El jardín, como cualquier otra forma de arte, ha evolucionado sobre la mayor parte del mundo.

Como con otras formas de arte, el jardín se ha desarrollado en muy diferentes direcciones.

En Inglaterra, de donde proviene mucha de la herencia de la jardinería americana, están en boga los pastos bien recortados y jardines formales de rosas.


Siguiendo el canal, Francia nos ha dado el parterre y el allee, marcas seguras de la mano del hombre en la tierra.

Incluso la villa italiana muestra sus caminos y camas en líneas rectas y formales.

La visión occidental, el alcance del progreso y la civilización del hemisferio occidental, ha sido la historia de la dominación del hombre sobre la Naturaleza, doblegarla para acomodarla a sus propias necesidades y deseos.

Es por eso natural que nuestras tradiciones en jardinería reflejen este paradigma.

Las filosofías orientales ven la Naturaleza bajo una luz totalmente diferente. La Naturaleza fue vista como una aliada que pone comida sobre la mesa, y fue reverenciada como el ideal de belleza.

No era algo a lo que se estaba subyugado. En lugar de imponer un ideal de belleza hecho por el hombre en el paisaje, la Naturaleza fue sintetizada en miniatura en el jardín.

Esta filosofía de jardinería llegó a su cúspide en el antiguo Japón. Tomando bastante prestado del modelo chino, los japoneses destilaron una forma de jardinería que reflejó (y definió) su propia cultura.

Lo que simplemente había sido un lugar para disfrutar un día soleado se vino a convertir no solo en un lugar de profunda reflexión, sino también en el trono del refinamiento cultural por miles de años.

En el jardín japonés uno puede encontrar la llave para entrar al alma de las personas.

De la senda cuidadosamente lavada y barrida del jardín de té a la velada vista de un pino a través de la abertura de una cerca acorde al estilo japonés, se revela a sí misma la psiquis de esta cultura ancestral.

Koko, la veneración del tiempo eterno, shizen, o el rechazo de lo artificial, y yugen, u oscuridad (implicando los misterioso o sutil), mejor revelado por miegakure, o el rechazo de la expresión total.

Todos estos conceptos los encontrará en el más bajo jardín japonés. Quizás, al entender el arte de jardinería, podremos entender a su gente y apreciar más profundamente el mundo alrededor.

De China a Japón
Como anotamos anteriormente, el jardín tal cual lo conocemos llegó de China a Japón.

Durante la dinastía Han, el emperador Wu Di (140-87 a. de C.) estableció un jardín que contenía tres pequeñas islas, imitando las Islas de los Inmortales, quienes eran las principales deidades taoístas.

Estos jardines de lagos y montañas se convirtieron en el estándar del día, siempre representando (en abstracto) las legendarias tierras.

No hubo un esfuerzo para aproximarse a la Naturaleza; se le aplicó un estilo de algo fuera de este mundo.

En el 607 después de Cristo, el emperador Yang Di estableció relaciones con Japón y recibió en su lujoso parque al primer enviado especial, Ono no Imoko, quien regresó a Japón con muchas ideas (incluyendo el budismo), y cuatro años después de su regreso se estableció en Japón el primer jardín con colina y laguna.

ELJARJAQINSHI Qin Shi Huang, buscador de las Islas de los Inmortales, murió en su viaje hacia ellas, en busca de un brebaje que le diera la vida eterna

Era Asuka: la tradición shinto
No quiero decir que hasta este punto no se sabía nada de jardines en Japón.

La religión shinto deificaba a la Naturaleza, e incluso adoraba rocas o árboles particularmente hermosos.

Se limpiaba el área alrededor de ellos y la roca o árbol se amarraba con una cuerda de arroz (shimenawa), anunciando así que el área era un sitio santo en donde el hombre y la Naturaleza podían tener comunión.

Esta área fue conocida como niwa, una palabra que también denota un campo cultivado, lo cual muestra los lazos cercanos que los japoneses mantienen con la tierra.

Estos niwa fueron los jardines de la primera mitad del periodo Asuka (552-646 d. de C.).

El modelo chino dominó la siguiente mitad.

Era Nara: fusión de tradiciones
Durante la era Nara (646-794 d. de C.), hubo una gran fusión de los pensamientos chino y japonés.

Encontramos el primer uso de la palabra niwa denotando el estilo de jardín chino más formal en una obra de este periodo.

La arquitectura del periodo, un estilo conocido como shinden, utilizaba aceras entre los edificios.

