¡La respetaban hasta sus enemigos!
¡Qué mejor epitafio!
Fue una mujer política que mantuvo su idealismo durante toda su vida.
Nació el 11 de octubre de 1885 en Inglaterra, hija de Armando Moreau, francés, y de María Denanpont.
Siendo niña viajó con su familia a Argentina. Realizó sus estudios en Buenos Aires, recibiéndose de maestra y profesora en la Escuela Normal número 1.
Se graduó de médica en 1913 con diploma de honor. Había cursado el sexto año de estudios en la sala de Ginecología del viejo Hospital de Clínicas, en Buenos Aires, y el séptimo, y entonces último, en la sala de Clínicas del mismo establecimiento.
Este logro fue muy sorprendente en esta época, cuando las mujeres eran discriminadas y no se les dejaba ejercer sus estudios y la medicina con facilidad. Alicia creía que era "necesario combatir el dolor humano", como confesó al ser proclamada "la primera médica argentina del siglo", poco antes de su muerte.
Inició su actividad pública en el Foro del Libre Pensamiento, en 1906, con un trabajo sobre educación, y ese mismo año fundó el primer centro feminista.
Se acercó a los obreros dando charlas sobre temas de higiene en la Sociedad Luz de Barracas.
Fue una de las organizadoras del Primer Congreso Femenino Mundial en 1910. Fundó el Ateneo Popular en 1910 y la Unión Feminista Nacional en 1918, junto con la revista Nuestra Causa; tomó parte en todas las luchas feministas y presidió la Asociación Pro-Sufragio Femenino.
Colaboró en la Revista Socialista Internacional y dirigió Humanidad Nueva. Escribió "La mujer en democracia" y "El socialismo según la definición de Juan B. Justo", además de innumerables folletos y artículos. Vida Femenina fue otra de las revistas que tuvo bajo su dirección, al igual que el periódico La Vanguardia.
Ejerció el periodismo, escribió libros y, con 90 años, fundó la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos.
Se casó en 1922 con Juan B. Justo, del Partido Socialista. Fundó la Confederación Socialista Argentina y la Fundación Juan B. Justo, las que presidió hasta su muerte, ocurrida a los 101 años de edad, el 12 de mayo de 1986.
Vivió adelantada a su tiempo, a pesar de los escándalos que provocaban sus gestos vanguardistas. Militó en la vida, más que nada, mientras crió a sus tres hijos, ayudó a los pobres, escribió libros y peleó por los derechos de la mujer. La respetaban hasta sus enemigos.
Luchadora incansable por los derechos humanos y la reivindicación del género femenino, fue una de las primeras mujeres en integrarse al quehacer político argentino.
En 1902 creó, junto a otras compañeras, el “Centro Socialista Feminista" y la “Unión Gremial Femenina", construyendo las bases para el reconocimiento de igualdad de la mujer en la sociedad argentina.
Comenzó su actividad intelectual en el Foro de Libre Pensamiento en 1906, con un trabajo sobre educación y ese mismo año fundó el centro feminista.
Fue una de las mujeres más destacadas en la búsqueda de los derechos cívicos de las mujeres argentinas a principio de siglo.
"Siempre creí que este país merecía ser distinto. Que un día íbamos a unirnos todos y el destino cambiaría. Recuerdo los barrios obreros de esta ciudad cuando llegábamos con las banderas rojas, y la gente se iba reuniendo y se iban logrando cosas. Cuando el Partido Socialista era una parte linda de la vida. Cuando las mujeres nos juntamos por primera vez y empezamos a pelear por nosotras...".
Alicia fue conociendo y profundizando sus estudios más allá de los textos escolásticos escritos en su mayoría por jesuitas, como los principios de filosofía de Jaime Luciano Balmes. Al cursar 5.º año de la Escuela Normal, se acercó a las clases libres que dictaban en la Facultad de Filosofía y Letras Horacio G. Piñero, sobre psicología moderna, y Nicolás Matienzo, sobre Lógica.
