Las fiestas del solsticio se celebran entre tres y cuatro días después de que este hubiera pasado. Nada tiene de particular este desfase, pues los elementos que han caracterizado a las fiestas de San Juan también estaban presentes

todas las fiestas que se celebraban de Pascuas a San Pedro. Se ofrece una perfecta relación entre los dos elementos que caracterizan la fiesta de San Juan: el fuego y el agua.

-ORÍGENES- Desde tiempo inmemorial el ser humano ha rendido culto al fuego, siendo abundantes las muestras de festejos pre-cristianos basados en purificaciones donde también intervenía el agua. Hacer hogueras al comienzo del estío ha tenido mucho que ver con la adoración al sol. La palabra solsticio procede del latín y significa “parada del sol”.

En el de verano (21-22 de junio) alcanza el astro rey su máxima altura para comenzar su descenso en los días siguientes, período durante el cual el hombre hacía fuego para transmitirle fuerza calórica, por cuanto tienen los rayos solares de fuente de vida. El cristianismo asimiló tal costumbre, y el encender hogueras por San Juan (24 de junio) está muy arraigado en toda la Comunidad Valenciana donde fuego y agua son dos elementos que se combinan en multitud de fiestas.

De las antiguas tradiciones que perviven, la de encender hogueras la víspera de San Juan es la que se mantiene con más fuerza y de forma más generalizada. Algunos pueblos, desde la más remota antigüedad la han conservado sin solución de continuidad. Otros, los más, la han reintroducido, o han ideado nuevos ritos con los que pretenden recrear el pasado.

La hoguera, probablemente, es el elemento más antiguo de la fiesta, sea esta religiosa o profana, esté destinada a simple reunión y diversión, o forme parte de la relación del hombre con el cosmos y la divinidad. La razón es muy sencilla: el fuego fue el mayor hallazgo del hombre, y gracias a él podía calentarse, defenderse, mejorar su alimentación, fabricar sus útiles cerámicos y metálicos, ofrecer sacrificios, iluminarse, etc.

Por eso, muchos historiadores despojan a las hogueras de significado y las reducen a mera funcionalidad y utilitarismo, señalando que el fuego era el elemento necesario para que el ser humano viera y se calentara en sus reuniones nocturnas. Pero sin dejar de ser ello cierto, a través de la costumbre, los mitos y la historia ha llegado hasta nosotros una potente relación del fuego con el más allá, y la evidencia de que se utilizaba para purificar y regenerar al individuo y a la colectividad.

Según el gran pensador rumano Mircea Eliade, en las ceremonias rituales celebradas en torno al fuego se da “una combustión, una anulación de los pecados y de las faltas del individuo y de la comunidad en su conjunto, y no una simple purificación”, pues “la regeneración es, como lo indica su nombre, un nuevo nacimiento”. Los mitos griegos asocian el fuego al nacimiento de la especie humana. Según lo recoge la mitología griega, el dios Prometeo (el que prevé) recibió el encargo de crear la vida en la Tierra, para lo cual formó al hombre de barro, y con ayuda de Atenea le insufló vida.

Y para diferenciarlo de los atributos que tenían los animales le otorgó la capacidad de caminar erguido, de pensar, de hablar, de utilizar las manos para realizar trabajos, de comer carne. Le enseñó arquitectura, astronomía, matemáticas, navegación, medicina, metalurgia y otras artes, y para que pudiera alcanzar su destino le proveyó del fuego que robó en el Olimpo de la fragua del dios Hefestos, sacándolo a hurtadillas en forma de carbón al rojo vivo que ocultó en la médula de una caña. Prometeo desciende del Cielo con el fuego que entregará a los hombres.

La Tierra se llenó de luminarias, y temeroso Zeus del poder que iba adquiriendo el hombre, se propuso hacerlo desaparecer mediante un diluvio, a lo que Prometeo se opuso. Irritado con él al saber que no sólo desoía sus deseos, sino que había entregado el fuego a los hombres, ordenó encadenarlo a una columna en las montañas del Cáucaso, y envió contra él un buitre que durante el día le comía su hígado inmortal, el cual se reproducía durante la noche.

