¡Con lo fácil que es decir "nunca"!

Pero, el lenguaje popular –que no sabe de la ley del mínimo esfuerzo–, para decir lo mismo ha acuñado la colorida expresión "hasta que san Juan baje el dedo".


Así, podemos oír expresiones como: "la corrupción terminará cuando san Juan baje el dedo", que equivale a decir que esto nunca sucederá.

La expresión es conocida en España, en donde, en los medios rurales, suele decirse "hasta que san Juan abaje el dedo".

Otra variante, la hallamos en Sudamérica, en donde se oye: "hasta que san Juan agache el dedo".

Esta forma aparece en la novela colombiana "María", escrita en 1867 por Jorge Isaac.

Pero ¿de dónde nace este decir?
Nos dicen que san Juan Bautista fue el último de los profetas que anunciaron la venida de Cristo y el primero de los testigos de su llegada.

Su particularidad consiste en que, mientras los demás profetas habían anunciado a Cristo desde lejos, Juan Bautista lo señaló con el dedo:

"He aquí el Cordero de Dios". Por eso, desde siempre, el dedo de Juan Bautista adquirió una especial relevancia.

Los artistas, que a través del tiempo han creado la imagen de este santo, en esculturas o pinturas, siempre lo han representado con el dedo índice levantado.

A veces, apuntando hacia arriba; otras, apuntando a un cordero que lo acompaña.

Vale decir que san Juan Bautista es mucho más que un dedo levantado.

Es el único santo de quien se celebra el nacimiento y no la muerte, y su fiesta es el 24 de junio, caso único del santoral cristiano.

No es casualidad que este día sea próximo al solsticio de verano, cuando el tiempo de luz solar es el más largo del año.

Cuando la Iglesia cristiana llegó a Europa, se encontró con un arraigado culto al Sol.

Una de las principales fiestas solares era, precisamente, el 24 de junio, cerca del solsticio de verano.

Reconociendo la imposibilidad de eliminar la festividad, se optó por convertirla en la celebración de san Juan Bautista (ya sabe, por aquello de "si no puedes vencer a tus enemigos, únete a ellos").

Aún hoy, en los festejos de la noche de san Juan, grandes fogatas y desatada euforia son remembranza de antiguos ritos precristianos.

Es interesante caer en la cuenta de que la elección de san Juan Bautista para cubrir esta fiesta está directamente conectada con la elección del 24 de diciembre (solsticio de invierno), fecha que se eligió –y no fue una coincidencia– para celebrar el nacimiento de Cristo.

San Juan en Torralba del Río
Hablar de las características de un pueblo no es solo hablar de sus fortificaciones y de sus monumentos, ni de su brillante y lejana historia, que descansa en paz eCOSANBAUTn obscuros archivos.
Es también hablar de sus moradores actuales desde el momento en que han asimilado y conservado costumbres e instituciones seculares, hoy tan vivas como en tiempos pasados.

Una de estas instituciones medievales es la Cofradía de San Juan.

Su nombre completo, según se desprende de los archivos, es el de «Cofradía del Glorioso San Juan Bautista y Alabarderos».

Los cofrades
Al describir el desarrollo de esta fiesta, nos referimos a la forma de celebrarla en el presente siglo. Sus rasgos más notables es casi seguro que se dieran también durante una buena parte del siglo XIX.

Desde luego, la morfología actual difiere de la primitiva, como es natural. De esta última, pocos detalles concretos podemos señalar.

Es claro que con el tiempo el aspecto exterior –no nos atrevemos a tratar el ambiente espiritual de la cofradía– ha tenido un desarrollo en declive, aunque desde hace unos años, gracias a la iniciativa de los habitantes de Torralba, ha recuperado algo de su esplendor.

En primer lugar, aclararemos que san Juan no es el patrón de la localidad de Torralba del Río; lo es solamente de la cofradía que lleva su nombre.

El patrón de Torralba del Río es santo Tomás de Cantérbury. Por otro lado, las fiestas patronales tienen lugar en septiembre, en honor de la Virgen de Bañano.

Sin embargo, esta fiesta ha sido siempre muy celebrada por todo el vecindario. Además de los vecinos, acudían gentes de lugares cercanos, lo que nos da una idea del esplendor de la fiesta.

De víspera
El día 23 de junio se suspendían las faenas cotidianas antes que otros días.

Torralba se preparaba para celebrar una importante fiesta.

Los mozos comían pronto para ir a recibir a los músicos a las afueras del pueblo. La llegada de estos se anunciaba con cohetes. A continuación, la música daba una vuelta por la población.

Ni que decir tiene que los músicos eran recibidos con gran algarabía. Al anochecer, los cofrades se reunían a cenar.

El menú consistía en sopa y las menudencias del cordero o cabrito que se despacharía al día siguiente.

La mañana de San Juan
Lo mismo que en cualquier lugar, se encendían hogueras; las típicas hogueras de san Juan.

