Hera era una de las doce deidades olímpicas, hermana-esposa de Zeus. Era la diosa del matrimonio y los nacimientos, identificada por los romanos con Juno.

Como una de las hijas del titán Crono, fue tragada y después regurgitada por su caníbal padre.

Entonces fue criada por Océano y Tetis en el rincón más lejano de la tierra. Allí se desposó con Zeus. Como regalo de bodas, Gaia (la Tierra) plantó un árbol en el punto más occidental del mundo, más allá del atardecer, cuyo fruto eran manzanas de oro custodiadas por las Hespérides.

Hera le dio a Zeus tres hijos: Ares, dios de la guerra, Ilitía, diosa de los nacimientos y Hebe, diosa de la juventud. Se dice que su cuarto hijo, el dios herrero Hefesto, nació de ella misma. Nació lisiado, y Hera estaba tan avergonzada de su aspecto que lo lanzó fuera del Olimpo. Cayó al océano y fue salvado y criado por Tetis y Eurínome, viviendo para vengarse de su cruel madre.
Hefesto envió a su madre un hermoso trono de oro con grilletes invisibles, que la apresaron tan pronto como se sentó en él. A pesar de las súplicas de los otros dioses, se negó a liberarla. Sólo bajo la influencia del vino de Dionisos la liberó. Se cree que de Hera nació también el monstruo Tifón para que fuera el peor enemigo de Zeus, aunque es más probable que naciera de Gaia.

Hera fue adorada en todo el territorio griego. Festivales conmemorando su matrimonio con Zeus tuvieron lugar en muchos lugares de Grecia. Los argivos creían que se bañaba una vez al año en la fuente natural de Canato, en Nauplia, para recuperar su virginidad.
En la ciudad de Estinfalo en Arcadia,  fue venerada en una forma arcaica que tomó tres fases, siendo adorada como niña, esposa y viuda, esto último refiriéndose al tiempo que permaneció en esa ciudad tras una de sus discusiones con Zeus. La reconciliación entre ambos tras esta pelea fue conmemorada en Eubea en un festival llamado Daedala, que se celebraba cada sesenta años.

A pesar de su relevancia y de la importancia de su culto, sobre todo entre las mujeres, en literatura es presentada mayoritariamente como una diosa caprichosa y de naturaleza vengativa. Estaba constantemente celosa de las muchas infidelidades de Zeus, y muy a menudo perseguía a sus amantes y a los hijos resultantes de la relación. El más famoso fue Hércules, hijo de Zeus y Alcmena. Hera retrasó su nacimiento para que su primo Euristeo naciera primero y ganara el derecho a ser rey.
Puso dos serpientes en su cuna, pero el infante, sin ningún miedo, las estranguló. Hera le afligió toda su vida con interminables y dificultosas tareas, incluso alimentando y cuidando personalmente al león de Nemea y a la hidra de Lerma para convertirlos en sus mayores enemigos. Una prueba de su gran odio hacia Hércules fue el trastornarlo para que acabara con la vida de su esposa e hijos.
Su interminable persecución contra Hércules hizo que Zeus la castigara colgándola del cielo con grilletes en las manos y yunques atados en los pies. Cuando al final de su vida Hércules se convirtió en dios, hicieron las paces casándose con Hebe, la eterna juventud.

Hera causó la muerte de Sémele persuadiéndola para que le pidiese a Zeus que se mostrase ante ella en su divina forma. Él se apareció ante ella como el gran dios de las tormentas y señor del rayo, convirtiendo a Sémele en cenizas; pero el hijo de ambos, Dionisos, sobrevivió y fue criado por Ino y Atamante. Cuando esta noticia llegó a oídos de Hera, castigó a ambos volviéndolos locos, y en su locura mataron a sus propios hijos, Learco y Melicertes.

