La reflexión filosófica puede abordarse como una actividad propia de la razón, pero además, escuchando sus voces, los ecos del sentir; .....
.....para todos; porque todos podemos filosofar, ya que todos anhelamos lograr un ánimo sereno que nos conduzca a la autorreflexión y a descubrir, ¿por qué no ?, nuestra propia sabiduría de la vida.
La filosofía es un saber inherente al propio existir. No puede ni debe entenderse como algo para pocos seres humanos, eruditos y estudiosos avanzados en su curso histórico. Todos podemos sentirnos extraviados e iluminados por sus faros. Todos podemos recrear desde nuestras infinitas posibilidades, una y otra vez, planteos y respuestas que han dado a lo largo del tiempo grandes exponentes de la filosofía.
La filosofía como práctica no es solamente un alivio, es interrogarse continuamente, es no conformarse con posibles últimas respuestas. Por ende, la potencia máxima de la filosofía es realizar todos los planteos. Los pensados ya por otros en el desarrollo de su sendero cronológico y los impensados que esperan pacientemente ser tomados como instrumentos de reflexión radical. Planteos al fin, que sirvan como herramientas para cuidar la vida. Mejorar su calidad. Al señalar la vida se debe remarcar: la vida de todos. Por esto todos podemos filosofar, porque es una orientación eficaz en la búsqueda de alternativas concretas para lograr el cuidado de uno mismo y el cuidado de los demás.
De lo que se trata de ahora en más, es de proponer acciones concretas, producto de una reflexión ilimitada sobre la vida y sus diversas cuestiones... De sus alegrías y tristezas, de sus miserias y grandezas. Polaridad infinita, que se refleja en la existencia humana. Polaridad necesaria para que no se pierdan de vista los valores fundamentales que la ennoblecen para siempre.
“¿Quieres conocer cuál es la vida de más larga duración? La que dura hasta la consecución de la sabiduría. El que la ha alcanzado no ha llegado al término más lejano, sino al mejor” (Séneca).
“La filosofía nunca puede hacer más que interpretar y explicar lo que está a la mano, convertir en un conocimiento claro y abstracto de la razón la esencia del mundo, la cual se expresa intuitivamente a cada uno –in concreto–, es decir, en cuanto sentimiento” (A. Schopenhauer).
“Un filósofo es alguien que constantemente vive, ve, oye, sospecha, espera, sueña cosas extraordinarias; alguien al que sus propios pensamientos lo golpean como desde fuera, como desde arriba y desde abajo, constituyendo su especie peculiar de acontecimientos y rayos; acaso él mismo sea una tempestad que camina grávida de nuevos rayos; un hombre fatal, rodeado siempre de truenos y gruñidos y aullidos y acontecimientos inquietantes. Un filósofo, ay, un ser que con frecuencia tiene miedo de sí, pero que es demasiado curioso para no volver a sí una y otra vez” (F. Nietzsche).
“Nadie enseña a nadie filosofía” (M. Zambrano).
“El principio de la filosofía, al menos entre quienes la alcanzan como se debe y entrando por la puerta, es la percepción de la propia debilidad e incapacidad respecto a lo necesario”. “¿Cuál es la primera tarea de quien filosofa? Expulsar la opinión injustificada. Es imposible empezar a aprender lo que uno cree saber” (Epícteto).
“A los hombres la vida nos viene dada, pero no hecha del todo. Debemos nosotros configurarla, y esta función ha de realizarse conforme a un canon o módulo que es el ideal del bien. La vida no es en sí misma ni buena ni mala, es según como la vivamos, el lugar del bien y del mal” (Montaigne).
“Tendrían que enseñarse principios de estrategias que permitan afrontar los riesgos, lo inesperado, lo incierto, y modificar su desarrollo en virtud de las informaciones adquiridas en el camino. Es necesario aprender a navegar en un océano de incertidumbres a través de archipiélagos de certeza” (E. Morin).
“La filosofía se integra en la vida cotidiana y en los problemas de los individuos. El filósofo juega el papel de consejero de la existencia” (M. Foucault).
“Filosofar es resolverse a hacer que despierte el origen, retroceder hasta el fondo de uno mismo y ayudarse a uno mismo con una acción interior en la medida de las propias fuerzas” (K. Jaspers).
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