[Foto portada: Apolo de Mantua por Polícleto, Museo Louvre]
Apolo es uno de los doce grandes dioses del Olimpo.
Es el dios de la profecía y la adivinación, el patrón de la música y las artes y el líder de las musas. Al igual que su hermanastro Hermes estuvo asociado con el cuidado de la ganadería y los rebaños.
Solo desde los tiempos de Homero hacía delante fue llamado Febo Apolo, “el Brillante”; y fue considerado dios del sol desde el s. V a.C.; por tal razón se le llegó a confundir con Helios, pero solo mucho más tarde esta identificación se hizo estándar.
También era el dios de la curación, conocido entonces como Peán; y el dios arquero cuyas flechas podían traer plagas y la muerte. Homero lo llama “dios del arco de plata” y Hekebolos, “el que dispara lejos”. El comienzo de la Iliada describe espléndidamente a Apolo en acción cuando lleva la plaga de la peste a los griegos porque Agamenón desairó a su sacerdote Crises.
Apolo es el hijo de Zeus y Leto y el hermano gemelo de Artemisa, ambos nacidos en la isla de Delos después de que su madre recorriera varios países buscando un lugar donde dar a luz.
El “Himno homérico a Apolo” nos relata sus primeros días y su juventud. Nada más nacer fue alimentado con néctar y ambrosía, y pronto estuvo listo para salir al mundo. Sus primeras palabras fueron una declaración de sus tres mayores intereses: «La lira y el arco estarán bajo mi cuidado especial y profetizaré a los hombres la voluntad infalible de Zeus».
Viajó sobre la tierra buscando un lugar para fundar su oráculo y santuario. Su primera elección fue Haliarto, en Boecia, pero la ninfa local, Telphusa, no tenía deseos de compartir el culto de la ciudad con él y lo convenció para que se dirigiera al monte Parnaso. Allí escogió el lugar ideal, Delfos, pero se encontró con que era la guarida de una gran serpiente, hija de Gea, llamada Pitón, que arrasaba el lugar constantemente y devoraba los ganados. Tras batallar con la gran serpiente, consiguió eliminarla de un flechazo; el lugar donde murió fue llamado Pito o Pyto, porque su carcasa de piel se pudrió lentamente cerca de la fuente sagrada de Castalia. Él mismo fue llamado Apolo Pitio. Una vez que el lugar fue suyo, estableció en él el oráculo de Delfos. Adoptando la forma de delfín, desvió de su ruta a una embarcación de cretenses para que fueran sus sacerdotes. Su sacerdotisa fue llamada pitonisa. Más tarde fundó los juegos pitios para conmemorar la muerte de Pitón.
Su victoria sobre la serpiente simboliza la victoria del dios olímpico de la luz sobre las fuerzas ctónicas de la oscuridad, convirtiéndose su oráculo en el más famoso de toda Grecia. Apolo compartía Delfos con su hermanastro Dionisos, que residía en Delfos durante los meses de invierno, mientras Apolo se encontraba lejos viviendo con los hiperbóreos, en una región que se encontraba al norte de Tracia.
Apolo mantenía una amistad muy estrecha con su hermanastro Hermes. En el mismo día en que Hermes nació, robó cincuenta reses del ganado de Apolo y, para confundirlo, las hizo caminar al revés. A pesar de todo, Apolo adivinó quién fue el culpable y acusó al infante del robo, pero fue apaciguado por Hermes cuando este le regaló la lira que acababa de inventar usando una concha de tortuga. Este instrumento se convirtió en el favorito de Apolo y los dos dioses fueron para siempre aliados.
