"Acepta la dificultad de edificarte a ti mismo y el valor de empezar corrigiéndote.

El triunfo del verdadero hombre surge de las cenizas de su error" (Pablo Neruda).

"Cualquier cosa debe tomarse seriamente, nada trágicamente" (Luis Adolfo Thiers).

Impuntual adj. Que carece de puntualidad.
Diccionario Manual de la Lengua Española Vox. © 2007 Larousse Editorial, S.L.

Ser un tardón o impuntual es señal de inmadurez, según psicólogos españoles.

Todos tenemos algún amigo que llega tarde a una cita y nos transporta a un estado de sufrimiento crónico cuando quedamos con él.

Varios expertos aseguran que el "síndrome del tardón" denota fobia social, narcisismo o mala planificación.

Hay acontecimientos en los que –excepcionalmente– llegar tarde está socialmente aceptado, ya que crea expectación y aumenta el interés, como cuando la novia llega tarde a la iglesia o un actor a la presentación de su nueva película.

Pero se considera una falta de respeto cuando lo hace un conocido o familiar de manera repetida.

Sea por falta de previsión, desorden o irresponsabilidad, los psicólogos de "ISEP Clínic" aseguran que calcular mal el tiempo es señal de inmadurez, narcisismo o fobia social (miedo a llegar el primero y no saber qué decir).

El síndrome del "tardón" se da en personas con poca estructuración personal, que no saben hacer frente a responsabilidades, tienen poca autoestima e, inconscientemente, quieren llamar la atención con sus retrasos.

A este colectivo se le tendrían que sumar las personalidades narcisistas o histriónicas que, en reuniones y citas, llegan tarde para hacerse notar.

"Ser puntual es respetar al prójimo... Terminar con la impuntualidad significa también engrandecer a la patria".

Dicen los científicos que el tiempo no existe, que es una invención del hombre para poder dar una explicación racional a muchos procesos que se producen a su alrededor.

Sea como fuere, algunas personas viven como si realmente no existiera: los impuntuales.

¡Los impuntuales son una especie de raza distinta!

Externamente apenas se diferencian del resto de las personas: viven, se reproducen, trabajan y hacen su necesidades fisiológicas exactamente igual que los demás.

A lo sumo podría apreciárseles un levísimo gesto de despreocupación. Pero ese no es un síntoma universal.

Viven como si fueran guardianes del tiempo –del propio y del ajeno– y lo dosifican con una arbitrariedad peculiar.

La misma media hora que a uno se le hace eterna, para ellos no tiene más peso que el de unos escasos cinco minutos...

Definitivamente, el tiempo es elástico. Y su medida, ambigua.

Los impuntuales aparecen en las reuniones, generalmente, con la mirada perdida.

Al contemplar las caras de reproche de los demás, esbozan un gesto de extrañeza y balbucean un asombrado "pero ¿qué pasa?".

Poseen una "creatividad" superior a la media.

La ejercitan con los más variopintos argumentos para dar credibilidad a las razones de su retraso.

Son como imanes de la mala suerte, pues solo así se entiende que todas las averías les sucedan a su propio medio de transporte.LOS-TARDONES-B

La salud de esta subraza supera la media nacional: no se conocen casos graves de úlceras. Y las enfermedades cardiovasculares les son diagnosticadas en pocas ocasiones.

¿Quizás debido a su pasmosa despreocupación…?

Tal vez sea inherente a la raza, a los ancestros de algunos de estos ciudadanos.

Podría haber cientos de disculpas para estas situaciones, pero pareciera que la definición de puntualidad, o lo que tiene relación con ella, ha sido muy poco difundida.

Algunos piensan que la constante falta de puntualidad va inversamente relacionada con la poca o nada organización del propio tiempo de la persona y ni pensar en que tenga una agenda o algo que recuerde una reunión importante.

También hay algo en contra de aquellos eternos impuntuales o tardones.

En la mayoría de los lugares se valora la puntualidad, que no es otra cosa que el cumplimiento de un compromiso hecho con anterioridad.

Se puede desprender que aquella persona –tanto hombre como mujer– que no cumple sus "juramentos" y llega tarde a eventos, sesiones, veladas, galas, funciones y compromisos no es fiable.

