María Moliner fue una brillante científica y una incansable trabajadora. La elaboración del Diccionario de Uso del Español da idea del vigor intelectual de María Moliner, que invirtió más de quince

 años para sacar adelante esa obra monumental, hoy conocida en todo el mundo.

Con su recuerdo queremos divulgar su meticulosidad y la dimensión creadora del esfuerzo en el trabajo profesional, apoyado en una sólida formación, como modelo para nuestros alumnos.

María Moliner nació en Paniza (Zaragoza) el 30 de marzo de 1.900, hija del médico rural Enrique Moliner Sanz. Dos años después, su familia se traslada a Almazán (Soria) y posteriormente a Madrid. Hacia 1.914 su padre marchó a la Argentina, desligándose de su familia.

Esta circunstancia probablemente determinó que su madre, Matilde Ruiz Lanaja, abandonara Madrid y regresara a tierras aragonesas (Villarreal de Huerva, primero, y Zaragoza, después) en 1.915. María Moliner se convirtió entonces, siendo muy joven, en un apoyo fundamental para los suyos.

En 1.918 terminó el Bachiller en Zaragoza e ingresó en la Facultad de Filosofía y Letras, convirtiéndose así en una de las pocas mujeres universitarias de principios de siglo. Obtuvo su licenciatura en Historia con sobresaliente y premio extraordinario en 1.921.

La joven Moliner es un ejemplo paradigmático de las pioneras universitarias del siglo XX: muchachas decididas a culminar una licenciatura, viven la carrera superior con profundo interés y con resultados habitualmente muy brillantes, desean desempeñar un puesto profesional...

En 1.922 ingresó en el Cuerpo Facultativo de Archiveros, Bibliotecarios y Arqueólogos, donde trabajó hasta su jubilación en 1.970. Obtuvo su primer destino en el Archivo de Simancas (Valladolid). Tras una breve estancia en Simancas, María Moliner pasa al Archivo de la Delegación de Hacienda de Murcia.

En esta ciudad conoce a D. Fernando Ramón y Ferrando, catedrático de Física.

La pareja contrae matrimonio en 1.925 e inicia una vida conyugal armónica y compenetrada, la de dos intelectuales comprometidos con su vocación y con la sociedad en la que viven.

A principios de los años treinta, la familia se traslada a Valencia -D. Fernando a la Facultad de Ciencias; Dª. María al Archivo de la Delegación de Hacienda-.

La etapa valenciana cubre el período de mayor plenitud vital de María Moliner: las labores domésticas, la vida profesional, y, sobre todo, la participación en las empresas culturales que nacen con el espíritu de la II República.

Prestando su colaboración entusiasta a las Misiones Pedagógicas de la República, se cuidó especialmente de la organización de las bibliotecas populares y ocupó durante la Guerra Civil la dirección de la Biblioteca Universitaria de Valencia.

Al término de la Guerra Civil, el conjunto de amigos de los Ramón Moliner, y ellos mismos, sufren represalias políticas. Bastantes de ellos se exilian. D. Fernando es suspendido de empleo y sueldo, trasladado después a Murcia (1.944-1.946) y rehabilitado en Salamanca a partir de 1.946 (donde permanecerá hasta su jubilación en 1.962).

Por su parte, María Moliner es depurada y sufre la pérdida de 18 puestos en el escalafón del Cuerpo Facultativo de Archiveros y Bibliotecarios (que recuperará en 1.958).

En 1.946 pasará a dirigir la biblioteca de la Escuela Técnica Superior de Ingenieros Industriales de Madrid hasta su jubilación, en 1.970. En esta etapa de su vida, criados ya sus hijos y separada físicamente de su marido una buena parte de la semana, María Moliner encontrará el tiempo para dedicarse a su interés intelectual más profundo: la pasión por las palabras.

Será entonces cuando comience (hacia 1.950) el Diccionario de uso del español. Dice uno de sus hijos que necesitaba volver a emplear sus energías, después de años zurciéndoles los calcetines. Y lo hizo sin más herramientas que unas cuartillas que, divididas en cuatro, convertía fichas, una máquina de escribir portátil y dos atriles.

María, sentada en el mueble comedor de su casa comenzó a escribir las primeras palabras con sus recomendaciones de uso; el gesto lo repitió miles de veces y cada día invertía más y más horas. “En dos años termino”, decía, e invirtió en la obra más de quince hasta que en 1.966 la Editorial Gredos publicó su primer tomo, sacando a la venta el segundo al año siguiente.

Desde ese momento, María Moliner empezó a trabajar en su actualización, que no llegó a completar. En 1.972, fue propuesta, sin éxito, como candidata a la Real Academia Española. Sencilla y elegante, cuando la propusieron para la Academia quedó tan aturdida que exclamó:

“Y, ¿de qué puedo hablar yo, en un discurso de admisión, si en toda mi vida no he hecho más que coser calcetines?”. Posteriormente, no aceptó una nueva candidatura, pues se sentía ya enferma. Las notas tristes de sus últimos años fueron la muerte de su marido en 1.974 y su propia enfermedad: la arteriosclerosis cerebral que la privó de su lucidez desde 1.975 hasta su fallecimiento en enero de 1.981.

La figura de María Moliner es paradigmática para comprender la fe en la cultura y en la educación como motores del cambio de la sociedad española que sentían muchos españoles de su época.

“Activista social”, quiso que la cultura llegara a todos los estratos de la población, que estaban abandonados por los poderes públicos desde hacía años; y de ahí su decidida colaboración en las Misiones Pedagógicas de la República.

Recuperar la vida de María Moliner supone también recuperar un ambiente, unos ideales, un programa de vida en el ámbito de la educación y la introducción a la lectura. La recuperación de la vida y de la obra de María Moliner supone también la recuperación de una forma de ser mujer en el siglo XX, especialmente singular en su generación.

María Moliner fue atrevida mujer: pionera universitaria comprometida en los años veinte, científica y madre trabajadora hasta la edad de jubilación. Y para llegar adonde llegó, partiendo de una infancia dura, luchada y recuperada a pedazos, doña María tuvo que levantar muchas veces, desde lo más hondo de su cuerpo, el coraje heroico de las mujeres de su tiempo.

Si su condición de mujer y su colaboración en las actividades culturales de la II República le impidió el reconocimiento oficial, al dar el nombre María Moliner a nuestro Instituto estamos reconociendo una labor que se le negó en vida.

Y la mejor manera de rendirle un homenaje a la figura de Dª. María Moliner es conseguir que sus proyectos no sean parte del pasado, sino que seamos capaces de desarrollar los fines que ella persiguió a lo largo de su vida: el enriquecimiento personal y colectivo mediante la educación y la lectura.

“…era una republicana militante, activa, convencida, aunque no tenía carné de ningún partido... Estaban vinculados a todos los movimientos pedagógicos e intelectuales, tanto con la Institución Libre de Enseñanza, como con la Escuela Cossío, el Instituto Escuela, las Misiones Pedagógicas...”

“Era muy sencilla, aunque se exigía mucho a sí misma, y tenía plena conciencia de la importancia de su trabajo. ¿Cómo definir a mi madre en realidad? Como una persona vitalista, con una mirada limpia, abierta a todo, curiosa, ávida de conocimiento, chusca a veces, optimista y baturra”.(Carmen Ramón Moliner, hija de María Moliner).

Fuente: http://centros1.pntic.mec.es

* * * * *

“La valenciana, graciosa lengua, con quien sólo la portuguesa puede competir en ser dulce y agradable”. -Miguel de Cervantes, 1.547-1.616-