Estas se hacían en las afueras de la población y congregaban a grupos de personas que, tomando chocolate, eran sorprendidas por el sol sanjuanero en el amanecer más solemne del año.

A esa misma hora se solía acudir a una monumental fuente, situada junto al camino que conduce a Codés, para lavarse la cara con sus aguas.

En la imagen se ve la iglesia de Codés

COSANCODES


Las mujeres cogían en sus cántaros esa agua que manaba con las primeras luces del día.

Luego, era llevada a cada casa para que los familiares, al levantarse, se lavaran con ella. Esa agua «quita los granos».

Hace muchos años, los mozos vieron bañarse desnudo en dicha fuente a un vecino de avanzada edad, lo que fue motivo de bromas y comentarios.

Tal vez aquellos mozos ignoraban que en otro tiempo ese baño era una práctica extendida en el vecindario.

Lo que es cierto es que nos encontramos cara a cara con un caso, de entre la multitud que se ha citado hasta la fecha (leamos a Caro Baroja en su obra «La estación de amor»), de utilización de aguas de la mañana de san Juan, utilización promovida por una serie de creencias ancestrales que conforman el rico folclore del solsticio de verano.

Pero volvamos a la mañana de san Juan torralbesa. A primera hora, un cofrade se vestía de Juan Lobo.

Ataviado con ramas y hiedras, con un pañuelo ceñido a la cabeza a modo de turbante y la cara ennegrecida con un corcho quemado, sorprendía a los madrugadores y trasnochadores que celebraban la fiesta por las afueras tomando el chocolate de rigor.

En seguida los mozos, armados con palos, escopetas, cohetes, etc., emprendían una veloz persecución por todo el término.

El furtivo, al verse acosado, se dejaba coger, pero pronto se daba de nuevo a la fuga. Por último, Juan Lobo se dirigía a la balsa que está junto al pueblo y allí era capturado definitivamente.

Pero eso costaba mucho a sus perseguidores, ya que el bandido encontraba su último refugio en las aguas de la balsa. Desde allí salpicaba denodadamente a los otros, que intentaban cogerle desde la orilla.

Al final, el terrible Juan Lobo era apresado y conducido a caballo o en burro hasta el frontón que hay junto a la iglesia.

 

Una vez más, se había revivido el viejo episodio de la cofradía.

Juan Lobo camino de la plaza para ser juzgado y conCOSAJULOBdenado

En el trinquete se leía una sentencia, siempre en verso, que se componía cada año. En ella se acusaba a Juan Lobo de los males acaecidos durante el año.

Por último, era ejecutado según dictaba la sentencia; unos disparos o unas lanzadas «de mentira» acababan con aquel estrafalario personaje. A veces había perdón.

Una vez concluido este simulacro, los cofrades iban a sus casas «a mudarse» para asistir a la procesión y misa solemne que tenía lugar a media mañana.

El cofrade que por unas horas abandonaba, con todo su buen humor, el cristianismo, llegaba siempre a casa sudoroso y empapado por las aguas de la balsa.

Pero eso importaba poco; aún quedaba todo el día de San Juan por delante.

Los cofrades, como hemos visto, tienen obligación de acudir a las funciones religiosas de la cofradía. Para ello, era necesario llevar un bastón como distintivo de la cofradía, con la obligatoriedad de tenerlo consigo durante toda la fiesta.

Estos bastones tienen tallado en el mango una cabeza de animal o de persona. Para el cofrade que no lo usaba hay multas determinadas en las reglas de la cofradía.

Es también obligatorio usarlos en los entierros de cofrades.

El abad, tanto en la fiesta de San Juan como en los entierros, lleva una lanza que hace las veces de banderín.

Esta lanza –como de 1,70 metros aproximadamente– es de indudable antigüedad. Junto a la punta va una pieza de damasco rojo con ribetes dorados, que constituye el banderín.

Se ponen, además, como adornos dos o tres lazos de seda bordada con flecos dorados y que sujetan otros tantos pañuelos de seda multicolores.

La ornamentación se complementa con flores frescas rodeando la punta de la lanza.

En los entierros se adornaba solo con un lazo negro con bordados.

En la procesión se sacaba el santo en andas. El bulto de san Juan llevaba el collar de roscos rodeándolo.

También se colocaban roscos en la peana.

Estos roscos eran para los cofrades y los monaguillos.

 


Antiguamente, el abad solía ir con la lanza montando un caballo, a poder ser blanco.

Algún año fue vestido de militar: «chaqueta» amarilla con galones dorados en las mangas, pantalones verdes con galones dorados, botas de montar y gorro con plumas, de los que usaban antes los militares.

La misa la pagaba la cofradía, como viene especificado en las reglas. No obstante, acudía todo el pueblo, como en las grandes festividades.

