¿El último esclavo español?
En Latinoamérica, se llamó cimarrón a los esclavos rebeldes, algunos de ellos fugitivos, que llevaban una vida de libertad en rincones apartados de...
las ciudades o en el campo, denominados palenques.
Con posterioridad, en Cuba se adoptó preferiblemente el vocablo jíbaro para definir a los animales cimarrones.
Parece también que la palabra cimarrón no se empleó casi nunca con los indios fugitivos.
Negro cimarrón
El cimarrón de las haciendas no usaba armas de fuego.
El negro cimarrón en Cuba
En América hispana la palabra cimarrón está asociada también con otros dos vocablos: palenque y rancheador.
Palenque era el nombre de los asentamientos de los cimarrones y rancheador era la persona contratada por los propietarios de esclavos para rastrear y capturar a los esclavos fugitivos.
En la provincia panameña de Darién y en algunas regiones de la costa atlántica y el departamento del Chocó en Colombia viven descendientes de los pobladores de los palenques que se formaron en esa región, con sus propias costumbres y tradiciones.
Esteban Montejo
Fue el último esclavo cubano que, después de haber vivió 114 años, murió en una residencia de ancianos en el año 1974.
Este es el tema del documental “El Cimarrón, confesiones del último esclavo español”, documental que están preparando dos productoras.
Primeros recuerdos
"Hay cosas que yo no me explico en la vida. Todo eso que tiene que ver con la Naturaleza para mí está muy oscuro, y lo de los dioses, más.
Ellos son los llamados a originar todos esos fenómenos que uno ve, que yo vi y que es positivo que han existido.
¡Los dioses son caprichosos e inconformes!
Por eso aquí han pasado tantas cosas raras.
Yo me acuerdo de antes, en la esclavitud, yo me pasaba la vida mirando para arriba, porque el cielo siempre me ha gustado mucho, por lo pintado que es.
Una vez, el cielo se puso como una brasa de candela y había una seca furiosa.
Otro día se formó un eclipse de sol.
Empezó a las cuatro de la tarde y fue en toda la isla.
La luna parecía que estaba peleando con el sol.
Yo me fui dando cuenta de que todo marchaba al revés.
Fue oscureciendo y oscureciendo y después fue aclarando y aclarando.
Las gallinas se encaramaron en los palos. La gente no hablaba del susto.
Hubo quien se murió del corazón y quien se quedó mudo.
Eso mismo yo lo vi otras veces, pero en otros sitios.
Y por nada del mundo preguntaba por qué ocurría...
Total, yo sé que todo eso depende de la Naturaleza.
¡La Naturaleza es todo!
Hasta lo que no se ve.
Y los hombres no podemos hacer esas cosas porque estamos sujetos a un Dios: a Jesucristo, que es del que más se habla.
Jesucristo no nació en África, ese vino de la misma Naturaleza porque la Virgen María era señorita.
¡Los dioses más fuertes son los de África!
Yo digo que es positivo que volaban.
Y hacían lo que les daba la gana con las hechicerías.
¡No sé cómo permitieron la esclavitud!
La verdad es que yo me pongo a pensar y no doy pie con bola...
Para mí que todo empezó cuando los pañuelos punzó...
El día que cruzaron la muralla.
La muralla era vieja en África, en toda la orilla.
Era una muralla hecha con yaguas y bichos brujos que picaban como diablo.
Espantaron por muchos años a los blancos que intentaban meterse en África.
Pero el punzó los hundió a todos.
Y los reyes y todos los demás se entregaron facilito.
Cuando los reyes veían que los blancos, yo creo que los portugueses eran los primeros, sacaban los pañuelos punzó como saludando, les decían a los negros:
«Anda, ve a buscar pañuelo punzó, anda».
Y los negros embullados con el punzó corrían como ovejitas para los barcos y ahí mismo los cogían.
Al negro siempre le ha gustado mucho el punzó. Por culpa de ese color les pusieron las cadenas y los mandaron para Cuba.
¡Y después no pudieron volver a su tierra!
Esa es la razón de la esclavitud en Cuba. Cuando los ingleses descubrieron ese asunto no dejaron traer más negros y entonces se acabó la esclavitud y empezó la otra parte: ¡la libre!
Fue por los años ochenta y pico...
¡A mí nada de eso se me borra!
Lo tengo todo vivido.
Hasta me acuerdo que mis padrinos me dijeron la fecha en que yo nací.
Fue el 26 de diciembre de 1860, el día de san Esteban, el que está en los calendarios.
Por eso yo me llamo Esteban. Mi primer apellido es Montejo, por mi madre, que era una esclava de origen francés. El segundo es Mera. Pero ese casi nadie lo sabe.
Total, para qué lo voy a decir si es postizo. El verdadero es Mesa, lo que sucedió fue que en el Archivo me lo cambiaron y lo dejé así.
Como yo quería tener dos apellidos como los demás, para que no me dijeran «hijo de la manigua», me colgué ése y ¡cataplum!
El apellido Mesa era el de un tal Pancho Mesa que había en Rodrigo.
Según razón, el señor ese me crió a mí después de nacido. Era el amo de mi madre.
Claro que yo no vi a ese hombre nunca, pero sé que es positivo ese cuento porque me lo hicieron mis padrinos.
