Efemérides y aniversarios: 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer.

"Nuestra sociedad es masculina, y hasta que no entre en ella la mujer, no será humana" (Henrik Johan Ibsen).

"En ningún momento he dudado de que las mujeres son tontas. Al fin y al cabo, el Todopoderoso las creó a imagen y semejanza de los hombres" (George Eliot).

Hedu’Anna
(Alrededor de 2280-2200 a. de C.)

Enheduana no es solo la primera mujer registrada en la historia de la ciencia; es la primera persona en la Historia que firma sus escritos, siendo conocida como el Shakespeare de la literatura sumeria.

InnnanaHija de Sargón I el Grande, fue suma sacerdotisa de la diosa de la luna Inanna, papel sumamente importante por ser la única persona que podía dictar nuevas leyes en Babilonia.

Como tal, controlaba los conocimientos matemáticos y astronómicos de Sumeria y Babilonia, siendo por ello una de las precursoras de estas ciencias.

Junto con otros sacerdotes y sacerdotisas creó observatorios astronómicos dentro de los templos, elaborando los primeros mapas sobre movimientos celestes y creando el primer calendario religioso, todavía usado por algunas religiones.

Sabemos de su existencia gracias a la inscripción encontrada al dorso de un disco de alabastro de alrededor del 1900 antes de Cristo, descubierto en 1926 y que está en el Museo Universitario de Filadelfia.

De ella se conservan más de cuarenta poemas en tablillas cuneiformes. El más conocido es el "Nimesara", del que hay una traducción inglesa.

Joke Waller-Hunter la toma como ejemplo del papel que las mujeres han desempeñado en la ciencia desde los orígenes de la especie humana, en la segunda conferencia de la OMM sobre mujeres y meteorología, que se celebró en Ginebra del 24 al 27 de marzo.

María Lucy Cartwright
(1900-1998)

De pequeña le gustaba mucho la Historia, pero le resultaba complicado aprenderse las largas listas de hechos históricos.María Lucy

Esta fue una de las causas de que decidiera, en octubre de 1919, ingresar en la universidad de St. Hugh, en Oxford, para estudiar matemáticas.

Con ella, eran cinco las mujeres en toda la facultad, pero las clases estaban atestadas ya que, después de la Primera Guerra Mundial, regresaron a las aulas los muchachos que volvían de la guerra.

María tuvo muchas veces que tomar apuntes sobre sus rodillas, sentada en un pasillo, por falta de espacio.

Su decisión de estudiar matemáticas no disminuyó su interés por la Historia, como se refleja en muchos de sus escritos matemáticos, que incluyen las perspectivas históricas que les conciernen y agregan así una dimensión muy interesante a su trabajo.

Se graduó en Oxford en 1923 y enseñó matemáticas durante cuatro años en las escuelas de Alicia Ottley en Worcester, primero, y en la de la abadía de Wycombe en Buckinghamshire después, antes de volver a la universidad en 1928 para doctorarse bajo la supervisión de G. H. Hardy.

En 1930 obtuvo una beca de investigación en la universidad de Girton, en Cambridge. Allí conoció a Littlewood y solucionó un problema planteado por él.

Su "Teorema de Cartwright", que trata sobre máximos de funciones, recurre a métodos que harán avanzar mucho su investigación sobre funciones y, en especial, sobre funciones que dan lugar a fractales.

Trabajó con Littlewood en ecuaciones diferenciales que sirvieron como modelo para el desarrollo de la radio y el radar.

Sus investigaciones influenciaron la teoría moderna de sistemas dinámicos.

En 1947 fue la primera mujer matemática nombrada miembro de la Real Sociedad.

Fue la primera mujer presidenta de la Sociedad Matemática de Londres, en 1961.

En 1963 fue la primera mujer que obtenía la medalla Sylvester, que se concede cada tres años al mérito matemático desde 1901 y que habían conseguido con anterioridad matemáticos de la talla de:

Poincaré (1901)

Cantor (1904)

Russell (1934)

Newman (1958).

