Por los que actúan:

Más allá de las noticias, que van informando de lo que sucede cada día, hay una enorme zona

de penumbra que rara vez recibe la iluminación mediática.

Ya sabemos que los medios seleccionan esa parte de la realidad que responde a sus intereses, más cercanos a los beneficios comerciales o los repartos de poder de los grandes grupos y corporaciones que a lo que de verdad nos importa a los ciudadanos.

En ese territorio ignorado y olvidado, trabajan innumerables seres humanos, que mantienen viva la llama de la esperanza en que las cosas pueden ir mejor para todos.

No los veremos ocupando titulares, porque muchos piensan que su labor debe seguir siendo callada y algunos la calificarían como insignificante.

Y sin embargo, sostienen en lo profundo a toda la sociedad.

En todo caso, no es fácil encontrar a gente que tenga la capacidad o esté dispuesta a dejarse convocar por las causas del bien común, para aunar esfuerzos a favor de ideales nobles y elevados.

Es más frecuente comprobar cómo los intereses egoístas y la búsqueda permanente del propio beneficio, aun a expensas de los demás, movilizan con mayor facilidad los trabajos.

En este sentido, podemos recordar la famosa cita de Bertolt Brecht:

“Hay quienes luchan un día y son buenos, hay quienes luchan por más tiempo y son mejores y los hay que luchan toda la vida y esos son los imprescindibles”.

Son pocos, es verdad, los que no se dejan vencer por el cansancio y las decepciones y se mantienen en la línea de los que saben que añadir la contribución, aunque pequeña, de la propia acción para ayudar a que las cosas mejoren no cae en saco roto, ni se disuelve en el caos del anonimato, sino que, por el contrario, deja su huella indeleble y beneficia, en algún lugar, sin duda, a alguien, siempre.

Personas así merece la pena encontrar en el camino de la vida y hacer lo posible para sostener su trato, más allá de los cambios que nos depara el destino.

Son los seres humanos que se mantienen vivos en su alma, porque a través de sus actos, sostenidos por su voluntad y por su amor constante, fluye la energía del universo.

Son imprescindibles, porque sin ellos estaríamos más solos y en peligro.
M.ª Dolores F.-Fígares

Voluntariado-Voluntarios

¿Qué es eso?
Hoy se oye hablar tanto de ello, hay tantos grupos de voluntariado...

¡Sí!, efectivamente, yo pertenezco a uno de ellos, a GEA, y os voy a contar lo que yo entiendo por ser un voluntario y por realizar un acto de voluntariado.

Hace años que llegué a GEA, donde me hablaron acerca de lo que significaba el nombre de GEA, la Tierra, esa antigua diosa madre de los griegos, aquella que nos acoge sin pedir nada a cambio, aquella que nos da la vida.

Y me explicaron que GEA era el nombre que inspiraba y guiaba la labor voluntaria del grupo (entonces imaginé un rostro sereno en el mascarón de proa de un barco).

Y, claro, me explicaron qué era ser voluntario/a, y qué el voluntariado.

Os lo quiero resumir en pocas palabras; me dijeron sobre el voluntario que es un ser humano que actúa movido por su voluntad, dirigiendo sus pasos hacia una meta, sabiendo por qué y para qué camina...

Y sobre el voluntariado me explicaron que era el acto de unir voluntades por un fin común..., (y yo seguía imaginando mi barco...).

Ante estas explicaciones –y cuando me planteé convertirme en voluntaria (para seguir, en principio, la estela de mi barco imaginario)–, comenzaron a asaltarme las comparaciones, las inevitables miradas hacia aquellos que ya se consideran voluntarios, pero me encontré con voluntarios que no actuaban sabiendo por qué y para qué caminan, sino porque tenían vacaciones o no trabajaban o, simplemente, no tenían nada que hacer y, como alguno me dijo, “viajaban gratis”.

No estaban haciendo voluntariado, no se unían con ningún fin común; hacían voluntariado porque no tenían otra cosa mejor que hacer y, en el mejor de los casos, porque les sobraba el tiempo...

Aquí hubo un conflicto en mi interior. Traté de aclararme y aclarar los conceptos que iban a ser el motor que impulsara mis acciones.

Yo tenía que saber por qué actuaba, ¿por qué lo hacen los demás?, ¿porque está de moda?, ¿porque me sobra el tiempo?, ¿porque quiero ser un héroe?

Y seguí imaginando mi barco surcando los mares inmensos de nuestra querida GEA...

Yo quería ser voluntaria porque necesitaba corresponder a esa Madre Tierra que, generosamente y sin pedir nada a cambio, nos ofrece su energía; yo no podía ser voluntaria porque me sobrara la energía en cualquiera de sus facetas: dinero, tiempo, técnica, etc.