Otro hermanastro de Apolo, Heracles, visitó Delfos para preguntarle al oráculo cómo curar la enfermedad que le afligía desde que mató a Iphitus, el que fue cuidador de sus rebaños. La pitonisa se negó a responderle, por lo cual Heracles se apoderó del trípode sagrado y amenazó con crear un oráculo propio. Apolo intentó recuperar el trípode y solamente se restauró la paz cuando Zeus lanzó un rayo entre sus dos hijos. Pero, en otra ocasión, Hércules le hizo un gran favor a Apolo cuando luchó con Cicno de Macedonia, hijo del dios de la guerra Ares, quien encolerizó a Apolo al asesinar a viajantes para llevar tributos al altar del dios Ares en Tesalia. Heracles venció a Cicno a pesar del apoyo de su padre Ares; pero Apolo, aún ofendido por la pérdida de tributos, hizo que el río Anauro se desbordara e inundara la tumba de Cicno.
Como todos los dioses, Apolo siempre estaba presto para vengarse de cualquier ofensa a su honor. El sátiro Marsias desafió a Apolo a un concurso de música tras encontrar un aulos que había sido desechado por Atenea. El concurso fue juzgado por las musas, y ambos fueron declarados ganadores, empatando. Entonces Apolo decretó que tocarían y cantarían al mismo tiempo. Como él tocaba la lira, era fácil de hacer, pero el aulos es un instrumento de viento (pipa) y, por tanto, Apolo fue declarado vencedor. Apolo desolló vivo a Marsias en una cueva por su orgullo desmedido al desafiar a un dios, y su sangre derramada se convirtió en el río Marsias.
En otra ocasión mantuvo otro concurso con Pan, el cual tuvo la osadía de comparar su música con la de Apolo y de retar a este a una prueba de habilidad. Tmolo, el dios montaña, fue elegido juez. Pan sopló sus flautas y con su rústica melodía dio gran satisfacción a él mismo y a su seguidor, Midas, que estaba presente. Entonces Apolo pulsó las cuerdas de su lira. Tmolo inmediatamente declaró vencedor a Apolo y todos, salvo Midas, estuvieron de acuerdo. Este cuestionó la justicia del fallo consiguiendo que Apolo convirtiera sus orejas en orejas de burro.
Otras víctimas de la ira de Apolo fueron los gigantes Otus y Efialtes por intentar escalar el Olimpo. Junto a su hermana Artemisa, se venga de dos ofensas realizadas contra su madre Leto: mataron al gigante Titio por intentar violarla, y con las flechas de sus arcos eliminaron a Níobe y su descendencia.
Níobe, reina deTebas (no la Tebas egipcia), alardeó de su superioridad sobre Leto porque había tenido catorce hijos, siete varones y siete mujeres, mientras que Leto había tenido solo dos. Apolo mató a sus hijos mientras estos practicaban atletismo, y Artemisa a sus hijas. Apolo y Artemisa usaron flechas envenenadas para matarlos. Según algunas versiones del mito algunos de los hijos fueron perdonados (normalmente Cloris). Una desolada Níobe huyó al monte Sípilo en Asia Menor y se convirtió en piedra mientras lloraba. Sus lágrimas formaron el río Aqueloo.
Apolo tuvo numerosos hijos con mujeres mortales. Muchos de ellos fueron agraciados con dones por su padre. El gran sanador Asclepios fue hijo suyo. Con la cazadora Cirene tuvo a Aristeo, al que otorgó el don de la profecía y la curación. Aristeo se convirtió en el dios patrón del ganado, los árboles frutales, la caza, la agricultura y la apicultura. También fue un héroe de la cultura que enseñó a la humanidad las técnicas de la ganadería lechera y el uso de redes y trampas en la caza, así como el cultivo de los olivos.
El dios se unió a Quíone (o Chione) el mismo día que lo hizo Hermes, dando nacimiento más tarde a Autolycus, cuyo padre fue Hermes, y a Filemón, cuyo padre fue Apolo. Filemón fue dotado con gran pericia en la música. También fue padre del vidente y sacerdote Anio, cuya madre fue Reo; con Calíope tuvo a Orfeo y a Lino, con Manto tuvo a Mopsus, que también fue adivino, y con Hécuba nació Troilo. Violó a Dríope, con la que tuvo a Anfiso. Según la obra de Eurípides, también violó a Creúsa, hija de Erecteo, rey de Atenas, siendo el padre de Ion, el antecesor de los jónicos. Creúsa abandonó a Ion en el bosque, pero Apolo pidió a Hermes que salvase al niño y lo llevase al oráculo de Delfos, donde fue criado por una sacerdotisa.
