Marco Tulio Cicerón (Marcus Tullius Cicero), nacido 3 de enero del 106 a. de C. en Arpino.

Muerto el 7 de diciembre del 43 a. de C. en Formia; fue un político, filósofo, escritor...

y orador romano.

Nació en una familia de caballeros, cerca de Arpino, a unos cien kilómetros de Roma.

Su abuelo, de igual nombre, fue un ciudadano romano destacado.

Su padre J. C. Marco Tulio Cicerón lo instruyó en leyes y, al morir, le dejó una gran fortuna.

Conocemos la vida de Cicerón, entre otros, gracias a la biografía que de él escribió Plutarco, a su abundante epistolario, que se ha conservado, y al celo de los humanistas de los siglos XV y XVI, que copiaron los raros manuscritos de sus discursos y otras obras.

El apodo "Cicerón" deriva de cicer, guisante; según unos por dedicarse su familia (la familia Tulia de Arpino) al cultivo del guisante; según otros, por tener una verruga en la nariz como un guisante.

Recibió una excelente educación y, tras una brevísima carrera militar y tres años de experiencia como abogado en los tribunales de justicia en causas privadas, viajó a Grecia y Asia para continuar sus estudios.

Fue discípulo de Fedro el Epicúreo, de Filón el Académico, de Diodoto, de Antíoco de Ascalón, de Zenón y de Posidonio.

Esta multiplicidad de maestros hizo que Cicerón aplicara distintas concepciones a los problemas filosóficos.

Sus planteamientos relativos a la moral estaban cercanos al estoicismo, mientras que en gnoseología defendía un escepticismo moderado.

Todas estas influencias y lecturas darán, al cabo, en el eclecticismo y en él sintetizará la tradición griega reescribiéndola en latín.

En el año 70 a. de C., Cicerón se hace famoso cuando los habitantes de Sicilia le rogaron que se hiciera cargo del proceso contra Verres, el corrupto gobernador de la provincia, que había saqueado la isla a placer en su propio beneficio.

Cicerón corrió un gran riesgo, ya que Verres pertenecía a la nobleza y tenía amigos poderosos.

No obstante, llevó el caso con tal brillantez que Verres se vio obligado a exiliarse incluso antes de que el proceso hubiera concluido.

Cicerón, que contaba entonces con treinta y seis años, se convirtió en el abogado más reputado de Roma.

OBRA

– Cartas
La verdadera personalidad de Cicerón se pone de manifiesto en su correspondencia.

Se conservan más de novecientas cartas, parcialmente redescubiertas por Petrarca a mediados del siglo XV.

Los temas que abarcan las cartas de Cicerón, privadas o públicas, son muy variados:

Acontecimientos íntimos o familiares, oficiales, políticos, etc.

Los 16 libros de las Epistulae ad familiares (escritas entre el 62 y el 43 a. de C.) se agrupan por destinatarios.

Ático publicó, tras la muerte de Cicerón, las Epistulae ad Atticum, igualmente en 16 libros (escritas entre el 68 y el 43 a. de C.), dispuestos en su mayor parte por orden cronológico.

Las Epistulae ad Quintum fratrem, en 3 libros (escritas entre el 60 y el 54 a. de C.), recogen la correspondencia recíproca entre Cicerón y su hermano Quinto.

Por último, se conservan algunas cartas de las Epistulae ad Marcum Brutum, originalmente recogidas en 9 libros.

– Retórica
Cicerón escribió varios tratados de retórica en los que recopilaba todos los conocimientos que había adquirido estudiando la retórica griega e investigando la historia de la oratoria romana, junto con los que había extraído de su experiencia personal como abogado y estadista.

En "De oratore" (acerca de la formación del orador) y "Orator" (retrato del orador ideal) enumera las cualidades innatas que debe reunir un orador:

Figura, tono de voz, memoria, etc.; a ellas debe añadirse una formación que abarque todos los campos del saber: leyes, historia, filosofía, literatura, etc., y el conocimiento de las técnicas del discurso.

En "Brutus", obra que recibe el nombre de la persona a la que va dedicada, Cicerón reconstruye la historia de la elocuencia griega y romana.

En "De optimo genere oratorum" trata acerca del mejor tipo de elocuencia.

En las "Partitiones oratoriae" se refiere a las divisiones de los discursos.

En "Topica" trata sobre los lugares comunes de los discursos.

– Discursos
Cicerón puso en práctica sus principios sobre retórica en sus propios discursos, que, publicados en gran número, se convirtieron en obras literarias.