En esta situación estuvo durante cientos o miles de años, hasta que el centauro Quirón, herido sin posible curación, se presentó voluntario para sustituirlo y, de esa manera, con la liberación de Prometeo lograr la reconciliación entre el hombre y los dioses. Para ello Heracles, autorizado por Zeus, invocando a Apolo Cazador atravesó el corazón del buitre, y alcanzada su liberación Prometeo le enseñó la manera de conseguir las manzanas de oro del jardín de las Hespérides. cerámica, águila y Prometeo

Ilustración de un kylix (copa griega). A la izquierda vemos a Atlas, condenado a sostener el mundo sobre sus hombros. A la derecha, un buitre devora el hígado de Prometeo. Si tan importante era el fuego, considerado como un pequeño sol en la Tierra que participaba de las virtudes del astro rey, no lo era menos su manifestación a través de las hogueras, las cuales, durante el solsticio de invierno se encendían para que el sol recobrara su vigor y volviera a crecer, y durante el solsticio de verano con ellas se buscaba darle apoyo para que su vigor no mermara. Pero lo cierto es que muchos miles de años antes de la era cristiana, los pueblos indo-europeos, adoradores del Sol, con sacrificios le rogaban que el año fuera fructífero, y los sacerdotes celtas (Druidas), en el festival al que llamaban “Alban Heruin”, el cual asociaban al amor y a rituales destinados a obtener pareja o a conservarla, encendían hogueras por cuyas llamas pasaban personas y animales para que el fuego los purificase y los defendiera de las enfermedades.

Esta costumbre la tenían también los romanos, como lo relata Ovidio en los Fastos ("Encended los fuegos; haced pasar vuestros miembros generosos a través de los montones de paja crepitante... Por las llamas saltaron los ganados y los labradores"), y que hasta hace poco se ha mantenido en Galicia y en otras regiones del norte de España.

Más abajo, en la Etruria, al pié del monte Soracte había un santuario dedicado a la diosa Feronia, en cuyo altar los ciudadanos de los alrededores ofrendaban las primicias de las cosechas. Todos los años, los miembros de la familia Hipi Sorani (lobos de Soranus, nombre, como Soracte, relacionado con el sol) caminaban descalzos sobre las brasas de la hoguera, lo que causaba admiración en la gente y motivó que el Senado romano los eximiera del servicio militar.

No han tenido tanta suerte los habitantes de San Pedro Manrique (Soria), los cuales, en la víspera de San Juan celebran un rito heredero e igual al de aquellos antiguos romanos: hacen una gran hoguera, y solos, o con una persona montada ("a colcoles", decimos en Estella) a la espalda, caminan descalzos sobre las brasas de una hoguera que alcanza el metro y medio de longitud. De una u otra manera el ritual del fuego estaba extendido por toda Europa: los griegos encendían hogueras purificadoras en honor del dios Apolo, los romanos hacían lo mismo en honor de Minerva, y algo parecido se daba en todos los pueblos antiguos.

Como dice Guéranger referido a épocas posteriores, "apenas los últimos rayos del sol poniente se apagaban, cuando, por todo el mundo, inmensas columnas de llamas surgían de todas las cimas de las montañas y, en un instante, toda ciudad, pueblo o aldea se iluminaba", y las gentes, recogiendo antiguas creencias, afirmaban que saltando por encima de las hogueras y aspirando su humo se podía conseguir la curación de ciertas enfermedades, la preservación de maleficios, la protección contra animales dañinos, y la garantía de un matrimonio próximo.

No es extraño, pues, que San Agustín las fustigara, ni que San Eloy dijera a sus feligreses: "No creáis en las hogueras y no os sentéis cantando, porque todas estas prácticas son obra del Demonio. No os reunáis en los solsticios, y que ninguno de vosotros dance, ni salte, ni cante canciones diabólicas en el día de la fiesta de San Juan, ni de otro santo". Pero no todo eran hogueras: con gran energía la gente organizaba procesiones con antorchas; colinas abajo y a través de los campos echaba a rodar ruedas ardiendo; subían a los altos para coger la leña saturada de rayos solares, y la bajaban encendida al fondo de los valles para que purificara el aire, los árboles, la tierra, las casas, los ganados, los habitantes...

