"La línea de demarcación entre la ley del pueblo y la ley del populacho es incierta" (Gandhi).
"Nada se expande tan rápido como la calumnia, nada se lanza con más
facilidad, nada se acoge con más presteza ni se difunde más ampliamente" (Cicerón).
Imagen de la portada "La calumnia de Apeles", una obra pictórica de Sandro Botticelli realizada en 1495.
Se trata de una pintura al temple sobre madera, que mide 62 por 91 centímetros y que se conserva actualmente en la Galería de los Uffizi de Florencia.
Historia del cuadro
Esta obra se produjo después de la caída de los Médicis, en plena época de la República. Se considera que es fruto del ambiente religioso que dominó Florencia durante la época de dominio de Savonarola.
Esta obra fue muy admirada por los nobles florentinos.
Se trataría de un encargo de la casa Segni, una importante familia florentina, pues Giorgio Vasari lo describió, diciendo que lo había visto en casa de Messer Fabio Segni.
Posteriormente, estuvo en los archivos secretos del Palacio Pitti. Forma parte de la Galería Uffizi desde 1773.
Historia: Botticelli creó esta obra para la familia Segni en una época, después de la caída de los Medicis, y con Savonarola como profeta instigador.
Botticelli tomó como referencia un cuadro desaparecido del pintor clásico Apeles, que describe Luciano de Samosata. En esta descripción se hablaba de la falsa acusación sobre Apeles, y el pintor se deja incluir por ella.
Midas: el rey Midas se encuentra sentado entre la sospecha y la ignorancia, que le susurran al oído.
Sus orejas son de burro porque se deja aconsejar por ellas y, a su vez, tiende la mano hacia el rencor.
Rencor: el monje que señala al juez Midas increpándole es el rencor o la ira, que lleva de la mano a la calumnia.
Hipótesis: no se sabe realmente quién se lo encargó exactamente ni por qué lo hizo. Podría ser que Botticelli quisiera desligarse del tono falso de las predicaciones de Savonarola.
Hay que tener en cuenta, además, que estamos en el año 1295 y que acababa un siglo, con todos los miedos que ello conllevaba para una sociedad florentina llena de cambios.
Calumnia: aferrada por el rencor, la calumnia aparece como una mujer joven que lleva de la mano una antorcha, aludiendo a su carácter incendiario.
Trenzas: dos jóvenes y bellas mujeres le trenzan el cabello con una blanca cinta a la calumnia. Se trata del fraude y la envidia, que van siempre con la calumnia.
Víctima: un hombre desnudo, sin nada que ocultar, es arrastrado por la calumnia hasta el juez malévolo, Midas.
Es un hombre que implora, con sus manos juntas simulando un rezo, que pare todo esto.
Verdad: la verdad se encuentra en una esquina y está desnuda, tapándose sus genitales con su cabello dorado.
Recuerda a las Venus púdicas clásicas, y también al "Nacimiento de Venus", del propio Botticelli.
Uno de sus brazos lo alza a los cielos, como esperando una respuesta divina que acabe con esta situación.
Penitencia: la penitencia es una anciana que mira a la verdad.
En el reino de Midas siempre hay una penitencia para los juzgados y, por eso, la penitencia está entre la calumnia y la verdad.
La calumnia
"Puede una gota de lodo
sobre un diamante caer;
puede también de este modo
su fulgor oscurecer;
pero aunque el diamante todo
se encuentre de fango lleno,
el valor que lo hace bueno
no perderá ni un instante,
y ha de ser siempre diamante
por más que lo manche el cieno".
Rubén Darío
La maledicencia, la calumnia y el chisme
Deseo tocar en esta ocasión un cáncer que se está extendiendo de forma alarmante en nuestra sociedad: la emisión de juicios.
Hablar de los demás es una práctica común; incluso aunque se tenga muy poca base y no tengamos argumentos, emitimos juicios en contra de las personas solo por simples sospechas o por comentarios aislados, generados muchas veces por personas rencorosas y frustradas que se sienten aliviadas hablando mal de los demás.
Primeramente, definamos algunos términos que debemos tener bien claros.
De acuerdo con el diccionario de la Real Academia Española, maledicencia es la acción o hábito de hablar en perjuicio de alguien denigrándolo.
La calumnia es aquella acusación falsa hecha con el propósito de causar daño.
El chisme se define como una noticia verdadera o falsa con que se murmura o se pretende difamar a una persona o, en muchos casos, a una institución.
La envidia es la tristeza causada en uno por el bienestar de otro.
Envidia es avinagrarse porque alguien lo está pasando mejor que uno, lo que sea que esto signifique: más dinero, fama, talento, etc.
Una pequeña historia
Un sabio fue visitado por un amigo que se puso a hablar mal de otro amigo del sabio, y este le dijo:
"Después de tanto tiempo, me visitas para cometer ante mí tres delitos: primero, procurando que odie a una persona a la que amaba.
