Artemisa es una de las doce grandes deidades del Olimpo, identificada por los romanos como Diana. Fue una de las deidades más ampliamente veneradas y una de las más antiguas.
Siendo ella misma cazadora y virgen, era la diosa de la caza y de las mujeres, especialmente cuando se encontraban en el momento de dar a luz; como Potnia Theron, nombre usado por Homero, era la señora de la naturaleza indómita, al igual que de los animales salvajes.
Era la hija de Zeus y Leto y la hermana gemela de Apolo. Según cuenta una tradición, Artemisa nació antes que su hermano y ayudó a su madre a dar a luz a Apolo. Hermano y hermana fueron los dos grandes dioses arqueros con cuyas certeras e infalibles flechas repartían castigos y hasta la muerte; en la batalla contra los gigantes, Apolo dio muerte a Efialtes con la ayuda de Heracles (Hércules), mientras que Artemisa disparó a Gration.
Los dos hermanos y su madre estaban muy unidos y mantenían una relación en la que se protegían mutuamente. Cuando el gigante Ticio intenta forzar a Leto, ambos hermanos lo matan enviándolo al Hades, donde fue castigado y torturado eternamente por su crimen.
También acabaron con la vida de los hijos e hijas de Níobe, por haber presumido de tener más descendencia que Leto. Artemisa también mató a Coronis, amante de Apolo, por haber sido infiel a su hermano, aunque en el momento de su muerte estaba embarazada de él del dios Asclepio. El bebé Asclepio fue salvado en el último momento de la pira funeraria en la que ardía su madre.
Con respecto a la Guerra de Troya, la Iliada nos muestra a Leto y a sus hijos del lado troyano. A pesar del gran poder, Artemisa es tratada de modo humorístico, casi despectivo por Homero. En el Canto XXI, en una batalla entre los dioses, unos a favor de los aqueos y otros a favor de los troyanos, Hera golpeó a Artemisa en los oídos con su propia aljaba, provocando que perdiese las flechas. Artemisa huyó llorando al Olimpo, sentándose en las rodillas de Zeus llorando como una niña pequeña.
Dicen las tradiciones que a los tres años, Artemisa pidió a su padre varios deseos. Pidió permanecer casta toda la eternidad y no ser atrapada en el matrimonio, sabuesos de orejas cortadas, ciervos para tirar de su carro, veinte ninfas como compañeras de caza, y sesenta bailarinas oceánides (ninfas de las fuente, ríos y lagos), todas de nueve años. Zeus accedió a sus deseos.
Se creía que Artemisa recorría las montañas y los bosques junto a sus acompañantes. Todas sus compañeras juraron permanecer vírgenes y Artemisa se cuidaba de guardar celosamente su castidad. Si esta promesa era incumplida eran castigadas severamente.
Cuando Calisto perdió su virginidad con Zeus, Artemisa la persiguió y terminó con su vida. Otras tradiciones cuentan que Zeus la transformó en osa y que ella y su hijo Arcas fueron subidos al cielo como la Osa Mayor y la Osa Menor antes de que Artemisa la encontrara.
Procris, renunciando a los hombres debido a la infidelidad de su marido Céfalo, se unió a Artemisa por un breve periodo de tiempo. Cuando abandonó el grupo para regresar con su marido, con el cual se había reconciliado, Artemisa le regaló un perro al cual no se le escapaba ninguna presa y una jabalina que siempre daba en el blanco. Esta jabalina trajo la muerte de Procris a manos de Céfalo.
Entre sus más devotos adoradores masculinos se encontraba Hipólito, hijo de Teseo. Este joven se distinguía por su pasión por la caza y adoraba a Artemisa, dejando de lado el culto a la diosa Afrodita. Hipólito pagó con su propia vida este desprecio. Artemisa rogó a Asclepio que resucitara al joven, que fue transportado por la diosa a su santuario de Aricia en Italia, donde fue identificado con Virbio, compañero de la diosa.
Otro de sus acompañantes masculinos fue el cazador Orión cuyo final también fue la muerte. Según unas tradiciones fue la misma Artemisa quien lo mató intencionadamente por varias razones con una flecha o enviando un escorpión; o inintencionadamente, porque quería desposarla y Apolo, celoso, la engañó de modo que le mató con una flecha.
