Febrero 14 de febrero, San Valentín... amor, ternura y generosidad.
El origen etimológico de la palabra "amor", del latín "amare" se relaciona con amar, amado, amante, amigo...
amable y amabilidad.
Podría también derivar de "amma": madre que cuida, que alude al griego "ammas", que significa "madre (espiritual)" o aun nudo, lazo.
El amor debe aportar la fuerza de cohesión en la vida, que es la que mantiene unido el cosmos. Es el amor que se expresa desde lo más sutil, en lo divino, hacia abajo en diferentes niveles.
¡Tiene sus raíces en el cielo y sus brazos en la tierra, a través de la mujer!
Amar es entender a los seres
El amor es un poder activo en el ser humano, un poder que atraviesa las barreras que separan al ser humano de sus semejantes y lo une a los demás...
El amor lo capacita para superar su sentimiento de aislamiento y separación.
Existen muchas formas de amor: a la Naturaleza, a Dios, a la humanidad, a la justicia, a una pareja, a los hijos, al arte, a la música, a los ideales.
La generosidad y la ternura son expresiones del amor y son, a la vez, caminos hacia el amor verdadero.
Belleza y encanto
Hoy nos venden que la belleza es una forma exagerada de caminar en una pasarela o una mirada agresiva en la portada de una revista.
Diferentes formas de amor
Las historias de amor son tan viejas como el amor mismo.
Por cierto, siempre encontraron a un público agradecido: cuando todavía pasaban de boca en boca, de una generación a la otra, cuando se escribieron sobre papiro, pergamino o papel y cuando fueron cantadas por las canciones populares, el canto artístico, la ópera, la opereta y la comedia musical.
Cuando enumeramos a las más famosas parejas de la literatura universal, jamás faltan en Occidente Tristán e Isolda junto a Orfeo y Eurídice, Abelardo y Eloísa, Romeo y Julieta, Werther y Carlota, para nombrar sólo a algunas.
Su trágica historia conmueve sin duda desde hace más de mil años a personas de todas las edades, de todas las regiones y razas, sin importar en cuál de sus innumerables formas y en qué idioma es narrada, dramatizada, compuesta, filmada.
Y esto, aun cuando es el relato más simple de la historia del mundo –o quizá precisamente por tal circunstancia–, inducidos por un filtro de amor, un hombre y una mujer se enamoran con tanta pasión, de manera tan incondicional y dominante, que ningún poder, ninguna fuerza, ninguna costumbre es capaz de separarlos.
Su amor es tan poderoso que hace brotar de sus tumbas dos plantas –de distinta especie según el país donde es contada la historia– y éstas tienden a acercarse la una a la otra, y se entrelazan de manera tan inseparable como Tristán e Isolda anhelaron hacerlo en vida.
Las personas que no quisieron creer en una amor tan absoluto –porque jamás se dio en sus vidas–, inventaron el filtro de amor, el recurso mágico capaz de desencadenar semejante portento.
Richard Wagner, quien creía en el amor incondicional, adoptó en su ópera el filtro de amor, pero no le concedió una función creadora, sino sólo desencadenante:
La pócima eliminó las inhibiciones, las barreras psíquicas que obstaculizaban el camino hacia la libertad, a un sentimiento preexistente:
El filtro no hizo nacer el amor, sólo le ayudó a salir a salir a la superficie, invencible, y colmar dos vidas más allá de todo lo terrenal.
Lo que pudo haber sucedido en las numerosas versiones de esta historia –antes y después de Wagner– ha sido descrito a menudo con riqueza y colorido: una corona de aventuras de magníficos personajes, de acontecimientos cortesanos, de peligros, luchas y liberaciones, de victorias y decadencia.
Pero, en el fondo, todo esto no deja de ser intranscendente, aparato más o menos interesante, ameno y entorno decorativo.
Sólo son importantes el hombre y la mujer que se aman intensamente, que se vuelven uno, tanto en la vida como en la muerte.
Para el occidental, y sobre todo para Wagner, la versión decisiva es la que debemos al trovador (Minnesänger) Gottfried von Strassburg y cuyo origen se remonta al año 1210 de nuestro calendario.
