"A veces damos consejos, pero no enseñamos con nuestra conducta" (François Alexandre).
"El ser humano más elevado es el que obra antes de hablar, y profesa lo que platica" (Confucio).
Aunque son muchos –y en muchas oportunidades– los que han hablado de las críticas constructivas y las críticas destructivas, nos atrevemos a disentir en este aspecto, ya que la experiencia diaria nos demuestra que las críticas son siempre destructivas.
Y esto no es culpa de la crítica como procedimiento racional, sino de las personas que actúan llevadas por sus impulsos emocionales y subjetivos antes que por la razón y el buen sentido.
Vivimos en un mundo disfrazado de certezas y seguridad, pero la contrapartida se da en lo profundo de cada ser humano, donde se manifiesta, de manera más o menos explícita, la inseguridad, la duda y el miedo.
El potencial de acción y creación está notablemente reducido; la capacidad de entender y superar los problemas se ve recortada por la ignorancia que existe en estos terrenos.
Y así, el hombre se protege, disfrazando también sus temores y su inhabilidad bajo la forma de críticas.
En general, todo es objeto de crítica, y destructiva por cierto, pues cuanto peores son los demás, mejor se siente el que inconscientemente se defiende al ocultar sus propios defectos.
El que critica es automáticamente el que sabe, el que supuestamente puede hacer las cosas mejor que los otros y el que tiene las soluciones a todos los problemas.
El que critica jamás se preocupa en buscar nada bueno en nada ni en nadie, no justifica ningún error ni perdona la menor falta.
El que critica es, pues, quien se cree en posesión de toda la verdad y quien se considera libre de toda equivocación.
Como mucho, guardará sus elogios –más o menos extensos según las necesidades– para la persona, grupo o estructura sociopolítica en la cual se siente amparado.
El que critica, en todo caso, se cuida mucho de llevar a la práctica sus ideas, pues nada mejor que la puesta en acción para demostrar que también podría ser objeto de iguales o peores críticas que las que él ha formulado.
La crítica genera críticas; de la mala voluntad solo deviene mala voluntad.
neo, creemos que hay maneras y maneras de señalar errores, y maneras y maneras de volver el espíritu crítico hacia uno mismo en busca de un perfeccionamiento que, al menos, avalase esa crítica.
Más allá de los engaños deliberados a los que nos vemos sometidos por el endiablado esquema actual de vida que llevamos, lo cierto es que siguen existiendo seres de buena voluntad en el mundo.Lo cierto es que no hay nada más hermoso que reconocer los logros de estos seres y estimularlos.
Y lo cierto también es que, si no encontramos nada que valga la pena, no hay crítica más constructiva que ponerse a trabajar en aquello que creemos bueno y posible.
El ejemplo sigue siendo la mejor de las enseñanzas, la mejor demostración y el más acabado argumento.
Yo critico, tú criticas…
La crítica tiene siempre algo de destructivo, todo es objeto de juicio y demasiados nos sentimos con la capacidad suficiente para opinar sobre lo que se mueve a nuestro alrededor.
Este artículo nos plantea una alternativa cuyos resultados están asegurados: la acción y el ejemplo.
Delia Steinberg Guzmán
Fuentes:
http://www.revistaesfinge.com/?p=103
http://www.acropolis.com.bo/articulos/54.htm
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"Las palabras convencen, el ejemplo arrastra" (Anónimo).