A pesar de su gran descendencia no siempre le acompañó la suerte en el amor. Compitió con Poseidón por el amor de Hestia, diosa del hogar, la cual rechazó a ambos debido a su voto de castidad. Persiguió a una ninfa llamada Dafne que le había desdeñado. En el relato de Ovidio para el público romano narra que Apolo Febo se burló de Cupido por jugar con un arma propia de hombres, lo que hace que este le hiera con una flecha dorada; simultáneamente, le disparó una flecha de plomo a Dafne, haciendo que esta sintiese repulsión hacia Apolo. Tras una fogosa persecución, Dafne rezó a la Madre Tierra pidiendo ayuda y esta le transformó en un árbol de laurel, consagrado a Apolo. Quiso luchar con el mortal Idas por el amor de Marpesa, pero Zeus intervino y dejó la elección en sus manos, eligiendo Marpesa el amor de Idas, pues como mortal, podrían envejecer juntos. Le dio a Casandra el don de la profecía a cambio de su amor, pero ella se negó en el último momento a devolverle los favores y él la castigó a que nadie creyese sus predicciones. Sibila de Cumas, otra profetisa, pidió vivir tantos años como granos de arena cupieran en su mano por retornarle su amor; pero olvidó pedir la “eterna juventud” y a medida que el tiempo pasaba se consumió convirtiéndose en una cáscara marchita. La leyenda dice que vivió nueve vidas humanas de ciento diez años cada una. Para conseguir el amor de Sinope, Apolo prometió concederle cualquier deseo, y ella, muy astutamente, pidió mantenerse virgen para siempre.
También se enamoró de dos jóvenes, Jacinto y Cipariso, pero ambos murieron de forma trágica. Jacinto era un príncipe espartano hermoso y atlético. Ambos estaban practicando el lanzamiento de disco cuando un disco lanzado por Apolo fue desviado de su trayectoria por el celoso Céfiro y golpeó a Jacinto en la cabeza, matándole al instante. Cuando murió, se dice que Apolo se vio tan embargado y tan enfadado con Céfiro que le convirtió en viento para que nunca volviera a tocar ni hablar a nadie. De la sangre de Jacinto, Apolo creó la flor llamada como él como tributo a su muerte El Festival de Jacinto era una celebración de Esparta.
Cipariso era un descendiente de Heracles. Apolo le dio un ciervo domesticado como compañero, pero Cipariso lo mató accidentalmente con un pilum (lanza) cuando el ciervo dormía entre la maleza. Cipariso pidió a Apolo que hiciera que sus lágrimas cayesen para siempre. Apolo accedió a la petición transformándole en un ciprés, cuya savia forma gotitas como lágrimas en el tronco.
Incluso su gran amor por Coronis, madre de Asclepios, tuvo un dramático final. Coronis, por la misma razón que Marpesa, prefirió el amor del mortal Isquis, del cual se enamoró. Un cuervo informó a Apolo de esta infidelidad. Pero Apolo no le creyó y, disgustado, volvió a todos los cuervos negros; antes eran blancos. Cuando se convenció de la verdad, envió a su hermana Artemisa a matar a Coronis. Como resultado, también hizo sagrados a los cuervos y les otorgó la tarea de anunciar muertes importantes. Apolo rescató al bebé de la pira funeraria de Coronis y se lo dio al centauro Quirón para que lo criase.