Le atraía mucho el estudio de la filosofía, pero creía que era necesario combatir el dolor humano; por eso ingresó en la Facultad de Ciencias Médicas.
La joven Alicia comienza a perfilar un espíritu crítico, incluso para enfrentar el estudio de la medicina.
Durante la práctica en el Hospital de Clínicas comprobó que muchas enfermedades tenían su origen en la miseria que sufrían los trabajadores, condenados por un régimen social injusto. Era necesario atacar la desnutrición, la tuberculosis, el alcoholismo y la sífilis en su origen social. Solo así podrían contrarrestarse efectivamente esos flagelos.
Para ello, Alicia Moreau comprende que a la acción del terapeuta debía unirse la del político y la del reformador social.
Ingresó en la Facultad de Ciencias Médicas de Buenos Aires en 1907, egresando, con diploma de honor, en 1914. Fueron años de estudio y de militancia comprometida. El capitalismo era para las clases desposeídas un sistema de despojo y sufrimiento.
Había que combatirlo luchando por una nueva forma de vida donde el hombre no fuera lobo para el hombre. Alicia se convierte al socialismo. Su primera lectura marxista fue "La situación de los trabajadores en Inglaterra", escrito por Federico Engels.
Lee la obra y se emociona; comprende que el camino es difícil, pero existe una esperanza: el socialismo.
En 1906 vive su primera aventura ideológica y política. Tuvo lugar en Buenos Aires el 'Congreso de Librepensamiento', organizado por científicos, escritores e intelectuales vinculados con la masonería.
¡Alicia se inscribió, y presentó un trabajo titulado 'La educación'!
Dirá en esas páginas juveniles: 'La escuela que elabora el porvenir es la escuela libre, sin dogmas, dirigida por el conocimiento exacto de la naturaleza humana y del desarrollo de la vida; la que tiene a sus educadores en todas partes: en la familia, en la ciudad, en el país, en el libro, en el museo; la que es una acción social a la cual todos deben contribuir, vivificada la gran ley de solidaridad que es la razón de ser de la humanidad'.
En ese congreso, Alicia conoció a la anarquista española Belén de Sárraga. Fue para ella un experiencia inolvidable. La joven estudiante de medicina toma contacto con una mujer revolucionaria. Era su bautismo de fuego.
Un mes después, el socialista Ángel Giménez le pidió que dictara un curso de conferencias de divulgación popular en la 'Sociedad Luz', de Barracas. Así se acerca al movimiento obrero.
Había leído a algunos autores anarquistas, como Pedro Kropotkine, pero ya ve en el socialismo científico de Marx y Engels el camino más apto para lograr la transformación de la sociedad.
Junto a la 'Sociedad Luz', e inspirado por el doctor Enrique del Valle Iberlucea, comenzó a funcionar el 'Ateneo Popular'. Alicia participa en su fundación. Ese núcleo marxista comenzó a editar en 1908 la Revista Socialista Internacional, que a fines de la década cambia su nombre por el de Humanidad Nueva.
Pionera del feminismo argentino, participa en la creación del primer Centro Feminista y del Comité Pro-Sufragio Femenino en 1907. Con ella figuraron Elvira Rawson de Dellepiane, Sara Justo y Julieta Lanteri. Pero entre esas mujeres se destacó la profesora Raquel Camaña, inteligente y valiente propulsora de la educación sexual.
El Centro Feminista de Buenos Aires estableció contacto con las uruguayas Paulina y Clotilde Luisi, estrechando los vínculos de las mujeres rioplatenses.
Para ella el feminismo no era algo ajeno a la realidad social.
La mujer se libera junto al hombre y no contra él. Esa liberación es una forma particular de la lucha contra el capitalismo y las injusticias sociales. En 1919 el núcleo de mujeres renovadoras crea la Unión Feminista Nacional. A ellas se suma Julia García Games. Los principios de la Unión Feminista Nacional son sintetizados en cinco puntos:
- Cooperar en todo lo que signifique perfeccionamiento físico, intelectual y moral de la mujer; apoyar toda la obra que tienda a capacitarla en su acción social.