Segundo, preocupándome con tus avisos y haciéndome perder la serenidad.
Y tercero, acusándote a ti mismo de calumniador y maldiciente".
De la envidia nace el odio, la maledicencia, la calumnia, el chisme y la alegría causada por el mal del prójimo.
Tanto daño puede causar la maledicencia que los libros sagrados de las principales religiones, tales como la Biblia, la Tora y el Corán, la condenan.
Así, veamos algunos ejemplos:
– La muerte y la vida están en poder de la lengua (Tora, Mishei 18,21).
– Quien se dedica a la maledicencia merece ser lapidado (Tora, Arajín 15,2).
– No difames a los tuyos (Tora, Vaikrá 19,15).
– Guarda tu lengua del mal y tus labios de decir mentira; apártate del mal y haz el bien, busca la paz y anda tras ella (Tora, Tehilim 34,13-15).
– ¡Creyentes, evitad conjeturar demasiado! ¡Algunas conjeturas son pecado! ¡No espiéis! ¡No calumniéis! (Corán, 49:12).
– ¿Sabéis quiénes son los peores de vosotros? Alá y su mensajero lo saben mejor.
El peor de vosotros es el que tiene dos caras, el que se presenta ante unos con una cara y ante otros con otra cara. A quien tenga dos lenguas en este mundo, Alá le pondrá en la boca el día de la resurrección dos lenguas de fuego.
– Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia (Efesios 4:31).
– Aquellos que amamos la vida y queremos ver días buenos tenemos que refrenar nuestra lengua de hablar mal de los demás y de decir calumnias (Pedro 3:10).
– El sabio refrena su lengua; solo el necio dice cuanto sabe, y la consecuencia es dolor y dificultades (Proverbios 9:14).
La maledicencia, la calumnia y el chisme son propios de sociedades poco evolucionadas, y es la falta de ética lo que nos hace ocuparnos más de la vida de los demás que de la propia, tal es así que pareciera que el chisme se ha convertido en el deporte favorito de muchos de nosotros.
Hay gente que se pasa horas hablando o murmurando de otras personas, y muchas veces sin darse cuenta del error que están cometiendo, y lo peor es que ellos juran que no son chismosos.
Otras veces el "error" es premeditado. Existen artistas consumados en desprestigiar y hablar mal de los demás, y en hacer correr "ríos de sangre" contra quien les cae mal, sin considerar el daño que causan a las reputaciones y a la honra de las gentes.
También están los que chismorrean sin maldad aparente, solo para sentirse importantes (¿no sabes la última…?), y otros lo hacen maliciosamente, con la intención de causar daño a alguien en particular; puede ser por rivalidad, celos, competencia, enemistad, oposición, antagonismo, pugna, envidia, etc., todo ello empujado, posiblemente, por un gran complejo de inferioridad.
Se sabe que el rasgo principal del chisme es la mentira o la verdad dicha a medias, siendo parte importante, el infundio y la calumnia, y si a esto le añadimos que cada oyente, en el momento de contárselo a otro, le agrega un poco más de sal de su propia cosecha, nos encontramos con monstruosidades que suelen acabar con el honor y la dignidad de una persona.
Lo grave es que, increíblemente, se usa el chisme contra personas consideradas muchas veces amigas, actuando con hipocresía y perfidia que nadie entiende.
Los seres humanos somos generalmente egoístas y nos centramos en nuestros propios problemas, pero cuando se trata de encontrar defectos y hacérselos saber a todo el mundo, ahí sí sabemos centrar la atención en los demás y dejar nuestro yo de lado.
¿Será que mientras nos ocupamos de hablar de los otros no nos queda tiempo para mirarnos a nosotros mismos?
¿Descargamos en los demás nuestras propias frustraciones?
¿Hablamos de las carencias de este o de aquel para no tener que afrontar las propias?
¿Nos escondemos en la broma y en sacarle filo a historias ajenas para no asumir nuestras propias incapacidades?
Cuando se genera un rumor, la bola va creciendo y cada persona por la que pasa va añadiendo algo de su propia cosecha y el mensaje original se ha convertido en algo irreconocible.
¿Se acuerdan del juego del teléfono?
Después de pasar por varias personas, el recado estaba totalmente tergiversado e irreconocible. Pues lo mismo pasa en muchas ocasiones en nuestra vida.
El daño causado por la maledicencia es muy difícil de reparar. No siempre nos damos cuenta del perjuicio.
Se agravia, ofende y calumnia con un desparpajo increíble.
Si preguntamos a un chismoso de dónde ha sacado esas expresiones, responderá: "lo escuché", "me dijeron", "se comentó en una conversación", "me lo contó un amigo".