En 1968 recibe la medalla Morgan, y en 1969, la máxima distinción británica: la reina la nombra Comandante del Imperio Británico.

Sus más allegados la describen como una persona con un gran sentido del humor, que tenía un don que la hacía llegar al núcleo de una cuestión y ver el punto importante, en matemáticas y en asuntos humanos.
Murió en Cambridge, Inglaterra, el 3 de abril  de 1998.

Elena Lucrezia Cornaro Piscopia
(1646-1684)

Placa conmemorativa


De familia noble veneciana, nace el 5 de junio de 1646. Ya de niña dominaba latín, griego, hebreo, español, francés y árabe. Estudió, además, música, gramática, matemáticas, filosofía y teología.

Elena estudiaba por el simple placer de aprender; fue su padre, Giovanni Cornaro, el que decidió que continuara sus estudios en la universidad de Padua.

Allí se prepara el doctorado en teología, tropezando con la intransigencia de la Iglesia, reacia a otorgarlo a una mujer, así que decide preparase el doctorado en filosofía.Elena

Su examen de doctorado es legendario: iba a producirse en el salón de actos de la universidad, pero la expectación fue tal que tuvo que hacerlo en la catedral.

Su examen fue tan brillante que el 25 de junio de 1678 consiguió ser la primera mujer doctorada en el mundo.

Hay una vidriera en Vassar (Nueva York) conmemorando este hecho.

Dominó casi todas las ramas del saber; siendo profesora de matemáticas en la universidad de Padua. Poco después decide ingresar en la orden benedictina y dedicarse a la caridad.

Muere, posiblemente de tuberculosis, el 26 de julio de 1684.

Imagen vidriera:

Elena Lucrezia Cornaro Piscopia, la primera mujer de la Historia en recibir un doctorado, exponiendo su tesis ante los profesores de Padua en 1678.

En la biblioteca del "Vassar College".

Vidriera

¡Lo que hay que hacer para ser querida!
Una televisión de ámbito nacional emitió (hace algunos años) en sus informativos un reportaje sobre una adolescente de Kenia que se quedó a las puertas de su iniciación femenina sin vestir la piel de cabra que su madre había preparado para ella con motivo de tales fastos porque se negó a someterse a la ablación ritual del clítoris.

Entrevistada la madre sobre el asunto, respondió muy enfadada que en el caso de que la muchacha persistiera en su negativa "se iba a quedar sola", porque "no habría nadie que la quisiera como esposa".

En esta noticia habría que destacar tres aspectos:

Uno, la tradición de tal mutilación genital femenina todavía vigente en algunos países islámicos y bastante extendida en zonas africanas que reúnen diversas creencias, como Kenia, Somalia o Sudán, por ejemplo.

También es corriente en Etiopía, tanto en musulmanas como en cristianas.

Dos, el que precisamente sea la madre, una mujer, la que no solo esté de acuerdo en tal práctica, sino que organice el ceremonial a tal efecto para someter a él a su hija, y que seguramente ella misma protagonizó en su día, tal vez instada por su madre, quien a su vez debió de verse empujada a traspasar el rito por la suya.

Y todas bajo el peso del orden social predominante en sus culturas y las racionalizaciones concomitantes.

Las madres, dentro de algunas sociedades africanas y en el asunto que nos ocupa, han sido y aún hoy son muchas veces las autoras, objeto cortante en mano, de la consumación del rito.

Diosas Madre


Y tres, los motivos que da la madre de la rebelde, que aluden a que si la joven se mantiene en sus trece "nadie la va a querer".

Precisamente por ese peso del orden social.

Lo que hay que hacer para ser querida...

¡Caray con el precio del "amor"!...

En muchas ocasiones es muy alto.

Aunque allí, como aquí y como en todos los ámbitos en que se tercie, muy pocos o muy pocas –sobre todo muy pocas, porque muchas veces es la mujer la que más se esfuerza en querer obtener amor– se atrevan a reflexionar, a sentir, a concienciar íntimamente los requisitos que en determinado momento parece que hay que cumplir y a los que hay que someterse en nombre del "amor".