Y organizaba ceremonias dionisíacas, las cuales, desde la más remota antigüedad estuvieron asociadas a las costumbres sanjuaneras. También las brujas celebraban una noche de sexo, magia negra y desenfreno, lo cual, mezclado con otras costumbres y creencias, ha pervivido en el recuerdo de la gente. Así, en algunos pueblos de Navarra y Guipúzcoa se alejaba a las brujas pronunciando conjuros.

En Cegama: "Que hoy es San Juan, / que hoy es San Juan, / a la tarde del sábado / catorce viejas tocando la trompeta / sobre un borrico negro ...". En Amorebieta: "San Juan, que es hoy; / que es mañana San Juan / en nuestra pieza no hay ladrón ni bruja; / ¡si los hay, que se quemen!..."; en Garay: "San Juan, San Juan, / no tengo otra cosa en la mente: / los ladrones y las brujas quemad, quemad, / los maíces y trigos, guardad, guardad") a la vez que se arrastraba por las calles pellejos encendidos, símbolos de la figura humana

En Mundaca (Vizcaya) se quemaba un muñeco con apariencia de vieja repelente montada en una escoba con un gato delante y un búho a la altura de los riñones. Era "la bruja de San Juan", y eran los tiempos en que las "brujas y su mundo" estaban desprestigiados. En Valmaseda (Vizcaya), en 1.528 pagaron 68 maravedíes a un vecino por tañer toda la noche de San Juan las campanas.

Y pocos años después, en 1.576, del 11 de junio al día de Santiago primero, de dos en dos fueron obligados los vecinos del valle a tañer por la noche las campanas de los pueblos para evitar que se consumara el aviso de las brujas, que bajo tortura habían confesado su propósito de destruir el pan y el vino en el tiempo que faltaba hasta San Juan. Era creencia generalizada que mientras sonaban las campanas las brujas no podía hacer mal alguno.

Pero no siempre lo hechiceril y brujeril arrastró tan mala fama: a principios del siglo XVII, por ejemplo, cuando la existencia de las brujas era algo normal y admitido, la Inquisición celebró el famoso proceso de Logroño contra las brujas de Zugarramurdi. En él, Juana de Tellechea declaró bajo tortura que no pudo asistir al aquelarre de la noche de San Juan de 1.609, porque a su marido lo habían elegido rey de los moros en las fiestas del pueblo, y ella, como reina, estaba obligada a preparar el convite.

La pobre mujer se quejaba porque sufrió doblemente: los brujos la habían azotado cruelmente por no haber asistido al aquelarre, y ahora la Inquisición la torturaba por bruja. De las fiestas de moros y cristianos, el testimonio más antiguo que conozco es el que dejó escrito en el siglo XV, en Jaén, el Condestable Iranzo: “Antes de amanecer del día de San Juan, -dice- se regaban las calles, se tapizaban de juncia, se entoldaban, y las paredes se cubrían de cañas verdes”.

Después de oír misa, el Condestable montaba a la jineta con vestiduras moriscas, y junto con otros caballeros salía hacia el río adornándose todos con flores y ramas. Unos caballeros se disfrazaban de moros y otros se vestían de cristianos, enzarzándose en escaramuzas que vencían los cristianos. Después se juntaban a comer un gran festín, y se organizaba un torneo de cañas. Gran fiesta la de San Juan, que con igual afán celebraban moros y cristianos en Al Ándalus y en el Magreb.

("Madrugada de Sant Xoan, / madrugada mais garrida, / que baila el sol cuando nace, / e ríe cuando more o día"), o para ver cómo el sol retumbaba al ponerse ("Vamos a la playa / la noche de San Juan, / que alegra la tierra / y retumba el mar").