En muchos casos, la maledicencia se basa en afirmaciones sin sentido, pero una vez que han sido pronunciadas causan un daño difícil de reparar.
Los chismes son informaciones deformadas, que tienen un ciclo similar a los rumores: nacen como si fueran seres vivos, se desarrollan y mueren.
Incluso pueden reencarnarse con nuevos bríos o hasta con nuevo cuerpo.
El chisme es producto de la convivencia social y se aprende con el tiempo, y la mayoría de nosotros, de alguna forma lo hemos practicado.
Un comentario infundado generalmente está constituido por una serie de mentiras o exageraciones que tal vez lleguen a perjudicar a uno o varios individuos, dependiendo de la intención de quien lo genera.
La estructura del chisme lo conforman el chismoso, el receptor de la habladuría y la víctima, de quien se habla en forma negativa y sin fundamentos.
Esto puede ir desde una simple crítica hasta la invención de toda una historia en torno a un sujeto determinado, sujetos o incluso, instituciones. O sea, se juega también a intentar cambiar la realidad.
El que murmura hace daño a tres personas: a él mismo, al que escucha sin desmentir al hablante y a la persona de quien se murmura.
Si se tiene algo que reprochar a alguien, él es la primera persona que debería escuchar el reproche, pero lamentablemente, por la falta de sinceridad que nos caracteriza, el maldiciente se encuentra con el compañero, le sonríe y le saluda con palabras amables y hasta le adula, para después, apenas una vez despedido, comenzar, de una manera u otra a hablar mal de él.
En el caso de la calumnia, esta es considerada como un modo de difamación que destruye al elemento afectado, no solo por las heridas que produce, sino por la dificultad de repararlas.
Aunque a uno le importe poco la opinión ajena, la calumnia abre las puertas a la duda.
La calumnia tiene su mejor cómplice en el "piensa mal", y hace tambalearse hasta las más firmes convicciones acerca de la rectitud o la honradez de una persona, incluso una vez aclarada la mentira.
Se sabe de amistades a prueba de bombas que han sucumbido al insidioso enredo de las maledicencias deliberadas.
El veneno de la calumnia ha roto parejas y ha desmembrado familias, igual que ha provocado depresiones y sembrado discordias irreparables.
Antiguamente el honor y la honra eran los bienes más preciados de las personas y su pérdida se consideraba irrecuperable.
En nuestros días estos conceptos pareciera que han quedado anticuados y lo que ofrecemos a nuestros jóvenes es una sociedad en la que todo se puede comprar y vender, donde prima la mediocridad y la falta de valores morales.
Citas famosas sobre el tema:
– "Mejor es vivir en el desierto o dormir con una gotera cayéndote en la cara en una noche lluviosa que convivir con un chismoso" (Salomón).
– "Aunque seas tan casto como el hielo y tan puro como la nieve, no escaparás de la calumnia" (Marco Fabio Quintiliano).
– "No hay montaña sin niebla ni hay hombre de mérito sin calumniadores" (Proverbio turco).
–¡Quien te adule diciéndote lo que no eres, no estés seguro de que no te calumnie contando lo no que eres! (Wahb ibn Munábbih).
– Los que propagan el chisme y los que lo escuchan, todos ellos deberían ser colgados: los propagadores por la lengua, y los oyentes por las orejas (Plauto).
Si queremos vivir una vida más propia, debemos buscar la forma de dejar de "interesarnos" en las vidas ajenas y comenzar a preocuparnos más de nuestras propias vidas, es decir, dedicarnos a mejorar y a corregir nuestros defectos.
Debemos ser más sinceros cuando hablamos a las personas, y más tolerantes cuando hablamos de ellas.
Jorge Luis Alcázar del Castillo
LAS TRES REJAS
Un joven discípulo de Sócrates llega a casa de este y le dice:
–Escucha, maestro. Un amigo tuyo estuvo hablando de ti con malevolencia...
–¡Espera! –lo interrumpe Sócrates–. ¿Ya hiciste pasar por las tres rejas lo que vas a contarme?
–¿Las tres rejas?
–Sí. La primera es la verdad. ¿Estás seguro de que lo que quieres decirme es absolutamente cierto?
–No. Lo oí comentar a unos vecinos.
–Al menos, lo habrás hecho pasar por la segunda reja, que es la bondad. Eso que deseas decirme, ¿es bueno para alguien?
–No, en realidad, no. Al contrario...
–¡Ah, vaya! La última reja es la necesidad. ¿Es necesario hacerme saber eso que tanto te inquieta?
–A decir verdad, no.
–Entonces –dijo el sabio sonriendo– si no es verdadero, ni bueno, ni necesario, sepultémoslo en el olvido.
Definida por la RAE como acusación falsa, hecha maliciosamente para causar daño, la calumnia es pariente de la injuria, definida como la imputación a alguien de un hecho o cualidad en menoscabo de su fama o estimación.