Yo tenía que compartir mi vida con aquellos que no tenían la oportunidad de tener lo que yo, pero no porque me sobrara sino porque, al igual que la Tierra, tenemos que compartir lo que tenemos, no lo que nos sobra; eso sería un acto no de generosidad sino de egocentrismo y egoísmo (...imaginaba mi barco cada vez más fuerte y más potente).

Y realmente valoré si quería unir mi voluntad a otras voluntades por un fin común:

“Paliar el dolor allí donde se encuentre en la tierra” (imaginé que iba a ser larga y ardua la travesía que iba a emprender en mi barco).

Hubo dudas que me asaltaron, imágenes que invadían mi mente y que me impedían embarcarme en esta aventura.



Pero fue más fuerte mi voluntad, saber quién era y qué quería ser: “un voluntario/a”.

¡Aquel que actúa impulsado por su voluntad!

Hoy, después de muchos años, quiero deciros que no hay mayor experiencia ni más gratificante que poder ayudar a la Humanidad, a la Naturaleza a paliar el dolor.

El mayor motor de ayuda, la mejor fórmula para el tan de moda autoconocimiento y autoayuda es el ayudar a los demás, tratar de dar lo que uno tiene, de compartirlo.

Como comparte la Naturaleza, como lo hace el Sol regalándonos diariamente su luz y su calor.

Hay días en los que las tormentas en esta travesía te impedirán caminar y, a veces, verás zozobrar el barco por numerosas embestidas de monstruos infernales que se visten de múltiples colores y se presentan con máscaras de rostro beatífico o banderas con insignias, que quieren hacerte creer que van hacia el mismo puerto y, en realidad, lo que quieren es abordar tu barco y hundirlo.

Aun así y ante las dificultades que se presentan y se presentarán siempre, habrá un rayo de sol y una estrella en la noche que te señalará el rumbo y te recordará cuál es tu meta y, gracias a ello, sabrás reconocer las señales que desde el fondo de la tierra, desde lo más profundo de los mares, ella te emite para seguir surcando la ruta que te llevará a esa meta anhelada, la unidad en la Humanidad, la unidad con la Naturaleza.

Y, más en el fondo, a tu propio corazón, a tu propia voluntad, a tu ser voluntario.

Espero que mi experiencia pueda servirte, compañero de ruta.

Unamos nuestras voluntades y llevemos a buen puerto nuestro barco..., el barco de la vida.Voluntaria de Gea

Para todos aquellos que surcáis la ruta del voluntariado.

Un voluntario del mundo
Hoy quiero reflexionar con vosotros, con todos los que leáis estas líneas, sobre algunos acontecimientos del día.

Alegría, trabajo, compañerismo...

Son solo tres palabras que pueden definir la jornada de hoy, que comenzó, una vez más, trasladándonos en el bus al colegio Kapryac; de camino, hicimos una parada para comprar medicamentos que nos faltaban para algunos pacientes:

Paracetamol, antiinflamatorios y antihistamínicos, y cuál fue nuestra sorpresa cuando, al preguntar los precios, nos quedamos sorprendidos al ver que el coste de algunos de estos medicamentos es irrisorio.

Solo os daré un ejemplo que todos seguro que conocéis, que es el paracetamol.

1000 pastillas nos costaron 46.880 rupias (al cambio en euros, 3,20).

¡Qué diferencia ¿verdad? para nosotros, los europeos, a quienes nos cuestan 20 pastillas 4 ó 5 euros, al menos!

¡Sí!, con esos márgenes juegan los laboratorios, con algo tan básico como es la salud de los ciudadanos.

Después de las compras en la farmacia, fuimos directamente al colegio.

Cuando llegamos, nos esperaban los niños y los ciudadanos de las aldeas vecinas, haciendo una larga cola de espera, y sonrientes al vernos llegar.

El día ha transcurrido haciendo una zanja para la cimentación del futuro muro que separa el colegio de la carretera, para evitar que los niños corran peligro de ser atropellados por los cientos de motocicletas que pasan constantemente.

El día finalizó habiendo pasado consulta a más de 70 pacientes, a los que se entregaron sus respectivos tratamientos, y recogiendo los ordenadores que el día anterior habíamos comprado.

Por hoy os dejamos, con un intenso calor en el corazón y un profundo agradecimiento a la vida por permitirnos compartirla con aquellos a los que tanto les falta y a los que tanto queremos.
Angelina Molina

Fuentes:
www.elistas.net/lista/portalfilosofia
http://voluntariosdegea.blogspot.com
http://www.geaesp.org/ayuda_indonesia.php
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"No hay más que uno modo de ser felices: vivir para los demás" (Leon Tolstoi).

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