Muchos mortales fueron severamente castigados por Artemisa, por ejemplo Acteón. Este la ofendió, según unas tradiciones, por presumir de ser mejor cazador que ella, y según otras, por haberla espiado mientras se bañaba desnuda. Artemisa lo transformó en ciervo e incitó a sus propios sabuesos a que lo atacaran. Estos lo destrozaron sin saber que el ciervo que cazaban era su propio dueño.
Ante la falta de Eneo, rey de Caledonia, que no le dio los sacrificios anuales a que estaban obligados todos los reyes griegos, ella mandó a un gran jabalí para que matara el ganado y a los trabajadores del rey, lo que provocó la famosa “caza del jabalí”. Eneo convocó a los mejores cazadores para matarlo. Llegaron al llamado muchos, entre los que destacaban los gemelos Cástor y Pólux, la cazadora Atalanta, protegida de Artemisa, Teseo de Atenas y el destacado lancero Meleagro. Esta caza tuvo como resultado la muerte de Meleagro, que era hijo de Eneo.
Cuando Admeto se olvidó de realizar sacrificios en honor a Artemisa por su casamiento con Alcestis, llenó la cama nupcial de serpientes. También condujo a la locura a Broteas por no ofrecerle los debidos honores. En su locura, Broteas se creyó inmortal y se lanzó a una pira para probarlo, muriendo abrasado.
Oto y Efialtes eran dos gemelos gigantes que crecían cada año un codo (0,463 m) a lo ancho y una braza (1,67 m) a lo alto. A los nueve años quisieron tomar al asalto el monte Olimpo, logrando secuestrar a Ares. Oto pretendía a Artemisa, y Efialtes a Hera. Artemisa se transformó en una cierva y saltó entre los dos. Los hermanos, para evitar que huyera, arrojaron sus flechas y se mataron uno al otro.
Artemisa también castigó a Agamenón, por varias razones distintas dependiendo de quién haya recopilado la tradición. Cuando se dirigía a Troya con su flota para participar en la guerra, sus barcos se quedaron de repente inmóviles al detener Artemisa el viento. Un adivino dijo a Agamenón que la única forma de apaciguar a Artemisa era sacrificar a su hija Ifigenia. En algunas versiones se cuenta que Artemisa la sustituyó por una corza o una cierva en el último minuto y la transportó a Crimea, donde la convirtió en su sacerdotisa. En otras versiones, el sacrificio se ejecutaba como estaba previsto (Agamenón mataba a su hija), lo que acarreaba su propia muerte a manos de su esposa Clitemnestra y el amante de esta.
Artemisa se confunde con otras divinidades; con la diosa Britomartis en Creta; con Eileithya, diosa de los nacimientos; con Selena, diosa lunar, llamándose Febe en contraposición a su hermano Apolo, dios solar conocido también como Febo; y también con la diosa de la noche Hécate.
Fue adorada en toda Grecia. Uno de sus lugares de culto más famosos es el templo en Braurón, en el Ática, donde niñas vestidas de amarillo actuaban como arktoi (osos) y danzaban en su festival anual de Brauronia. Un mito explica esta tradición contando que un oso había adoptado la costumbre de visitar regularmente la ciudad de Braurón, cuyas gentes le alimentaban, de forma que con el tiempo el oso fue domado. Pero una niña fue arañada por el oso mientras jugaba con él, y por ello un hermano de la niña mató al oso. Artemisa se enfureció, exigiendo que las niñas «actuaran como osas» en su templo como expiación por la muerte del oso.
[Artemisa de Efeso]
El gran templo de Artemisa en Éfeso, Turquía, es ahora una de las siete maravillas del mundo. En él se encontraba una estatua cubierta por múltiples pechos representando la fertilidad y su conexión con los nacimientos.
En el arte griego clásico suele ser representada como una cazadora virgen llevando un vestido corto, con botas de caza, arco y flechas. A menudo aparece acompañada por un perro de caza o un ciervo. Su faceta oscura se revela en algunas vasijas pintadas, donde aparece como la diosa que trae la muerte, cuyas flechas cayeron sobre doncellas jóvenes y mujeres.
Solo en el arte posclásico se hallan representaciones de Artemisa-Diana con la corona de la luna creciente, como Luna. En el mundo antiguo, aunque estuvo ocasionalmente relacionada con la luna, nunca fue retratada como esta. Las estatuas antiguas de la diosa pueden hallarse a veces con lunas crecientes, pero, sin embargo, estas son siempre añadidos renacentistas.