Sobrepasar los 80 no tiene por qué traducirse en enfermedad y deterioro. El prestigioso neurólogo Oliver Sacks explica que puede ser “la edad de la plenitud”.

Oliver Sacks Neurólogo de 72 años, ha escrito más de 30 libros sobre su experiencia profesional: He trabajado 30 años como neurólogo en residencias y clínicas geriátricas, y he visto a miles de pacientes afectados de demencia senil y otros síndromes neurológicos degenerativos. Durante más de un siglo, la neurología se ha centrado en los síntomas y los “déficit”, en lo anormal, o en todo aquello de lo que se quejan los pacientes, pero ha prestado poquísima atención, a los fenómenos del talento y las dotes individuales y a la continua evolución del cerebro una vez alcanzada la edad adulta.

El razonamiento que se hacía hasta ahora es que con la adolescencia el cerebro alcanza su pleno desarrollo, nuestra inteligencia toca su punto culminante y, a partir de entonces, los procesos cognitivos y neuronal irán decayendo, con pérdida de materia, de neuronas, de memoria y una creciente probabilidad de estrechamiento vascular debido a obstrucciones varias. Este deprimente cuadro puede ahora rechazarse y es importante para nuestro futuro reconsiderarlo.

El envejecimiento no conlleva necesariamente una enfermedad neurológica. Trabajando en residencias para ancianos, donde estos son acogidos con gran variedad de problemas (patologías cardiocirculatorias, artrosis, defectos de la vista y, a menudo, soledad y el consecuente deseo de vivir en comunidad), veo a muchísimos que, por lo que puedo juzgar, se encuentran intelectual o neurológicamente íntegros. En efecto, muchos son inteligentes, centenarios activos que han conservado el gusto por la vida, sus intereses y sus facultades, incluso habiendo entrado en su undécimo decenio de vida.

Una mujer ingresada a la edad de 109 años con problemas de visión, por ejemplo, pidió que le dieran el alta después de haber sido operada de cataratas y volvió a su casa, disfrutando de una vida independiente. Antes de irse preguntó: “¿Por qué tendría que quedarme aquí con todos estos viejos?”. Es evidente que también en las residencias hay un porcentaje considerable de personas capaces de vivir cien o más años sin merma intelectual. Y, en buena lógica, este porcentaje debe de ser mucho más alto entre la población en general.

Actualmente se presta gran atención a las posibles causas genéticas y moleculares para explicar este hecho, y cada vez se subraya más lo importante que es para los ancianos seguir manteniendo una actividad intelectual y un compromiso vital incluso a las edades más avanzadas. La neurología no debería tener por finalidad única la ausencia de enfermedad o el mantenimiento de la funcionalidad, sino también el potencial necesario para seguir mejorando durante toda la vida.

La función cerebral no es como la cardiaca o la renal, que proceden de forma mecánica y casi uniforme. En el cerebro, en la mente, por el contrario, no hay nada automático, pues este órgano intenta constantemente -a todos los niveles posibles: desde la simple percepción hasta la elaboración de un pensamiento filosófico- categorizar y recategorizar el mundo, comprender y dar significado a la propia experiencia. Se trata, pues, de vivir una verdadera vida, en la cual la experiencia nunca es uniforme, sino que cambia continuamente, planteándose siempre nuevos retos, requiriendo cada vez más una integración comprensiva.

No es suficiente con que el cerebro-mente se limite a funcionar automáticamente como lo hace el corazón: tiene que aventurarse y progresar durante toda la vida Si este quiere permanecer sano, tiene que seguir activo hasta el final: preguntando, indagando, jugando, explorando y experimentando. Quizá estas actividades o estados de ánimo no se aprecien con las tecnologías que captan imágenes de nuestro cerebro en sus diversas funciones, y puede que tampoco con los tests neuropsicológicos, pero son precisamente ellas las que determinan el estado de salud del cerebro y permiten su desarrollo durante toda la vida.

Eso queda perfectamente claro en el modelo neurobiológico de la mente elaborado por Gerald Edelman, en el que el cerebro-mente se concibe como un organismo siempre activo, capaz de reconsiderar sus propias actividades a lo largo de toda la vida, y que en esa evolución puede construir sus propias interpretaciones y significados incluso a un nivel superior.

Un modelo neurobiológico así es perfectamente compatible con el fenómeno a cuyo estudio Joan y Erik Erikson (el primero tiene 90 años, mientras que el segundo murió recientemente con esa misma edad), han dedicado su existencia: a cada edad le corresponde una fase precisa de la mente. Fases que parecen manifestarse en cada cultura y tener, por tanto, caracter universal en el ciclo de la vida humana. Los dos estudiosos llegaron a añadir una novena fase a las ocho que habían descrito. La novena hay que considerarla como el estadio final del ciclo de la vida humana. Se trata del estadio de la vejez avanzada, y la característica que se añade en esta etapa es la que los Erikson llaman sabiduría, plenitud o integridad.

