Corto en ramos, largo en caldos. Décimo mes del calendario; en tiempos romanos ocupaba el octavo lugar, de ahí su nombre derivado de la palabra latina “octo”, que significa ocho. Al principio tenía 30 días.
Al incluirse dos meses al calendario romano ya no tenía demasiado sentido que el mes que ocupaba el décimo lugar, se siguiera llamando octubre desde la época de Rómulo, y no faltaron esfuerzos para solucionar este anacronismo.
Figuras como el general Germánico, los emperadores Antonino (y su esposa Faustina), Cómodo, Tácito y otros cuantos formaban parte de los candidatos a los que el Senado quiso dar el nombre de este mes (como antes hiciera con Julio César). Pero los romanos, fieles a la tradición más antigua, prefirieron continuar llamándolo octubre, para desconsuelo de los candidatos.
En ciertos calendarios iconográficos, el mes es representado por un cazador con escopeta en ristre y con otros motivos. En algunas regiones del norte de Europa se le conocía, precisamente, como el “mes del vino”, ya que en sus días se procedía a pisar las uvas.
Recuerdo a Colón: Durante todo el mes de octubre, se prolongan las ferias de otoño manteniéndose sus aspectos festivos, aunque sin olvidar que el carácter fundamental que las animaba, era el intercambio agrícola y ganadero que ha ido variando con el tiempo, hasta casi desaparecer.
Un evento de gran trascendencia histórica para este mes, es el descubrimiento “oficial” de América por parte de Colón. Esto ha dado lugar a que se recuerde esta gesta en todos los países de América y en España, con distintas celebraciones. En España, el 12 de octubre se convierte en la Fiesta de la Hispanidad (en la época franquista, era el Día de la Raza), que coincide con las conmemoraciones a la Virgen del Pilar.
Se trata de una fiesta reciente que desde su origen ya tuvo sus vicisitudes. Fue decretada como tal por la reina María Cristina el 12 de octubre de 1.892, pero por azarosos avatares políticos, la aplicación del mencionado decreto no se produjo hasta el 15 de junio de 1.918. Al sancionar el rey Alfonso XIII una ley aprobada por las Cortes por la que “se declaraba fiesta nacional, el 12 de octubre de cada año, con la denominación de Fiesta de la Raza”.
No obstante, este año en que legalmente se instauraba no pudo celebrarse con el protocolo que en principio se había proyectado, debido a la epidemia de gripe que asolaba nuestro país desde el mes de marzo, en la que murieron miles de personas. Origen de la festividad de la Virgen del Rosario: Veamos otra de esas fiestas que fueron decretadas, así por orden de un Papa, y en loor de la Virgen, teniendo como telón de fondo nada menos que una batalla cruenta.
Desde el siglo XVI, la Iglesia quiso honrar a la Virgen del Rosario con una fiesta que nació para recordar la victoria en la batalla naval de Lepanto, el 7 de octubre de 1.571, cuando la flota cristiana de la Santa Alianza derrotó a la turca. Era un domingo, y las cofradías romanas del Rosario desfilaron en solemne procesión y, ante este hecho, el papa Pío V atribuyó la victoria no a los esforzados marinos, sino a la intercesión de la Virgen María, que fue denominada y festejada como del Santísimo Rosario en el primer domingo de octubre.
A la hora en que se libraba la batalla, desfilaba la procesión del Rosario camino de la iglesia de Minerva, donde se encontraba el Papa. Súbitamente, Pío V se incorporó, abrió una ventana y volviéndose a los cardenales, les dijo: “Es tiempo de dar gracias a Dios, que acaba de conceder una victoria tan grande de nuestras armas”. Estas palabras coincidieron con la hora en la que, según el parte oficial de la batalla, se había decidido el triunfo.
Los prisioneros de guerra declararon haber visto a Jesucristo, San Pedro y San Pablo con una multitud de ángeles armados con espadas, combatir en los aires contra las tropas del sultán turco Selim II, cegándolos con el humo de su propia artillería. El Rosario (que deriva del latín rosarium, rosal) empezó a tener su auge a principios del siglo XIII, cuando se difundió la práctica de la repetición devota del saludo evangélico del arcángel San Gabriel junto con la bendición de Isabel.
Una piadosa leyenda difundida por Alano de la Roche, asegura que fue la propia Virgen quien en una de sus apariciones concedió a Santo Domingo de Guzmán, el fundador de la Orden monacal de los Dominicos en 1.216, la regleta sagrada que habría de servir en adelante de guía para dirigir correctamente las plegarias a la Virgen.
Uno de sus discípulos, San Pedro de Verona, se encargó de extender este culto a la Virgen, afianzado también por el carisma de los caballeros templarios. Casi no hay aparición mariana del siglo XIX y XX que en sus mensajes no recuerde lo salutífero que es rezar el Rosario todos los días. Pero si nos fijamos en la estructura de este instrumento de oración, nos daremos cuenta de que su forma (un círculo con la cruz en su parte inferior) nos recuerda al símbolo de Venus, una de las diosas-madres de la Naturaleza.
La estructura original del salterio mariano, que desde el siglo XV empezó a llamarse “Rosario de la beata Virgen María”, se ha modificado con el transcurso de los siglos hasta asumir la forma actual: recitar 150 Avemarías, dividos en 15 decenas, entre las que se intercala la recitación del Padrenuestro y del Gloria. Por no hablar de los cinco misterios gozosos, cinco dolorosos y cinco gloriosos que se distribuirían en una polaridad positiva, negativa y neutra, respectivamente, lo cual produciría un estado alterado de conciencia en el devoto a base de recitar una y otra vez estas plegarias.
Situación casi de trance, que consiguen también los creyentes de religiones orientales recitando sus interminables mantras.
Fuente: "Fiestas Sagradas" de Jesús Callejo.
* * * * * “En octubre, no molesta la lumbre”. -Dicho popular (del Hemisferio Norte)-