Son escasas las personas que osan tomar partido con las ideas claras y sus consecuencias, y proceden a rebelarse si ha lugar y a proclamar, por tanto, frente a determinadas circunstancias: a mí que no me quieran, por favor.

No de ese modo. No así. No a ese precio.

Porque es alto el precio del amor. Pero también lo es el de la rebeldía; por eso hace falta integridad, seguridad, capacidad de decisión, confianza y valor.

De nada sirve que las relaciones sexuales para muchas de estas mujeres mutiladas genitalmente, si lo han sido en su grado máximo, sean dolorosas.

Desde luego, la primera relación, a juzgar por algunas referencias, no parece dejarles un ánimo muy predispuesto para el erotismo.

Por supuesto que las facilidades para el parto en algunos pueblos en los que tal mutilación se acompaña de un zurcido en torno a la vagina, son mínimas.

Y las víctimas, encima, repiten sucesivos alumbramientos, porque salvo en América del Norte y en la vieja Europa preventiva (y nunca mejor dicho, que nos vamos a morir de viejos sin repuesto), la prole suele ser numerosa, ya que el número de hijos no se cuestiona. O simplemente se acepta el retoño, o es bienvenido.

La tradición
Me refirieron no hace mucho en torno al tema otro acontecimiento similar en uno de estos países; y peor todavía por las circunstancias de premeditación, alevosía y agravante de ausencia.

Y es que, estando los padres de una muchachita púber reacios a tal práctica para su hija, fue la abuela, aprovechando que estos habían salido de viaje, la que organizó el evento para que cuando llegaran se encontraran con la cosa hecha.

Y se la encontraron: totalmente consumada.

Algunos investigadores han querido comparar la ablación del clítoris a la circuncisión masculina.

No tiene comparación; si acaso, se asimilaría a la castración.

Y en cualquiera de las dos opciones, en el varón, si es que se eliminan "tan solo" los testículos (y no estoy defendiendo tal práctica que me parece igualmente condenable), según dicen no afecta demasiado a la sensibilidad erógena.

El tema es complejo; muchos estudios en torno a la circuncisión masculina no parecen estar de acuerdo en las ventajas o desventajas del método, al que se ha defendido en Occidente como práctica más o menos generalizada, alegando una posible profilaxis frente al cáncer; e incluso en EE.UU. ha estado y está bastante extendida entre los varones por tan supuestos higiénicos motivos.

Lo que está claro es que la mutilación genital femenina no parece obedecer a razones profilácticas (porque con su práctica se consigue justo lo contrario de la prevención, ya que además de dolorosa es antihigiénica), sino a otras consideraciones.

Por ejemplo, que hace a las niñas "más mujeres", que las "feminiza" y es un elemento importante para las que están en la edad de "merecer".

Además las debe "embellecer" porque las muchachas que no están "arregladas" de este modo son consideradas feas.

¿Apéndices innecesarios?
Estas prácticas sugieren, entre otras, cosas que hay un elemento en el cuerpo humano que está de adorno, que no es necesario.

Desde luego, para la procreación no lo es.

Con tal que se tengan dos ovarios en buen uso y un útero en su sitio es posible quedarse embarazada, pero cuando la Naturaleza, el Creador, el autor del diseño o quien sea o lo que sea responsable de la morfología y fisiología del cuerpo humano ha dotado al mismo de un órgano que no sirve para nada salvo para el placer, por algo será.

Aunque hay muchos que consideran que es para que el hombre ponga las cosas en su sitio y complete su obra, por si acaso el Hacedor no tenía el día muy lúcido cuando dotó a sus criaturas del cuerpo que hoy conocemos.

Y si hablamos simplemente de Naturaleza, parece ser que algunos tienen los planos de hacia dónde desemboca la evolución para ayudar a la misma, facilitándole la tarea al adelantar el supuesto ejemplar futuro, librando a las féminas de los incómodos residuos viriles ya que, según parece, como procedemos de una costilla del varón, se quedó en nosotras como recuerdo algo más que un hueso...

