La historia de Richard Feynman. Genial científico y un amante fiel, hasta mucho después de la muerte.
"Solo porque alguien no te ame como tú quieres ...
no significa que no te ame con todo su ser" (Gabriel José García Márquez).
Los grandes científicos vienen en dos variedades, que Isaiah Berlín, citando a Arquíloco, un poeta griego del siglo VII a. de C., llamó zorros y erizos.
Los zorros conocen muchos trucos, los erizos solamente uno.
Los zorros se interesan por todo y se mueven con suma facilidad de un problema a otro.
Los erizos se interesan solo en los pocos problemas que consideran fundamentales y se dedican a ellos durante años o décadas.
Los erizos realizan la mayoría de los grandes descubrimientos, mientras que los zorros llevan a cabo la mayoría de los pequeños descubrimientos.
La ciencia, para desarrollarse en plenitud, necesita tanto de los erizos como de los zorros, los erizos para cavar profundamente en la naturaleza de las cosas, los zorros para explorar los complicados detalles de nuestro maravilloso universo.
¡Albert Einstein era un erizo; Richard Feynman, un zorro! (F. J. Donson).
Richard Feynman
No es solo uno de los físicos más destacados del siglo XX, sino también una personalidad insólita y sorprendente.
En su biografía y en su obra se dan cita la curiosidad irrefrenable, el escepticismo empedernido, el sentido del humor, el gusto por la travesura, la más vasta cultura y el más penetrante ingenio.
Nacido en Brooklyn, Nueva York, en 1918, Richard Feynman completó su doctorado en la Universidad de Princeton, en 1942.
Poco después, fue enrolado en el Proyecto Manhattan.
Allí se dio a conocer tanto su personalidad exuberante y sus bromas prácticas –en los Álamos se divertía abriendo las cajas fuertes que contenían secretos militares– y por ser un físico excepcional; efectuó contribuciones decisivas a la teoría de la bomba atómica.
La curiosidad perpetua de Feynman sobre cualquier cosa estaba en la raíz misma de su idiosincrasia.
No solo fue el motor de su éxito científico, sino que le condujo a muchos éxitos sorprendentes, como descifrar los jeroglíficos mayas.
Incluso antes de ganar el premio Nobel de Física en 1965, sus heterodoxas conferencias de física le granjearon una buena reputación entre estudiantes e investigadores de todo el mundo.
En los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial, Feynman halló una nueva y poderosa manera de pensar la mecánica cuántica, por la cual fue galardonado con el premio Nobel de física de 1965: la conocida como integral de caminos de Feynman, donde una partícula sigue todas las trayectorias posibles en espacio-tiempo.
Tal vez lo que mejor muestra la personalidad de Feynman es su actuación como miembro de la Comisión Investigadora del Accidente del Transbordador Challenger.
Mientras que la comisión tenía reuniones formales y plenas, Feynman estaba ausente.
¿Dónde andaba Feynman? Conversando con los técnicos e ingenieros de la NASA.
Luego, en una reunión culminante, frente a un gran número de periodistas y las cámaras de televisión, pidió –sorprendiendo a todos–, un vaso de agua helada.
Sumergió en el vaso un anillo de unión del transbordador y demostró que el anillo no recuperaba sus propiedades iniciales.
Así quedó evidente que tal anillo fue el responsable del accidente del Challenger esa fría noche de la catástrofe.
Si los ingenieros de la NASA hubieran hecho antes ese experimento, el accidente no hubiera ocurrido.
Así era Feynman ante los que cometían errores cuando gozaban de la confianza general.
En otra época fue miembro de una comisión evaluadora de textos de física para los colegios, llegando a declarar que la mayoría de estos eran malos e inútiles.
En Brasil, declaró que el tipo de enseñanza era destructor de la imaginación, memorista y muy negativo para la formación de nuevos científicos e ingenieros.
Feynman fue un amante de la libertad, y en sus teorías se ve claramente ese espíritu.
Sus diagramas de interacción entre partículas permiten formas increíbles y variadas.
Con sus cálculos se obtenían valores muy precisos a partir de sus diagramas.
En una oportunidad, un grupo experimental afirmó que había obtenido valores que contradecían la teoría de Feynman.