Esta creencia en el bailar del sol la condenó el padre Feijoo: "ridícula es también, y pueril, como falsa, la observación de que baila el sol la mañana de San Juan... Lo que baila el sol esos días, es lo que baila todos los demás del año en las mañanas claras y serenas; y es que al salir se representan sus rayos como en movimiento, o como jugando unos con otros...". ¿Pero cómo iba a convencer al pueblo de su error, si en esa madrugada prestaba atención por primera vez al nacimiento del sol?

Tampoco se podía combatir la creencia en el gran estruendo que se producía al chocar el sol con la tierra en el ocaso, pues ya Estrabón se hace eco de la siguiente creencia gaditana: "Según Posidonio, afirman muchos que al tocar el sol sobre el horizonte del océano, parece más grande y que lo hace con ruido, como si al caer en la profundidad del piélago este crepitase". Otros veían la Rueda de Santa Catalina, o combate del Sol contra la Luna... Volviendo a las hogueras, que han de dar bastante humo para que alejen a brujas y malos espíritus, en La Coruña, en vez de sardinada, la gente se reunía en torno a ellas y las saltaba, a veces en cueros (en "pelico"), de uno y otro lado y siempre un número de veces impar ("Salto por encima / del fuego de San Juan, / para que no me muerda / ni culebra ni perro"), y si la enferma era una criatura, la pasaban desnuda y envolvían su cuerpo en una sábana de lino que estuviera sin mojar.

Si la que saltaba era una moza, el no tocar la llama era vaticinio de que se iba a casar dentro del año, y lo contrario si la tocaba. Después, en la playa, cuando salía el sol le recitaban invocaciones con los brazos en alto, y cuando llegaba el ocaso lo hacían con los brazos bajos. En Murcia y el Levante echaban a las hogueras muñecos a los que llamaban "Juanas" y "Juanes" y, como en las fallas de Valencia quemaban castillos y carretillas de fuego, que parecen ser el origen de los fuegos artificiales.

En Barbadillo del Pez (Burgos) las noches de San Juan y San Pedro hacían grandes hogueras (choscas), y si alguna moza se apartaba de sus compañeras, la cogían los mozos y gritando "humo", "humo", la chamuscaban al calor de la chosca. Si era un mozo el que caía en manos de las mozas, estas gritaban "sarna", "sarna", y lo metían al río para que se remojara bien.

En Navarra, en las hogueras de la montaña se manifestaba egoísmo y cierta aversión hacia los vecinos. En Valcarlos se decía al saltar la hoguera: "Sarna fuera / los malos fuera / los buenos dentro / el trigo y el maíz a España, / la tiña a Francia".

En Larraun, la frase era: "Sarna a Guipúzcoa; pan y vino a Navarra". Imprecaciones parecidas a las del cura de Irurozqui, natural de Aoiz, que con espíritu universal conjuraba las tormentas: "Arrasa la Francia / y a Italia también. / A Aoiz e Irurozqui, / déjalos con bien".

En Marcaláin, más egoístas, cantaban ante la hoguera: Chinchurrera; sarna fuera / toda la cebada de Navarra, / a mi granero". En Juslapeña, cerca de Pamplona, perdido ya el vascuence, y confundiendo sarna con vieja (zara en vasco), decían: "Fuera las más viejas (zarenak) / todas las ancianas, / bajo la gamella". En Oiz, más moderados, el día de San Juan las mujeres llevaban a la iglesia unas pequeñas cruces de palo y unos ramos de laurel, que bendecidos colocaban en los campos. Al año siguiente los quitaban al llegar el día, y los quemaban saltando sobre la hoguera mientras gritaban: "Sarna fuera: / lo bueno dentro; / lo malo fuera". Pero los mejores eran los de Lacunza: "El aroma de San Juan / reparte a los buenos. / A los malos, apártalos. / Todo lo malo, / conviértelo en bueno".

Acabada la hoguera, en todos los pueblos se recogía la ceniza, a la que se atribuían propiedades curativas para el hombre, letales para los insectos dañinos, y favorables para los campos. El día de San Juan vencían los contratos de arrendamiento, y salían los clérigos en busca de los diezmos. Por eso, un refrán decía: "Al clérigo y a la trucha, por San Juan le busca" (Correas lo explica así: "Porque anda [el clérigo] entonces por las eras cobrando diezmos, y los ríos entonces llevan menos aguas y se pescan más fácilmente las truchas").