El himno del amor de Tristán e Isolda mantiene su vigencia –y esto es lo decisivo–, ya sea el marido de Isolda el rey Marke, un cruel tirano y celoso consorte o un amigo benévolo y comprensivo (como nos lo presenta Wagner).
Ya sea que Tristán busque librarse de Isolda o haya sido separado de ella por la fuerza y languidezca de añoranza en tierras lejanas, o que, después de separarse de Isolda "la rubia", se case con una segunda Isolda llamada "Blanca mano", sin alcanzar la felicidad, más aún sin llegar a convertir a la segunda Isolda en su verdadera mujer.
Ya sea que Tristán intente acercarse, una y otra vez, a su amada Isolda bajo los más variados disfraces para eludir el riesgo de ser descubierto, o que los amantes emprendan juntos la fuga y casi perezcan de frío y de hambre.
Es obvio que la forma novelada, épica, puede ser, más aún, debe ser más voluminosa que la dramatizada y por ende también que la operística.
Veremos, sin embargo, que Wagner no sólo simplificó y condensó, sino que supo retrovertir la acción en su esencia completamente, de lo exterior a lo interior de los personajes, conformar en un drama psicológico la acción que a menudo entraba bastante en el dominio de la narración erótica, y lo hizo con una claridad y lógica rara vez logradas.
No es en esto menos místico o metafísico de lo que fue el modelo; sóolo que en él este rasgo repercute de manera distinta que en el original.
Desde tiempos muy remotos los filtros constituyeron un elemento importante del cuento y la leyenda.
Wagner, que casi siempre edificó sobre este terreno, empleó el motivo del filtro dos veces en pasajes significativos: en "El ocaso de los dioses" hace olvidar a Sigfrido su pasado, y en particular, su encuentro con Brunilda, mediante una de estas pociones...
Y a Tristán e Isolda el filtro de amor les hace olvidar el mundo que les rodea y sus deberes, para vivir solo su amor apasionado.
¡Los dos brebajes tienen finalmente un efecto letal!
El elixir que beben Tristán e Isolda posee en la leyenda un poder mágico; en Wagner, este poder no es tan grande, pues en su ópera no genera la pasión, sino que la libera.
Y la supresión de las inhibiciones psíquicas se puede lograr a través de diversos recursos ajenos a toda magia, que la medicina es capaz de explicar plenamente (como el alcohol o los estupefacientes).
Sólo mencionaremos de pasada cómo en otra ópera, de un género completamente diferente, "L´elisir d´amore" de Donizetti, se trata la misma cuestión de manera humorística: un tímido adolescente obtiene, a un precio exorbitante, una "poción mágica" a la que un charlatán atribuye el poder de resolver las cuitas de amor.
En realidad, no es sino una botella de vino. Al beberlo, se le suelta la lengua al jovencito, se vuelve emprendedor y conquista a la amada.
El vino actuó, pues, como se hubiera esperado de un filtro. Esta simpática historia se burla, por consiguiente, de las "pócimas mágicas".
De hecho, el empleo de pócimas mágicas de diversa naturaleza es conocido por la humanidad desde tiempos inmemoriales.
El efecto que Wagner atribuye al filtro que beben Tristán e Isolda no necesita ser de origen mágico.
En cambio, al final de su drama, Wagner se vuelve místico, en tanto las otras versiones de la leyenda prefieren formas de morir absolutamente naturales (y en las cuales podemos ver un rasgo sobrenatural, a lo sumo, en el entrelazamiento de las dos plantas que brotan de las tumbas).
Por cierto, Tristán muere por la herida que le infirió Melot, pero un facultativo de nuestros días atribuiría, en cuanto a esta muerte, una importancia considerablemente mayor a la enorme excitación psíquica que hizo presa de él en su espera de Isolda.
En cambio, el deceso de Isolda se sustrae por completo a una explicación puramente médica: su "muerte de amor" sólo es atribuible a causas psíquicas.
A mediados del siglo pasado, esta era una arriesgada suposición, pues no fue sino la ciencia moderna la que ya no excluyó la posibilidad de tal fenómeno.