Estas aceras eran acompañadas de jardines simples de rocas y plantas complementarias a los edificios (usualmente complejos de templos o palacios reales).

Este periodo también vio la introducción del shumisen, una representación budista del centro del universo con una gran montaña rocosa central como la morada de Buda, rodeada de rocas más pequeñas para sus discípulos.

Era Heian: el surgimiento de la opulencia
La era Heian (794-1185 d. de C.) fue un periodo de lujo y elegancia en Japón.

Los jardines se volvieron más opulentos y complejos, y sirvieron como sitios lúdicos para los ricos y famosos.

Se esperaba de cualquier aristócrata bien educado que fuera versado en el diseño de jardines, y la contemplación de jardines o andar en bote en la laguna del jardín eran los pasatiempos preferidos de la época.

En este periodo encontramos el "Sakuteiki", o "Libro del jardín", escrito por Tachibana no Toshitsuna, siendo esta obra el verdadero punto de partida de la jardinería japonesa.

La jardinería china —de hecho, mucha de la vida china— estaba reglada por las leyes del feng shui, o geomancia.

Esta reglas solo permitían jardines en lugares específicos (un río al este, una montaña al norte, etc.).

El Sakuteiki remedió algunos de estos problemas (por ejemplo, tres sauces podrían plantarse al este en el lugar del río).

En efecto, este manual de jardinería liberó a los diseñadores del periodo de las últimas restricciones del pensamiento chino.

El Sakuteiki también instó la colocación de rocas como la primera preocupación del diseñador, un cambio más al modelo previo.

Era Kamakura: el jardín como un lugar de reflexión
A medida que entramos en la era Kamakura (1185-1392) vemos otro cambio profundo en el diseño de jardines.

Mientras el nuevo sogún y su samurái aceptaban la religión zen, el jardín pasó de ser un lugar de recreación a uno de contemplación. Para mantener los tonos más religiosos del jardín, los nuevos diseñadores de jardines no eran aristócratas, sino sacerdotes.

Muso Soseki (1275-1351) fue el diseñador líder de la época. Sus jardines fueron los primeros en incorporar algunos de los más grandes cambios de diseño en ese tiempo.

En lugar de ser visto desde un edificio o bote, Soseki llevó al espectador al jardín para contemplar las vistas cambiantes a medida que se movía a través del paisaje.

Algunos de los conceptos del diseño de jardines japoneses (escenario prestado que esconde y revela) son directamente atribuibles a Soseki.

Surgimiento de la influencia zen
La era Muromachi (1393-1558) fue un tiempo de poco descanso en Japón, debido a la guerra civil.

Sorprendentemente, también es un periodo notable por su gran cultura, con el desarrollo del teatro Noh, pintura de paisajes y la cha no yu, o ceremonia del té.

El nacimiento de la clase mercantil, o clase media, también llevó a la tsuboniwa, o jardines cortesanos que cabían en espacios más pequeños, en hogares menos arreglados.

El incremento de la influencia zen es claramente visto en la llegada del karesansui, o estilo de paisaje seco.

A la era Momoyama (1569-1603) se le llama algunas veces la era ‘rococó’ de la historia japonesa.

Los jardines se volvieron mucho más elaborados, empezando a aparecer piedra cortada en pasajes y puentes. Esto condujo a una reacción violenta al final de la era.

A medida que la ceremonia del té se hacía más importante en la cultura japonesa, Sen no Rikyu (el líder japonés del té) empezó un movimiento hacia un estilo más rústico de ceremonia, disminuyendo adornos lujosos y favoreciendo implementos que podían encontrarse en la choza del campesino más humilde.

Su jardín de té siguió esta línea de pensamiento, y los jardines simples y no pretenciosos se volvieron el sello del buen gusto.

Otro maestro líder del té de ese periodo, Kobori Enshu, empezó a diseñar jardines profesionalmente rompiendo la tradición de los "sacerdotes coloca-piedras".

La jardinería pasa a la corriente principal
Mientras Japón se dirigía hacia el periodo Edo (1603-1867), los jardineros profesionales se volvieron más importantes, haciendo trabajos para una clase media burguesa.

Muchos de estos diseñadores eran de clases más bajas, y la fábrica social empezaba a cambiar a medida que antiguos campesinos se rozaban con los altos y poderosos.

Este periodo no es realmente conocido por algún estilo en particular, ya que los jardines se volvieron productos al gusto del cliente más que un diseño que prevalecía.

