nuevo con el duque, este le encargó dirigir y organizar la hacienda del Virreinato, y desempeña otras misiones, algunas relacionadas con el espionaje a la República de Venecia, aunque no directamente, como se ha creído hasta hace poco, y obtiene en recompensa el hábito de Santiago en 1618.

Caído el grande Osuna, Quevedo es arrastrado también como uno de sus hombres de confianza, y se le destierra en 1620 a Torre de Juan Abad (Ciudad Real), cuyo señorío había comprado su madre con todos sus ahorros para él antes de fallecer.

Los vecinos del lugar, sin embargo, no reconocieron esa compra y Quevedo pleiteará interminablemente con el concejo, si bien el pleito sólo se resolverá a su favor tras su muerte, en la persona de su heredero y sobrino Pedro Alderete.

Llegado allí a lomos de su jaca "Scoto", llamada así por lo sutil que era, como cuenta en un romance, y aislado ya de las tormentosas intrigas cortesanas, a solas con su conciencia, escribirá Quevedo algunas de sus mejores poesías, como el soneto "Retirado a la paz de estos desiertos..." o "Son las torres de Joray...".

Y hallará consuelo a sus ambiciones cortesanas y a su desgarrón afectivo en la doctrina estoica de Séneca, cuyas obras estudia y comenta, convirtiéndose en uno de los principales exponentes del neoestoicismo español.

La entronización de Felipe IV supuso para Quevedo el levantamiento de su castigo, la vuelta a la política y grandes esperanzas ante el nuevo valimiento del conde duque de Olivares.

Quevedo acompaña al joven rey en viajes a Andalucía y Aragón, algunas de cuyas divertidas incidencias cuenta en interesantes cartas.

Por entonces, denuncia sus obras a la Inquisición, ya que los libreros habían impreso sin su permiso muchas de sus piezas satíricas, que corrían manuscritas, haciéndose ricos a su costa.

Quevedo quiso asustarlos y espantarlos de esa manera, y preparar el camino a una edición definitiva de sus obras que nunca llegó a aparecer.

Por otro lado, lleva una vida privada algo desordenada de solterón:

Fuma mucho, frecuenta las tabernas (Góngora le achaca ser un borrachín consumado, y en un poema satírico se le llama don Francisco de Quebebo) y acude a los lupanares, pese a que vive amancebado con una tal Ledesma.

Sin embargo, es nombrado, incluso, secretario del monarca, en 1632, lo que supuso la cumbre en su carrera cortesana.

Era un puesto sujeto a todo tipo de presiones:

Su amigo, el duque de Medinaceli, es hostigado por su mujer para que le obligue a casarse contra su voluntad con doña Esperanza de Aragón, señora de Cetina, viuda y con hijos, y el matrimonio, realizado en 1634, apenas dura tres meses.

En contrapartida, son años de una febril actividad creativa.

En 1634 publica "La cuna y la sepultura" y la traducción de "La introducción a la vida devota de Francisco de Sales".

Entre 1633 y 1635 datan obras como "De los remedios de cualquier fortuna", el "Epicteto", "Virtud militante", "Las cuatro fantasmas", la segunda parte de "Política de Dios", la "Visita y anatomía de la cabeza del cardenal Richelieu" o la "Carta a Luis XIII".

En 1635 aparece en Valencia el más importante de uno de los numerosos libelos destinados a difamarle, "El tribunal de la justa venganza", erigido contra los escritos de Francisco de Quevedo, maestro de errores, doctor en desvergüenzas, licenciado en bufonerías, bachiller en suciedades, catedrático de vicios y protodiablo entre los hombres.

En 1639, con motivo del memorial aparecido bajo la servilleta del Rey Sacra, católica, cesárea, real Majestad..., donde se denuncia la política del conde duque, se le detiene, se confiscan sus libros y, sin apenas vestirse, es llevado al frío convento de San Marcos de León hasta la caída del valido y su retirada a Loeches en 1643.

En el monasterio, Quevedo se dedicó a la lectura, como cuenta en la "Carta moral e instructiva", escrita a su amigo, Adán de la Parra, pintándole por horas su prisión y la vida que en ella hacía:

"Desde las diez a las once rezo algunas devociones, y desde esta hora a la de las doce leo en buenos y malos autores; porque no hay ningún libro, por despreciable que sea, que no tenga alguna cosa buena, como ni algún lunar el de mejor nota.