Lo cierto es que en todas estas prácticas de mujeres hacia otras mujeres hay una manipulación del cuerpo y un control de la sexualidad femenina.

Solo Dios sabe, y que se sepa no nos lo dijo, qué podría pasar si se deja libre en nosotras tal impulso.

Dentro del patriarcado, aparte del miedo a lo negado-desconocido, parece ser que mucha de la reticencia tiene que ver con la idea de que la libertad podría dar lugar a cierta desorientación sobre de quién pueda provenir la descendencia de las mujeres.

Por nuestra parte, desde Occidente y mirando a esas sociedades, no sabemos en realidad qué consideración merece en el hombre de a pie la institucionalización de estas prácticas mutiladoras y si la requieren por su satisfacción, por comodidad, por costumbre o por estética... o si no les importa en absoluto.

Los datos que se tienen, por lo menos los que a mí me han llegado, no son muy decisorios, pero apuntan a la vaga expectativa de que las mujeres sean "como Dios manda". O sea, como manda la tradición.

La tradición dictaría entonces cómo hay que ser y cómo hay que tener los órganos para ser amada. Aunque haya que pagar un alto precio para ello.

Sé que, aparentemente, cambio de tema a propósito de esta idea de intervencionismo eliminativo de la carne sobrante, si traigo a colación la costumbre de "cortar por lo sano" cuando no se tiene muy claro para qué sirve alguna parte del cuerpo.

En el contexto médico, por razones preventivas o curativas, se ha "tirado de bisturí" con exceso arrancando amígdalas en la garganta o apéndices en el vientre...

¡Al fin y al cabo, para lo que sirven! Se pensó hasta no hace mucho, hasta que se constató que ninguno de los dos componentes somáticos eran retales que sobraban en el cuerpo.

Ritos de iniciación femenina
Algunos antropólogos han considerado esta ceremonia como un rito de iniciación femenina, que lo es, en la que participa todo el colectivo, y sirve también para la cohesión del mismo.

Nada que objetar respecto a los ritos de tránsito ni respecto a las comuniones con el colectivo, con el entorno o con lo que sea, si nos confraternizan y nos hacen trascender aunque sea brevemente, sacándonos de nuestra cotidianeidad y de nuestra pequeña mirada estrecha.

Todas las culturas tradicionales han tenido y tienen, las que quedan en pie, tales ritos, en su mayoría ancestrales.

Los indios americanos, aunque queden poquitos y cada vez se asimilen más a sus "civilizadores", conservan aún ceremonias con motivo de la primera menstruación de las jovencitas, en las que se celebra su entrada en la pubertad con la alegría, el reconocimiento y la aceptación de aquella que ya participa en la etapa adulta y es capaz de transmitir la vida.

Joven apache¡Aquí no se "corta nada", se fomenta!

En los ritos del pueblo apache, la niña, con el rostro lleno de barro, celebra su encuentro con la mismísima Madre Tierra en las fiestas relacionadas con su menarquia.

Es la Diosa Madre su gran instructora y la que, se dice, la posee en tan especiales momentos.

Nada parecido al ejemplo que encabeza el artículo ni al oscurantismo con que muchas madres en nuestra cultura occidental cristiana han referido a sus niñas hasta hace bien poco lo que les va a suceder en el futuro cuando "sean mujeres", como si les auguraran una catástrofe; o a la frialdad biológica de muchas clases de las escuelas actuales.

Lo que interesa destacar en el tema de la tradición o de la costumbre, venga de donde venga cuando se instaura en ley incuestionable, es la falta de pensamiento, de reflexión, de raciocinio, de autonomía, de sentido crítico y de respeto por el cuerpo, por la persona, cuando tal tradición se sigue a ciegas, mecánicamente, rutinariamente; porque así se ha hecho y porque "así hay que hacerlo".

El siguiente punto es que sea la madre la transmisora de costumbres como la que estamos considerando, que veta la expresión en todas sus posibilidades de las mujeres.