Asclepios también tuvo un triste final. El poder de resucitar a los muertos fue el motivo que indujo al dios Zeus a terminar con la vida de Asclepios. El dios Zeus no estaba muy conforme con la resurrección de los mortales, pues temía que se complicase el orden del mundo y se transgrediesen las leyes naturales. Apolo mató en venganza a los cíclopes, que habían creado el rayo de Zeus. Apolo debía haber sido desterrado al Tártaro para siempre, pero en su lugar fue condenado a un año de trabajo forzado como castigo gracias a la intercesión de su madre, Leto. Durante este tiempo trabajó un año como pastor para el rey Admeto de Feres, en Tesalia. Admeto trató tan bien a Apolo que este le concedió grandes beneficios; hizo que sus vacas criaran gemelos, le ayudó a conseguir la mano de Alcestis y retrasó el día de su muerte encontrando a alguien que quisiera ocupar su lugar. Pero, cuando llegó la hora de su muerte, sus padres, que él había asumido que estarían dispuestos a morir gustosamente en su lugar, rehusaron cooperar. En cambio, Alcestis tomó su lugar, pero Heracles consiguió «persuadir» a Tánatos, el dios de la muerte, para que la devolviera al mundo de los vivos.
Apolo ayudó a Alcatous a construir los muros de su ciudad, Megara. Junto a Poseidón construyó los muros de Troya para el rey Laomedón. Cuando este se negó a pagarles lo pactado, Apolo envió una plaga, y Poseidón, un monstruo marino que hubiera devorado a la princesa Hesione de no haber sido salvada por Heracles. Una vez más, Laodemón se negó a pagar lo pactado con Heracles por el rescate se su hija y Heracles lo mató junto a sus hijos y saqueó Troya.
La traición de Laomedón hizo que durante la guerra de Troya Poseidón estuviera al lado de los griegos, mientras que Apolo permaneció como aliado de los troyanos. Apolo ayudó a Paris a matar a Aquiles, guiando la flecha de arco hasta el talón de este. Una interpretación de este motivo es que fue en venganza por el sacrilegio de Aquiles al matar a Troilo, hijo de Apolo con Hécuba, en el mismo altar del templo dedicado a él.
El oráculo de Apolo en Delfos jugó un papel muy importante, tanto en el mito como en la historia. Es posible que su predicción más famosa haya sido la hecha a Edipo cuando le fue pronosticado que mataría a su padre y se casaría con su madre. El oráculo ordenó a Orestes asesinar a su madre Clitemnestra y a su amante Egisto para vengar el asesinato de Agamenón a su regreso de Troya. Los resultados de esa predicción están recogidos en la obra Euménides de Esquilo. En esta obra las furias castigan a Orestes persiguiéndolo incansablemente. Gracias a la intercesión de Atenea, se realiza un juicio, donde Apolo defiende a Orestes de los cargos imputados contra él.
En el arte antiguo, Apolo aparece como un joven imberbe y muy a menudo desnudo, con una cítara o un arco en la mano, personificando el arquetipo de la juventud y la belleza masculina. Es una figura muy usada en el arte post-clásico como líder de las musas, con su hermana Artemisa, o en su papel de dios-sol. Sus atributos más comunes son el arco y flechas y la cítara; el laurel, que se usaba en sacrificios expiatorios; la palmera también le estaba consagrada porque había nacido bajo una de ellas en Delos. Entre los animales que le estaban consagrados se incluían los lobos, los delfines y los corzos, los cisnes y cigarras (simbolizando la música), halcones, cornejas, cuervos y serpientes (en alusión a sus funciones como dios de la profecía), los ratones y los grifos, míticos híbridos de águila y león de origen oriental.
En el contexto literario, Apolo representa la armonía, el orden y la razón, características que contrastaban con las de Dioniso, dios del vino, que representaba el éxtasis y el desorden. El contraste entre los papeles de estos dioses queda reflejado en los adjetivos apolíneo y dionisíaco. Sin embargo, los griegos pensaban en las dos cualidades como complementarias. Apolo es relacionado a menudo con el punto medio, siendo este el ideal griego de moderación y una virtud opuesta a la gula.
Fuentes: http://es.wikipedia.org – Diccionario de mitología clásica, ed: Cassell