Catulo tiene sus errores, Marcus Fabius Quintilianus sus arrogancias, Cicerón algún absurdo, Séneca bastante confusión...

Y en fin, Homero sus cegueras, y el satírico Juvenal sus desbarros; sin que le falten a Egecias algunos conceptos, a Sidonio medianas sutilezas, a Ennodio acierto en algunas comparaciones, y a Aristarco, con ser tan insulsísimo, propiedad en bastantes ejemplos.

De unos y de otros procuro aprovecharme de los malos para no seguirlos, y de los buenos para procurar imitarlos".

Pero Quevedo había salido ya del encierro, en 1643, achacoso y muy enfermo, y renuncia a la corte para retirarse definitivamente en Torre de Juan Abad.

Es en sus cercanías y tras escribir en su última carta que "hay cosas que solo son un nombre y una figura", fallece en el convento de los padres dominicos de Villanueva de los Infantes, el 8 de septiembre de 1645.

Se cuenta que su tumba fue violada días después por un caballero que deseaba tener las espuelas de oro con que había sido enterrado, y que dicho caballero murió al poco en justo castigo por tal atrevimiento.

Sus obras fueron muy mal recogidas y editadas por el humanista José Antonio González de Salas, quien no tiene empacho en retocar los textos, en 1648:

"El parnaso español, monte en dos cumbres dividido, con las nueve musas", pero es la edición más fiable...

Peor es la edición del sobrino de Quevedo y destinatario de su herencia, Pedro Alderete, en 1670: "Las tres musas últimas castellanas"; en el siglo XX, José Manuel Blecua las ha editado con rigor.

En 1663 se imprimió la primera biografía de Francisco de Quevedo, la de Pablo Antonio de Tarsia, abundante en anécdotas; posteriormente vendrán las de Aureliano Fernández Guerra en el siglo XIX, donde se le pinta como un hombre de Estado, y la de Pablo Jauralde Pou en el siglo XX.

Análisis de su obra
Lo más original de la obra literaria de Quevedo radica en el estilo, vinculado al Conceptismo barroco y, por lo tanto, muy amigo de la concisión, de la elipsis y del cortesano juego de ingenio con las palabras mediante el abuso de la anfibología.

Amante de la retórica, ensayó a veces un estilo oratorio lleno de simetrías, antítesis e isocola (estructuras sintácticas paralelas) que lució más que nunca en su "Marco Bruto".Francisco de Quevedo

De léxico muy abundante, creó además muchos neologismos por derivación, composición y estereotipia, y flexibilizó notablemente el mecanismo de la aposición especificativa en castellano ("clérigo cerbatana, zapatos galeones..."), mecanismo que los escritores barrocos posteriores imitaron de él.

En su sátira se acerca a veces a la estética del expresionismo al degradar a las personas mediante la reificación o cosificación y la animalización.

Se ha señalado, además, como un rasgo característico de su verso, la esticomitia, esto es, la tendencia a transformar cada verso en una sentencia de sentido completo, lo cual hace a sus poemas muy densos de significado, como era prioritario en su poética, radicada en los principios del conceptismo barroco.

La mayor parte de la producción poética de Quevedo es satírica, pero como ya apercibió el abate José Marchena sus sátiras están mal dirigidas y, aunque consciente de las causas verdaderas de la decadencia general, es para él más un mero ejercicio de estilo que otra cosa y se vierte contra el bajo pueblo más que contra la nobleza, en lo cual no tuvo el atrevimiento de, por ejemplo, el otro gran satírico de su época, Juan de Tassis y Peralta, segundo conde de Villamediana.

Cultivó también una fina lírica cortesana realizando un cancionero petrarquista en temas, estilo y tópicos, prácticamente perfecto en técnica y fondo, en torno a la figura de Lisi, que no hay que identificar, como se ha querido, con ninguna dama concreta, sino con un arquetipo quintaesenciado de mujer.

Destacan, sobre todo, sus sonetos metafísicos y sus salmos, donde se expone su más íntimo desconsuelo existencial.

 

Portada de un libro de sonetos


La visión que da su filosofía es profundamente pesimista y de rasgos preexistencialistas.

El cauce preferido para la abundante vena satírica de que hizo gala es, sobre todo, el romance, pero también la letrilla ("Poderoso caballero es don Dinero"), vehículo de una crítica social a la que no se le esconden los motivos más profundos de la decadencia de España, y el soneto.