Si no es fiable, no podrá realizar buenos negocios, podrían pensar los demás; y aunque parezca poco importante, el llegar a tiempo a los compromisos honra a las personas que lo cultivan, porque es un valor social, y por qué no añadir "moral".

Es decir, de respeto hacia uno mismo y hacia los demás.

Lo inexplicable de la frecuente impuntualidad es el penoso resultado del acto mismo, aunque muchos personajes disfrutan un poco al llamar la atención con su retraso.

Pero también hay que considerar, en ocasiones, las circunstancias eventuales e incontrolables de un pinchazo, un accidente, etc. Incluso un previsor, que siempre llega a tiempo, puede contar con su teléfono móvil u otro sistema de comunicación para anunciar su retraso.

De todos modos, la impuntualidad sigue siendo un extraño capricho humano que, muchas veces, pasa de largo, porque las reuniones también –a veces– son "entre ocho y ocho y media", lo que se transforma en un hábito que no beneficia a nadie.

La impuntualidad es una cruz que llevan a cuesta muchas personas –y que la sufrimos muchas más–.

Son las que se acostumbran a ello sin intención de cambiar y que han transformado esa desatención en un irreverente hábito.

Yo soy uno de esos raros especímenes que tienen la mala costumbre de la puntualidad.

De más está decir que, por eso, he pasado una importante parte de mi vida esperando a los demás.

Y no solo eso, sino también siendo tachada de exagerada, que no tiene mucho que hacer y de cuadrada.

Todo por tener una real noción del tiempo, de saber que desplazarme del punto A al B me toma veinte minutos y no cinco, y que si tengo que estar en un lugar a las ocho, significa que me levanto a las siete y no a las 7:55.

"Venía bien", siempre dicen los impuntuales.

"Pero…" y ahí viene una larga descripción de tragedias, descoordinaciones y malos entendidos.

Si fuera cierto, esa gente debe de llevar una vida bastante triste, siempre con contratiempos, siempre quedándose sin gasolina el coche y siempre suspendiéndose el servicio del metro.

¡Pero no!

Los impuntuales tienen el cutis fino y se molestan cuando se les hace el comentario de que la reunión era a las 15:00 y no a las 15:48.

"No me digas nada" es su otra frase, aparentando un enojo casi animal. Patética estrategia para evitar ser reprendidos.

Otro caso es el de llegar temprano por la mañana:

"Me costó levantarme", dirá el tardón con lagañas en los ojos.

Bueno, si estamos hablando de gente adulta incapaz de controlar sus funciones vitales, debo asumir que el día de mañana tendrán que usar pañales, pues alegarán que "no me pude aguantar" al momento de ir al baño.

La otra es:

"El despertador no sonó (o sonó media hora después de lo programado)".

Esto significa que:
a) El puñetero que nos ha tenido esperando desde bien temprano no sabe programar su reloj;

b) Hay despertadores con voluntad propia (cosa discutible, pues solo existe un caso registrado de una máquina que haya actuado por iniciativa propia).

El teléfono móvil es un invento maravilloso para los impuntuales, pues les permite congelar el evento en curso en espera de su inminente llegada, que puede ser en dos minutos o en dos horas más tarde.

Ya es clásico el "estoy saliendo" o "estoy llegando" con que frenan el inicio de reuniones, ceremonias y actividades varias.

Lo peor de todo es que la puntualidad es mal vista en algunos círculos de gente "progresista".

Quizá relacionan el respeto a los horarios como algo de cortesía, no sé. Lo que sí sé es que una persona impuntual dice con su tardanza:

"Tu vida me importa un comino, así que la puedes malgastar esperándome mientras me tomo mi café".

Y uno ahí, dando vueltas, mirando el reloj y dudando entre irse o quedarse un rato más... Porque ser impuntual es como de "gente importante".

Otro factor común de los impuntuales es su absoluta falta de tolerancia a la impuntualidad ajena.

Una vez que el impuntual ha llegado, tarde por supuesto, es el primero en insistir en que se empiece con lo que hay que hacer, que no hay que esperar a nadie, que es el colmo.