Castigó a Calisto, convirtiéndola en oso. Más tarde Arcas, hijo de Zeus y Calisto, estuvo a punto de matarla durante una cacería. Ambos fueron convertidos en constelaciones, Osa Mayor y Osa Menor. A su sacerdotisa Io, convertida en vaca, le envió un tábano para atormentarla, y cuando dio a luz al hijo que llevaba de Zeus, Épafo, Hera ordenó a los curetes que lo secuestraran. Io vagó por el mundo buscando a su hijo, mientras los curetes fueron castigados por Zeus. Lo encontró en Siria y más tarde volvió a la forma humana gracias a Zeus.
Escultura de Hera
Como protectora de los matrimonios, Hera no tuvo ningún amante, aunque no fueron pocos los que intentaron atentar contra su virtud. Durante la batalla de los dioses y gigantes, Zeus insufló a Porfirión con lujuria hacia Hera y después lo eliminó con un rayo cuando intentó violarla. El mortal Ixión también intentó abusar de ella. Cuando Zeus se enteró, modeló una nube con la forma de Hera, a la que llamó Nefele, y la puso en su cama, donde Ixión creyó estar con ella. Zeus lo castigó atándolo a una rueda ardiente que giraba sin cesar. Una historia similar ocurrió con Endimión, que fue desterrado al Hades por su crimen.

También era muy dispuesta a la hora de castigar a los hombres mortales que cometían ofensas contra ella. Cuando en el juicio de Paris el príncipe troyano eligió a Afrodita como la más hermosa en vez de a ella o a Atenea, ambas diosas se aliaron firmemente con los griegos en la guerra de Troya. En la Ilíada ambas intervienen ayudando a sus favoritos. Quizás lo más memorable es la parte en la que Hera seduce a Zeus para mantenerle distraído y alejado del combate. Embrujado por Hera, Zeus no puede resistir su deseo por ella y clama no haber amado a nadie como a ella, comparándola, sin ningún tacto, con todas sus amantes. Sin embargo, Hera lo permite, pues está consiguiendo su objetivo.

En la Eneida, el resentimiento de Hera hacia los troyanos la impulsa a perseguir a Eneas durante su huida de Troya.
Hera cegó a Tiresias por darle la razón a Zeus sobre una disputa que tuvieron sobre quién sentía más placer, si el hombre o la mujer. Cuando Side, la esposa del cazador gigante Orión, se proclamó su rival en cuanto a belleza, la expulsó al Hades. Le retiró a la ninfa Eco la capacidad del habla, excepto para repetir lo dicho por otros, porque la distrajo conversando con ella, ayudando a escapar a una de las amantes de Zeus. Instigó al monstruo esfinge para castigar a Tebas porque los tebanos la habían deshonrado como diosa del matrimonio, al permitir el secuestro de Crisipo por Layo.

Es cierto que ayudó a Jasón y los argonautas, pero su motivo era el odio hacía Pelias, el cual había asesinado a su madre Sidero en el altar de la diosa.

En el arte antiguo, Hera es representada con un cetro y a veces lleva una corona (polos). Uno de sus emblemas era el pavo real, cuya cola estaba decorada con los ojos del vidente Argos tras su muerte. La vaca también es uno de sus emblemas junto al león.

La importancia de Hera en el periodo más arcaico queda atestiguada por el gran número de edificaciones erigidas en su honor. Los templos de Hera en los dos centros principales de su culto, el Hereo de Samos y el Hereo de Argos en la Argólida, fueron los primeros templos monumentales construidos por los griegos, en el siglo VIII a.C. En la Ilíada, Hera nombra a Argos como una de sus tres ciudades favoritas, siendo las otras dos Esparta y Micenas.
En el Hereo de Argos se encontraba una colosal figura de Hera esculpida por el gran escultor Policleto, que fue famosa por su belleza y de cuya existencia conocemos gracias a las monedas argivas.
Pausanias nos dice que en su corona estaban representadas las tres gracias y las horas; en una mano sostenía una granada, y en la otra, un cetro coronado con un cuclillo o cuco, el pájaro que usó Zeus para seducir a Hera: Zeus se transformó en cuco y Hera lo cogió para que le hiciera compañía (“Esta historia y otras parecidas sobre los dioses las relato sin creer en ellas”, dice el racional Pausanias, “pero las relato de todos modos”).

Fuente: http://es.wikipedia.org – Diccionario de mitología clásica, Ed: Cassell

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