- Trabajar por la emancipación de la mujer en la familia y en la sociedad; en consecuencia, iniciará y propiciará movimientos tendentes a modificar las leyes que traban a la mujer en su acción individual, colocándola en situación inferior al hombre.
- Cooperar en toda obra que contribuya a facilitar y mejorar el trabajo femenino; por lo tanto, se preocupará en la reglamentación del trabajo en la industria y en el comercio y de elevación de los salarios del trabajo femenino, basándose en el principio: 'a igual trabajo, igual remuneración’.
- Tender a centralizar los esfuerzos hechos en favor de la emancipación femenina, propiciando la organización de una federación de centros.
- Propender a la formación de comités en el interior de la República, que respondan a los mismos fines. Mantendrá, con tal motivo, relaciones con asociaciones extranjeras de igual índole.
Escribe, milita, participa en reuniones culturales, difunde los ideales de una democracia avanzada. Desde Rusia llegan los resplandores de la guerra civil, que anuncian un nuevo mundo.
Cae el imperio absolutista de los zares y se constituye, bajo la dirección de V. I. Lenin y León Trotsky, el primer estado obrero. Alicia vive momentos maravillosos. 'Durante años –recuerda– seguimos el proceso de los luchadores rusos.
Los nihilistas y los bolcheviques eran las fuerzas más pujantes de la revolución. Cómo no recordar 'Rusia en las tinieblas' (Memorias de una nihilista), de Vera Figner, y 'La mujer nueva y la moral sexual', de la revolucionaria Alejandra Kolontay. Cómo olvidar a los valientes revolucionarios de 1905 y 1917.
Los años pasaron y vino el estalinismo, que instauró un sistema de opresión. Muchas veces me he preguntado si la revolución podría haberse mantenido sin la presión de la fuerza. Las masas campesinas eran muy atrasadas. Pero el estalinismo adquirió aspectos negativos que, en muchos sentidos, deformaron los ideales de 1917'.
La Gran Guerra desangraba a los pueblos y Alicia Moreau trabaja por la paz, inspirándose en el ideario de Jean Jaurés, socialista francés a quien había conocido cuando este visitó Buenos Aires en 1911.
'Sin embargo, el hecho de la guerra –dice– sirvió para que la mujer, al reemplazar al hombre en la retaguardia, en el trabajo industrial, en el campo y en otras actividades, demostrara su aptitud, responsabilidad y capacidad. Al final de la contienda, las mujeres inglesas lograron los derechos electorales'.
En 1921 se afilió al Partido Socialista. De allí en adelante la acción política habrá de constituir para ella una tarea permanente. Fue miembro del Comité Ejecutivo del PS, directora de La Vanguardia (1956-1962), conferencista y propagandista.
Publicó varios libros y ensayos, entre otros, 'La mujer en la democracia' (1944) y 'El socialismo según Juan B. Justo' (1946). Para ella la lucha de clases es sinónimo de transformación.
Puede adquirir formas violentas, pero la historia se construye y se transforma con la acción consciente de la clase trabajadora organizada políticamente.
Willy Brandt, Alicia M. de Justo y Guillermo Estévez Boero
Contrajo matrimonio con el doctor Juan B. Justo, fundador del Partido Socialista.
De esa unión nacieron tres hijos: Juan, Luis y Alicia Justo.
Para Alicia Moreau, Marx había descrito en el Manifiesto comunista el proceso histórico como la lucha de clases. 'La lucha de clases –expresa– sobrepasa forzosamente el plano económico y abarca la total existencia humana'.
Reconoce que 'las armas del proletariado en la lucha por su emancipación son su conciencia de la dignidad y del valor social de cada individuo, la organización sindical y política, la unión nacional e internacional de esos organismos y el conocimiento cada vez más claro del inmenso valor de su función productora y económica, de la fuerza que proviene de su masa y de su irrupción en el sistema de gobierno, antes reservado a minorías'.