Ahora sí se acepta que se puede morir “de amor", aun cuando con seguridad esto debió de suceder a menudo en los milenios de historia de la humanidad.
A Wagner no le interesa en absoluto el carácter científico de la forma de morir que él convirtió en momento culminante de la ópera...
Todo lo contrario, siempre fue un místico acendrado, y sin una buena dosis de fe en los poderes ocultos, en las cosas que hay entre el cielo y la tierra y que la sabiduría escolar no admite, no se puede entender su universo.
No se sabe a ciencia cierta si estos famosos amantes existieron en realidad. Tal vez, toda leyenda se funde en un núcleo real, histórico.
Como se comprenderá, se investigó mucho sobre el particular, pero, en definitiva, carece de importancia para dictaminar sobre la obra wagneriana o disfrutarla.
Hay bastantes coincidencias en cuanto a una determinada región del noroeste de Europa, que habría sido la cuna de la leyenda de Tristán.
Todo sucedió en el triángulo comprendido por Irlanda, Cornualles, en Inglaterra, y la Bretaña francesa (Wagner conserva este escenario).
Sagas de procedencia bretona y galesa (o sea, la región de Cornualles) contienen vestigios que podríamos vincular con la leyenda de Tristán e Isolda.
Una relación de los bardos británicos –populares precursores de los trovadores (Minnesänger) y a la vez cronistas, una casta de músicos profesionales en la corte de los príncipes tribales celtas– registra, alrededor del año 520 de nuestra era, un "Thrystan".
¿Habrá sido el amante de Isolda, una presunta princesa irlandesa que, por razones políticas, fue desposada por el príncipe o el rey de Cornualles?
Un gallardo caballero dotado de todas aquellas virtudes heroicas y cortesanas que conferían a un hombre de la Edad Media fama y honor, se habría llamado Tristán y, por azarosas circunstancias, habría salido de St. Paul de Léon, en la costa septentrional de Bretaña, para ir a parar al reino de su tío Marke de Cornualles.
Al servicio del monarca, habría vencido al bárbaro príncipe de los irlandeses, Morholt (Wagner lo llama Morold), en una de sus incursiones al reino de Cornualles para recaudar el tributo convenido entre los dos países.
Tristán logró matar con sus propias manos a Morholt, el hermano de la reina y, por lo tanto, tío de Isolda (para reforzar el drama, Wagner lo convierte en su prometido).
Luego envió a la casa real irlandesa la cabeza de Morholt como trofeo y, al mismo tiempo, en señal de que en el futuro Cornualles se desligaba del pago de tributos a Irlanda.
¿Existen rastros de que este caballero Tristán –a menudo calificado como el más brillante de su época junto a Lancelot y Gawan– resultó herido en combate, navegó a Irlanda bajo otro nombre, a fin de requerir para su curación las artes de la reina, que tenía fama de maga o curandera milagrosa?
(Wagner trabaja activamente con este elemento, sólo trueca a la madre por la hija en el encuentro en Irlanda con Tristán, que se hace llamar "Tantris" para no ser reconocido).
Al parecer, su madre se llamaba Blanchefleur y era oriunda de Inglaterra, Cornualles o Gales.
Si nos dejamos llevar por las suposiciones, el rey Marke habría sido su hermano y, de este modo, cuando el destino llevó al joven Tristán lejos de su suelo natal a través del canal, no lo dejó en tierras extrañas, sino en el reino de su tío Marke, quien lo acogió como a un hijo propio.
Sin embargo, en algunas fuentes antiguas se alude todavía a Tristán como el Léonnois (el natural de Léon), de acuerdo con su verdadero origen, y el presunto castillo ancestral, que Wagner llamó "Kareol", recibe también diversos nombres similares.
¿Era Tristán, además de caballero, cantor y poeta?
¡Cuán a menudo se daban en la temprana Edad Media estas coincidencias!
Muchos de los más importantes Minnesänger y trovadores de los siglos X, XI y XII provenían de la nobleza, de dinastías principescas, de la caballería, antes de que el movimiento se "aburguesara".