Es decir, hay un orden social, patriarcal, por supuesto, al permitir tales barbaridades que las mujeres incorporan, hacen suyas y además transmiten, aunque suponga una merma a su crecimiento humano, a su libertad como individuos, a su salud mental o física y a su integridad.

Un orden social que dicta cómo tiene que ser una mujer física y psicológicamente y qué lugar tiene que ocupar dentro del colectivo, a veces en contra de todo respeto, para ser "como se debe", para ser aceptada, querida y, paradójicamente, merecer respeto.

Es posible que la mujer, como guardiana de la tradición y educadora, no quiera arriesgarse a la soledad que le acarreará la no pertenencia al colectivo, caso de rebelión; o haya asumido la necesidad de sumisión y acatamiento reprimiendo muchas de sus necesidades psicológicas, entre ellas la capacidad de reconocer sus necesidades, sus motivos, de aceptar sus sentimientos y de poder pensar bajo el dominio de una escasa autoestima secularmente condicionada y racionalizada con la forma de lo que se debe ser.

Este síntoma parece endémico en la población femenina. Claro que con semejantes supuestos inscritos en las pautas sociales...

"En todas partes cuecen habas"
Ante casos como los señalados las mujeres occidentales suelen clamar frente al primitivismo, la agresión o el índice de sometimiento que indican tales prácticas, olvidando que "en todas partes cuecen habas" y que en nuestra cultura laten, en el fondo, los mismos presupuestos que los motivan, aunque no lleguemos a extremos semejantes.

Pero consideremos los impedimentos al caminar de la moda de los guardainfantes, o las trabas a la libre respiración que podían provocar los Zapatos de tacóncorsés y miriñaques de nuestras tatarabuelas o bisabuelas; o llegando más a nuestros tiempos, los zapatos con tacones elevados o con determinadas hechuras que deforman el pie e impiden, no ya el correr, sino la libertad del paso.

Y se ha hecho, lo hemos hecho, y sabe Dios qué haremos, por costumbre, por imposición de la moda, o por el peso de la tradición, o del pensamiento colectivo; porque se dice que es atractivo, porque lo vemos en otras mujeres, y sobre todo para resultar más "femeninas", más atractivas, para gustar, para que nos quieran.

¡Lo dicho, el precio del amor a veces es demasiado elevado!

Relacionado con la "distinción", y aunque no con el amor, y paradójicamente con el querer ser único, ser distinto o ser diferente, se siguen las modas que uniformizan.

Nos unen con determinado grupo para diferenciarnos de otro siguiendo los dictámenes del que las crea, bajo la ilusión de una elección que es mentira.

Stanislav Lem hace ya años publicó una obrita de ciencia ficción sarcásticamente crítica en lo que respecta a la estupidez humana: “Diario de las estrellas” se llamaba, y se debe de seguir llamando, suponiendo que quede algún ejemplar en circulación.

Dentro del argumento citaba las posibilidades de una sociedad avanzada tecnológica y científicamente para demanda de los interesados en "distinguirse" o en "estar a tono".

Así se pusieron de moda, según nos cuenta el autor, las crestas o las colas estilo saurio que sus portadores arrastraban orgullosamente por el suelo.

Aquí no se trata de mermar sino de hacer crecer, aunque como resultado también se manipule el cuerpo y ¡hay que ver lo que se puede llegar a hacer con uno mismo por cuestiones de apariencia! Y el cuerpo se manipula aquí y ahora.

La moda del "piercing" podría ser un agresivo ejemplo. Centrándonos específicamente en la mujer, y en concreto en la occidental, el cuidado, la conformación y la manipulación del cuerpo tiene como objeto ser atractiva, atraer, gustar.

El mismo asombro que nos causan los ejemplos de intervención agresiva en el cuerpo en las sociedades citadas puede que sea similar al de una mujer de un ámbito rural tradicional africano frente a las diversas prótesis mamarias o la reducción de las mismas con fines estéticos que se realizan en nuestra civilizada cultura.