San Juan era la fecha en la que se contrataban los mozos ("Las riñas de por San Juan, son paz para todo el año", dice el refrán, que Correas justifica diciendo que el reñir al hacer el contrato, acordando todos sus términos, garantizaba su cumplimiento a lo largo del año), o estos cambiaban de amo. Se celebraban ferias de criados y criadas. Se desahuciaban y alquilaban casas y tierras ("Por San Juan, veremos quién tiene casa", afirma La Celestina). Se firmaban los contratos. Se liquidaban las deudas ("Para San Juan debo a un hombre, / dineros en cantidad; / ¿qué haré yo, que cada día, / me parece el de San Juan?", recuerda una copla de la Villana de Getafe). Huelga decir que para la sociedad agraria, el día de San Juan, próxima ya la cosecha, era el día más grande del año.

-Solsticio de Verano y Noche de San Juan- El 21 de junio se celebra en el hemisferio norte, el día más largo del año. Definitivamente no es un día como los demás, la naturaleza, el hombre y las estrellas se disponen a celebrar una fiesta, cargada de gran poder y magia. Hadas y deidades de la naturaleza andan sueltos por los campos.

Los agricultores dan gracias por el verano, las cosechas, las frutas y por disponer de más horas para cumplir con sus tareas y entregarse a la diversión. También es el momento justo para pedir por la fecundidad de la tierra y de los mismos hombres; además se debe comenzar a almacenar alimentos para pasar el otoño y el invierno. La celebración del solsticio de verano es tan antigua como la misma humanidad.

En un principio se creía que el sol no volvería a su esplendor total, pues después de esta fecha, los días era cada vez más cortos. Por esta razón, fogatas y ritos de fuego de toda clase se iniciaban en la víspera del pleno verano, ó 20 de junio, para simbolizar el poder del sol y ayudarle a renovar su energía. En tiempos posteriores se encendían fogatas en las cimas de las montañas, a lo largo de los riachuelos, en la mitad de las calles y al frente de las casas.

Se organizaban procesiones con antorchas y se echaban a rodar ruedas ardiendo colinas abajo y a través de los campos. A menudo se bailaba y saltaba alrededor del fuego para purificarse y protegerse de influencias demoníacas y asegurar el renacimiento del sol. Se puede decir que todo empezó hace cerca de cinco mil años, cuando nuestros antepasados, tan amigos de observar las estrellas, se dieron cuenta que en determinada época del año el Sol se mueve desde una posición perpendicular sobre el Trópico de Capricornio, hasta una posición perpendicular sobre el trópico de Cáncer.

A estos días extremos en la posición del Sol se les llamó solsticios de invierno y verano, los cuales ocurren los días diciembre 21 y junio 21 respectivamente. Estas fechas corresponden al hemisferio norte, pues en el sur es al contrario. El día que veremos al sol ponerse más al sur es el 21 de diciembre y el día que lo veremos ponerse más al norte es el 21 de junio.

“Las fechas mencionadas son las típicas, pero puede ser que en un año determinado caiga un día antes o después, debido a las irregularidades del calendario, como los años bisiestos”. Hablando propiamente del solsticio de verano, en esta fecha el eje de la tierra está inclinado 23,5 grados hacia el sol. Esto ocasiona que, en el hemisferio norte, el 21 de junio sea el día más largo del año. En los antiguos mitos griegos a los solsticios se les llamaba “puertas” y, en parte, no les faltaba razón.

La “puerta de los hombres”, según estas creencias helénicas, correspondía al solsticio de verano (del 21 al 22 de junio) a diferencia de “la puerta de los dioses” del solsticio de invierno (del 21 al 22 de diciembre). -Solsticio de Verano y de Invierno- Hay dos momentos del año en los que la distancia angular del Sol al ecuador celeste de la Tierra es máxima. Son los llamados solsticios.