Según muchas fuentes, podríamos suponer que la leyenda de Tristán es de origen celta. Quizá también surgió en Gales, Cornualles o Inglaterra.
La comunicación de esos países con el continente (el actual territorio del norte de Francia) parece haber sido muy activa.
Las sagas de Valais evidencian una curiosa analogía con las bretonas.
Y ambas están ligadas, en mayor medida de lo que se hubiera sospechado en aquellos tiempos, a las leyendas de otras esferas culturales.
En las centurias que entran en consideración como probable época de la aparición y la difusión del cuento de Tristán e Isolda, se produjeron grandes migraciones: de tribus enteras, pero también de muchas familias e individuos que, por acontecimientos políticos y militares, fueron expulsados de su tierra natal, a menudo sin poder llevarse consigo nada de sus bienes, pero sí sus poesías y cantos, sus danzas y leyendas.
¿La saga de Tristán e Isolda fue llevada al continente por fugitivos de Inglaterra, cuando en su país empezó el dominio de los anglosajones?, ¿o algunos siglos más tarde, cuando en 1066 los normandos invadieron Britania?
Hablaría en pro de la última fecha el hecho de que en algunas versiones de la saga se establece una vinculación con el Santo Grial.
Tristán se habría presentado en la corte del rey Arturo y participado en la legendaria Mesa Redonda que jugó un importantísimo papel en la fantasía de sus contemporáneos y sus sucesores inmediatos.
Sin embargo, esta vinculación entre Tristán y los caballeros del Santo Grial, difícilmente puede haberse producido antes del siglo IX.
(También le interesó a Wagner: en el primer proyecto de su Parsifal, pensó hacer que este caballero, en busca del vaso místico, visitara a Tristán, herido de muerte).
Si el cuento de Tristán e Isolda llegó al continente a través del canal en el siglo XI, no sería de extrañar que casi enseguida cautivara a trovadores y Minnesänger.
Era una historia bien a su gusto y se prestaba de maravillas para ser expresada como lo hacía con predilección la poesía de caballería de aquella época.
Un príncipe, una princesa, un filtro que los convierte en amantes.
A su alrededor, los esplendores de una corte con sus torneos, combates y aventuras.
Y, de este modo, la leyenda habría pasado al dominio cultural de otras regiones de Europa.
Aparecieron versiones en medio alto alemán, trovadores y trouvères franceses la tradujeron a la langue d'oil del norte de Francia, al langue d´oc del sur de Francia, a las formas arcaicas del español, el catalán, el italiano y el portugués y quien sabe a cuántos idiomas más.
¿Fue en verdad un poema de origen celta?
¡Nadie estaría en condiciones de decidirlo!
Los nombres con los que se cita a la pareja en las versiones antiguas no ofrecen sino claves vagas: se habla en ellas de Thrystan, Triistan, Tristram, Tristrant, Tristrem, de Isolt, Isot, Essylt, Iseut, Iseult, Isolda.
En muchos círculos literarios, muy lejanos de Europa, hubo antiquísimas historias de amor, que por ciertos rasgos parecen coincidir con la saga de Tristán e Isolda.
El cuento georgiano de los amantes Wis y Ramin se aproxima a este campo visual.
Podría consultarse, asimismo, la mitología griega, en la que aparece bosquejada la idea de las banderas, una negra y una blanca, ya fuera que el mensaje que traía la nave fuera bueno o malo.
Este detalle (que en Wagner se menciona solo muy al margen) es importante en los primeros poemas sobre Tristán, más aún, decisivo:
Isolda Blancamano, quien cuida a Tristán, gravemente enfermo, sospecha que la febril expectativa con que anhela la llegada de un velero no la provoca un amigo, sino Isolda, la rubia, su invencible rival en el amor por el mismo hombre.
En consecuencia, cuando el herido le pregunta por la bandera del barco, le miente conscientemente: es negra, de un negro profundo.
Y Tristán, convencido de que Isolda, la rubia, no viene en la nave, muere por tan amarga desilusión.