Sus secretarios los tomaban taquigráficamente, y después él los retocaba a su conveniencia (aunque de algunos se sabe que nunca llegaron a ser pronunciados).

Es en los discursos donde más brilla el genio de Cicerón; gracias a la maestría demostrada en ellos, llegó a la cumbre de la política romana de su tiempo.

Se conservan más de cincuenta.

– Discursos judiciales
Predominan los de defensa, en favor de amigos, protegidos o simples clientes (Pro Archia poeta, Pro Roscio, Pro Murena, Pro Milone...).

Pero también los hay de acusación, por ejemplo, los discursos In Verrem (Contra Verres, un propretor de Sicilia acusado de abusos y corrupción), conocidos con el título de Verrinas.

– Discursos políticos
Fueron pronunciados ante el Senado o ante la Asamblea del pueblo.

Destacan las "Catilinarias", serie de cuatro discursos famosísimos con los que consiguió abortar la conjuración de Catilina durante el año del consulado de Cicerón (63 a. de C.), y las "Filípicas", 17 discursos con los que intentó frenar la subida al poder de Marco Antonio (antiguo lugarteniente de César), y que serían la causa de su muerte.

– Filosofía
Las obras filosóficas ocuparon los últimos años de su vida.

Cicerón expone y analiza el pensamiento de la mayoría de las escuelas filosóficas griegas, en especial la Academia (Platón), el Liceo (Aristóteles), y la Estoa (estoicos).

Sus inclinaciones personales, dentro de su carácter ecléctico, parecen inclinarse hacia el escepticismo académico, mostrándose combativo frente al epicureismo.

Aunque también asimiló obras de otros pensadores, fue de Platón de quien tomó los títulos, los temas y la forma dialogada para sus tratados políticos "De re publica" y "De legibus".

En el primero propugna como mejor sistema político el resultante de la fusión de la monarquía, la oligarquía y la democracia; en el segundo trata sobre el derecho natural, las leyes sagradas y el orden estatal, así como sobre las funciones propias de los magistrados.

La forma dialogada será la que adopte para el resto de su obra filosófica, compuesta en aquellos momentos en que se encontraba alejado de la política.

Tras la muerte de su hija Tulia (45 a. de C.) buscó alivio escribiendo una Consolatio en la que expone su idea de la inmortalidad del alma.

Su dolor le llevó a concebir el proyecto de expresar en lengua latina la forma en que los griegos habían resuelto los problemas más graves del ser humano.

Los demás diálogos que escribió abarcan las partes de la filosofía griega contemporánea: teoría del conocimiento, filosofía de la Naturaleza (la physica de los griegos), teología, ética y moral, etc.

Destacan las obras "De finibus bonorum et malorum" ('Sobre el sumo bien y el sumo mal', contraposición de las teorías epicúreas, estoicas, platónicas y peripatéticas).

"De officiis" ('Sobre los deberes', oposición entre lo honrado y lo provechoso).

"De natura deorum" (Sobre la naturaleza de los dioses', refutación de la teorías epicúreas).

"Cato Maior De senectute" ('Sobre la vejez') y "Laelius De amicitia" ('Sobre la amistad').

El esfuerzo de Cicerón por crear un vocabulario apto para la expresión de temas filosóficos, adaptando muchos términos griegos, sirvió para enriquecer la lengua latina.

Además de su valor literario de primer orden, hay que considerar que, gracias a las obras filosóficas de Cicerón, se conoce el pensamiento de filósofos importantes de su época, cuya obra original se ha perdido.

Fragmento de "Sobre los deberes"

"Conviene, por una parte, ser generoso cuando se da y, por otra, no mostrar dureza en reclamar lo que nos deben, y en toda suerte de transacciones, cuando vendemos, cuando compramos, cuando damos o recibimos un alquiler, en las relaciones de vecindad en la ciudad y en el campo, manifestarse ecuánime, afable, dispuesto a ceder en muchos casos de su propio derecho, manteniéndose siempre en lo posible, y más que en lo posible, alejados de los pleitos.

Renunciar un poco al propio derecho no solamente es generosidad, sino muchas veces, también ventajoso.

Pero hay que tener siempre en cuenta la hacienda familiar, porque, ciertamente, dejarla arruinar es algo vergonzoso; hay que proceder de forma que se eviten en todo momento las sospechas de avarientos y de miserables.

El poder ser generoso sin despojarse del patrimonio es, ciertamente, el fruto mayor de la riqueza".

Fuentes:
http://w3.cnice.mec.es
http://www.citasyrefranes.com
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"La filosofía tiene por objeto la enseñanza de la virtud, el deber y la vida recta" (Cicerón).

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