El cerebro a toda máquina. Cuando se toma una decisión, un complejo mecanismo situado en el centro de nuestra materia gris entra en acción. Estas son las estructuras implicadas:

-Los centros donde se toman las decisiones- Tomar una decisión, como por ejemplo resolver un problema o elaborar una estrategia: En el sistema límbico, la amígdala sopesa las señales emocionales, mientras que el hipocampo se encarga de almacenar esas valoraciones para utilizarlas, como experiencias, en el futuro. Los mensajes procedentes del sistema límbico y del cerebro medio llegan al núcleo estriado, que es el que ayuda a tomar una decisión correcta. El córtex orbitofrontal dirige el pensamiento a largo plazo y las pautas de comportamiento.

Tras una serie de experimentos realizados con naipes, Antonio Damasio, neurólogo de la Universidad de Iowa (EE.UU.), desarrolló la hipótesis de los “marcadores somáticos”, según la cual el ser humano guarda todas sus vivencias en el cerebro y las clasifica como buenas o malas. Con este archivo forma una “memoria de vivencias” que le hace perseguir las positivas y evitar las negativas. Este mecanismo es, según Damasio, el que determina la toma de decisiones intuitivas. La intuición parece ser una capacidad que viene determinada por nuestros genes, pero que mejora continuamente gracias a nuestras vivencias y a las experiencias del día a día. Por eso, es más habitual que la reacción espontánea de un veterano sea más correcta que la de un joven.

Las tomografías cerebrales han demostrado que, a medida que un aprendiz se convierte en experto, el lugar donde se procesa la información va cambiando de sitio. “Un principiante, ya sea un músico, un taxista o un ornitólogo, utiliza su hemisferio cerebral derecho: un experto, el izquierdo”, explica Elkhonon Goldberg, neuropsicólogo de la Universidad de Nueva York. Además, la sabiduría que muestran las intuiciones tiene mucho que ver con la gratificación y el placer que obtenemos al hacer o conseguir algo. Ese sistema de gratificación del cuerpo siempre se encuentra activado. El sistema límbico hace que nos sintamos bien cuando comemos golosinas, leemos un verso hermoso o resolvemos un problema. En ese momento, las células nerviosas liberan dopamina, la hormona de la felicidad, que produce una sensación de placer y que nos hace desear volver a experimentar esa sensación. Y el cerebro, al sentir ese placer, toma nota de que es bueno.

Pero la vida no es un carrusel de diversión y felicidad impulsado por las hormonas, y las intuiciones no son ni mucho menos infalibles. “La gente dice que se ha tratado de una decisión intuitiva sólo cuando ha resultado ser una decisión correcta”, reconoce Joachim Goldberg. Este experto en el mundo de la Bolsa y gerente de la empresa “Cognitrend”, cree que dejarse llevar sólo por las intuiciones en cuestión de finanzas es un error, por lo que aconseja seguir los dictados de la lógica. Ni siquiera en el campo de las relaciones interpersonales la intuición resulta infalible. Los psicoterapeutas, en este caso, aconsejan dejarse llevar por la fría lógica. En virtud de nuestro pasado, según la psicoterapeuta Maja Storch, todos tenemos prejuicios basados en experiencias grabadas a fuego en nuestra memoria que nos llevan a tomar decisiones absurdas.

Por ejemplo, si un niño tuvo problemas con un compañero pelirrojo, el “marcador somático” que creó entonces disparará la alarma cuando, años después, un compañero de la oficina sea también pelirrojo. ¿Pero cómo trabaja el cerebro cuando se enfrenta a dilemas más serios? Esto es lo que quería averiguar el equipo de investigadores dirigidos por Kirsten Volz, del Instituto Max-Planck de Neurología y Psicología Cognitiva de Leipzig. La sorprendente conclusión de su experimento fue que el cerebro hace sus cálculos sin que nosotros seamos conscientes de ello. Cuando los voluntarios participantes en su trabajo de laboratorio tuvieron que contestar qué ciudad de las distintas parejas que se les ofrecían tenían mayor población, no sólo activaron las regiones cerebrales donde reside la capacidad de reconocer nombres, sino también aquellas que procesan las informaciones abstractas.