Abominó de la estética del Culteranismo, cuyo líder, Luis de Góngora, fue violentamente atacado por Quevedo en sátiras personales.

 

Contra la pedantería y obscuridad que le imputaba, se propuso también editar las obras de los poetas renacentistas Francisco de la Torre y Fray Luis de León.

La poesía amorosa de Quevedo, considerada la más importante del siglo XVII, es la producción más paradójica del autor.

Fue, sin embargo, el gran cantor del amor y de la mujer.

Escribió numerosos poemas amorosos (se conservan más de doscientos), dedicados a varios nombres de mujer:

Flora, Lisi, Jacinta, Filis, Aminta, Dora.

Consideró el amor como un ideal inalcanzable, una lucha de contrarios, una paradoja dolorida y dolorosa, en donde el placer queda descartado.

Su obra cumbre en este género es, sin duda, su “Amor constante más allá de la muerte”.

Obras políticas
"Política de Dios, gobierno de Cristo". Su primera parte fue escrita hacia 1617 (en la dedicatoria a Olivares, de 1626, le dice que "es el libro que yo escribí diez años ha") e impresa en 1626 con el título de "Política de Dios, gobierno de Cristo y tiranía de Satanás".

La segunda parte, escrita en torno a 1635, se publicó en 1655. Las dos partes juntas se publicaron bajo el epígrafe "Política de Dios, gobierno de Cristo", sacada de la Sagrada Escritura para acierto del Rey y del reino en sus acciones.

"Vida de Marco Bruto", 1644, glosa de la vida correspondiente al famoso asesino de César compuesta por Plutarco, escrita con algebraico rigor y una elevación de estilo conceptista poco menos que inimitable.

"Mundo caduco y desvaríos de la edad" (1621, ed. 1852).

"Grandes anales de quince días" (1621, ed. 1788), análisis de la transición entre los reinados de Felipe III y Felipe IV.

"Memorial por el patronato de Santiago" (1627, ed. 1628).

"Lince de Italia y zahorí español" (1628, ed. 1852).

"El chitón de Tarabillas" (1630), impreso muchas veces con el título de "Tira la piedra y esconde la mano".

Defiende las disposiciones económicas del conde-duque de Olivares, de quien luego se distanciaría.

"Carta al serenísimo, muy alto y muy poderoso Luis XIII, rey cristianísimo de Francia" (1635).

Breve compendio de los servicios de Francisco Gómez de Sandoval, duque de Lerma (1636).

"La rebelión de Barcelona ni es por el güevo ni es por el fuero". 1641, panfleto contra la revuelta catalana de 1640.

Obras perdidas
"La segunda parte de la Vida de Marco Bruto", mencionada por Quevedo en sus últimas cartas, en 1644.

"Historia de don Sebastián, rey de Portugal".

"La polilla de las repúblicas".

"Historia del año 1631".

"Dichos y hechos del duque de Osuna en Flandes, España, Nápoles y Sicilia".

Obras ascéticas
"Providencia de Dios", 1641, tratado contra los ateos que intenta unificar estoicismo y cristianismo.

"Vida de san Pablo", 1644.

"Vida de santo Tomás de Villanueva", 1620.

Obras filosóficas
"La cuna y la sepultura" (1635).

"Las cuatro pestes del mundo y las cuatro fantasmas de la vida" (1651).

Crítica literaria
"La aguja de navegar cultos con la receta para hacer soledades en un día" (1631), satírica embestida contra los poetas que usan el lenguaje gongorino o culterano.

"La culta latiniparla" (1624), burlesco manual para hablar en lenguaje gongorino.

"La Perinola" (1633, ed. en 1788), ataque contra el "Para todos" de Juan Pérez de Montalbán.

"Cuento de cuentos" (1626), reducción al absurdo de los coloquialismos más vacíos de significado.

Obras festivas
"Premática y aranceles, hechas por el fiel de las putas".

"Consejos para guardar la mosca y gastar la prosa".

"Premática del tiempo".

"Capitulaciones matrimoniales" y "Capitulaciones de la vida de la corte" son sátiras de los géneros burocráticos habituales en las cancillerías y que se aplican a temas grotescos.

"Cartas del caballero de la Tenaza" (1625), humorística descripción de las epístolas intercambiadas entre un caballero sumamente tacaño y su amante, que quiere sacarle dinero por cualquier medio.