Claro, porque muy pocas veces ha tenido que pasar por el trance de ver cómo transcurre el día mientras la gente no aparece.

Existe también algo así como la impuntualidad "tácita".

Ejemplo: Se pacta una reunión entre A, B y C a las 12:00 h.

A sabe que B y C son impuntuales, así que decide llegar a las 12:30.

Pero B va un paso más adelante y sabe que A conoce la impuntualidad de los otros y que llegará tarde, así que B no llegará a las 12:30 sino a las 13:00.

Y C, que conoce muy bien a A y B, decide llegar a las 13:30.

Ahora bien, A supone que B y C tendrán un razonamiento similar, así que decide no llegar a las 12:30 sino a las 14:00… y así sucesivamente.

Esto se resume en la frase: "para qué llegar a la hora, si todos llegan tarde".

Muchas personas –demasiadas– relacionan la puntualidad con la impertinencia o la descortesía.

Muchas veces me ha tocado llegar a lugares para ser recibido por el anfitrión (si es que estaba) en pijama, a medio levantarse o directamente durmiendo.

"No te esperaba tan temprano" o "¡Llegaste a la hora!" son las frases de ocasión.

La configuración cerebral del impuntual es extrañísima, pues asegura con toda confianza poder atravesar la ciudad en cinco minutos, preparar una cena en dos o llegar a un lugar a la misma hora a la que están almorzando.

"Más vale tarde que nunca", dirán, recurriendo a la sabiduría popular.

"Es mejor tres horas antes que un minuto después", dijo Shakespeare. Así que no pienso quedarme más rato esperando, y no se ofendan si cuando llegan no estoy.

En América Latina, y por qué no añadir que en nuestro estimado país también, la impuntualidad forma parte de nuestra cultura.

Expertos afirman que este problema podría residir en el cerebro. (¿Y si no culpamos al cerebro, a quién vamos a culpar? –digo yo).

Diana Delonzor, autora del libro "Never be late again", dice que los impuntuales no tienen intención de molestar a las personas que los esperan, ni de llamar la atención, simplemente que son así y lo han sido durante toda su vida, según publica la versión española del New York Times en El País.

Hace referencia a las pocas investigaciones que se han hecho sobre el tema y a las teorías a las que se ha llegado.

La teoría más aceptada por los expertos en la materia afirma que ciertas personas están más predispuestas a ser impuntuales que otras, y que parte del problema podría residir en el cerebro.

Algunos ejemplos
América Latina es, quizá, el sitio en que la impuntualidad llega a límites insospechados, hasta el punto de que ministros y concejales llegan tarde a las sesiones y debates sobre el estado de la nación.

Y es que si los gobernantes no dan ejemplo, qué pueden esperar de la sociedad.

El presidente de Perú hace una campaña para eliminar esta costumbre de su país.

La autora distingue entre dos tipos de personas impuntuales:

Los que son adictos a los plazos límites y los que se ven fortalecidos si consiguen hacer muchas cosas en el menor tiempo posible.

La impuntualidad se ha convertido en un vicio para la sociedad, en una costumbre cada vez más arraigada, y no solo a nivel nacional, sino también internacional.

Uno de los casos más peculiares es, por ejemplo, el del ex presidente Guillermo Toledo, el cual era conocido por llegar tarde a todos los sitios.

Su último retraso como presidente del país fue en la toma de posesión del cargo de su sucesor, Alan García, en julio del año pasado, según publica eltiempo.com.

El nuevo presidente, ante la situación, decidió lanzar una campaña contra la impuntualidad, a la que denominó "Perú, la hora sin demora".

Su objetivo es concienciar al pueblo peruano de la importancia del tiempo y del valor de este como recurso no renovable.

Después de la gente, lo que más se pierde en el país es el tiempo.

Otro de los retrasos memorables es el del líder nacionalista Ollanta Humala, quien llegó con veinte minutos de retraso al debate televisado durante la campaña presidencial porque se detuvo a comer un emparedado de pavo, según publica elmundo.es.

Sin prisa
Y es que esta costumbre ha pasado a formar parte de su cultura y tradición, y se encuentra tan "incrustada” en la sociedad que intentar cambiarla sería un trabajo complicado.