La cofradía, en la actualidad, está formada por unos cincuenta hombres. Existen los cargos de abad, dos mayordomos y cursor.

Este último es el encargado de hacer sonar la campanilla de la cofradía para llamar a los cofrades a las misas mensuales y otros asuntos de la cofradía. Estos cargos son para un año.

Hay una bula con indulgencias dada a la cofradía por Benedicto XIII en 1726, y  Fernando Bujanda opina que esta bula pontificia quizá se obtuviese por intercesión del P. Miguel de Torralba, prestigioso capuchino del siglo XVIII.

Al mediodía había una gran comida de hermandad a base de cordero y buen vino. Los cofrades se juntaban en casa del abad y también en la de los mayordomos si en la primera no cabían todos.

El baile de la balsa
Por la tarde había vísperas y rosario. A continuación, los cofrades, siempre con los bastones en la mano, acompañados de la música, se desplazaban hasta las orillas de la balsa.

Esta balsa estaba situada a las afueras del pueblo. Allí tenía lugar "el alarde".

Los torralbeses dan mucha importancia a este alarde; es lo que da más fama a la cofradía, según ellos.

Todo el pueblo, y también personas de pueblos cercanos, bajaba a la balsa a presenciarlo. Junto a la orilla se ponían tres sillas: para el abad de la cofradía, para el párroco y para el músico.

El alarde consistía en una reverencia –que era esencial– que cada cofrade hacía ante la lanza del abad y en bailar a continuación individualmente una pieza determinada, volviendo a hacer la misma reverencia al terminar.

El primero en bailar era el abad, que lo hacía empuñando la vieja lanza. A continuación iban pasando, uno por uno ante la lanza, el resto de los cofrades, llevando todos ellos el bastón en la mano.

Las reverencias consistían en una ligera genuflexión, acompañada por el gesto de descubrirse la cabeza si el cofrade llevaba boina.

El baile era alegre pero austero.

La pieza que tocaban los músicos era siempre un aire de jota. Los cofrades la solían bailar empezando con «punteados» para seguir con movimientos laterales y vueltas, todo ello con sencillez.

De todas formas, cada uno lo hacía a su manera.

Los músicos tenían la obligación de repetir el baile sin interrupción, una y otra vez, hasta que todos los cofrades habían pasado ante la lanza.

La variedad de melodías en el alarde puede ser debida a la presencia de diferentes músicos a lo largo del tiempo.

Esta pieza que se tocaba durante el alarde es lo que se llama «el Baile de la Balsa». Una vez terminado el alarde, los cofrades y los espectadores que habían presenciado la ceremonia volvían al pueblo de la misma forma que habían bajado a la balsa.

Durante el recorrido los músicos tocaban pasacalles o pasodobles.

El día de san Juanillo
Al día siguiente era el día de «san Juanillo». Había una misa por los cofrades difuntos a la que se iba con la lanza y los bastones, como el día anterior.

Después de la misa se hacía renovación de cargos. La lanza con todos sus aderezos, junto con el libro de cuentas de la cofradía y las velas para el altar de san Juan, era depositada en casa del nuevo abad.

Con este motivo, los cofrades recorrían, con las músicas, las calles cantando unas coplas a los vecinos y, en especial, a los nuevos cargos.

Estas coplas eran, para entendernos, de las de «picadillo». Por ello, aunque algunas estaban compuestas ya de antemano, la mayoría se improvisaban sobre la marcha.

Se entablaba entonces un picante diálogo que terminaba cuando a alguna de las partes se le agotaba la fuente de inspiración.

La melodía de estas coplas de san Juanillo es de una hechura especial; para su interpretación los músicos tocaban solos una vez la melodía, y a continuación una segunda vez acompañados ya por la voz del cantador de la copla.

A continuación, damos como ejemplo unas coplas recogidas de entre los cientos de ellas que se recuerdan en Torralba:

La «pájara» y la «culetes»
se han echado dos mocetes.
A uno le llaman «palancas»
y a otro le llaman «carretes».

Las campanas van tocando
y el esquilón dando vueltas,
los amores de Martín
traen a la Leonor muerta.

A veces, sobre todo cuando la rima era fácil y se veía venir, se terminaba el último verso con una palabra que no rimase, con lo que las risas del auditorio eran todavía mayores.

Este día también se juntaban los cofrades a comer como el día anterior.

Una vez terminadas las fiestas de la Cofradía de San Juan, el pueblo volvía a la normalidad.

Los cofrades retornaban al trabajo diario con las preocupaciones y esperanzas de la ya muy cercana cosecha.

Fuentes:
http://guindo.pntic.mec.es/rszczybe
http://www.aidsinfonet.org
http://www.consumer.es/web/es/salud
http://www.masalladelaciencia.es
http://capsuladelengua.wordpress.com
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"Cuando perdonamos, nuestros sentimientos dejan de ser presa de la persona que nos lastimó (Robin Casarjian).


















 

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