La mayoría de estilos discutidos anteriormente pueden encontrarse en los jardines construidos en esta época.

Llegando al final de la época, el aislamiento que había protegido a Japón por siglos había terminado, e influencias externas empezaron a encontrar su camino dentro de la sociedad japonesa, marcando la clausura del jardín tradicional.

Donde viven los inmortales
La historia del jardín japonés es también la historia de la búsqueda del paraíso, ese lugar de íntima relación con la Naturaleza, donde el dolor y los pesares de la vida no entran.

Pero hay algo más intrínseco a ello: la búsqueda de la inmortalidad, el deseo de que ese paraíso se mantenga para siempre.

El inicio de esa búsqueda no sucedió en Japón; debemos rastrearla en el continente, en el comienzo de la dinastía imperial china.

Y si quisiéramos, podríamos ir incluso más lejos, a Mesopotamia y Egipto, pero queremos esbozar aquí la influencia inmediata que tuvo la cultura japonesa al respecto.

Antes que nada, debemos aclarar que la cosmovisión japonesa de la época medieval (momento en que la visión del paraíso era parte tanto de la religión como del diseño de los jardines) es el resultado de la asimilación gradual de varias corrientes.

Las influencias han provenido de Corea, China e India, aunque de esta última lo han hecho en forma indirecta, ya que los elementos de su cultura han llegado a Japón luego de pasar por el crisol chino.

Así descubrimos que del continente han arribado tanto libros como maestros y artistas chinos, y junto con ellos no solo un idioma y una forma de escritura, sino también la mitología, religión, filosofía, arte, urbanismo, costumbres, en fin, toda una cosmovisión.

Al entrar en la época Kamakura, el budismo ya llevaba seis siglos desde su llegada a Japón, fusionándose con el shintoísmo.

Más antigua había sido la introducción del cultivo de arroz, que conforma toda una cultura en sí misma, hacia el 300 a. de C.

Al arroz le siguieron objetos de bronce, luego de hierro, formas de hacer cerámica, de pintar y esculpir, el calendario, la tinta y el papel. Finalmente, precisamente en 1191, llegará algo que con el tiempo conformará una verdadera mística, incluso una arquitectura: el té.

Ahora sí, de las contribuciones originales de la cultura china, ciertos elementos e imágenes de los mitos taoístas serán trasladados al diseño del jardín.

Uno de ellos es el mito de las Islas de los Inmortales.

Tal lugar paradisíaco estaba situado en el mar oriental, frente a la costa de Shandong.

Las islas de ensueño tenían altísimas montañas, de miles de metros de altura.

La abundancia en las islas era increíble, las construcciones eran de oro, plata y jade, los animales tenían bellos colores y había una frondosa vegetación compuesta por árboles de perlas y piedras preciosas.

Los animales de las islas son de un blanco inmaculado.

Ahí no termina todo; las islas ejercían una poderosa atracción sobre los antiguos chinos, ya que guardaban el tesoro más preciado: la juventud eterna.

Los inmortales que vivían allí poseían poderes sobrenaturales, como la levitación, aunque preferían el vuelo en grulla entre las altas montañas.

ELJARJAESCI-1  [Escena del mito de los ocho inmortales cruzando el mar]


Un mito cuenta que las islas flotaban en la superficie. Como sus habitantes temieron que se fueran a la deriva, solicitaron ayuda al Supremo Gobernante del Cielo.

Este envió quince enormes tortugas en donde se asentaron las islas, aunque no por mucho tiempo.

Un gigante atrapó algunas tortugas y se las llevó; como resultado, dos islas fueron arrastradas por las olas y se perdieron. Tal es la nopermanencia de las cosas, aun de las islas de los inmortales.

Lo cierto es que en la legendaria China antigua, donde el mito se confunde con la historia, hubo emperadores que creyeron realmente en la existencia de las islas y, preocupados por obtener el frELJAQINSHIHUANGDIuto de la inmortalidad, llegaron a costear expediciones para encontrarlas.

En la imagen podemos contemplar al autodenominado Primer Emperador o Shi Huangdi (260-210 a. de C.).

Él era un hombre llamado a realizar empresas grandiosas, como unir bajo su mandato el extenso territorio de los reinos chinos, pretender cerrar tal territorio con la construcción de una gran muralla y abolir la inmensa historia previa a su reinado quemando todos los archivos reales.