En otras palabras, cuando el cerebro se enfrenta a cuestiones peliagudas no sólo echa mano de las simples reglas de conducta aprendidas que nos ayudan a desenvolvernos, sino de aquellas que él ha ido creando poco a poco para tomar decisiones rápidas en situaciones cruciales. Albert Einstein, según contó él mismo, alumbró la Teoría de la Relatividad de una forma intuitiva, y calificó como “regalo de los cielos” esa capacidad que le había permitido hacer uno de los descubrimientos más destacados de la historia. “La intuición -decía el físico- es la única cosa realmente valiosa”.

-La Experiencia- Suele decirse que la veteranía es un grado. Pero, ¿es esto cierto? El observar a jugadores de balonmano ha revelado que los mas expertos consideran menos opciones, y eligen la más adecuada de forma intuitiva. Los novatos dedican más tiempo a escoger entre un abanico más amplío de jugadas. Para los expertos, todo es fruto del entrenamiento.

Psicólogos, neurólogos y filósofos buscan desde hace tiempo el lugar del cerebro donde reside esta capacidad, estudian qué instancias influyen en el proceso y tratan de demostrar que la intuición es fruto de un largo proceso de aprendizaje y no de un don divino. Se ha demostrado que mientras que los pensamientos lógicos se procesan en el hemisferio cerebral izquierdo, la capacidad intuitiva reside en el derecho. Pero, ¿qué es más efectivo? ¿Despiezar los problemas y analizar con lógica todas sus variables, como defienden los racionalistas, o dejarse llevar por la intuición?

El escritor Malcolm Gladwell lo tiene claro. En su libro “Blink, the poder of thinking without thinking” (Parpadeo, el poder de pensar sin pensar) afirma que las decisiones intuitivas arrojan mejores resultados. Y lo confirma con un ejemplo. Al Museo Getty de California le ofrecieron en 1.983 una estatua griega del periodo clásico por diez millones de dólares. Mientras los científicos analizaban la obra con la última tecnología, tres veteranos historiadores de arte expresaron sus dudas nada más verla. “Es reciente”, dijeron al instante. A estos tres expertos les valió una primera impresión para detectar la farsa. Y acertaron.

La intuición, esa rara capacidad que nos permite anticiparnos a los acontecimientos, se fragua en el hemisferio derecho del cerebro. Y, según recientes estudios, puede llegar a ser más precisa que una sesuda deducción. ¿Es un don divino o el fruto de un largo aprendizaje? La evolución nos ha modelado para que tomemos decisiones a toda velocidad. Resultan útiles para la supervivencia y las selecciona en milésimas de segundo, afirma Wolf Singer, director del Instituto Max-Planck de Neurología. Tras esta elección, el cerebro da al cuerpo las órdenes exactas en un tiempo récord. Por ejemplo, un pianista toca las notas más deprisa de lo que su cerebro puede recordarlas, y un velocista salta de los tacos de salida sólo 120 milisegundos (es decir, un pestañeo) después de oír el disparo. Para analizar el porqué de esa rapidez de reacción, y averiguar las respuestas que nos provocan las -señales- del exterior, los neurólogos trabajan introduciendo en el cerebro sensores cada vez más avanzados. Con ellos han descubierto que reconocemos la cara emotiva de una palabra en sólo 200 milisegundos (dos pestañeos), mucho antes de averiguar su significado.

Fuente: El Semanal

* * * * * "Una retirada no es una derrota". -Miguel de Cervantes-

Utilizamos cookies para asegurar que damos la mejor experiencia al usuario en nuestra página web. Al utilizar nuestros servicios, aceptas el uso que hacemos de las cookies.