Hablemos de sentimientos...
"¡Oh envidia!, raíz de infinitos males y carcoma de las virtudes".
-Miguel de Cervantes-
"Después de aquellos que ocupan los primeros puestos, no conozco a nadie tan desgraciado como quien los envidia".
-Madame de Maintenon-
La envidia jamás tiene reposo y es alacrán que, con su picada, engorda la lengua de quien padece semejante lacra. Es el vicio menos susceptible de contarse.
Cuenta el rumor, quizás de algún envidioso, que lo inventaron en España, donde arraigó -insisten- de por vida.
La envidia vuelve enjutas las facciones y, bajo la húmeda umbría de su manto, cría hongos y venenosas sabandijas.
¡El envidioso llama a voces a la parca!
- - - - -
¡Y YO, MUCHO MÁS...!
Quizá conozcas a alguien que siempre acaba hablando de desgracias, que en todo momento cuenta lo mal que lo ha pasado en alguna ocasión, alguien que sufre más que los otros, que tiene la facultad de que los demás oigan sus desgracias una y otra vez.
Pase lo que pase, a ella le ha sucedido algo peor.
Su actitud delata una personalidad narcisista que busca ser el centro de atención.
Son personas que, a la vez de producir un poco de pena, provocan malestar, pues nunca cambian nada para que les vaya bien.
Jamás ven el lado positivo de la vida, siempre se están quejando, aunque tampoco se dejan ayudar.
Destilan cierto masoquismo y una agresividad disfrazada, pues te dejan impotente ante lo que cuentan.
Con todo, lo peor es que nunca dan importancia a lo que le ocurre al otro, pues lo de ellos es siempre más importante, más doloroso, más difícil.
¿Por qué actúan de esta forma?
Hay varias razones, una de ellas es que son narcisistas y buscan ser el centro de atención.
Contando sus desgracias quitan el protagonismo a quien habla.
De esta forma, además de ser cuidadosas, evitan algo que temen: el ataque envidioso de los demás, si muestran que les marcha bien.
'¡Y yo, mucho más...!' Sea lo que sea: ¡Yo mucho más!
-El caso de Ana-
Ana escucha el relato que María y Maite, sus compañeras de trabajo, hacen de sus dificultades.
La primera tiene una hija adolescente con la que discute a menudo porque no se entienden.
Este año está empeñada en pasar Noche vieja con sus amigos, para lo que María cree que no está preparada, pues sólo tiene 13 años.
En cuanto a Maite, está irritada con su marido y con su suegra.
Como ocurre siempre por estas fechas, él subordina a los deseos de su madre los movimientos de toda la familia.
Tras escucharlas un rato, Ana dice: 'Pues mi marido ha dicho que me deja'.
A lo que María contesta:
¡Qué suerte! Así, se te ha arreglado el problema.
Y sigue hablando de su hija.
Maite, un poco cortada ante la respuesta que María ha dado a Ana, le pregunta más tarde por qué la ha contestado de forma tan seca.
María le explica que Ana siempre acaba hablando de ella, contando las infidelidades de su marido y haciéndose la víctima de una forma que la pone nerviosa, de modo que no ha podido aguantarse.
Además, le parece que si el marido de Ana la deja, Ana saldrá ganando.
No hay que consolarla, hay que darle la enhorabuena, actitud que la descoloca porque siempre quiere ser la protagonista cuando se trata de competir por ver quién es la que más sufre.
¡Jamás escucha!, y nunca le sirve lo que le dices para cambiar las cosas; lo único que le sirve es ser el centro y que la escuchen, añade María.
Ir de mártir es una forma de ser protagonista, de ser alguien en quien los otros piensan.
Estas personas son verdugos de sí mismas.
Cuando la autoestima es baja y alguien se siente mal consigo mismo, se puede envidiar mucho a los otros.
Cuando esta envidia no se reconoce, se proyecta sobre los demás.
Así, se teme, permanentemente el ataque del otro.
El modo de evitarlo consiste en colocarse en la posición de víctima.
Se consiguen de este modo dos cosas: ser cuidada y no ser atacada.
La persona que se instala en la posición de víctima no quiere que la ayuden, lo que necesita es quejarse y, sobre todo, llamar la atención y superar a los demás en algo, aunque sea en sufrimiento.
De esta curiosa forma muestra su envidia, quitando el protagonismo a aquel que ha tenido un conflicto, siempre más pequeño que el suyo.
Disfraza su agresión y vuelve impotente al otro.
Cuando le das una solución para resolver su problema, sólo ve los inconvenientes y dice que es muy complicado lo que le sucede.
Ir de mártir es una forma de ser protagonista, de ser alguien en quien los otros piensan.
La mujer, la persona, que quiere destacar de esta manera se muestra como víctima de los demás, pero es verdugo de sí misma.
Está alienada, pero no sabe nada de acerca de este estado, que consiste en permanecer sumisa a lo que le ocurre, sin creer que puede actuar sobre lo que le pasa, pero exhibiendo su dolor para ser objeto de la mirada del otro.
Se trata de una postura miedosa, infantil y exigente.
Los que sufren tanto, y siempre más que el otro, no saben quererse y tampoco han aprendido a amar porque no pueden escuchar.
Poco preparados para disfrutar de la vida, esconden su potencial agresivo, mostrando su dolor más para callar al otro y ser el centro que para pedir ayuda.
-Las claves-
El comportamiento de quien siempre va de víctima, exponiendo sus sufrimientos ante los otros para llamar la atención, se aprende por lo general durante nuestra infancia.
Con mucha frecuencia, estas personas han tenido una familia en la que estar mal, constituía la mejor forma de que se fijaran en ellas.
- No han aprendido a quererse, porque no las han apoyado en sus momentos de éxito y tampoco las han escuchado cuando lo necesitaban.
- Cuando un ser se empeña en mostrar públicamente sus fracasos y sus desgracias, lleva dentro de sí una persona exigente que no le permite disfrutar de la vida.
No se hace cargo de su agresividad y con su actitud señala que el malo es el otro si no la atiende en su sufrimiento.
- La dependencia excesiva del otro es lo que la conduce a actuar así.
Quiere que la miren, que la escuchen, que la atiendan, pero ella no suele hacerlo con los demás, porque es inmadura e infantil.
Sin embargo, esta dependencia del otro también le produce rabia.
- La mejor respuesta ante aquel que intenta siempre ser protagonista, mostrando las desgracias que le suceden, es señalarle el lado bueno de lo que le ha ocurrido y no prestarle demasiada atención.
Su narcisismo quedará un poco herido, pero se le ayudará a que busque otra forma de relacionarse.
Y, además, evitará que cierre la boca a los demás y aprenda a escuchar.
Fuentes:
I. Menéndez
http://www.mhmujer.com
http://www.lorenzogoni.com
* * * * *
"Castiga a los que te envidian haciéndoles el bien".
-Proverbio árabe-