Y a mí nada de lo que ellos me contaban se me ha olvidado.
Mi padrino se llamaba Gin Congo y mi madrina, Susana.
Los vine a conocer por los años noventa, cuando la guerra todavía no había cuajado.
Me dio la contraseña un negro viejo que había en el mismo ingenio de ellos y que me conocía a mí.
Él mismo me llevó a verlos...
Me fui acostumbrando a visitarlos en la Chinchila, el barrio donde ellos vivían, cerca de Sagua la Grande.
Como yo no conocía a mis padres, lo primero que hice fue preguntar acerca de ellos.
Mi padre se llamaba Nazario y era lucumí de Oyó.
Mi madre, Emilia Montejo. También me dijeron que ellos habían muerto en Sagua.
La verdad es que yo hubiera querido conocerlos, pero por salvarme el pellejo no los pude ver.
Si llego a salir del monte ahí mismo me hubieran agarrado.
¡Por cimarrón no conocí a mis padres!
Ni los vi siquiera.
Pero eso no es triste porque es la verdad" (Esteban Montejo).
Miguel Barnet, escritor cubano, explicó que el documental que preparan Szena TV y Creativos Promotores está basado en su obra “Biografía de un cimarrón”.
Barnet fue amigo de Montejo y para escribir el libro se basó en todos los recuerdos que todavía tiene de él.
El escritor conoció al cubano en los años sesenta, cuando tenía 106 años y, después de encontrarse varias veces y entablar “una gran amistad”, escribió la biografía narrada por él, que recoge el inapreciable testimonio ofrecido al autor por Esteban Montejo, quien fuera esclavo, luego señor del monte intrincado donde se refugió después de escaparse de la dotación con gran ingenio para incorporarse más tarde como mambí en la Guerra de Independencia de Cuba contra España.
La riqueza de las anécdotas de este cimarrón de nacimiento, como así lo confiesa, nos permite conocer cómo fue la vida en la esclavitud, los barracones, los ingenios, el monte, la abolición y la lucha contra los colonialistas en el siglo XIX.
Es tan sobrecogedor este testimonio que en cada página crece el interés del lector por descubrir nuevos detalles y, al final de su lectura, se experimenta una sensación de deseo por conocer más acerca de la excepcional narración.
Quizás cuando Miguel Barnet seleccionó y escribió esta grandiosa y mágica Biografía de un cimarrón, por la que le damos las gracias, quedaron otras anécdotas que bien pudieran transformarse en bálsamo para nuestra curiosidad.
El siguiente pasaje, narrado por Esteban Montejo, esclavo, cimarrón y bravo soldado, es una muestra de la inteligencia, espíritu avispado y valentía de aquellos bravos mambises.
“Perdí el caballo, las riendas, la montura…
Fui con Juan Fábregas, que había estado conmigo toda la guerra.
Juan y yo acordamos hacer una operación en el fuerte de los españoles, para sacar dos caballos y llevárnoslos.
Al llegar cerca vimos que aquello, la entrada y la cerca, estaban llenas de perros.
Nos quitamos la ropa para que los muy cabrones no olfatearan.
La dejamos en una romana que había cerca, como a tres o cuatro cordeles de allí.
Teníamos que cargar con esos caballos para no terminar la guerra a pie.
Caminamos poco a poco y, al llegar a las alambradas, vimos al guardia.
Parece que como éramos oscuros y estábamos desnudos no nos vio.
Seguimos para alante por la misma puerta, pegados a la garita.
El guardia estaba dormido. Agarramos dos caballos y a pelo salimos huyendo.
Ni las velas nos hicieron falta...
Mucha gente robaba con velas para espantar a los perros. Yo digo que esos animales no sirven de centinelas.
¡Los gansos, sí!
Si en un fuerte cualquiera había gansos, nadie se atrevía a robar.
Los gansos se usaban mucho en las casas particulares en tiempo de España, porque ahora han desaparecido.
Llegamos al campamento y todo el mundo, azorado, nos preguntaba: negros, ¿de dónde sacaron ustedes esos caballos?
Juan dijo: del fuerte. ¡Nadie contestó! A lo mejor no lo creyeron”.
Del libro, Graham Greene dijo:
“(Es el único así) porque la historia de Estaban Montejo no se puede repetir.
Él fue el último de los cimarrones sobrevivientes de Cuba, de América y, seguramente, del mundo”.
Barnet, que conoció "al cimarrón cuando tenía 106 años, en los años sesenta", tras numerosos encuentros con él escribió este libro que recoge la vida de Esteban Montejo narrada por él mismo y cómo llega a escaparse a los montes de la isla hasta que la esclavitud fue abolida, poco antes de la Guerra de Independencia, en 1898.
Finalmente, el guión del documental, que durará 90 minutos, fue realizado por el guionista cubano Juan Carlos Tabío (autor de los guiones de “Fresa y Chocolate” y “Guantanamera”).
Una verdadera joya de la literatura llevada a la pantalla chica. Esperemos que sea una buena adaptación y podamos disfrutar de una gran historia de vida.
Fuentes:
http://tvlia.com/tag/esteban-montejo
http://es.wikipedia.org
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"Las cadenas de la esclavitud atan solamente las manos: es la mente la que hace al hombre libre o esclavo"
(Franz Grillparzer).