La definición de calendario hace referencia a unas observaciones de tipo astronómico. Sin embargo, este concepto queda un poco pequeño, si atendemos al uso que hacían de ellos antiguas culturas.
Trataremos ahora un concepto muy importante del calendario. Una función que aparece como factor común en todas las «cuentas del Tiempo» citadas. Se trata de las Festividades que se celebraban puntualmente, como nexo de unión entre Cielo y Tierra. Hoy, gracias a la técnica, sabemos de la poderosa influencia de los astros. Pero, ¿sólo a nivel físico? Por ello, es necesario hablar aquí, del concepto que tenían de la Astrología en civilizaciones como Egipto, China o Mesopotamia, mucho más amplio que el actual. Su división abarcaría tres grandes conceptos.
ASTRONOMÍA: Sería una parte más dentro de la Astrología antigua; trata del estudio de los movimientos de los astros, de su ubicación y de su denominación.
ASTROLOGÍA: Esta sería la que podemos «emparentar» más directamente con la nuestra, aunque con notables diferencias. Desde este punto de vista, el Universo es un gran Ser Vivo, con sus órganos, sus sistemas, sus células cósmicas... El Hombre y su planeta serían una parte más dentro de este Universo inteligente. La Astrología estudiaría la vida en el Cosmos y las relaciones entre los astros, así como las influencias energéticas asociadas al ser humano.
HOROSCOPÍA: Tercer apartado de la Astrología tradicional, que no debemos confundir con la que «usan» una serie de "personajes" en la actualidad. El simple hecho de conocer unos datos y montar a su alrededor una gran parafernalia que aumenta sus cuentas corrientes, en ningún caso los hace conocedores de esta Ciencia. La Horoscopía se ocuparía del hombre como conjunto y como individuo. De su evolución, tendencias generales, etc. Recordemos aquí, aunque fuera del tema que tratamos, que los astros no «marcan» nuestras vidas; es decir, «inclinan pero no obligan». Una vez conocido este esquema podremos entender un poco mejor la importancia de las Festividades y su exacta señalización en el calendario. Recordemos algunas de ellas: Cuando se acercaba el solsticio de invierno, en los primeros días del mes de noviembre, se celebraban en Grecia las llamadas «Fiestas Eleuterias». En ellas se recordaba a los familiares muertos.
Ya que hemos citado el solsticio de invierno, ampliemos un poco su sentido e importancia en la Antigüedad. El Sol, en esta fecha, se encuentra en un momento «crítico». Viejas culturas nos hablarían de una lucha contra las tinieblas y de la victoria final del Sol. Relacionado con este momento, hacia el 21 de diciembre, se produce el nacimiento de «hombres-dioses» que simbolizan la Luz sobre los seres humanos. Sus vidas muestran de una forma simbólica, cada momento del viaje aparente del Sol por el firmamento y su relación con la Tierra.
Esta sería una de las claves a la hora de interpretar la vida, muchas veces mítica, de estos seres: Mitra en Roma, Dionisos en Grecia, Adonis en Fenicia, Agni en la India, Horus en Egipto; naciendo en estas fechas para alumbrar, proteger y enseñar a los seres humanos. Durante la estación de la primavera se celebraba en todas las culturas la exaltación del Sol. En este momento, la Naturaleza renace tras una muerte pasajera y aparente. Todo vuelve a llenarse de vida, fuerza y alegría. Por estas fechas se celebraban Fiestas por todo el Mediterráneo, aludiendo a las resurrecciones de Adonis, Osiris o Mitra. Estos tres días de duelo eran seguidos, en Roma, por las Hilarae (Días de alegría).
Es obvio que el cristianismo recogió todas estas Festividades. El «Día de Todos los Santos» se correspondería con las Eleuterias griegas. El Cristo nace un 25 de diciembre, como los demás «hombres-dioses» citados anteriormente (en realidad el Jesús histórico no nació en esa fecha, pero la Iglesia cristiana tuvo necesariamente que realizar el cambio de fecha). Y por último se celebran los tres días de duelo y la resurrección de Cristo en Primavera.
Sobre el Calendario, pues, descansa el conocimiento del ser humano acerca de los lazos de unión que posee con el mundo en que vive. En la actualidad, el término «fiesta» ha pasado a ser sinónimo de vacaciones, ocio, días de diversión y, como mucho, un simple espectáculo, sin conciencia de su significado original. Sin embargo siguen celebrándose atávicamente siglo tras siglo, con diferentes nombres pero con el mismo simbolismo.
De alguna forma, parecen esperar su redescubrimiento, quizá por aquellos que se sientan ahogados por la artificialidad de nuestros días y busquen algo más.
-El significado olvidado del calendario En el Cosmos, en el Sistema Solar, en la Naturaleza existen ciclos. El hombre no esta fuera de ellos. La Primavera es la mañana del año y simboliza la juventud del ser humano. El Verano es el mediodía, y también está relacionado con la adolescencia. El Otoño sería la tarde, la virilidad. Por último, el Invierno es la noche, los últimos momentos antes de un nuevo renacimiento. Todo, absolutamente todo, está imbricado en una serie de causas y consecuencias.
El Calendario, en su sentido más amplio, nos hace conscientes de la ciclicidad en la cual nos desenvolvemos. Así pues, el Calendario es un reflejo en la Tierra de la Vida en el Cosmos. Una gran «herramienta» construida para conservar la unión de mujeres y hombres con la Naturaleza y el Cosmos. Más que un «significado oculto del calendario», existe un «significado olvidado del calendario»; y en cierta forma un conocimiento despreciado por la vanidad de la Era de la Técnica, la cual sólo ve en el calendario días laborables productivos y días no laborables improductivos. De esta forma deja a un lado estos maravillosos sistemas cronológicos, donde se volcaba el conocimiento de leyes naturales y elementos muy válidos para la Humanidad.
En definitiva, el gran valor del Calendario es ofrecernos un soporte cronológico a través del cual, recordar los momentos más importantes de nuestra historia, de nuestra vida, pero sobre todo nos ofrece la posibilidad de fijar los momentos adecuados para unirnos a la Naturaleza, y de esta manera renovarnos y armonizarnos. No sólo con nosotros mismos, sino también con los demás, y con el mundo que nos rodea. -Carlos A. Farraces Ortega-
* * * * * "No somos aquello que decimos, sino lo que hacemos". -Anónimo-