Nuestro tiempo se está caracterizando, por un afán de magnificar las cosas, aprovechando los grandes medios de comunicación: prensa, radio, televisión, etcétera, en los que se invierten importantes sumas de dinero-

Sin que –salvo alguna excepción que confirma la regla–, la realidad, la "tozuda" realidad, confirme la veracidad de lo que a "bombos y platillos" se pregona. Desde que Thomas J. Peters y Roberts H. Waterman jr. lanzaran su original y magnifico libro “En busca de la excelencia”, todos hablamos de "excelencia", pero a poco que analicemos la calidad del servicio que reciben los ciudadanos, tanto en la empresa pública, como privada, observaremos que deja mucho que desear.

Para no perderme en un análisis exhaustivo de fallos que se perciben a simple vista, querría "centrarme" en el tema: calidad de puntual, esto es formal, diligente, exacto, en la ejecución de las cosas. La definición encierra una serie de virtudes humanas que nos hemos de esforzar en conseguir si queremos que el resultado final de nuestro trabajo, profesión, oficio, pueda ser calificado por los demás como excelentes. Es corriente observar, por ejemplo, la falta de puntualidad, por poner un ejemplo conocido, en las citas entre amigos: en los plazos para entrega de una mercancía o servicio; en llegada de ciertos medios de transporte; comienzo de ciertos espectáculos –excepto los toros, que son un ejemplo de exactitud–; en el inicio de conferencia, actos públicos, etc. Hay quien dice que el llegar tarde es un signo de mayor categoría... ¡Lamentable!

La realidad es que es una falta el hacer perder el tiempo a los demás, además de una desconsideración y descortesía. Es conveniente tener en cuenta que la puntualidad supone llegar, por ejemplo, a una cita, en punto, es decir, ni antes ni después. Siempre son las mismas personas las que son impuntuales, poniendo como pretextos las averías, el mucho trabajo, el socorrido tráfico, etc., sin contar que todas esas contingencias son normales en nuestra vida de hoy y que hay que preverlas, si se quiere que no nos originen retrasos. Lo demás, como decían los antiguos, son "excusas de mal pagador".

Bien está querer aspirar a la "excelencia", pero lo importante es que cuidemos las "cosas pequeñas", y que construir bien una gran catedral supone que los millones de ladrillos que han de constituirla se han de colocar bien alineados, uno a uno. Ahí está el quid de la cuestión. Si nos acostumbramos todos, los de arriba, los de en medio y los de abajo, a valorar la puntualidad en lo que vale y en lo que supone autodisciplina y respeto a los demás, no cabe duda que todo irá mejor y que incluso mejorará la convivencia.

No hay nada que desespere más que la impuntualidad e informalidad que representa el no cumplir los plazos, horarios, compromisos, etcétera, que nuestra vida de relación con los demás hace imprescindibles para el correcto funcionamiento de nuestra sociedad. Son muchos los que podrían recitar y aplicarse con toda propiedad el pequeño ripio que me enseñó no sé quién: “Es mi sino negro. Es mi suerte aciaga llegar siempre tarde, haga lo que haga”.

Fuente: Las Provincias In Memoriam Rafael Viñals Ramón, que fue durante muchos años colaborador habitual de LAS PROVINCIAS a través de la sección - “Cartas al director”. * * * * *

“La impuntualidad es una falta de respeto hacia la Vida, hacia sí mismo y hacia los demás”. -Delia Steinberg Guzmán-

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