El científico, sorprendido, exclamó: "No puede ser, es tan simple y tan bella que la naturaleza debe ser así".
Efectivamente, poco después el grupo experimental reconoció que sus mediciones eran incorrectas.
Richard Feynman era, además, un extraordinario conferencista, que combinaba el verbo con los movimientos en forma teatral.
Una colección de sus conferencias fue publicada en tres tomos bajo el título "Lectures on physics", (Conferencias sobre física), traducida a varios idiomas y adoptada como texto en universidades de todo el mundo.
Parece increíble que ese mismo Feynman haya sido considerado como deficiente mental en un examen realizado por un médico militar.
En ese examen, Richard Feynman contestaba las preguntas con una perfecta lógica científica que, al no ser comprendida por el médico, daba la impresión de corresponder a una mente desquiciada.
Fue su desmesurado amor por la vida, sin embargo, lo que le valió el estatus de icono cultural norteamericano: un intelecto extraordinario y devoto a la creencia de que la emoción del descubrimiento está muy emparentada con la alegría de comunicarlo a los demás (Timothy Ferris).
¡Pero no fue solo eso...!
Fue un hombre que amó con la misma intensidad con la que vivió e investigó.
Fue un ser humano profundamente enamorado de su esposa hasta el final.
"La genialidad no está reñida con una vida emotivamente rica".
Esta frase define perfectamente la vida de Feynman, quien protagonizó una bella historia de amor con su primera esposa, Arlene.
Feynman conoció a Arlene Greenbaum siendo muy joven. Cuando ya hacían planes de boda, recibieron una terrible noticia:
Arlene había enfermado de tuberculosis, incurable por entonces.
Feynman no abandonó a Arlene y, a pesar de los consejos familiares, decidieron casarse.
Debido a su enfermedad, ella tenía que vivir internada en un sanatorio y, según nos cuenta Feynman, después de celebrar la boda él tan solo pudo darle un beso en la mejilla y la llevó directamente al hospital.
Siete años después ella murió.
Cuenta la historia que Richard le había regalado a su esposa un reloj con grandes números para que pudiera ver la hora desde la cama.
Arlene tenía el reloj a su lado en el momento de su muerte. Falleció a las 9:22 de la noche y el reloj se detuvo justo a esa hora, dejando de funcionar para siempre...
Feynman no creía en lo sobrenatural y, dejando a un lado romanticismos, se puso a investigar sobre este hecho.
Después de muchas conjeturas, recordó que el reloj se desajustaba periódicamente y había que arreglarlo para que siguiese funcionando, por lo que llegó a la conclusión de que, en el momento de la muerte de su esposa, la enfermera que estaba a su cuidado levantó el reloj justo en el momento de fallecer Arlene para anotar la hora, desajustando el reloj...
Quizás, muchos de nosotros, menos observadores hubiéramos buscado otro tipo de explicación...
Carta de amor
17 de octubre de 1946
Arlene:
Te adoro, cariño.
Sé cuánto te gusta oír esto, pero no solo lo escribo porque a ti te guste; lo escribo porque me reconforta escribírtelo.
Ha pasado un tiempo terriblemente largo –casi dos años– desde la última vez que te escribí, pero sé que me excusarás porque sé que entiendes cómo soy, tozudo y realista; y creía que no tenía sentido escribir.
Pero ahora sé, mi querida esposa, que está bien hacer lo que he retrasado hacer y lo que tanto he hecho en el pasado. Quiero decirte que te quiero.
Quiero amarte, siempre te amaré.
Me resulta difícil entender lo que significa amarte después de que hayas muerto, pero aún quiero consolarte y cuidar de ti, y quiero que tú me ames y cuides de mí.
Quiero tener problemas que discutir contigo, quiero hacer pequeños proyectos contigo. Hasta ahora nunca pensé que pudiéramos hacer eso juntos.
Que deberíamos hacerlo. Juntos empezamos a aprender a hacer telas juntos, o a aprender chino, o conseguir un proyector de cine.
Ahora no puedo hacerlo. ¡No!
Estoy solo sin ti y tú eras la "mujer-idea" y la instigadora de todas nuestras aventuras salvajes.
Cuando enfermaste te preocupaste porque no podías darme algo que tú querías hacer y pensabas que yo necesitaba.
