Siempre hubo una cierta tradición escéptica en la filosofía griega. Xenófanes enseñaba que, aunque siempre podemos aprender más de lo que actualmente sabemos, nunca podemos estar seguros de llegar a una verdad final.

 Sócrates decía que lo único que sabía con total seguridad es que no sabía nada. Aun así, Sócrates sí creía que el conocimiento era posible, mientras que Xenófanes pensaba que podíamos disminuir nuestra ignorancia si nos esforzábamos.

Ambos tenían una actitud positiva hacía la investigación y el aprendizaje.

 

Argumentando ambos caminos

La primera persona en hacer del escepticismo el principio y el final de su filosofía fue Pirrón. Pirrón nació en Elis (365-270 a.C.). Lanzó una nueva escuela de filósofos que fueron conocidos como escépticos. La palabra escepticismo proviene etimológicamente de sképsis (indagación, revisión, duda).

Es uno de esos personajes de los que se puede decir que su forma de vivir es inseparable de su forma de pensar, siendo la indiferencia su cualidad más característica. Pirrón no escribió nada y prefirió vivir en la pobreza.
Se inició en la escuela megárica y posiblemente fuera discípulo de Euclides de Megara o de su discípulo Brisón; conoció a algunos seguidores de Demócrito y simpatizó con el cinismo.
Sirvió como soldado en las filas de Alejandro Magno e hizo campaña militar con él hasta lugares tan lejanos como la India. Conocer tal diversidad de gentes y culturas le hizo darse cuenta de la multitud de opiniones y creencias que existían entre los humanos, pues para algo en lo que creían en un sitio en particular, había otras gentes en otro sitio que creían justo lo contrario. Y, para más inri, los argumentos de ambos eran igualmente válidos –o así le parecía a Pirrón.

Gracias a estos viajes logró entrar en contacto con los gimnósofos hindúes, de los que aprendió que ningún valor en el mundo puede ser considerado absoluto ni eterno. Declaraba que las cosas eran igualmente indiscernibles, inconmensurables e indeterminables; por esta razón, no debemos fiarnos de los sentidos ni hacer juicios. La mente, para Pirrón, no puede apresar la realidad, y duda de que el criterio humano pueda ser capaz de determinar la verdad.
Es, por tanto, la duda lo que mueve al hombre, pero la duda no permite conocer nada. Dice Sexto Empírico: “a través del escepticismo… llegamos, por el equilibrio de las cosas y de las razones opuestas (isostenía), primero a la suspensión del juicio (epokhé) y, después, a la indiferencia (ataraxia)”.
Sexto se refiere a la indiferencia del filósofo que no quiere dejarse enredar por la ilusión del mundo.
Todo lo que podemos hacer es aceptar las cosas tal y como aparecen ante nosotros. Pero las apariencias pueden ser engañosas, por lo que nunca podemos asumir la verdad de un argumento sobre otro. Lo mejor que podemos hacer es dejar de preocuparnos y dejarnos llevar, esto es, nadar entre las costumbres y prácticas que prevalezcan en el lugar o en las circunstancias donde te encuentres.

losprimerosrelativistas b   Pirrón de Elis

Pirrón tuvo un discípulo, Timón de Fliunte (320-230 a.C.), que apoyó esta actitud filosófica con unos argumentos más intelectuales. En particular, apuntó que cada argumento que se usa como prueba procede de otras premisas que necesitan también ser establecidas. Si se intenta demostrar la verdad de esas premisas con otros argumentos o pruebas, es necesario que se validen a su vez y así ad infinítum, por lo que, en última instancia, no se puede lograr ninguna certeza.

Después de la muerte de Timón, su sucesor, Arcesilao de Pitane (315-240 a.C.), tomó la dirección de la Academia de Platón. Arcesilao tenía dos métodos de enseñanza: uno era exponer dos argumentos, ambos igualmente poderosos pero con ideas contrarias: el otro, refutar cualquier argumento propuesto por sus estudiantes.