Histórica o no, celta, oriental o mediterránea, la saga de Tristán obtuvo su conformación poética en el ámbito de Europa central.
Contar la verdad puede ser meritorio, pero mucho, mucho mejor es inventar la verdad, pensaba Verdi, el más grande contemporáneo de Wagner en el dominio de la ópera.
Gottfried von Strassburg hizo de Tristán e Isolda un poema perfecto, cuyo meollo histórico, si lo hubo, no tenía demasiada importancia.
Luego, con Wagner, se convirtió en esencia, casi en su totalidad, en una nueva creación; no ya el relato de una historia o leyenda antigua.
Cuando le hablaron de la ópera de Wagner, Verdi, que a menudo tenía su partitura abierta en su gran despacho de la villa Sant'Agata, respondió con una frase sensata y profunda:
"¿Cómo hubiera podido componer yo un Tristán bajo este sol, bajo nuestro cielo?".
De este modo, dio en el núcleo de la leyenda como en el de la obra de Wagner.
Por muchas y tal vez similares historias de amor que hayan nacido en otras partes del mundo, Tristán e Isolda solo es concebible bajo el cielo nórdico, no es un cuento de agradables y soleados paisajes mediterráneos.
Nubes que se deslizan muy bajo sobre un mar gris, climas lóbregos, lentos crepúsculos, el encanto de una noche de verano, como sólo lo puede sentir el norte con tanta intensidad, aguas procelosas, costas desiertas, castillos derruidos constituyen el marco de esta leyenda, pero, sobre todo, de la ópera de Wagner.
Únicamente en un ambiente así estallan tan violentas, tan ardientes las pasiones cargadas de fuego abrasador, porque después de un efímero florecer, declinan con el otoño y mueren.
Únicamente en esta región el amor es a la vez suprema dicha y el más profundo tormento.
Sólo aquí se niega la voluntad de vivir y con esto, se posibilita la última redención, y la consumación del amor entrañable solo es imaginable en la muerte.
Fue en el siglo XII cuando la leyenda de Tristán e Isolda se convirtió en tema preferido de los trovadores y los Minnesänger.
Habría habido un "Tristán original", pero hacía mucho que se perdió y cayó en el olvido.
Quizá todas las versiones poéticas anteriores de la saga se basen en él. Pero parece que cada escritor agregó lo suyo propio, inventado, escuchado o leído.
Otra novela en verso anterior, debida a la pluma de Chrétiens de Troyes y escrita alrededor de 1150, también se perdió.
De su Perceval, Wagner tomó algunas cosas para su última ópera, la obra de consagración, Parsifal.
Asimismo, alrededor de 1150 el famoso trouvère Béroul escribió un Tristán en el dialecto langue d'oil, que en aquel entonces era el idioma de la corte en Inglaterra.
Entre 1160 y 1170, Thomas de Bretagne compuso una Epopeya de Tristán, conservada solo en parte.
Sin embargo, pudo ser reconstruida gracias a una traducción al noruego que data de 1226.
Y a más de seis siglos, el gran romántico inglés Walter Scott publicó una traducción literaria con el título "Sir Tristrem, a matrical romance of the thirteenth century by Tomas of Erceldoune called the Rymer".
¡Los 5 secretos de una mujer feliz...!
- Primer secreto
1. Es importante encontrar a un hombre que comparta contigo la responsabilidad y las tareas del hogar y que tenga un buen trabajo.
- Segundo secreto
2. Es importante encontrar a un hombre alegre, que disfrute del baile, los paseos y que te haga reír.
- Tercer secreto
3. Es importante encontrar a un hombre tierno, de quien se pueda depender afectivamente sin que por ello te subordine y además, que no mienta.
- Cuarto secreto
4. Es importante encontrar a un hombre que sea buen amante y que adore tener sexo contigo.
- Quinto secreto
5. ¡Es muy, pero que muy importante...!, ¡que estos 4 hombres no se conozcan entre sí!
Fuente:
http://club.telepolis.com
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"Quiéreme cuando menos lo merezca, porque será cuando más lo necesite"
(Robert Louise Stevenson).