Seguramente, no se les habrá pasado por la cabeza la posibilidad de tales intervenciones.

La imagen buscada
Pero es que por nuestros pagos y eCaricatura de una modelon un mundo en el que la imagen y la apariencia tienen cada vez más primacía por encima de la esencia, ciertos cuerpos de mujer sirven como modelo para conformar el propio.

Son las "mujeres de éxito", las que gustan, las que nos presentan los medios de comunicación, aunque más allá de lo que juzguemos como un bonito cuerpo nos encontremos con esas "ideas cortas" que algún irónico autor de antaño citó.

Pero si hacemos un análisis social de tales modelos, también están sujetos a modas.

Tres graciasHoy diríamos que las Tres Gracias de Rubens tienen celulitis y que a la Venus de Milo incluso le sobra algún kilito, eso sin ir demasiado lejos hacia otras "Venus" bastante más arcaicas y según parece nada preocupadas por la caloría, que llenan las vitrinas de los museos y frente a las que nos asombramos por sus amplias, orondas y rellenas curvas, que se acercan peligrosamente a la esfericidad.

Pero es que la línea curva define a la mujer en cuerpo y alma.

El ritmo cíclico y ondulante es femenino, el movimiento circular es femenino, hasta se dice que la conciencia que posibilita la multiatención es femenina.

Eros es femenino y se extiende como una vasta red que religa las cosas, y el cuerpo femenino es curvo.

Sin embargo, hoy día la mujer adecua su cuerpo hacia patrones de belleza que proclaman la línea casi recta y que no contemplan la más mínima partícula de grasa en sus presupuestos.

Adecúa su cuerpo con operaciones para agrandar o empequeñecer sus senos según el dictado de otros. Y da la casualidad de que esos "otros", en la inmensa mayoría de los casos, son hombres.

A propósito de los senos, y esto sí se ha estudiado, resulta que los más valorados ¡no existen!

Esa semiesfericidad soñada, en todo caso es adolescente o propia de muñecas.

¿Podríamos tenernos en pie o caminar a buen paso si tuviéramos la configuración y las medidas de Barbie?

Precisamente por no adecuarse supuestamente al modelo establecido, el cuerpo, para la inmensa mayoría de las mujeres actuales, es un problema.

Por rechazo al cuerpo se entra en la enfermedad física y psicológica. Y por enajenarnos a nosotras mismas queriendo adecuarnos al deseo de otros, ahondamos en esa psicopatología.

¿No es hora ya de poner el eje en nuestro ser y reconocernos y valorarnos como portadoras de vida aceptando la morfología que la Naturaleza ha querido para nosotras?

No estoy hablando de defectos congénitos ni de descuido, de desatención corporal, ni de enfermedades que proporcionan obesidad, sino todo lo contrario, incido precisamente en el autocuidado que surge del amor, en la valoración de lo que somos y cómo somos, con nuestras características propias y específicas como mujeres, de arriba abajo, en cuerpo y alma, de la cabeza a los pies.

Estoy hablando de la necesidad de enfatizar la búsqueda de la esencia de lo femenino que nos acerque cada vez más a nuestro propio centro y de la necesidad de contemplar el camino inverso al impuesto para obtener amor; porque el modelo de lo que somos, en todo caso, es el único válido a exportar frente al modelo ajeno que nos ofertan, ya que es el único real.

¿No estaremos siendo lo que los otros quieren y como los otros requieren para la búsqueda de lo que comúnmente se llama amor, que en el fondo no es tal?

¿No estaremos pagando un precio excesivamente elevado, el de desposeernos, el de despreciarnos a nosotras mismas?

¡Por favor, no caigamos en la tentación de querer ser amadas a cualquier precio!

Así las cosas, mejor que no nos quieran. Al menos no así.

¡No a ese precio!
Paloma de Miguel. Psicóloga

Fuentes:
Revista Esfinge. Octubre 2002.
http://www.nueva-acropolis.es/madrid/pagina.asp?art=3369
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"La obra humana más bella es la de ser útil al prójimo" (Sófocles).