“No basta que el médico haga por su parte cuanto debe hacer, si por la suya no concurren al mismo objeto, el enfermo, los asistentes y demás circunstancias exteriores”. -Hipócrates-.

"El médico que a la vez no es filósofo, no es ni siquiera médico." - Letamendi.

F) Los siglos XIII y XIV: Indudablemente a partir del siglo XIII se inicia la decadencia en la medicina arábigo-española. Sin embargo aún habrían de surgir figuras de primera fila, entre ellas la del malagueño Ibn al-Baytar, a quien Menéndez Pelayo llamó "el Dioscórides español del siglo XIII".

Destacó de modo extraordinario como botánico, siendo autor, entre otras, de una obra en la que recopiló 1.400 nombres de drogas simples, tomadas de los tres reinos, animal, vegetal y mineral, y utilizando en sus comentarios 150 autores de las más distintas procedencias.

Aunque nacido en Málaga y formado en Sevilla, su labor se desarrolló por el norte de África y Oriente, en cuyos territorios fue herborizando, a medida que los recorría. Y cerramos este ciclo histórico con la mención de la medicina en el reino nazarí granadino. Para no agobiar con nombres, nos limitaremos, como en casos precedentes a destacar lo más significativo de ellos.

A este respecto, bueno será recordar las figuras de Ibn Játima de Almería y, sobre todo, el célebre visir, historiador y poeta Ibn al-Jatib, centrándonos en ambos casos en su actuación médica durante la famosa epidemia de peste que asoló la Península. Esta epidemia había surgido en Asia central en 1.334 y, a través de Crimea se había propagado por los puertos mediterráneos en años sucesivos, llegando casi simultáneamente a Barcelona y a Almería en 1.348.

Los autores cristianos atribuían esta enfermedad a la conjunción de tres planetas que causaba una corrupción en la atmósfera. Ibn al-Jatib hizo caso omiso a este carácter de especie de castigo divino, y se preocupó de atajarlo con medios puramente médicos y razonables.

Adelantándose a los métodos de su tiempo, tanto él como Ibn Játima tuvieron en cuenta una serie de medidas profilácticas tales como emplear fumigaciones en las casas de los afectados, y otras conducentes a evitar el contagio, como el aislamiento de enfermos, purificación de sus ropas y utensilios, prohibiciones de frecuentar baños públicos, etc.

También prescribieron medidas dietéticas a los enfermos, entre ellas prohibición de comer carnes, salazones y pasteles, recomendar la comida de pan hecho con harina pura, beber agua con un poco de vinagre y tomar mucho zumo de limón o de agraz, así como la ingestión de frutas frescas y en perfecto estado.

- Cómo era la Medicina Árabe:

Hasta aquí la exposición histórica. Pasemos ahora a ver otros aspectos, en los que lo geográfico hemos de olvidarlo en muchos casos. Es decir, mientras hablemos de autores concretos y de sus obras, podemos situarlos en un país determinado, pero cuando lo hagamos de las características de la medicina que conocían y practicaban, ya no podemos desligarlos tan tajantemente de Oriente, puesto que la española procede de allí e, incluso, una vez formada y desarrollada, su contacto con Oriente será continuo.

En resumen, salvo algunas innovaciones concretas en determinados puntos, medicina hispanomusulmana y medicina oriental serán básicamente lo mismo, y más tratándose de aspectos tan generales como los que vamos a estudiar.

A) La Enseñanza: A través de las obras de determinados autores de la época del Califato de Córdoba, podemos saber qué leían los eruditos andalusíes, qué corrientes de pensamiento circulaban por la España musulmana y cuál era la enseñanza que se impartía.

Estatua de Averroes erigida en Córdoba. Filósofo hispanoarabe, miembro de una familia de jurisconsultos, traductor y comentarista de Aristóteles, médico y funcionario destacado.

Averroes es el prototipo de intelectual hispano-musulmán, exponente de la altura e importancia alcanzadas por la cultura de Al-Andalus durante la Edad Media.

Una primera y simplista clasificación de las disciplinas consistía en agruparlas, según su origen, en autóctonas o musulmanas (teología, gramática, administración del estado, poesía, etc.). E importadas, esto es, introducidas en el Islam como resultado de las traducciones realizadas en los siglos VIII y IX.

Estas últimas eran: filosofía, lógica, medicina, aritmética, geometría, astronomía, música, mecánica y alquimia. Esta multiplicidad de disciplinas puede acaso explicar el carácter de polígrafos que solían tener los médicos árabes y, de modo más concreto, la duplicidad que se encuentra entre medicina y filosofía.

En Al-Andalus los más claros ejemplos son: Maimónides y Averroes, tan grandes médicos como filósofos. Esta idea no es tampoco original árabe. Ellos, que tanto deben a los griegos, debían conocer el aforismo de Hipócrates que dice: "el médico que sólo sabe medicina, ni eso sabe", completado con otro aforismo de Galeno: "El buen médico debe ser también buen filósofo".

Volvamos a la enseñanza. En el caso del estudiante de medicina, una vez superados los estudios generales, para profundizar en su ciencia se recomendaba que estuviera siempre en el hospital o en las “Casas de Salud”, preguntando y observando la evolución de los enfermos, y acompañando en sus visitas a estos a los mejores profesores que hubiera en el establecimiento.

Al final de sus estudios se hacían exámenes, y al que los superaba se le concedía la "iyaza" o certificado que cada uno de los profesores otorgaba y que autorizaba a enseñar los libros que habían aprendido. No existía un título genérico, sino que la profesión se ejercía como resultado de una serie de permisos independientes.