Se pregunta si es posible lograr el cambio sustancial que implica el socialismo sin recurrir a la violencia, a la previa 'destrucción de lo existente, o de una parte de lo existente'.
'¿La organización capitalista se dejará vencer –se interroga– sin resistir con las armas que ella misma ha puesto para su defensa en manos de una parte del pueblo (ejército, policía)?
En otros términos: ¿no será necesario llegar a la revolución para que, apoderándose del poder, el proletariado realice, desde el gobierno, la última etapa, la más difícil, la transformación de la propiedad individual en propiedad colectiva?'.
Alicia Moreau contesta a esas preguntas: 'La revolución, es decir, la acción violenta, es sobre todo un movimiento político, y este es el significado de los diversos movimientos revolucionarios. Paralelamente, se produce el desarrollo científico-técnico.
Ambos conjuntos de procesos complejísimos han reaccionado los unos sobre los otros en una red de interreacción muy difícil de desentrañar.
El socialismo es inseparable de la democracia porque en ella encuentra el instrumento de realización menos cruento; porque en ella está contenida una de sus finalidades, la finalidad tal vez esencial, la valorización del individuo, la exaltación del derecho de todo ser humano a la plenitud de su propia vida'.
Entre sus obras más importantes se encuentran:
*- "La mujer en la democracia"
*- "El socialismo según la definición de Juan B. Justo".
*- Dirigió además, entre otras, la revista "Vida Femenina".
*- Fundó la Confederación Socialista Argentina y la Fundación Juan B. Justo, que presidió hasta su muerte.
Falleció a los 101 años, el 12 de mayo de 1986.
Pasó el tiempo...
Cuando yo era chica, hace tiempo ya, escuchaba cómo en mi casa hablaban de una mujer que "estaba en la política". La mencionaban con respeto, pero como si se tratase de algo extraño. Y, en realidad, lo era en aquella época.
En otros sectores "la rareza" no era respetada; por el contrario, se la descalificaba: otros chicos crecieron en el asombro o el descrédito ante la militancia política de una mujer caracterizada por ser ajena a los problemas "típicos y esenciales" de la femineidad, aquellos que recluían a las mujeres en el hogar, en la invisibilidad de la tarea doméstica y las ceñía exclusivamente a la demanda filial.
Resultaba "mal visto" eso de meterse en política siendo mujer, y además entrañaba riesgos de toda índole.
Pasó el tiempo...
Siendo adolescente –y como tantos jóvenes en aquel momento– asistí a una conferencia en la Casa del Pueblo. Me tocó bajar en el ascensor junto con ella. Con la petulancia ingenua de quien supone que su palabra puede resultar trascendente, le dije: "La felicito, doctora, por lo que usted hace". ¡Desatino total! ¿Desde qué lugar podía yo felicitarla? Debí haberle dado un beso y callarme la boca. Ella sonrió y me dio las gracias.
Pasó el tiempo...
Alicia Moreau de Justo había dado pruebas inequívocas de su valor, de su tenacidad y de su compromiso político. Su nombre era un nombre de prestigio.
Cierta vez, yo debía hablar acerca de la mujer en una fundación; eran los tiempos en los que el tema mujer se recortaba como una venturosa alternativa, como posibilidad de denunciar en nuevos espacios las opresiones y las impotencias.
Ocupando mi lugar en el escenario, en mitad de la conferencia levanté la vista de mi texto y la encontré casi delante de mí, perdida entre las asistentes de las primeras filas. Solo atiné a interrumpir el párrafo y a decir: "Aquí está Alicia Moreau de Justo" y ya no recuerdo qué palabras utilicé para homenajearla, desconcertada por su presencia. Advertí que los términos de la situación estaban confundidos y que la distribución debía ser otra: ella hablando y yo escuchando.