El de verano es el gran momento del curso solar y -a partir de ese punto- comienza a declinar. Antes de cristianizarse esta fiesta, los pueblos de Europa encendían hogueras en sus campos para ayudar al Sol en un acto simbólico con la finalidad de que “no perdiera fuerzas”. En su conciencia interna sabían que el fuego destruye lo malo y lo dañino. Posteriormente, el hombre seguía destruyendo los hechizos con fuego. Se ha asociado esta festividad al solsticio de verano, pero esto tan sólo es cierto para la mitad del mundo o, mejor dicho, para los habitantes que viven por encima del ecuador (en el hemisferio norte) ya que para los del sur el solsticio es el de invierno y ni tan siquiera para todos ellos pues la fiesta de San Juan es patrimonio del mundo cristiano.

Aunque no crean que en los países orientales, con ritos y creencias distintas, no se celebran estas fiestas conservando en todas ellas la misma esencia: rendir un homenaje al Sol, que en ese día tiene un especial protagonismo: en el hemisferio norte es el día más largo y, por consiguiente, el poder de las tinieblas tiene su reinado más corto y en el hemisferio sur ocurre todo lo contrario. En cualquier caso, al Sol se le ayuda, para que no decrezca y mantenga todo su vigor. Este simbolismo era compartido por pueblos distantes, separados por el océano Atlántico. Es el caso de los viejos incas en Perú.

Los dos festivales primordiales del mundo incaico eran el Capac-Raymi (o Año Nuevo) que tenía lugar en diciembre y el que se celebraba cada 24 de junio, el Inti-Raymi (o la fiesta del Sol) en la impresionante explanada de Sacsahuamán, muy cerca de Cuzco. Justo en el momento de la salida del astro rey, el Inca elevaba los brazos y exclamaba: “¡Oh, mi Sol! ¡Oh, mi Sol! Envíanos tu calor, que el frío desaparezca. ¡Oh, mi Sol!” Este gran festival se sigue practicando y representando hoy en día para conmemorar la llegada del solsticio de invierno. Los habitantes de la zona se engalanan con sus mejores prendas al estilo de sus antepasados quechuas y recrean el rito inca tal y como se realizaba (más o menos) durante el apogeo del Tahuantinsuyo.

-Orígenes Pre-cristianos- Ni que decir tiene que esta fiesta solsticial es muy anterior a otras mayoritarias religiones actuales. Uno de los antecedentes que se puede buscar a esta festividad es la celebración celta del Beltaine, que se realizaba el primero de mayo. El nombre significaba “fuego de Bel” o “bello fuego” y era un festival anual en honor al dios Belenos.

Durante el Beltaine se encendían hogueras que eran coronadas por los más arriesgados con largas pértigas. Después los druidas hacían pasar el ganado entre las llamas para purificarlo y defenderlo contra las enfermedades. A la vez, rogaban a los dioses que el año fuera fructífero y no dudaban en sacrificar algún animal para que sus plegarias fueran mejor atendidas. Otra de las raíces de tan singular noche hay que buscarla en las fiestas griegas dedicadas al dios Apolo, que se celebraban en el solsticio de verano encendiendo grandes hogueras de carácter purificador.

Los romanos, por su parte, dedicaron a la diosa de la guerra Minerva unas fiestas con fuegos y tenían la costumbre de saltar tres veces sobre las llamas. Ya entonces se atribuían propiedades medicinales a las hierbas recogidas en aquellos días.

-Noche de San Juan- Esta es una fecha en la que numerosas leyendas fantásticas son unánimes al decir que es un período en el que se abren de par en par las invisibles puertas del “otro lado del espejo”: se permite el acceso a grutas, castillos y palacios encantados. Se liberan de sus prisiones y ataduras las reinas moras, las princesas y las infantas cautivas merced a un embrujo, ensalmo o maldición; braman los cuélebres (dragones) y vuelan los “caballucos del diablo”.

Salen a dar un vespertino paseo a la luz de la Luna seres femeninos misteriosos en torno a sus infranqueables moradas; afloran enjambres de raros espíritus duendiles amparados en la obscuridad de la noche y en los matorrales; las gallinas y los polluelos de oro, haciendo ostentación de su áureo plumaje, tientan a algún que otro incauto codicioso a que les echen el guante.