Esta última fase es reconocida y respetada en muchas culturas, mientras que en la nuestra, en cambio, se desatiende con frecuencia. Sabemos que el aprendizaje es posible a lo largo de toda la vida, incluso cuando hay envejecimiento o enfermedad cerebral, y podemos estar seguros de que durante toda la existencia continúan produciéndose otros procesos a un nivel aún más profundo: lo que tiene lugar al final es la culminación de las generalizaciones e integraciones más vastas y profundas que jamás ha vivido el cerebro-mente.

Al canzar este estadio, que los Erikson equiparan a la plenitud, debe implicar, en efecto, la integración de gran cantidad de información, la síntesis de la experiencia individual de toda la vida, asociada a la prolongación y el ensanchamiento de las perspectivas del individuo y a una especie de distanciamiento y de calma. Tal proceso es totalmente individual y no puede ser prescrito o enseñado. Así, en el siglo XIX, cuando una mente cualificada aún podía estudiar toda la naturaleza, el gran naturalista Alexander von Humboldt, después de una vida dedicada a los viajes y a la investigación científica, emprendió a los 80 años una grandiosa síntesis de todo lo que había visto y pensado, que lo llevó a escribir una obra magna titulada “Cosmos”.

En nuestra época, el gran biólogo Ernst Mayr acaba de entregarnos, a los 93 años, su maravilloso libro “This is Biology” (Esto es Biología). Con la edad no perdieron el entusiasmo y la capacidad de maravillarse que impulsó su trabajo. La plena expresión de lo que captaron en ese proceso quizá sólo pueda alcanzarse en los últimos años de vida, cuando las personas se liberan de la rutina, de la presión de los colegas, de la necesidad de ser competitivos, de hacer carrera y de ganar un sueldo razonable. “Las Nueve Etapas del Desarrollo Humano”

FASE 1 de 0 a 1 año: - Crisis: Confianza o desconfianza. - Elección: El niño depende de sus padres y debe creer en ellos. Si sus necesidades son atendidas, se fiará del entorno. Si no, tendrá desconfianza hacia los demás y hacia sí mismo.

FASE 2 de 1 a 2 años: - Crisis: Autonomía o duda. - Elección: Empieza a caminar, a hablar, desarrolla autocontrol. Si los padres estimulan su iniciativa, adquirirá seguridad. Si son muy protectores o desaprueban su independencia, ocurrirá lo contrario.

FASE 3 de 2 a 6 años: - Crisis: Iniciativa o culpa. - Elección: Aprende a conciliar el deseo de aventura con el control de los impulsos. Si lo estimulan con disciplina, aprenderá que que hay cosas que no están permitidas. Si no, desarrollará la culpa.

FASE 4 de 6 a 12 años: - Crisis: Competencia o inferioridad. - Elección: En la escuela adquiere capacidades sociales. Si el niño descubre placer en la estimulación intelectual, desarrollará capacidad y competencia. Si no, sentido de inferioridad.

FASE 5 de 12 a 18 años: - Crisis: Identidad o confusión. - Elección: Si integra la solución de los conflictos anteriores, podrá resolver la crisis de identidad. Si lo consigue, saldrá con una fuerte determinación. Si no, se sentirá confuso sobre su papel.

FASE 6 de 19 a 40 años: - Crisis: Intimidad o aislamiento. - Elección: Al margen del éxito laboral, el joven no se desarrollará si no es capaz de intimidad. Si supera la crisis de identidad, tendrá relaciones duraderas. Si no, tendrá miedo y se aislará.

FASE 7 de 40 a 65 años: - Crisis: Generatividad o estancamiento. Elección: La generatividad es la capacidad de salir de uno y ocuparse de otros. Hacer cosas por otros soluciona la crisis. Si no se resuelve, la persona se estanca.

FASE 8 de los 65 años hasta la muerte: - Crisis: Integridad o desesperación. - Elección: Llega el momento de la revisión. Si el adulto siente que el balance de su vida es positivo, aceptará la muerte. Si no, desarrollará desesperación.

FASE 9 desde los 80 años (Novena Edad): - Crisis: Esperanza y saber o esterilidad. - Elección: El anciano vive el deterioro. Si está en comunión con el mundo, dará sentido a su vida Si se centra en sus limitaciones, sentirá que esta carece de sentido.

Fuente: El Semanal.

* * * * * “La vida a los 88 es como el árbol en invierno: despojada de lo caduco y concentrada en las raíces". -José L. Sampedro-

Utilizamos cookies para asegurar que damos la mejor experiencia al usuario en nuestra página web. Al utilizar nuestros servicios, aceptas el uso que hacemos de las cookies.