El principal adversario de la filosofía de Arcesilao era el estoicismo de Zenón, contra el que arremete atacando el criterio de verdad de los estoicos: la representación comprensiva, aquella que produce una sensación de verdad tan fuerte que es prácticamente imposible no estar de acuerdo con ella.
Recibió fuertes críticas por parte de los estoicos respecto a la imposibilidad de tomar posturas para su realización práctica y, por tanto, que, en el fondo, la suspensión del juicio paralizaba a los hombres impidiéndoles la felicidad. Pero Arcesilao se defendía argumentando que dicha postura no era incompatible con la acción, puesto que existen distintos grados de incertidumbre. Algunas acciones se justifican por razones correctas que apelan no a la certeza imposible, pero sí a lo plausible, siendo esto suficiente para fundamentar la acción y posibilitar una elección moral razonable para vivir acorde con estas ideas.

Su sucesor, Carnéades (214-129 a.C.), hizo una visita a Roma, donde dio una serie de discursos en los que exponía y defendía ferozmente las ideas de Platón y Aristóteles sobre la justicia, mientras que en siguientes discursos refutaba con igual fuerza lo expuesto anteriormente. Su orientación filosófica era contraria a los epicúreos y, especialmente, al estoicismo de Crisipo, hasta el punto que, como cuenta Diógenes Laercio, Carnéades dijo que "si no hubiese habido Crisipo, no habría Carnéades".

Ninguno de los pensadores mencionados hasta ahora dejó obras escritas. Por fortuna, se ha conservado una importante obra del filósofo Sexto Empírico donde detalla el pensamiento escéptico.

Sus tres primeros libros están traducidos como "Argumentaciones pirrónicas" (o "Esbozos pirrónicos"), y los otros siete, con el título de "Adversus mathematicos", (“Contra los profesores”).
Para Sexto, los sistemas filosóficos son tres: los dogmáticos, que son aquellos que creen haber descubierto la verdad, los académicos, que suponen que no puede ser aprehendida, y los escépticos, que siguen investigando.

losprimerosrelativistas cSegún Sexto, las cosas existen, pero lo único que podemos saber y por tanto decir de ellas es de qué manera nos afectan, pero no lo que son en sí mismas. Defiende también una ética del sentido común y, aunque como pirroniano acepta la indiferencia respecto de todas las soluciones morales, reivindica también la importancia de lo empírico. Esta sería la razón por la cual defiende que la vida práctica debe regirse por cuatro reglas: la experiencia de la vida, las indicaciones que la naturaleza nos da a través de los sentidos, las necesidades del cuerpo y las reglas de las artes.
 
No hay certezas ultérrimas.

 El escepticismo ha jugado un papel muy importante en la historia de la filosofía desde sus principios hasta nuestros días, mayormente porque la “certeza” no es posible de demostrar a través de la argumentación.
Lo que un argumento válido prueba es que una conclusión precede a una premisa, pero eso no es lo mismo que probar que las conclusiones son ciertas. Cada argumento válido comienza con un “si“: si p es verdad, entonces q ha de ser verdad. Este argumento en sí no prueba que sea verdad, porque lo hemos asumido previamente, y asumir lo que usamos para probar una verdad sería entrar en un círculo vicioso. Así, cada prueba se apoya en premisas no confirmadas. No debemos concluir con esto que no tengamos bases para cada una de nuestras creencias, lo cual no es correcto.

El escéptico más famoso de los últimos siglos fue el escocés David Hume. Él era de la opinión de que en la vida tenemos que tomar decisiones y hacer elecciones constantemente, y esto nos fuerza a hacer juicios sobre lo que nos rodea, nos guste o no.

Puesto que no disponemos de ningún tipo de certeza, tenemos que evaluar del mejor modo que podamos la realidad a la que nos estamos enfrentando –y esto es incompatible si observamos todas las alternativas con igual escepticismo. Por tanto, nuestro escepticismo debe ser mitigado de algún modo. Es muy dudable que alguien pueda vivir siendo completamente escéptico.

En la vida diaria y práctica tenemos que encontrar un camino medio entre exigir un grado de certeza que no podemos conseguir y tratar todas las posibilidades como si tuvieran igual peso cuando no es así.
El escepticismo antiguo no es, por tanto, un discurso teórico, ni tampoco un sistema; es una forma de vida que el filósofo elige; es también una práctica de liberación personal, cuya finalidad es lograr alcanzar la felicidad.

Fuentes: http://www.cinicos.com/arcesilao.htm; The story of philosophy, ed: Dorling Kindersley

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