No tenías que haberte preocupado. Igual que te dije entonces, no era necesario porque te quería mucho y de muchas maneras.
Y ahora es incluso más cierto: no puedes darme nada ahora pero yo te quiero y te interpones en mi camino para amar a cualquier otra, pero quiero permanecer así.
Tú, muerta, eres mucho mejor que cualquier otra viva.
Sé que me dirás que estoy loco y que quieres que sea plenamente feliz y no quieres interferir en mi camino.
Apostaría a que estás sorprendida de que ni siquiera tenga una novia (excepto tú, tesoro) después de dos años.
Pero no puedes evitarlo, cariño, ni yo puedo; no lo entiendo, pues he conocido a muchas chicas y muy guapas, y no quiero quedarme solo, pero tras dos o tres encuentros todas ellas parecen cenizas.
Solo tú me quedas. Tú eres real.
Mi querida esposa, te adoro.
Amo a mi mujer. Mi mujer está muerta.
Rich.
P.D. Perdona que no eche esto al correo, pero no sé tu nueva dirección.
Del libro "¡Ojalá lo supiera!", las cartas de Richard Feynman.
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Hay que buscarse un amor
Muchas personas tienen un amante y otras quisieran tenerlo.
Y también están las que no lo tienen, o las que lo tenían y lo perdieron.
Y son generalmente estas dos últimas las que vienen a mi consultorio para decirme que están tristes o que tienen distintos síntomas como: insomnio, pesimismo, falta de voluntad, crisis de llanto o los mas diversos dolores.
En fin, palabras más, palabras menos, están verdaderamente desesperanzadas.
Me cuentan que sus vidas transcurren de manera monótona y sin expectativas, que trabajan nada más que para subsistir y que no saben en qué ocupar su tiempo libre.
Antes de contarme esto ya habían visitado otros consultorios en los que recibieron la condolencia de un diagnóstico seguro:
"¡Depresión!"
Y la infaltable receta del antidepresivo de turno.
Entonces, después de que las escucho atentamente, les digo que no necesitan un antidepresivo; que lo que realmente necesitan, es un amor.
¿Cómo es posible que un profesional se despache alegremente con una sugerencia tan poco científica? –piensan escandalizadas.
Entonces, les doy la siguiente definición:
Amor es "lo que nos apasiona".
Lo que ocupa nuestro pensamiento antes de quedarnos dormidos y es también quien, a veces, no nos deja dormir.
Nuestro amado es lo que nos vuelve alegres frente al entorno.
Lo que nos deja saber que la vida tiene motivación y sentido.
A veces, a nuestro amante lo encontramos en nuestra pareja, en otros casos en alguien que no es nuestra pareja...
También solemos hallarlo en la investigación científica, en la literatura, en la música, en la política, en el deporte, en el trabajo cuando es vocacional, en la amistad, en el estudio, en el placer de una afición... en la necesidad de trascender espiritualmente, en la necesidad de un ideal.
En fin, es "alguien" o "algo" que nos pone de "novios con la vida" y nos aparta del triste destino de vegetar.
¿Y que es vegetar?
Vegetar es tener miedo a vivir.
Es dedicarse a espiar cómo viven los demás...
Es tomarse la presión obsesivamente, deambular por consultorios médicos sin necesidad real.
Tomar remedios multicolores...
Alejarse de las gratificaciones de la vida.
Excluirse uno mismo de lo que nos rodea.
Observar con decepción cada nueva arruga que nos devuelve el espejo.
Cuidarnos del frío, del calor, de la humedad, del sol y de la lluvia...
Quejarnos del verano, del invierno, de la primavera y, cómo no, del otoño.
Vegetar es postergar la posibilidad de disfrutar hoy, esgrimiendo el incierto y frágil razonamiento de que quizás podamos hacerlo mañana.
Por favor, no te empeñes en vegetar, búscate un amante, un amado, sé también un amante y un protagonista de la vida.
La psicología, después de estudiar mucho sobre el tema, descubrió algo trascendental:
"Para estar contento, activo y sentirse feliz, hay que estar enamorado de la vida".
Fuente:
http://antropicos.blogspot.com
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"Lo malo de los tranquilizantes es que toda la paz de espíritu que proporcionan no es más que tranquilidad envasada" (Anónimo).