De un caso de permiso concedido en la Granada nazarí se ha conservado testimonio, y por este vemos como una serie de enfermos de diversas dolencias acreditan por escrito haber sido satisfactoriamente curados por un personaje concreto, lo que le avala para ejercer libremente la profesión.

Al final de la dominación árabe en España el valor de la "iyaza" se perdió casi totalmente, y guardamos noticia de haber sido solicitada para un niño de tres años. En Al-Andalus, como no había hospitales, el estudiante acudía a la consulta de algún médico, observaba cómo este pasaba consulta y, al finalizar, el maestro le hacía una serie de observaciones sobre los enfermos que había examinado.

En general existían tres clases de médicos: el sabio reconocido, caso de Averroes, por ejemplo, que no necesitaba ninguna prueba para ejercer; el médico común, que para desempeñar su cargo debía de pasar un examen, y el curandero, que ejercía su tarea bajo el control del almotacén.

B) La Farmacia: Estrechamente vinculada a la medicina, tan estrechamente que muchas veces es imposible delimitar ambas, aparece la farmacia. MEDICINA-ATEMPORAL-C Es difícil precisar con exactitud el momento en que la farmacia adquiere personalidad propia.

Algún historiador ha afirmado que comenzó su vida científica en Arabia; otros señalan que fue el Iraq la cuna, indicando que ya en el siglo VIII existía el negocio farmacéutico.

Este negocio debía ser en la mayoría de los casos, privado, pues durante mucho tiempo no fue oficialmente reconocido más que en los establecimientos hospitalarios.

Tal vez la causa que determine el retraso de la aparición de una profesión farmacéutica, oficialmente reconocida, se halle en la abundancia de charlatanes, perfumistas y drogueros que expedían medicamentos, y practicaban su arte en mezcolanza con los verdaderos profesionales, circunscritos, repetimos, a los hospitales en los que sufrían exámenes y eran controlados por los médicos del establecimiento.

Ante la imposibilidad de impedir el trabajo de los no profesionales, los médicos solían preparar sus propias recetas o bien se servían de la colaboración de algunos ayudantes controlados por ellos.

A partir del siglo IX surge ya una nueva generación profesionalmente mejor formada, muchos de sus miembros habían sido antiguos ayudantes de los médicos, a los que se autorizaba a ejercer su profesión cerca de los acuartelamientos. Aquello significa el reconocimiento oficial de la clase farmacéutica, si bien la falta de prohibición legal de ejercer a los charlatanes y perfumistas, que seguían siendo mayoría, hacía difícil la diferenciación entre unos y otros.

En el caso concreto de Al-Andalus, la farmacia más famosa fue la que mandó crear Alhakam II, en Medina Azahara. Sobre la importancia que los farmacéuticos tuvieron en España no hay noticias. Sin embargo, encontramos un dato muy significativo en el texto de unas ordenanzas dadas en Sevilla a comienzos del siglo XII.

"Nadie venderá jarabes ni electuarios, ni preparará medicamentos si no es un médico experto, ni tales remedios se comprarán a drogueros o boticarios, que lo que quieren es coger dinero sin saber nada, y así echan a perder las recetas y matan a los enfermos, preparando medicamentos desconocidos y contrarios al fin que se persigue". (Ibn Abdún, Nº 140) C)

Los Hospitales: Repetidamente hemos aludido a los hospitales como centros en los que se preparaban los futuros médicos, y se practicaba controladamente el negocio farmacéutico.

En definitiva, como los centros más serios y solventes. Parece lógico ocuparnos de ellos, haciendo la salvedad de que en España sólo se tiene noticia de la existencia de un hospital en Granada, aunque quede constancia que los médicos andalusíes conocían el funcionamiento de tales centros, e incluso, algún médico español fue director de un establecimiento de este tipo.

La voz para designar el hospital es "Maristán o Bimaristán", palabra de origen persa que significa "casa de enfermos". Solían ser de dos tipos: ambulantes, empleados en el ejército o en tiempo de epidemias y fijos.

En estos últimos nos centraremos. Al frente de cada uno existía un director, médico, a cuyo cargo tenía una serie de médicos de distintas especialidades que, además de ocuparse de los enfermos, enseñaban a los estudiantes y los examinaban. Los enfermos estaban divididos en dos grandes secciones: una de hombres y otra de mujeres.

A su vez, cada sección se dividía en salas según el tipo de enfermedades: fiebres, traumatología, oftalmología, etc. Cada una de ellas atendida por un médico especialista. En algunos hospitales existían salas especiales de recreo para enfermos convalecientes. Dentro del hospital existía una sala especialmente dedicada a almacén de medicinas, es decir una botica.

En ella se preparaban las recetas por medio de los farmacéuticos, tal como antes indicábamos, todo ello controlado personalmente por el director del hospital. En Al-Andalus, la más conocida fue la de Medina Azahara, aunque no perteneciera a ningún hospital, sino que funcionaba en las dependencias del recinto real. Estos centros contaban, en la mayoría de los casos, con un jardín botánico anejo, en el que se cultivaban la mayor parte de las drogas que luego se empleaban allí.

En España sabemos con certeza de la existencia de jardines botánicos en Córdoba, Guadix y Toledo.

Fuente: Extraído de la Revista “Nueva Acrópolis”, Nº 126

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“Recordemos lo suficiente, como para no volver a ser vulnerables de nuevo: el olvido absoluto puede ser tan autodestructivo como recordarlo todo”. -Helen Maclinnes-

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