Las mozas enamoradas sueñan y adivinan quién será el galán que las despose; las plantas venenosas pierden su dañina propiedad y, en cambio, las salutíferas centuplican sus virtudes (buen día para recolectar plantas medicinales en el campo); los tesoros se remueven en las entrañas de la Tierra y las losas que los ocultan dejan al descubierto parte del mismo para que algún pobre mortal deje de ser, al menos, pobre. El rocío cura ciento y una enfermedades y además hace más hermoso y joven a quien se embadurne todo el cuerpo; los helechos florecen al dar las doce campanadas...

En definitiva, la atmósfera se carga de un aliento sobrenatural que impregna cada lugar mágico del planeta y es el momento propicio para estremecernos, ilusionarnos y narrar a nuestros hijos, nietos o amigos toda clase de cuentos, anécdotas y chascarrillos sanjuaneros que nos sepamos. Esta noche se abre la puerta que nos introduce al conocimiento del futuro y a las dimensiones mágicas de la realidad. Es la noche en que los entierros arden, el Diablo anda suelto y los campos son bendecidos por el Bautista.

En la mañana, muy temprano la gente se lava el pelo y la cara con las aguas bendecidas y comienza a llamar, tres veces consecutivas: -¡San Juan!, ¡San Juan!, dame milcao (guiso de papas con manteca, en la región andina) yo te daré pan. La noche anterior dos han sido los eventos más importantes: el baile del fuego y las pruebas. Algunas de estas pruebas son:

l. La joven que sale al amanecer y se encuentra con un perro: su marido será un goloso perro durante su vida.

2. Al salir, después de las 12, se encuentra con un gato negro: es mala suerte para el futuro, felicidad si el gato es de otro color.

3. Si a medianoche se hace una cruz en los árboles, producirán el doble.

4. Si a las 12, mira la luna y después la higuera, la verá florecer.

5. La higuera y el “pesebre” (helecho) florecen esta noche. Quien posea una de estas flores será muy afortunado.

6. Quien vea florecer la hierbabuena esta noche será muy afortunado siempre que lo mantenga en secreto.

7. En la víspera se planta la flor de la hortensia, en un tarro con tierra y agua. Luego se le hace un pedido poniendo fe en el bautismo de San Juan.

8. Hay que lavarse las manos con agua de manantial para mantenerse joven y el cabello para conservarlo hermoso. Esa noche las aguas están benditas por el Bautista.

9. Cuando llueve esa noche o al día siguiente, va a haber abundancia de manzanas.

10. Antes de la salida del sol hay que regar los árboles con agua de manantial, para que den bastante fruta durante el año.

11. Para tener buena siembra hay que tirar un pedazo de vela la noche de San Juan.

12. Para aprender a tocar guitarra hay que colocarse durante esta noche bajo una higuera.

La noche y el amanecer, están dedicado a San Juan en un esfuerzo por cristianizar las numerosas fuerzas que se manifiestan en esta mágica jornada, en la que todas las sociedades tradicionales de Europa ponen en marcha numerosos rituales de antiguo origen y profunda funcionalidad cultural. La fiesta no es específica de localidades concretas, sino que se extiende por toda Europa con diversas variantes. Un personaje–símbolo de la cristiandad y un astro presiden la celebración.

Por una parte el Sol que, según la tradición popular, sale bailando al amanecer del día 24. Por otra parte, el santo de la fecha, San Juan, encargado de dotar de sacralidad a la fiesta, pero que no ocupa lugar central en los rituales. Contando con el Sol y San Juan como componentes básicos de la celebración, en la noche y el amanecer sanjuaneros los hombres manipulan diversos instrumentos simbólicos con la finalidad de luchar contra los distintos males que perjudican a los humanos, a sus actividades y a sus bienes a lo largo del año.