Su misma tumba continúa siendo objeto de especulaciones, aunque el descubrimiento del fabuloso ejército de terracota que lo protege en el mas allá hace que toda nuestra imaginación sea escasa.

El hecho que nos interesa es su búsqueda “material” de la inmortalidad.

El Primer Emperador estaba convencido de la existencia de las islas de los inmortales.

Con el fin de encontrarlas, hizo tres viajes a la isla de Zhifu; no tuvo éxito. Luego, envió a un personaje al cual algunas leyendas lo vinculan con Japón: Xu Fu.

Luego de varios años de búsqueda, volvió con las manos vacías, pero alimentó aún más la ansiedad del emperador al contarle que había estado cerca de cumplir con su cometido.

Como los inmortales denegaron darle la planta sagrada, sugirió a Shi Huangdi enviar como ofrendas a jóvenes y artesanos capaces de crear bellos regalos para los inmortales.

Se organizó una flota de sesenta barcos, tres mil muchachos y muchachas, los artífices y cinco mil tripulantes. Con todo ese gasto, su objetivo no fue cumplido.

Al cuestionar el emperador a Xu Fu, este se excusó diciendo que bestias marinas habían impedido a la flota llegar a la montaña sagrada del mar.

El emperador confió nuevamente en él, aumentó la tripulación con arqueros y, todos juntos, se hicieron a la mar en el 210, para nunca más regresar.

La versión de que Xu Fu se dirigió a Japón y se estableció allí, con el tiempo, se popularizó. Una estampa del genial Hokusai muestra el instante en que Xu Fu llega al Monte Fuji y, extasiado, descubre que su búsqueda ha terminado.

El motivo de las islas de los inmortales, como dijimos al principio, se trasladó desde temprano al arte paisajista japonés.

Así, aparecen en innumerables jardines varias formas de representar las mismas.

Generalmente, se le llama isla Horai (esta también puede ser una pequeña península en el estanque o una roca vertical dentro de una composición pétrea). Otras variantes comunes son las islas de las tortugas y de las grullas.

La tortuga, así como la grulla, es un animal que vive mucho tiempo; de ahí su inclusión en el mito de las islas de los inmortales.

Otras islas dentro del jardín japonés de este tipo se denominan islas de las grullas, el “vehículo” volante de los habitantes de las míticas islas.

¿Un par de islas, una de la tortuga y otra de la grulla…?

El jardín del Tenryuji o templo del dragón celestial, situado al oeste de Kyoto, pertenece a un monasterio zen y fue realizado a comienzos del siglo XIV.

Presenta un hermoso estanque no muy grande con algunos puentes y una serie de composiciones pétreas de contenidos simbólicos.

Jardín con estanque del Tenryuji
Frente ELJARJISHORAINa la vivienda del sumo sacerdote se encuentra una cascada diseñada con piedras, que es muy hermosa.

Da la impresión de representar una catarata.

La composición se corresponde con el mito de la puerta del dragón. Ahora nos interesa una serie de rocas situadas delante de la cascada y dentro del estanque; parecen emerger del mismo.


Las rocas son siete y representan las míticas islas de los inmortales.

Imagen islas Horai

Otro jardín de Kyoto que presenta la simbología de las islas míticas, en este caso del tipo kare sansui o jardín seco; es el Ryogenin.
ELJARRYOGENIN

El templo posee varios jardines secos.

El más grande constituye una representación del universo, “condensado” en un amplio mar de grava rastrillada.

Dentro del mar encontramos tres composiciones: en el fondo, en la esquina, las islas Horai.

A la derecha, atrás, una isla de las grullas.

Por último, una isla de las tortugas con musgo.

Este ha sido nuestro pequeño recorrido por la historia del antiguo mito de la búsqueda del paraíso de los inmortales y su presencia en el diseño paisajístico.

Más allá de que uno conozca o no la simbología de los jardines japoneses, la percepción que uno tiene en su presencia es la misma: uno se siente como si estuviera en el paraíso.

Allí el tiempo se detiene, o se esfuma literalmente, y la eternidad irrumpe. La búsqueda, como la de Xu Fu hace dos milenios, también ha terminado.

Fuentes:
http://tierradecrisantemos.blogspot.com/2008/05/donde-viven-los-inmortales.html
http://www.elbuenjardinero.com/lilas/index.html
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"Cumplamos la tarea de vivir de tal modo que, cuando muramos, incluso el de la funeraria lo sienta" (Anónimo).

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