Entramos en el verano con un panorama muy variado, y no precisamente en cuanto a opciones de vacaciones... Hoy, ponerse fuera de «lo actual» es cuestión de días, a veces de horas.
Es el mundo, en general, el que ofrece este espectáculo con sus cambios constantes y rápidos, al punto de que antes de llegar a comprender alguna de las transformaciones que nos ofrecen, ya aparece otra que la reemplaza. Aparentemente recibimos un caudal de información suficiente como para entender estos cambios, si bien no todos nos informan de la misma manera, ni de acuerdo a las mismas ideas de base, ni con la misma objetividad, ni con los mismos intereses...
Esto hace que la cantidad de información se vuelve contra nosotros, ya que no sólo se trata de entender el porqué de un cambio, sino de decidir con cuál de las explicaciones nos quedamos -si es que en verdad nos interesa que nos lo expliquen-. Este es, pues, el panorama: muchas innovaciones, muchas interpretaciones y un sentimiento callado de perplejidad que permanece.
¿Son buenos y necesarios todos estos cambios? ¿Adónde nos conducen? ¿Veremos los resultados objetivos de todo lo que nos prometen? En un mundo variable como el nuestro, en el que, además, existen variadísimas opiniones respecto a cualquier cuestión y muy variados grupos que tratan de acaparar el interés y la voluntad de la gente; en un mundo como el nuestro, en el que es muy difícil reconocer la verdad de la mentira hábilmente disfrazada, la sinceridad de la hipocresía, no es de extrañar que existan dudas acerca de estos cambios que, en general, se presentan como altamente positivos.
Los cambios son buenos, sí, siempre y cuando tengan una finalidad clara y nos conduzcan hacia una meta definida que, además, sea necesaria. Pero lo malo del asunto es que, por escasa que sea nuestra comprensión, vemos que la mayoría de los cambios que se producen o que nos proponen, obedecen a los intereses propios de quienes los lanzan; o bien al desconcierto general de la gente que clama por novedades y modificaciones en los estilos de vida y pensamiento, justamente porque es muy complicado saber hacia dónde vamos y aun saber hacia dónde queremos ir. El simple cambio no es un signo de progreso.
A veces es una forma de entretener a la gente o una demostración -con pretensiones de inteligencia- de una gran confusión en todos los aspectos de la vida. Hoy varían desde las modas en el vestir hasta los gobiernos; desde las formas de amarse entre hombres y mujeres hasta los cimientos de las religiones; desde el arte que ya no sabe qué inventar hasta la ciencia que investiga afanosamente abriendo nuevos surcos; desde los sistemas monetarios hasta las ideas acerca de la muerte.
¿Y qué hay del ser humano que debe asimilar esos cambios? ¿Qué cambios se han producido como para hacerlo más inteligente, más capaz, menos superficial y oportunista, más valeroso y menos vulnerable, más sensato y respetuoso, menos egoísta y malintencionado? Sinceramente, creemos que sin estos pocos cambios en el fundamento del hombre, todos los otros no dejarán de ser un viento estacional; en este caso, un viento de verano que, quién sabe en qué clase de tormenta se transformará en los meses y años venideros.
-Delia S. Guzmán-
* * * * * "Muchos habrían podido llegar a la sabiduría si no se hubiesen creído ya, suficientemente sabios". -Juan Luis Vives-