Este vicio ha alcanzado tal fama que, para los argentinos llegar puntual a una cita está mal visto.

Los colombianos, por su parte, tienen un refrán que dice que "Después de la gente, lo que más se pierde en el país es el tiempo".

¡Si usted es un impuntual sin remedio, no se preocupe!

En algunos países los retrasos están "muy bien vistos" y son síntoma de "buena educación".

Para dejar de ser tardón se debe:
Perder un autobús, un pasaje de avión, llegar tarde al trabajo, a clases o a una reunión, etc., tras desperezarse mil horas innecesarias en la cama y dar mil vueltas en la casa sin terminar de estar listos, provoca el enfado de quien espera.

Por eso aquí van unos consejos de especialistas para que logres llegar a tiempo y dejen de acordarse de toda tu parentela.

Suena el despertador, lo apagamos y seguimos por tan solo "cinco minutos más".

Solemos preguntarnos en qué pueden afectar unos minutos más, con la respuesta obvia del "en nada", mientras nos desperezamos entre las sábanas.

LOS-TARDONES-DSin embargo, esos minutos son valiosos a la hora de ser puntual.

Pero tranquilos, no todo está perdido. Aquí, una lista de consejos para evitar dejar todo para el último momento.

Y nada de engañarse con la vil mentira de adelantar el reloj.

Para la asesora en imagen y creadora de "Making off", Gisella Gulli, protocolariamente la espera tolerable es de hasta quince minutos.

Después de ese tiempo, es bastante molesto para el que está esperando.

Pero, sobre todo, es un signo de mala educación si no hay confianza; y si la hay, de desesperación.

A su vez, Gulli resaltó que en la actualidad muchos son los que van avisando a su cita que están "por llegar" para aplacar la molestia que puede generar en el otro.

¡Sin embargo, eso no los salva!

"Hoy es común que la gente vaya informando de su demora a través del celular como si eso modificara algo.

Pero lo cierto es que uno sigue llegando tarde a una cita concertada a una determinada hora, sigue quedando mal frente al otro y hace que este pierda su tiempo", expuso la especialista en imagen.

En tanto, la psicóloga Graciela Fernández, de la Asociación de Psicólogos de Buenos Aires, sostuvo que "no hay una razón real para ser impuntual" y que, por el contrario, "podría haber muchas razones, ya que se trata, más bien, de una cuestión de personalidad".

Pero, como la mayoría de las cosas, la personalidad también puede modificarse y eso depende específicamente de la voluntad de querer hacerlo y de que resulte contraproducente para el impuntual.

"Para que una persona impuntual modifique su conducta debe tener, ante todo, la intención de ello y, además, debe molestarle a él mismo.

De lo contrario, si su impuntualidad no le genera ningún perjuicio (problemas con los demás o con el trabajo), no cambiará su conducta", afirmó la especialista.

Anótate estos consejos prácticos de los especialistas para poner fin a tu impuntualidad:

Organizar el bolso o cartera la noche anterior. Los bolsos cada vez son más grandes y se parecen cada vez más a un agujero negro en donde encontrar algo o cambiar su contenido a otra cartera se vuelve una tarea que puede quitarnos preciados minutos y darnos, a cambio, mucho fastidio.

Para evitar esto y no olvidar nada en el traspaso de un bolso a otro, lo ideal es, en vez de tirar todos los objetos dentro del bolso, separarlos y ponerlos por categorías en bolsitos.

Por ejemplo, en uno colocar las llaves, el móvil y la agenda, todo junto.

De esta manera, cuando se cambie de cartera o bolso por la mañana y con el reloj en contra, solo es cuestión de cambiar bolsitas de una cartera a otra.

Algo fácil, rápido y que ahorra tiempo.

Planificar el día. Escribir los compromisos con horas exactas en la agenda o en notitas que se pueden pegar en cualquier lado visible es una buena estrategia.

Otro dato es no sobrecargar el día con actividades que no van a poder cumplirse.

Eso hará que, inevitablemente, se llegue tarde, estresado y con mala cara.

Tener en mente el vestuario. Lo ideal es tener pensado de antemano dos conjuntos –por si acaso– de ropa con los accesorios incluidos y dejarlos preparados desde la noche anterior.