"Libro de todas las cosas y otras muchas más".
Compuesto por el docto y experimentado en todas materias.

El único maestro malsabidillo.

Dirigido a la curiosidad de los entremetidos, a la turbamulta de los habladores, y a la sonsaca de las viejecitas.

Obras satírico-morales
"Los Sueños", compuestos entre 1606 y 1623, circularon abundantemente manuscritos, pero no se imprimieron hasta 1627.

Se trata de cinco narraciones cortas de inspiración lucianesca, donde se pasa revista a diversas costumbres, oficios y personajes populares de su época.

Son, por este orden, "El sueño del Juicio Final" (llamado a partir de la publicación de "Juguetes de la niñez", la versión expurgada de 1631, "El sueño de las calaveras").

"El alguacil endemoniado" (redenominado "El alguacil alguacilado").

"El sueño del Infierno" (esto es, "Las zahúrdas de Plutón" en su versión expurgada).

"El mundo por dentro" (que mantuvo su nombre siempre).

"El sueño de la muerte" (conocido como "La visita de los chistes").

De la estirpe de los Sueños son dos llamadas fantasías morales, el "Discurso de todos los diablos "y de "La hora de todos".

Ambas son también sátiras lucianescas de característico tono jocoserio, aunque en su factura y creatividad superan a los Sueños:

"Discurso de todos los diablos o infierno emendado" (1628), publicado en algunas versiones como "El peor escondrijo de la muerte" y, a partir de 1631, en la versión expurgada en la que aparecen también los cinco Sueños con los títulos cambiados que se enumeran más arriba, con el título de "El entremetido y la dueña y el soplón".

"La hora de todos" y la "Fortuna con seso", variación sobre el tema del mundo al revés, en que la Fortuna recobra el juicio y da a cada persona lo que realmente merece, provocando tan gran trastorno y confusión que el padre de los dioses debe volverlo todo a su primitivo desorden.

La novela picaresca "Historia de la vida del Buscón llamado Pablos, ejemplo de vagabundos y espejo de tacaños", apareció impresa en Zaragoza en 1626, pero existen tres versiones más de la obra con grandes divergencias textuales.

La impresión de 1626 fue asumida, si no controlada, por Quevedo, según el propio autor declara en su memorial "Su espada por Santiago" (1628), y la sinceridad de sus palabras es confirmada por otros datos, así que en realidad no puede sostenerse que se hiciera sin permiso del autor.

Pero esta versión no fue la última, pues don Francisco volvió sobre ella para retocar algunos pormenores narrativos, amplificar el retrato satírico de varios personajes secundarios y paliar las expresiones que juzgaron irreverentes o blasfemas los redactores de dos libelos antiquevedianos, el "Memorial" enviado a la Inquisición contra los escritos de Quevedo (1629) y "El Tribunal de la Justa Venganza" (1635).

De estos retoques dan fe los otros manuscritos.

"El Buscón" es un divertimento en que el autor se complace en ridiculizar los vanos esfuerzos de ascensión social de un pobre diablo perteneciente al bajo pueblo.

La caracterización apenas existe: se trata solo de un vehículo para el lucimiento aristocrático del autor.

Quevedo frecuentó a humanistas como el distante Justo Lipsio y el más cercano José Antonio González de Salas; ambos le transmitieron su fervor por Propercio.

Mérito tienen sus "Lamentaciones de Jeremías" desde el hebreo, o sus versiones de excelente latinista de los satíricos Marcial, Persio y Juvenal.

Sus obras están esmaltadas también de reminiscencias de Virgilio, Propercio, Tibulo, Ovidio, Estacio y Séneca, autores que, como los citados satíricos, frecuentó no poco.

También son excelentes sus versiones del italiano y el francés; en esta última lengua, conocía la obra de líricos como Joachim du Bella y leía y admiraba la de Montaigne e, incluso, es posible que tradujese el primer libro de sus "Essais".

En su haber se cuentan:
"Introducción a la vida devota, de San Francisco de Sales".

"De los remedios de cualquier fortuna" (1638), versión libre de Séneca.

"El Rómulo", 1632, del marqués Virgilio Malvezzi.

Fuentes:
http://www.librodot.com
http://www.torredejuanabad.org
http://es.wikipedia.org
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"Las fuerzas, peregrino celebrado, afrentará del tiempo y del olvido el libro que, por tuyo, ha merecido ser del uno y del otro respetado" (Francisco de Quevedo).