Fecha de transición astral que anuncia diversos cambios en la naturaleza equivale a una ruptura de orden cósmica propiciadora de emergencias del inframundo. Por eso la noche de San Juan es noche de brujas, entes que pueden provocar numerosos males a los humanos. La Noche de San Juan, la de las tradiciones mágicas, se caracteriza por la multitud de hogueras que iluminan la noche. Los ciudadanos arrojan a la hoguera antes de su encendido pequeños objetos, conjuros, deseos e incluso apuntes del curso con el objetivo de hacer desaparecer los malos espíritus.

La tradición de enramar las fuentes está relacionada con la prosperidad, la abundancia y la fecundidad. La tradición dice que al amanecer del primer día de verano, las mujeres recogían de las fuentes la flor del agua con la esperanza de encontrar pareja, concebir hijos o hacerse con poderes curativos. Al amanecer, cuando las mujeres iban a la fuente, se cantaba a la flor del agua.

- ¿Por Qué San Juan Bautista? - San Lucas narra en su “Evangelio” que María, en los días siguientes a la Anunciación, fue a visitar a su prima Isabel cuando esta se hallaba en el sexto mes de embarazo. Por lo tanto, fue fácil fijar la solemnidad del Bautista en el octavo mes de las candelas de junio, seis meses antes del nacimiento de Cristo. (Seis meses más tarde -el 24 de diciembre- estaremos celebrando el nacimiento de nuestro Redentor, Jesús).

Desde entonces se señaló esta noche como la de San Juan, muy próxima al solsticio de verano que ha heredado una serie de prácticas, ritos, tradiciones y costumbres cuyos orígenes son inmemoriales en toda Europa y se han extendido por muchos pueblos de América. Lo paradójico del asunto es que el 24 de junio se celebra la fecha del nacimiento del Bautista, que en realidad no debería festejarse porque de los santos siempre se recuerda el día de su muerte. San Agustín hace la observación de que la Iglesia celebra la fiesta de los santos en el día de su muerte, pero que en el caso de San Juan Bautista, hace una excepción y le conmemora el día de su nacimiento, porque “fue santificado en el vientre de su madre y vino al mundo sin culpa”.

Es digno celebrarse su nacimiento, ya que fue motivo de inmensa alegría para la humanidad tener entre sus miembros al que iba a anunciar la proximidad de la Redención… En el Evangelio de San Lucas se cuenta que su padre, el sacerdote Zacarías, había perdido la voz por dudar que su mujer, Isabel, estuviera encinta. Sin embargo en el momento de nacer San Juan la recuperó milagrosamente, como se lo había predicho el ángel Gabriel.

Rebosante de alegría, la tradición religiosa dice que encendió hogueras para anunciar a parientes y amigos la noticia. Cuando siglos después se cristianizó esta fiesta, la noche del 23 al 24 de junio se convirtió en una noche sagrada, sin abandonar por eso su aura mágica. Cuando el portavoz de la Redención nació, Zacarías escribió en una tablilla: “Su nombre es Juan”. El nombre JUAN: Procede del hebreo Yo-hasnam, con el significado de “Dios es misericordioso”. Otra etimología muy cercana es la de Jo-hanan o Jo-hannes, que significa “Dios está a mi favor”.

Empezando por san Juan Bautista, la personalidad de los santos y otros hombres insignes que han llevado este nombre, es inconmensurable. Su fiesta, el 24 de junio, es una fiesta solar, de luz y de fuego, decantación de los más antiguos ritos de la humanidad en la más grande de todas las fiestas. Mientras Jesús ocupa el solsticio de invierno (la Iglesia optó por cambiar su titular, al ver que era imposible suprimir estas fiestas), san Juan toma posesión del solsticio de verano porque fue imposible erradicar las ancestrales celebraciones solares. Y fue precisamente el hecho de la vinculación de su nombre a las fiestas más esplendorosas y más vitalistas, lo que elevó su prestigio hasta límites que sólo milenios de historia pueden explicar.

El nombre de Juan tiene un encanto y una virtud invencibles. Se impone con la fuerza positiva del mismo Sol, con la viveza del fuego, con la fecundidad de la verbena.

Fuentes: http://www.sasua.net/estella http://www.actosdeamor.com

* * * * * “Trata al elogio como al perfume; huélelo, pero no lo tragues”. -M. Bestard-

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