Estos dos conjuntos vienen a ser los clásicos que tienen que estar en todo guardarropa, con el fin de sacarnos de un apuro y que, con solo cambiar los accesorios, se vaya como un "pincel".

Salir con tiempo de anticipación. Unos veinte o treinta minutos de sobra ante cualquier imprevisto siempre vienen bien, sobre todo, con los problemas de transporte que existen en la actualidad.

Y si se llega antes, se puede aprovechar para leer el diario, un libro o bien tomar un café.

Organizar los productos que se utilizarán. Para ahorrar tiempo y ser más eficaces lo ideal es separar los productos por necesidades, como todos los geles de ducha por un lado, por otro las cremas, separados los perfumes y, por último, el maquillaje, en el caso de nosotras.

Además, se pueden usar productos de belleza multifacéticos de modo de ahorrar aún más tiempo.

Existen jabones que vienen perfumados y correctores que sirven de base también.

Hacer un cálculo estimativo del tiempo. Calcular el tiempo aproximado que se tarda habitualmente en levantarse, desayunar, ducharse y vestirse sin llegar a la obsesión puede servir de ayuda en el momento de planificar las actividades del día.

Recompensarnos cuando lleguemos con puntualidad.

Carta a un impuntual

"Querido impuntual:
Casi siempre llegas tarde, a citas de trabajos, a citas con chicas, con amigos, con la familia...

Lo que se repite es que llegas tarde.

Tu acto de impuntualidad lo veo como un doble atentado. Por un lado, es como si no tuvieses en cuenta al otro y no fueses capaz de valorar su tiempo.

Por otro lado, y evidentemente, tampoco eres capaz de administrar tu tiempo.

De verdad, estoy cansada de que siempre tengas una excusa para justificar tu impuntualidad: un día es el tráfico, otro día el teléfono, otro día se te avería el coche, otro día es un olvido, montones de factores externos que parecen que atentan contra ti.

Pero ¿dónde queda tu responsabilidad?

Es más lógico pensar que hay algo en ti que te hace llegar tarde. Pensando de esta manera estás dejando a un lado la mala suerte, y así puedes hacer algo para que las cosas te ocurran de manera diferente.

Yo, que quedo contigo muy a menudo, tengo que tener muy claro donde posicionarme: si enfadarme o no enfadarme.

Por mi forma de afrontar la vida cotidiana, tengo muchos factores a mi favor para no enfadarme aunque la situación no sea justificable.

Por ejemplo, entiendo que no puedes hacer las cosas igual que yo, y que tengo que ser tolerante y pedir las cosas con modales y educación.

Porque hay que ser respetuosos para que los demás te puedan respetar.

Tal vez enfadarme solo sirva para invadir tus límites, acaso para hacerte daño, hacerte sufrir; o acaso para modificar tus formas…

Seguramente, recurrir al enfado no es más que una forma de exigencia.

Ya ves que enfadarme sería exagerado y, además, no serviría de nada porque una reprimenda exterior no cambia ningún funcionamiento interior.

Por todo eso, he preferido interpretar tu impuntualidad, ese hecho tan característico tuyo.

Y es que a veces tengo la impresión de que con esa impuntualidad quisieras jugar al despiste. Pero puedes preguntarte: ¿despistar a quién?

¡Sin duda, a la muerte!

El impuntual trata de escabullirse de su hora. Se cree que por no llegar nunca a tiempo también podrá ser impuntual a la hora de la muerte.

Y lo que no sabe es que ella, la hora de la muerte, es la que nos busca.

Ya sé que solo puedo comprometerme con mi deseo y no con los tuyos ni con los de nadie. Cada cual solo está en condiciones de exigirse a uno mismo.

Así que un beso y trata de manejar tu tiempo, en lugar de que el tiempo te plantee tantas contrariedades y te dirija a ti".

Fuentes:
http://www.que.es/ultimas-noticias
http://www.elobservatodo.cl
http://esceptico2007.blogspot.com
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"No es porque las cosas sean difíciles que no nos atrevemos; es porque no nos atrevemos que son difíciles" (Lucio Anneo Séneca).

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