La calumnia es un ardid de gentes faltas de ética y su uso recurrente es tan antiguo como la propia Humanidad: el calumniador, pérfidamente, busca perjudicar al calumniado, bien como culminación de un proceso de venganza, bien como aprovechamiento de la caída en desgracia del calumniado.
La calumnia es el arma favorita de los traidores y cobardes; la sempiterna agresión rastrera y furtiva de quienes son incapaces de enfrentar a sus enemigos de frente y sin temor a las consecuencias.
Esa lamentable forma de proceder ha sido contemplada ya antaño por las mentes más preclaras.
A modo de ejemplo:
"Un microbio puede empujar una calumnia. Y un gigante no puede detenerla" (José Narosky)
"Nada hay más veloz que la calumnia; ninguna cosa es más fácil de aceptar, ni más rápida en extenderse" (Séneca).
El veneno de la calumnia
Las palabras son solo ruido si no nos dicen nada. Las palabras son algo peor que un ruido si nos enseñan mentiras.
Las calumnias son mentiras contagiosas. Basta una ironía, una insinuación, una conjetura, un artículo o un libro, y se construye una historia falsa en la que algún "pobre ser" queda pintado como un loco, un criminal, un maníaco o una reencarnación de la maldad.
La mentira pasa de boca en boca, rápido, como un fuego que no puede detenerse. Tal vez pasa luego al escrito, a la prensa, a la Historia, y dura por meses, años o, incluso, siglos...
Hay personas que tienen la lengua fácil. Suponen delitos en todos, en las personas y en los grupos, en las razas y en las religiones.
Basta que alguien tenga suerte en los negocios para que susurren que debe de haber robado.
Si un político vence en las elecciones, habrá comprado muchos votos.
Basta que haya gente que pretenda mejorarse y a la vez mejorar su entorno para que no sean trigo limpio, algún provecho deben de buscar.
Si un sacerdote es conocido por sus buenas homilías, seguro que debe de tener alguna amante escondida en las oficinas parroquiales.
Si una señora bien parecida sale todas las tardes a pasear con su marido, alguno no tarda en insinuar maliciosamente que por las mañanas seguramente se ofrecerá a su jefe para servicios no muy mecanográficos.
La maledicencia es como un mundo oscuro que ve el mal donde no se encuentra, y se ciega para no ver cualquier forma de bien.
No entiende de valores, ni de heroísmo, ni de generosidad.
El murmurador salpica todo lo que pueda ser bueno a su alrededor para que el mundo se vista de tinieblas, egoísmos y bajezas.
Nadie puede ser bueno para el murmurador, quizá porque el ladrón piensa que todos son de su condición...
El murmurador no puede ser una persona feliz. Su lengua ponzoñosa refleja una envidia profunda, un fracaso existencial, una amargura de quien no soporta ver a alguien que pueda vivir honestamente en su trabajo y en su familia.
La Escritura no puede ser más clara ante esta falta: "Pero si tenéis en vuestro corazón amarga envidia y espíritu de contienda, no os jactéis ni mintáis contra la verdad.
Tal sabiduría no desciende de lo alto, sino que es terrena, natural, demoníaca. Pues donde existen envidias y espíritu de contienda, allí hay desconcierto y toda clase de maldad" (St 3, 14-16).
San Gregorio Magno, por su parte, muestra la relación entre envidia y maledicencia:
"De la envidia nacen el odio, la maledicencia, la calumnia, la alegría causada por el mal del prójimo y la tristeza causada por su prosperidad".
Nadie quisiera ser tan miserable. Todos podemos serlo un poco si acogemos y aceptamos esas semillas de muerte que va sembrando, aquí y allá, el murmurador con sus mentiras.
No es fácil cortarle las alas, pero podemos, con un poco de prudencia y un mucho de valor, detener el daño de su lengua.
No divulgar ni una sola palabra de crítica a nadie si notamos que se trata de una simple suposición o conjetura.
Dejar que el veneno quede ahí, sobre el suelo, ante nuestra indiferencia: no queremos ser cómplices de los que viven para denigrar a los demás.
El murmurador vive para despreciar y odiar. No sabe lo que es amar.
No es fácil, ciertamente, ofrecer amor y misericordia al que ha calumniado y ha quitado, con sus bajezas, con su lengua miserable y traicionera, la fama y el honor de otros, tal vez nuestra propia buena fama...
Padre Fernando Pascual
Espero que este artículo nos haga reflexionar a todos un poco, y que tratemos de basar nuestras relaciones en el respeto, la cordialidad, la consideración y la tolerancia.
Fuente:
http://www.grijalvo.com/Jorge_Alcazar
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"La calumnia está en todas partes; el calumniador no está en ninguna" (Miguel de Cervantes Saavedra).