La busqué al salir: "Doctora, ¿qué hace usted aquí?". Me contestó: "Quería saber qué decía una psicóloga hablando de la mujer. Como soy médica... Pero me hubiese gustado que usted se refiriese un poco más a la mujer y a la política".
¡Qué lástima Alicia, qué lástima! En aquel momento no pude aprovechar el mensaje: la colonización intelectual que me había enseñado a creer en la asepsia y neutralidad de la tarea profesional me impidió comprender lo que usted me estaba diciendo. La política era para mí, como para tantas otras, apenas una lontananza cargada de presagios.
No volví a verla personalmente nunca más.
Pasó el tiempo...
Septiembre de 1973. Acababan de llevarse a mi hijo Hernán y estaba desaparecido. Embadurnados por el miedo, la casi totalidad de amigos y conocidos no daban señales de vida a mi alrededor. Entonces, en el teléfono más "pinchado" de Buenos Aires, el de mi casa, surgió la voz de Alicia:
–"Soy Alicia Moreau de Justo. Quiero hablar con usted. ¿Qué noticias tiene de su hijo?".
–"Ninguna doctora, ninguna".
–"Mire, Eva: usted sabe quién soy y lo que pienso acerca de Perón. Conoce mi línea como opositora. Eso ahora no importa. Si usted quiere, yo voy a ver a Perón y le pido por Hernán; le pido por un joven de veinte años que se ha equivocado. Seguramente me va a escuchar".
Recuerdo bien qué le contesté, pero el resto del diálogo quedará entre nosotras dos. El trámite no se realizó, pero ese ofrecimiento, jugado entre la vida y la muerte, fue parte de lo que nos ayudó a sobrevivir.
El episodio me permitió medir, desde otra dimensión, qué entendía ella por política y mujer.
Siguió pasando el tiempo...
Actualmente, Alicia Moreau de Justo es ovacionada cuando llega a la Plaza de los Dos Congresos para celebrar el 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer; en la misma ciudad donde grandes sectores la consideraban extraña, y criticable su militancia partidaria, y donde aún continúa siendo infinitamente difícil ocupar el lugar que ella impulsara para la política diseñada por la mujer.
Pero donde ya no retrocedemos como no retrocedió ella cuando se trató de hacer política partidaria o construir la política que nos compete como ciudadanas la que promovió desde la Sociedad Luz de Barracas, desde el Congreso Popular de Educación, o desde la Unión Feminista Nacional, o en el Comité Pro Paz, en el Congreso Internacional de Obreras y en tantos otros territorios ocupados por los desposeídos y los humillados.
Lo que supo y pudo hacer tendiendo puentes entre su maternidad, su militancia política, su profesión y su matrimonio. Mostrando cómo se puede ser idealista y, al mismo tiempo, militar en política mientras se atiende la profesión, se cuida a los hijos y se acompaña al marido, poseyendo una identidad propia, aun siendo la "señora de".
Pudo hacer todo esto en la época en que parecía imposible lograrlo, sin optar entre una y otra pasión. Fue un modo de ser revolucionaria integrando las capacidades de la mujer.
Así la encuentra su cumpleaños, en el apogeo de una persona que hoy día responde: "queda mucho por hacer...". "¡Todo lo que se pueda hacer es poco!".
Festejamos el cumpleaños de la coherencia y la tenacidad gracias a las cuales se sumaron horas-conciencia con las que se construyó buena parte de esta claridad y estas posibilidades que tenemos hoy para pensar y hacer desde el género Mujer.
¡Qué maravilla de mujer!", yo resuelvo, en clave de esperanza, la fatiga que produce la lucha por la dignidad.
Por Eva Giberti
Fuentes:
http://www.me.gov.ar
http://www.rimaweb.com.ar
http://www.fundacionkonex.com
* * * * *
"¿Cuál es el primer principio político? La educación. ¿Cuál es el segundo? La educación. ¿Y el tercero? La educación"
(Jules Henry Poincaré).